4/17/2022

El hotel y el cabildero

 Fabrizio Mejía Madrid

Lo que el neoliberalismo significó para la democracia es lo que estamos viendo: el rechazo cobarde a los ciudadanos y la bienvenida cálida a las empresas extranjeras en el salón mismo donde se votan las leyes mexicanas.

Hay dos imágenes que me sugirieron esta columna. Una es un anuncio del PRI donde sus legisladores se bajan de un autobús y desfilan jalando sus maletas rumbo a lo que parece un hotel. “Ya llegó el PRI”, proclama el video. La otra imagen es la de un mañoso gestor de la industria eléctrica italiana, Paolo Salermo, sentado en una curul del Congreso mexicano, al lado de una Diputada del PRIAN y exdirectora de Deporte del Gobierno en Michoacán de Silvano Aureoles, Edna Gisel Díaz Acevedo. Al ser descubierto, el cabildero se va con su portafolio, no sin reticencias.

Son dos imágenes del debate de la Reforma Eléctrica pero tienen que ver con el despliegue del neoliberalismo antidemocrático. Por un lado, los diputados del PRI fingen que llegan a acuartelarse porque, según ellos y Santiago Creel de Acción Nacional, la gente que le pide a sus representantes que voten a favor de la Reforma energética afuera de la Cámara quiere “impedir la democracia”. “No nos dejaremos amedrentar”, dicen los diputados confundiendo la exigencia de sus representados con intimidación. Sobre las maletas, resulta inevitable recordar esas otras llenas de dinero, que se usaron en la reforma de Peña Nieto para sobornar a los legisladores.

Y, por otro lado, quien ha redactado los puntos del PRIAN para la Reforma, no han sido los ciudadanos o, ya de perdida, los asesores en derecho constitucional que trabajan para los grupos parlamentarios, sino los gestores, los cabilderos bribones de las empresas extranjeras. Salerno, egresado del ITAM, fue señalado por los diputados de ser un representante de Enel, una trasnacional de gas y electricidad con 23 por ciento del Gobierno italiano que tiene varias demandas judiciales en Argentina, Chile y Brasil por cobros excesivos –un 14 por ciento más que Iberdrola, que ya es decir mucho– y venderle seguros de vida a sus clientes sin su consentimiento. Enel está detrás de los amparos contra el uso de hidroeléctricas en México. Salerno ha redactado iniciativas de ley para el Senador Miguel Ángel Mancera, del PRD, pero cuando lo sacaron del salón de sesiones aclaró: “Yo sólo soy un amante de la energía eléctrica”. Junto las dos imágenes: el PRIAN aterrado porque hay ciudadanos a las afueras del Congreso exigiéndoles que cumplan con su responsabilidad y, al mismo tiempo, recibiendo con regocijo en el recinto parlamentario a un empleado de las empresas extranjeras.

Observo con curiosidad a los neoliberales renegando de la democracia. En un inicio, allá en los años noventa, vendieron su ideología como el fin de la Historia porque, según Francis Fukuyama, reinaría para siempre el libre mercado y la democracia representativa. Se erigían en una ficción que muy pronto sucumbió a su triste realidad: no había libre mercado sino monopolios y un sistema financiero que ya no buscaba competir sino ganar. Ese cambio entre rivalizar con otros en calidad y precio para acabar haciendo lo que fuera para ganar cada vez más nos llevó a la crisis financiera del 2008, el principio del final del neoliberalismo. No hubo, como decían los economistas del ITAM y de Chicago, innovación y mejores servicios, sino concentración de empresas y magnates cada vez más alejados de la realidad. El neoliberalismo generó más pobreza, daños irreversibles al medio ambiente, y una casta de exfuncionarios públicos y nuevos ejecutivos de empresas.

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