Ilustración: Jennifer Muñoz
La comunidad purépecha de La Cantera, en Tangamandapio, Michoacán, está reguardada por un cuerpo de vigilancia que es emanado de la propia localidad. Este grupo, integrado por seis hombres y cuatro mujeres, es encabezado por una singular mujer: Guillermina Ascencio, quien no sólo pone orden en materia de seguridad pública sino que también dirige la escuela local y ha impulsado a sus vecinos a ejercer el autogobierno para no pasar por partidos políticos que los han ignorado.
TANGAMANDAPIO, Mich.- Cuando Guillermina Ascencio Mateo era una niña su papá le dijo que para qué estudiaba una carrera si la iba a mantener su marido.
Estudió enfermería por sus propios medios, es directora de la escuela Kukumita Tsitsiki en Jacona, Michoacán, y está a cargo de la seguridad, justicia y orden del recién formado autogobierno indígena en la comunidad purépecha de La Cantera, en Tangamandapio.
El 19 de octubre de 2019 la maestra Guille fue elegida como jefa de los “Kuarhichas ” (guardianes, en purépecha). Algunos hombres protestaron contra que una mujer asumiera ese rol, a cargo de la recién creada policía comunitaria que sustituiría las funciones de la policía municipal, cuando el pueblo decidió ejercer su derecho al autogobierno.
“Me hablan los compañeros y me dicen: ‘¿Sí va a poder? ¿Ya sabe de lo que se trata? Usted tiene que andar por ahí… dos, tres de la mañana, levantando muertos. ¿Usted cree que va a poder andar haciendo eso?’ O sea, me asustaron. Pero ¡adelante!, dije yo. Déjenme intentarle”, relató la maestra en noviembre último durante un encuentro sobre autogobierno en la comunidad de Angahuan, en las faldas del volcán Paricutín.
Seis policías estatales abandonaron el pueblo y se llevaron las armas cuando las autoridades indígenas anunciaron que la maestra iba a estar a cargo de la seguridad.
Lo que Guillermina hizo primero fue formar su propio cuerpo de seguridad, con 10 policías comunales, seis hombres y cuatro mujeres… y está reclutando a más. Pidió algunas armas y capacitación a la Secretaría de Seguridad Pública de Michoacán. La comunidad cooperó para comprar la única patrulla que tienen.
“Cuando a mí me dieron el puesto de Honor y Justicia, y me dijeron que iba a estar a cargo de los policías, yo les dije: quiero informar que voy a meter mujeres porque es importante que haya mujeres policías”, recuerda.
Guillermina Ascencio es la jefa de la policía comunitaria de La Cantera, Michoacán. Foto: Marianne Wasowska La recién creada policía comunitaria en Michoacán busca cambiar la percepción de desconfianza y miedo que la población tenía de la policía. Foto: Marianne Wasowska
Zona de riesgo
Es 14 de febrero y la maestra Guille acompaña a la policía comunitaria a patrullar las calles; algunas están pavimentadas y otras son terracería en esta comunidad de la meseta purépecha que se ubica en Tangamandapio, en los límites con Jalisco, una zona en disputa entre grupos criminales por el trasiego de droga.
La policía comunitaria de La Cantera ha logrado mantener la violencia al margen, pese a que Tangamandapio es considerado foco rojo por la alta incidencia delictiva, según el gobernador del estado, Alfredo Ramírez Bedolla.
A siete kilómetros de La Cantera, en la comunidad vecina de Tarecuato fueron masacrados 11 jornaleros en noviembre de 2021, y en julio de ese año hombres armados rafaguearon las oficinas de la Jefatura de la Tenencia y viviendas aledañas.
Michoacán, donde se inició la llamada Guerra contra el Narcotráfico, que lanzó el entonces presidente Felipe Calderón en 2006, es el tercer estado más violento de México, o al menos lo fue en 2021, con 2 mil 732 homicidios dolosos ese año. Dos municipios cercanos a Tangamandapio comenzaron el año entre los seis con más homicidios dolosos del estado: Jacona y Zamora.
Durante su recorrido Guille les dice a sus compañeros de la comunitaria que tienen que esforzarse para que cambie la percepción que la población tiene sobre los policías.
Guillermina y la policía comunitaria realizan rondines en la comunidad indígena de La Cantera. Foto: Marianne Wasowska
Antes, los uniformados que iban a su comunidad tenían mala fama; extorsionaban a las personas o simplemente nunca estaban cuando alguien los necesitaba. La diferencia es que los policías comunitarios son integrantes de la propia localidad, hablan la lengua y, como son elegidos por el pueblo, le rinden cuentas y pueden ser removidos.
“Mi lema es: que sientan la seguridad cuando llegan los Kuarhichas , que no sientan miedo porque llegó la policía, sino que digan: ‘Ya estoy protegido porque ya llegó la policía’”, dice Guillermina con timbre de orgullo.
Cecilia Maravilla, integrante de la policía comunitaria, cuenta que la maestra les ha inculcado que, durante las detenciones, no deben lastimar a las personas; y que no se pueden dejar sobornar “porque nosotros queremos ser diferentes”, dice la joven policía.
Un día antes, el 13 de febrero, en la explanada comunal de La Cantera Guillermina rindió formalmente protesta como consejera de Honor y Justicia del Consejo Comunal Indígena, junto a otras autoridades. Ese día hubo fiesta en el pueblo. Celebraron el fin de un largo proceso de transición hacia el autogobierno que se inició en 2019.
La policía Maravilla
Cecilia Maravilla juega futbol con su hija Perla en un campo llanero. Su turno en la Jefatura de Policía terminó a las siete de la mañana; a esa hora se fue a dormir. A la una de la tarde sale con su hija de la casa para distraerse con juegos. Dibujan un avioncito en el piso y comienzan a brincar. Perla admira a su mamá por ser policía.
También es enfermera, pero fue invitada por la maestra Guille a la policía comunitaria. Decidió convertirse en “Kuarhicha” para ayudar a su comunidad. De niña, Maravilla –quien tiene 33 años– soñaba con estar en la Marina Armada, pero sus papás le dijeron que “una mujer no debía tener esos trabajos” y “económicamente no se pudo”.
Las mujeres de la policía comunitaria están rompiendo los estereotipos que pesaban sobre ellas y demostrando su fuerza para dar seguridad a la comunidad. Foto: Marianne Wasowska
Ser policía comunitaria implica muchos sacrificios, sobre todo son muchas horas de trabajo. Sus turnos son de 48 horas. Son muchas desveladas. Pero Cecilia tiene el apoyo de sus tres hijos y su esposo.
Su pareja regresó de Estados Unidos y ahora trabaja en el campo. El hijo mayor es el que prepara a los más pequeños para ir a la escuela. Peina a la niña. La hermana de Cecilia los recoge. El trabajo del hogar lo hacen entre todos. Cuando Cecilia está en casa hace la comida y su esposo lava la ropa; los hijos recogen la mesa y lavan los trastes. Con su sueldo como policía y el trabajo de su marido quieren construir otra habitación, para sus hijos.
“Es muy pesado ser elemento por las desveladas, yo le he comentado a mi esposo: me gusta la adrenalina, mi trabajo no se me dificulta cuando hay una detención; al contrario, se me dificulta más aquí al tener que llegar y hacer el quehacer sin dormir, pero gracias a ellos llego y me duermo, despierto cuando quiero y luego de eso me reparto el quehacer”.
La policía comunitaria de La Cantera está compuesta por mujeres de la comunidad. Foto: Marianne Wasowska
Directora sin oficina
En casa Guillermina también delega el trabajo doméstico para poder estar en las mañanas en la escuela Kukumita Tsitsiki (el Capullo de la Flor), donde está al frente de siete maestras y un maestro. Tiene 153 alumnos de entre tres y cinco años. En las tardes atiende la Jefatura.
La escuela la levantó prácticamente con los padres de familia. Todavía tiene salones de lámina donde el calor es sofocante cuando sale el sol. Las aulas más nuevas son de cemento, pero ella no tiene oficina, su prioridad fue que los niños tuvieran un comedor.
Desde muy joven Guillermina se dedicó a su comunidad. En la secundaria trabajó en el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos Mayores para alfabetizar a la población.
Después de estudiar enfermería la invitaron a ser maestra y comprendió que esa era su vocación. Sobre todo se interesó en el rescate de la lengua purépecha. En Kukumita Tsitsiki los alumnos aprenden la lengua, etnomatemáticas, que es el estudio de las relaciones entre la matemática y la cultura; historia y territorio; cosmovisión y valores; medicina tradicional y tecnología tradicional.
“A raíz de la marginación que vivimos nosotros los indígenas, siempre en diferentes contextos, tendimos a esconder la lengua para que no fuéramos objeto de marginación, escondíamos la identidad, de repente decían: ¿de dónde eres?, No pues de Zamora, pero para evitar que te empezaran a discriminar”, relata Guillermina. “Yo siempre dije que era de aquí”, dice orgullosa.
Guillermina Ascencio es directora de la escuela Kukumita Tsitsiki en Jacona, Michoacán. Foto: Marianne Wasowska
Guille asegura que ahora las cosas están cambiando, cada vez hay más esfuerzos por rescatar la lengua y la cultura. Pero durante mucho tiempo las familias decidieron ya no hablarles a los niños en purépecha para evitar que fueran relegados.
“Porque a las mujeres les decían ‘María’ y a los hombres ‘José’, de una manera despectiva y entonces, la gente tendió a proteger a sus hijos y ya no les habló en la lengua; pero ahora vemos que es bien importante, desde las escuelas”, afirma.
Guillermina es de las pocas personas de su comunidad que cantó el himno nacional en purépecha el día de su toma de protesta. En los últimos meses se dedicó a entrevistar a las abuelas de La Cantera para recrear la “Danza de la pera”, que había quedado en el olvido después de que las mujeres la bailaron a principios de los treinta en una feria a la que fue invitado el entonces gobernador Lázaro Cárdenas del Río. El 14 de febrero pasado, durante la ceremonia para nombrar oficialmente a las autoridades, un grupo de mujeres bailó la misma danza.
El trabajo de Guillermina también pasa por tareas que tienen que ver con la justicia comunitaria y procesos de reeducación. Recientemente le ha tocado resolver conflictos de deudores de pensión alimenticia, pero también problemas de adicciones en la comunidad. Cuando las familias van a pedir apoyo porque sus hijos están consumiendo drogas, ella les da tareas de vigilancia o de servicio comunitario, como barrer la explanada principal, para “hacerlos responsables”.
Para ella lo más difícil ha sido lidiar con los celos de su esposo. Cuando se comenzó a involucrar en el proceso de la comunidad para lograr el autogobierno, él le preguntaba si andaba con “este o con aquél”. “Pero finalmente lo fue aceptando. Aunque al principio él iba a la Jefatura, a esperarme”, relata la maestra.
El fin de los partidos políticos
Hartos de los partidos políticos, de policías, de inseguridad y de ser invisibles para el gobierno, la comunidad purépecha de La Cantera cerró la carretera para impedir la instalación de casillas durante la jornada electoral del 6 de junio de 2021.
Con esta acción lograron presionar al ayuntamiento de Tangamandapio para que sacara un acuerdo de cabildo y les autorizaran acceder de manera directa al presupuesto, de acuerdo con la Ley Orgánica Municipal.
Asamblea en la explanada de La Cantera en la que el consejo rindió protesta, el pasado 13 de febrero. Foto: Marianne Wasowska
“Al principio pensé que era una ilusión, pero me encantó el proyecto (del autogobierno) porque sentía coraje de ver cómo mi gente había sido utilizada para que otras personas ganaran en el municipio, por ejemplo, los presidentes municipales, los candidatos."
“En el tiempo de campaña les daban un refresquito y les prometían un bulto de cemento, un paquete de láminas y, con eso, la gente se conformaba. Pero después éramos totalmente ignorados”, recuerda la maestra.
El 30 de mayo último, en una consulta La Cantera aprobó autogobernarse y administrar los recursos del presupuesto de manera autónoma, sin pasar por el ayuntamiento. La votación fue de mil 126 votos en favor y sólo 116 en contra.
Así, este lugar se convirtió en la segunda comunidad indígena, detrás de San Ángel Zurumucapio, Ziracuaretiro, en ejercer el autogobierno y ser reconocida tras la reforma a la Ley Orgánica Municipal que impulsó el hoy gobernador Ramírez Bedolla cuando fue diputado local –junto con el Colectivo Emancipaciones y Comunidades Purépechas–.
“La gente despertó”
Cuando llegó el consejo indígena la comunidad estaba a oscuras. “No había ni foco del alumbrado que sirviera”, recuerda Guillermina.
“A la comunidad nunca llegaban los proyectos, no tenemos unidad deportiva, muchas cosas no tenemos y ahorita con el recurso no hallamos ni por dónde empezar”, añade.
La Cantera siguió el camino hacia la autonomía y la libre autodeterminación de los pueblos indígenas, que comenzó Cherán en 2011. Actualmente son 12 comunidades indígenas que ejercen su presupuesto directo y 18 están en camino a hacerlo, explica el abogado y antropólogo Orlando Aragón, del Colectivo Emancipaciones, quienes han ayudado a las comunidades en estos procesos.
Los profesionistas: arquitectos, doctores, ingenieros y abogados fueron quienes comenzaron a trabajar en la idea del autogobierno, pero cuando se hicieron los nombramientos de los consejeros, como no les pagaban, se quedaron muy pocos. “El trabajo mayor sí lo hicimos nosotras, casa por casa y los domingos; nunca nos rajamos”, dice Guillermina.
Erika Bárcena Arévalo, del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM y del Colectivo Emancipaciones, recuerda que el primer proceso de autonomía en la Meseta, el de Cherán, fue iniciado por las mujeres, y que todos los consejos de los procesos que han surgido después de Cherán han incluido a las mujeres.
En 2019, la comunidad de La Cantera comenzó su proceso para ejercer el autogobierno y el presupuesto directo. Foto: Marianne Wasowska
“Ha habido una insistencia del Instituto Electoral de Michoacán, en el sentido de que tiene que haber mujeres en los consejos, pero eso se ha conjugado con el hecho de que los procesos de autogobierno cambian las reglas de la participación política y, en este contexto, algo que se valora mucho es el hecho de haber participado en los movimientos; muchas mujeres han refrendado su compromiso y su fuerza”, dice Bárcena.
Los habitantes de Arantepacua, de Pichátaro y de otras comunidades purépechas –que llevaban tiempo en el camino de la autogestión– contagiaron y aconsejaron a La Cantera. Ahora las mujeres de La Cantera, como la maestra Guillermina, asesoran a otras comunidades para que sigan sus pasos.
“Las mujeres tenemos que abrir paso, brechas y caminos para que la comunidad camine diferente. Si queremos algo diferente, tenemos que trabajar diferente”, dice Guillermina.
Texto
Neldy San Martín y Melissa Del Pozo
Foto
Marianne Wasowska
Video
Melissa del Pozo
Ilustraciones
Jennifer Muñoz
Agradecimientos a
Guillermina y a Cecilia. A la comunidad de La Cantera y al colectivo Emancipaciones
Este trabajo fue realizado con el apoyo de la International Women’s Media Foundation (IWMF) como parte del Fondo Howard G Buffett para Mujeres Periodistas.
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