9/08/2008

Apabullantes mayorías

Apabullantes mayorías

Publicado el 07 de Septiembre de 2008

"Si todos se lanzan por un precipicio, ¿usted también se lanza?" Con esas típicas frases, que hoy suenan anticuadas, nos educaban antes. Los padres y los maestros las proferían como sentencias cuando recurríamos al poder de las mayorías para lograr algo. Era injusto -argumentábamos- que no nos dejaran amanecer en las fiestas, si a todos les daban permiso, o ser el único que no tenía lo que a todos les compraban. Pero a los adultos los tenían sin cuidado las amañadas encuestas que esgrimíamos entonces. "El Único versus Todos" no era un argumento válido.

Quizás la mayor prueba de adultez sea el ejercicio de la autonomía, incluso a costa de ser impopular o de parecer bicho raro. Resistir lo que los maestros llaman "presión de grupo" para ejercer el criterio o para defender al débil del curso es una tarea difícil, no digamos del colegio, sino de toda la vida. Pero ¿cómo evitar que nuestros jóvenes se comporten como borregos, en medio de este currículo oculto que convirtió "Favorabilidad" en sinónimo de "Verdad"? ¿Cómo convencerlos de que ciertas prácticas sociales no son válidas por el hecho de ser mayoritarias? ¿Cómo hacerlos sustentar sus decisiones, en un país que esgrime porcentajes, en vez de argumentos? "La escuela se quedó sola", se quejaba una rectora, refiriéndose a los últimos escándalos.

Si el Presidente hace 'pataleta' cuando le piden explicaciones y si el Ministro, justamente de Justicia, conversa con el Fiscal General en un yate para interceder por su hermano acusado, ¿por qué nuestros alumnos van a asumir las consecuencias de sus actos, en vez de recurrir a la mediación de sus padres o de 'entutelarnos' cuando los sancionemos por incumplir una norma? ¿Con qué cara podemos enseñarles a no defenderse a gritos, ni arrinconar al distinto, si las máximas autoridades les dicen lo contrario y tienen el respaldo de la abrumadora mayoría? Eran las preguntas que ella se hacía y que reflejan la creciente preocupación de los educadores colombianos.

Esa ética del "somos machos y muchos", que está dejando sin piso el derecho y el deber de pensar por sí mismo, se ha vuelto un nuevo marco curricular. ¿Cómo pedir posiciones inteligentes a los estudiantes ante preguntas tan poco inteligentes como las que hacen las encuestas? Para la muestra, un par de las que acaba de tabular Gallup: "¿Tiene una opinión favorable o desfavorable de los partidos políticos? (...) ¿De los medios de comunicación?". ¿Será posible dar una respuesta seria ante algo tan genérico como "medios de comunicación"? ¿Acaso es lo mismo El Espectador que Radio Guatapurí, o María Isabel Rueda que The New York Times?
En un país que hizo de las encuestas el único mecanismo de control social, no podemos evitar que nuestros adolescentes se dediquen a recoger firmas para echar al profesor que más les exige, ni que se unan para maltratar a la compañera que denuncia al matón del curso o a quien se niega a hacer trampa en un examen. Tampoco puede extrañarnos que usen las estadísticas sobre consumo de alcohol en menores para emborracharse a los 13 años, ni que contesten cuestionarios sin pensar, como seguramente lo hacen quienes responden encuestas telefónicas. Si sus modelos de éxito no son las personas más rigurosas, ni las que se atreven a desafiar a los poderosos o a cuestionar lugares comunes, sino las que sacan mejores notas de aceptación, ¿con qué autoridad moral les enseñamos otras lecciones o los evaluamos con algo distinto a cifras?
Cuando grande, voy a ser presidente de Colombia para mandar a todos y ponerme muuuy bravo y hacer lo que YO quiera", me increpó con su dedo índice un niño de preescolar. Su gesto y su tono me recordaron a "alguien", aunque no les diré a quién. Tampoco revelo mi fuente. Pero su declaración ilustra lo pronto que aprenden los niños.

Yolanda Reyes

No hay comentarios.:

Publicar un comentario