5/05/2022

Electricidad y crisis hegemónica

 John Saxe-Fernández

Más que reclamo fue una llamada de atención del presidente Andrés Manuel López Obrador al pueblo mexicano y latinoamericano de dentro y fuera, del inadmisible pero abierto intervencionismo del gobierno de Estados Unidos (EU) en el proceso político-legislativo de la histórica reforma eléctrica, lo cual exige revisar lo que los historiadores en EU llaman la presidencia imperial y su estrecha relación con los intereses y exigencias del expansivo capitalismo monopólico. Recuerdo que la Ley de la Industria Eléctrica fue declarada constitucional por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (y que la legislación minera reservó el litio a la nación). Es claro que el aludido intervencionismo de EU es por su apetito por el control y usufructo de los mercados eléctricos al sur del Bravo. En este contexto resulta estratégica la decisión del gobierno de Nicaragua de expulsar a la OEA de su territorio.

Tanto esa alerta como el abierto rechazo de México a las exclusiones y maniobras contra Cuba y Venezuela desplegadas por Joseph Biden llegan a lo profundo del alma nacional de la población mexicana que no sólo vive en territorio nacional.

En torno a la inestabilidad que genera la sobrexpansión capitalista también resulta necesario revisar, como indica LaFeber, la creciente centralización del poder policial-militar en un Ejecutivo orientado a lanzar cruzadas o sangrientas guerras carniceras para restablecer alguna estabilidad para otro ciclo de inversión.

Las políticas y formas en que el imperialismo de EU ha tratado de resolver lo que parece una contradicción irreconciliable entre el empuje desestabilizador de sus agentes económicos (llámese grandes monopolios, sectores oligopólicos o empresas multinacionales) y el tan difundido compromiso de su política exterior por impulsar la estabilidad y el orden, se centra en recurrir a la intervención de los instrumentos policiacomilitares y de seguridad nacional para enfrentar frecuentes explosiones sociopolíticas. Esta pauta histórica aumentó su frecuencia en paralelo al espectacular crecimiento del capitalismo de EU después de la Guerra Civil (1861-1865), cuando muchas industrias y sectores económicos, los monopolios y lo que se conoce como capitalismo gerencial, habían remplazado a las firmas familiares. Los grandes monopolios crecieron y empezaron a dominar los sectores clave de la expansión, alteraron las estructuras básicas de vastos sectores y de la economía como un todo, tomando del mercado la coordinación e integración del flujo de bienes y servicios desde la producción de la materia prima a través de las etapas de los procesos productivos hasta la venta al consumidor. Donde esto ocurrió, la producción y la distribución se concentraron en las manos de unas cuantas grandes corporaciones,

Así, la mano invisible del poder monopólico, por medio de las estructuras de la propiedad y la administración, hacía trizas la noción de una mano invisible de las fuerzas del mercado, el fundamento de una retórica utilizada por las grandes corporaciones en su expansión por el mundo, siguiendo una narrativa similar a la usada por el imperio británico. El príncipe Bismarck, el Canciller de Hierro, solía decir que el libre comercio es la doctrina favorita de la potencia dominante, temerosa de que otros sigan su ejemplo.

Su expresión imperialista más básica se halla en la creciente simbiosis entre el poderío estatal y los intereses de las grandes corporaciones. Al finalizar el siglo XIX, la coordinación de la política exterior de EU y los intereses privados nacionales se hizo más intensa y extensa. La expansión en ultramar se centró de manera casi exclusiva en controlar e influir en los mercados movilizándose por todo el mundo y bajo los impulsos que emanaban de la interrelación entre su política exterior y la dinámica capitalista, incluyendo necesidades de mercado, de materia prima y oportunidades para la inversión del capitalismo monopólico.

Desde una perspectiva teórica general y global, Sweezy y Baran ( Capital Monopólico, 1972 ), Harry Magdoff e Istvan Mészáros han identificado las tendencias contradictorias del capitalismo por su expansionismo, afectando la relación de las estructuras de mando económicas y políticas. Según Mészáros, la contradicción entre estados nacionales rivales del sistema capitalista y el problemático empuje de sus unidades económicas más poderosas –las megacorporaciones– hacia los monopolios trasnacionales son la manifestación más clara de esta sobrextensión.(Istvan Mészáros, Beyond Capital Londres, Merlin Press, 1995, p. 170.)

Es esta una propuesta teórica crucial en todo intento por interpretar el hecho de que a principios de los años 60, y de la guerra en Vietnam, Herbert Marcuse, Baran y Sweezy insistían en la centralidad del estado de guerra, (Seminario de Marcuse,Universidad Brandeis, Massachusetts, 1963-1964.) tema fundamental que seguiré desarrollando en la próxima entrega.

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