9/25/2009


Cuotas versus paridad

MARTA LAMAS

El reciente escándalo de las ocho diputadas (cuatro del Verde, dos del PRI, una del PRD y una del PT) que, a unas horas de haber asumido sus cargos, pidieron licencia para que entraran sus suplentes (¡todos hombres!), puso en evidencia una fisura en la “cuota de género” del Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe). Este mecanismo tiene el objetivo de introducir más mujeres al espacio de toma de decisiones parlamentarias. Pese a que en algunos casos sí han servido para lo que fueron creadas, las cuotas, tal como están reguladas en nuestro país, exhiben defectos y debilidades. En otros países se reconoce que el proceso para lograr igualdad entre los sexos es más complejo de lo que se pensaba y que las medidas del Estado deben ser más radicales.

Por eso hoy, para garantizar una proporcionalidad que refleje la composición demográfica –mitad mujeres y mitad hombres– se recurre a la representación paritaria. La paridad quiere decir que así como el mundo social está dividido en hombres y mujeres, de la misma manera los espacios de toma de decisiones deberán estarlo. Esto no significa que las mujeres van a ser portavoces de las demandas femeninas y los hombres de las masculinas, sino que ambos sexos deberán tratar conjuntamente todos los temas que afectan a la sociedad.
La reivindicación de la paridad apareció a finales de los años ochenta, cuando los Verdes (nada que ver con el partido que lleva ese nombre en México) propusieron listas paritarias en las elecciones europeas. Poco después, la OCDE realizó el estudio Las mujeres y el cambio estructural (1991), con el cual mostró que la escasez de mujeres en puestos de dirección es un freno al desarrollo económico. Así, a partir de un análisis de la situación económica, cobró importancia la composición “monosexuada” de los lugares de poder político.

La Comisión Europea organizó una cumbre, a la que asistieron ministras y exministras europeas, donde se analizó el déficit que supone la ausencia de mujeres en la toma de decisiones políticas y se acuñó el término “democracia paritaria”. La cumbre declaró: Las mujeres representan más de la mitad de la población. La igualdad impone la paridad en la representación y la administración de las naciones.
A nivel informal, el concepto de paridad se esparció como reguero de pólvora entre las feministas europeas. Pero fueron las francesas quienes asumieron el desafío de volverla una realidad constitucional. Una historiadora estadunidense, Joan Scott, ha investigado el interesante proceso que se desarrolló en Francia y que culminó con la aprobación de la paridad por la Asamblea Nacional. Pretender corregir con una ley una desigualdad histórica provocó durísimos debates en una sociedad donde el igualitarismo republicano se opone a las cuotas.

No es fácil historiar el presente. Sin embargo, en su libro Parité!, Scott logra mantener la distancia crítica necesaria para realizar un trabajo de gran riqueza conceptual sobre un movimiento político en acción. Estudiosa de Francia, conoce las preocupaciones de esa sociedad y recupera el sentido universalista que las feministas paritarias otorgaron al concepto de paridad. La sexualidad es la única característica que está repartida universalmente a la mitad: ni la edad ni la raza ni la orientación sexual ni determinada religión o ideología. Por eso la paridad, al reflejar esa doble expresión del ser humano y alcanzar una más exacta representatividad de la nación, es una medida indiscutible de justicia. Scott se dedica a desmontar las malas interpretaciones ideológicas que se suscitaron en torno al concepto que, según ella, entraña dos ideas en una: un nuevo concepto de la diferencia de sexos y una nueva concepción de la democracia.

Para Scott, el caso francés, pese a su singularidad, ofrece elementos para analizar el impacto de la diferencia sexual en la política. (Por cierto, esta destacada historiadora viene justamente esta semana a El Colegio de México. Y, si les interesa conocer parte de su trabajo, en la Librería Rosario Castellanos del FCE se presentará otro espléndido libro suyo, Género e historia, el miércoles 23, a las 18:30 horas.)
Comprender lo que significan las peticiones de licencia de estas diputadas remite a reconocer que, con demasiada frecuencia, las mujeres comparten la visión machista y las prácticas de simulación de la política. ¿Cómo resolver tal contradicción?

Primero que nada, es imprescindible revisar los mecanismos para sancionar las trampas, lo cual pone la bolita en la cancha de los tribunales electorales. ¿Cómo vigilarán y resolverán este tipo de “suplencias”?
Después, es necesario ir más a fondo y analizar en serio qué significa plantear la paridad en lugar de las cuotas.

Son varias las cuestiones relacionadas que habría que empezar a explorar. Una, fundamental, es que la paridad en lo público está vinculada a la paridad en lo privado, lo cual supone tratar el asunto de las responsabilidades familiares: ¿también deberían estar divididas a la mitad? Todo esto tiene que ver con la reconceptualización del estatuto de ciudadanía que se está haciendo en algunos países. De esto seguiré escribiendo próximamente. Por lo pronto, preguntémosle al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación cómo piensa resolver, en el Cofipe, la trampa de las suplencias.



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