11/22/2017

Misoginia de Juan Sandoval Íñiguez



Carlos Martínez García


No sorprende pero indigna. El cardenal emérito de Guadalajara, Juan Sandoval Íñiguez, volvió a dar cátedra de insensatez y apología del machismo. A su larga carrera declarativa, en la que abundan ofensas y desdén por los derechos humanos de distintos colectivos, suma la de culpabilizar a las mujeres de los abusos cometidos contra ellas por hombres que aprovechan circunstancias para ultrajarlas.

Con cualquiera se suben, por eso las matan, respondió con singular desfachatez al ser cuestionado sobre por qué han aumentado los feminicdios en México. Además de lo anterior, el prelado considera que buena parte de los ataques perpetrados se debe a la imprudencia de las mujeres. Así lo sostuvo en una entrevista transmitida por el Canal 44 de la Universidad de Guadalajara. La perla declarativa del arzobispo jubilado tuvo lugar después de haber asistido a una conferencia de la Confederación Patronal de la República Mexicana.

Con la sensibilidad que lo caracteriza por las víctimas, el conspicuo clérigo de 84 años abundó sobre por qué a su parecer ha aumentado la violencia contra las mujeres: “De parte de la mujer puede haber cuando menos imprudencia. Con cualquiera que sale por ahí bien vestido, se comprometen, se enganchan. […] Las mujeres no deben andar provocando, por eso hay muchas violadas”. En su estrecha visión, los abusos resultan de la ligereza con la cual se conducen las mujeres atacadas. Para Sandoval Íñiguez todo se explica porque las mujeres son casquivanas, adjetivo es definido por el diccionario de la Real Academia de la Española como alegre de cascos. Dicho de una persona, especialmente de una mujer: Que no tiene formalidad en sus relaciones sexuales. Vale preguntar a la RAE el porqué de la acotación especialmente mujer.

Lo sostenido por Juan Sandoval Íñiguez podría tomarse como una más de sus afirmaciones folclóricas, a las que no vale la pena prestar atención. Me parece que sería un error hacerlo así. Los abusos contra las mujeres comienzan con el lenguaje, con las palabras que las denigran y cosifican. Culpabilizarlas de las agresiones padecidas es justificar a quienes las consideran objeto a disposición de los deseos del atacante.

Todos los días la prensa impresa y electrónica, así como las redes sociales, dan cuenta de casos extremadamente violentos sufridos por mujeres a manos de varones, quienes al amparo de conductas potenciadas por la impunidad laceran y/o truncan la vida de mujeres. Solamente se puede culpabilizar de su trágico destino a las mujeres vulneradas si se tiene una mentalidad, personal y colectiva, saturada de machismo. Desgraciadamente lo externado por Sandoval Íñiguez tiene eco en distintos espacios de la sociedad mexicana. De aquí la importancia de fortalecer en todos los ámbitos una pedagogía de los derechos femeninos, que incluyen una vida libre de violencia.

Culpabilizar a las víctimas, como lo hace el cardenal Juan Sandoval, es reforzar la cultura patriarcal que todos los días produce agresiones y las explica como resultado de las provocaciones de quienes fueron afectadas en sus derechos e integridad. El asunto de la atroz violencia contra las mujeres no se debe a la provocación que suscitan en los atacantes, sino a condiciones personales y sociales que los agresores usan en su favor y les exculpan de los delitos cometidos. Son desgarradores los testimonios de víctimas y sus familiares que además de sufrir golpes y violaciones, deben lidiar contra un aparato legal, y de escasa justicia, que las revictimiza al exhibirlas como gustosas participantes del ataque que les fue infligido.

En su extensa carrera clerical el cardenal Juan Sandoval Íñiguez siempre ha estado en el sitio contrario al de la grey que supuestamente debía servir. Como sacerdote añorante de tiempos preconciliares, su pastoral se caracterizó por una opción preferencial de los ricos y poderosos. Para él los dichos y enseñanzas de los jerarcas eclesiásticos son incontrovertibles. Partidario de un férreo verticalismo solamente concibe al pueblo católico como sujeto de las directrices emanadas desde las cúpulas, entre las que él ha ocupado un lugar destacado.

No debemos olvidar que junto con otros dignatarios católicos romanos, particularmente Norberto Rivera Carrera y Onésimo Cepeda, el arzobispo Sandoval Íñiguez fue uno de los defensores a ultranza del abusador sexual serial, y fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel Degollado. A las documentadas denuncias en la prensa, destacadamente figuró La Jornada, Sandoval respondió que las mismas eran un ataque de quienes buscaban desprestigiar a la institución. Las denuncias crecieron y el prelado siempre se mantuvo en favor del legionario mayor y contribuyó para señalar a las víctimas como personas desequilibradas interesadas en desprestigiar a una persona que solamente había sembrado el bien al fundar a los legionarios e instituciones educativas pertenecientes a la orden.

No debería ser necesario, pero lo es, recordarles a Sandoval Íñiguez, y a quienes como él piensan, que las mujeres violentadas no se buscaron ser agredidas, sino que son víctimas de la violencia que se ha estructurado y permea buena parte de la sociedad mexicana.

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