5/14/2017

Periodistas: Una soledad demasiado ruidosa


Black Magazine


“Tú no sabes,/ Mi delicada bailarina,/ El amargo sabor a luto/ Que tiene la tierra
Donde mi corazón humea./ Si alguien toca a la puerta,/ nunca sabes si es la vida/ o la muerte/ la que pide una limosna.”
Otto René Castillo


En la última década, las agresiones hacia el periodismo han escalado a tasas imparables. Ahí donde la verdad es subversiva, es decir, que “vuelve cabeza abajo” –porque así se aprecian mejor las cosas–, hay una agresión. Los periodistas resultan incómodos para aquellos quienes se ayudan de las mentiras para preservar el statu quo, pues el periodista es aquel que devela los entramados de los escándalos de corrupción, los abusos de autoridad (física y moral), las colusiones entre lo legal y lo ilegal, lo ilegal e ilegal, lo ilegítimo e ilegal… donde las facciones de poder tienen todo que ver. Y las notas, como mensaje en una botella, pueden llegar a buen puerto o, simplemente, perderse en la marea; todo depende de si es un periodismo comprometido o uno liberal.
De cualquier manera, ejercer el periodismo en México se ha vuelto una actividad de extrema peligrosidad. El periodista hace de Gulliver en el desencuentro entre Liliput –el pueblo– y Brobdingnag –ese Leviatán que cuando conjunta su poder militar, policial, económico e ideológico, encarna una figura bestial de inmensas proporciones– y, cada vez con mayor regularidad, resulta atado por éste último.
A guisa de ilustración podemos decir que el número de agresiones a periodistas alcanzó su pico máximo el año pasado: 426 casos. Así lo dio a conocer recientemente el informe “Libertades en Resistencia”, publicado hace unos días por la organización Artículo 19. Según el documento, del total de agresiones, 81 fueron ataques físicos, 79 intimidaciones, 76 amenazas, 58 privaciones de la libertad, 43 hostigamientos y acosos, y 11 asesinatos. Un Estado tremendamente autoritario el nuestro. Autoritario y garante de la impunidad, pues el 99.7% de los delitos quedan sin castigo. Todo ello hace de México uno de los países más peligrosos para profesar en el mundo.
Lo verdaderamente preocupante es que los agresores son, en su mayoría, funcionarios públicos, los cuales acumularon 257 agresiones; contra 17 del crimen organizado. Es justo aquí cuando todo informador padece una soledad demasiado ruidosa.
Cada periodista agravado puede apenas sentirse reconfortado al saber que México ha ratificado 181 tratados relativos a los Derechos Humanos o que los primeros 29 artículos de la Carta Magna versan sobre lo mismo, además, se cuenta con el Mecanismo de Protección para personas defensoras de los DDHH y periodistas, pero exigir la aplicación de la ley a quien es juez y parte del problema resulta algo sumamente contradictorio, peligroso y frustrante.
Por otro lado, las entidades con mayor incidencia en las agresiones son: CDMX (71), Oaxaca (60), Veracruz (58), Puebla (28) y Guerrero (26); juntas concentran el 57% de los casos. En Oaxaca, tierra de cronopios (Cortázar dixit), pero imperio de famas, es donde se reporta un mayor número de periodistas asesinados. De hecho, como dio a conocer el informe, es en las regiones del norte y suroeste del país donde los números se incrementan y, aún más, es en los contextos de las protestas donde la violencia hacia los periodistas se acrecienta.
Pues es en tales regiones donde hay una muy especial confluencia entre empresas transnacionales, construcción de megaproyectos y crimen organizado, las cuales, a su vez, generan procesos de resistencia locales; especialmente las dos primeras. Son lugares muy relevantes, ya sea como corredores de tránsito tanto de mercancías como de personas, ya como lugares de extracción y explotación de recursos naturales o para la generación de energía, ya sea porque están atravesados por corredores multimodales o industriales, son regiones geoestratégicas a nivel regional y nacional.
Es, pues, en ese doble nodo (el del desencuentro del pueblo con el Leviatán y el del crimen organizado-empresas transnacionales-megaproyectos) que el periodista tiene que reportear, transmitir, informar, solicitar información, escribir, publicar, investigar y sobrevivir.
Hasta que la dignidad no se haga costumbre no cesara el intento de acallar esas voces que hagan público todo sucio entramado, de amedrentar al mensajero que trae malas noticias y con ello sepultar cualquier posibilidad de información veraz. En México, los servidores públicos a sesinan la verdad, la esperanza y, además, nos dicen que se puede manchar la imagen de este lugar, que no es el mejor de los mundos posibles, pero que es el menos peor, y aquel que contradiga cualquier "verdad histórica" u oficial, va en contra del progreso, igualdad, oportunidades y felicidad que el capitalismo te va a llevar hasta la comodidad de tu hogar . Pero los que mueren por la verdad, su muerte no podrá ser sino mentira.
A Regina Martínez, Gregorio Jiménez, Rubén Espinoza, Anabel Flores, Salvador Olmos, Pedro Tamayo, Jesús Adrián Rodríguez, Cecilio Pineda, Ricardo Monlui, Miroslava Breach y a tantos otros periodistas les dedico este artículo.
Al pie del verano.

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