Penultimátum

Bien sabía Benedicto
XVI que muchas cosas estaban podridas en las instituciones que manejan
el dinero del Vaticano cuando el año pasado estableció la Autoridad para
la Información Financiera (AIF), con la finalidad de vigilar las
transacciones monetarias de la Iglesia. Fue, además, la respuesta a la
amenaza de Estados Unidos de incluir a la banca vaticana en la lista de
las que lavan dinero, especialmente del narcotráfico. En su momento, el
gobierno italiano había incautado 23 millones de euros que empresarios y
dirigentes de la mafia ingresaron al banco de la Iglesia para ser
purificados
.
También sabía que necesitaba poner orden en el Instituto para las
Obras de Religión (IOR), como se conoce al banco Vaticano. Por eso hace
tres años nombró director a uno de sus mejores amigos, el economista
Ettore Gotti Tedeschi. Éste halló tal cantidad de irregularidades que,
al conocerlas, el hombre más poderoso después del Papa, el cardenal
Bertone, lo cesó de mala manera y puso en marcha una campaña para
desprestigiarlo.
La madeja de intereses que se ha apoderado de esa enorme
multinacional económica y espiritual (con mil millones de clientes) que
es la Iglesia católica, buscó protegerse a cualquier costo. Y la primera
acción fue convertir a Tedeschi de perseguidor en perseguido. Para
fortuna del
ex banquero de Dios
, la policía italiana confiscó en
su casa documentos en los que constan las irregularidades más notables
que encontró en el banco.

Sabedor de las formas nada cristianas que la Iglesia utiliza
para resolver asuntos espinosos, Tedeschi, advirtió a sus allegados de
que podían matarlo. Así ocurrió hace 30 años al descubrirse los fraudes
que ocasionaron la quiebra del Banco Ambrosiano y llevaron al suicidio
de dos de los implicados y el retiro del influyente cardenal
estadunidense Paul Marcinkus, muy cercano a Juan Pablo II. Éste tendió
un velo de impunidad en torno al caso, al pagar la Iglesia a los
defraudados.
En medio de la lucha desatada con miras a suceder pronto a Benedicto
XVI en el trono de San Pedro, la madeja de intereses intenta, cueste lo
que cueste, impedir que salgan a la luz pública los nombres de los
empresarios y líderes de la mafia que con apoyo cardenalicio han
utilizado a la Iglesia para sus negocios ilícitos, como los del
narco.
Sólo lo impedirá un milagro, pues las agencias multinacionales que
combaten el dinero mal habido investigan desde hace años a la banca
vaticana por su falta de trasparencia. También a sus clientes
sospechosos
.
En tanto, se publican varios documentos privados del Papa filtrados
por otro hombre de confianza (su mayordomo), que revelan la encarnizada
lucha por el poder en el Vaticano. No hay duda: los modernos Borgia en
el centro espiritual y económico de la Iglesia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario