5/27/2011

Se fue la eterna Leonora Carrington


La sobreviviente del surrealismo fallece a los 94 años


Por Rosalina Nicolat*

México, DF, 26 may 11 (CIMAC).- Como en los sueños de sus pinturas, Leonora Carrington alcanzó ayer el sueño eterno. La última sobreviviente del movimiento surrealista falleció anoche a los 94 años de edad en el Hospital Inglés de esta ciudad, víctima de una neumonía.

Consuelo Sáizar, presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), confirmó el deceso de la pintora y envió el pésame a la familia de la artista a través de Twitter.

“No me gustaría morirme de ninguna manera, pero si llego a hacerlo algún día, que sea a los 500 años de edad y por evaporación lenta”, le había dicho Carrington a la escritora Elena Poniatowska en una entrevista en 1957.

Y es que a pesar de su avanzada edad, la pintora gozaba de una gran vitalidad, trabajaba, bromeaba, reía y disfrutaba al máximo su vida.

Carrington nació el 6 de abril de 1917 en Lancashire, Inglaterra. Su padre fue un gran empresario textil inglés, su madre era irlandesa.

Leonora fue además escultora, escritora, grabadora, creadora de muñecas, fabricante de tapices y le gustaba realizar juegos de alquimia en la cocina. Le fascinaba ver cómo se transformaban las verduras, las frutas, la variedad de sus aromas.

También elaboró vestuarios y escenografías para obras de teatro. Ilustró libros de otros escritores, entre ellos los de su hijo Gabriel.

Leonora estuvo unida sentimentalmente a tres hombres destacados dentro del universo artístico. El pintor alemán Max Ernst, con quien tuvo un intenso romance de 1937 a 1940. Los separó la Segunda Guerra Mundial, puesto que Max fue enviado en dos ocasiones a un campo de concentración. Ernst logró emigrar a Estados Unidos.

En 1941 se casó con el poeta mexicano Renato Leduc, quien desempeñaba un cargo diplomático en Portugal. Ella aceptó más tarde que ese matrimonio fue por conveniencia, pues gracias a él pudo abandonar a la Europa enloquecida por la guerra.

En 1946 se casó con el fotógrafo húngaro Imre Weisz. Con él procreó dos hijos: Pablo y Gabriel. El primero es médico y Gabriel heredó el talento artístico de sus padres. Es antropólogo, filósofo, hace teatro y escribe poemas.

El 14 de noviembre del año 2000 Leonora recibió la Orden del Imperio Británico, otorgado por la reina Isabel de Inglaterra.

Ese día presentó su obra de teatro “La invención del mole”, en el Museo Rufino Tamayo de la Ciudad de México. En esa pieza teatral, Carrington mezcló el mito de la creación de ese platillo con la visita del arzobispo de Canterbury a la corte del emperador azteca Moctezuma. Al día siguiente, el 15 de noviembre, la escenificó en la embajada de Gran Bretaña en México.

LA FEMINISTA

En 1968, Leonora abandonó México indignada por la matanza estudiantil, y donó uno de sus cuadros para rifarlo y obtener dinero para ayudar a los estudiantes encarcelados.

En 2006 donó otro cuadro para subastarlo y apoyar de esa manera la campaña presidencial de Andrés Manuel López Obrador.

La pintora afirma que cuando era pequeña le indignaba que a los niños les permitieran hacer muchas cosas que a las niñas no. Esto la hizo un ser rebelde y se hizo acreedora a varias expulsiones de escuelas e internados de Inglaterra y Francia.

Afortunadamente tuvo el apoyo de su madre, quien le permitió estudiar arte en Inglaterra y Florencia. En 1938 expuso por primera vez sus pinturas en París y Ámsterdam. En ese mismo año publicó su primera novela, “Little Francis”, en la que narra el triángulo amoroso entre ella, Max Ernst y la esposa de éste, Marie-Berthe.

Sin duda, Carrington fue un personaje fuera de serie. Se adelantó a su tiempo. Era una mujer muy fuerte que se supo sobreponer a las adversidades que le tocó vivir en los inicios de la Segunda Guerra Mundial. Quizá esas vivencias difíciles le hicieron aprender a disfrutar cada segundo de su vida.

“PASAMOS MÁS TIEMPO MUERTOS QUE VIVOS”

Nuestra pintora era jovial, alegre y le encantaba hacer bromas. Cuando hablaba de su asistencia a las corridas de toros, decía que ella aplaudía cuando el toro brincaba el callejón y correteaba a todo el mundo.

Narraba: “Otra vez el público echó botellas y cojines, arrancaron los anuncios de hojalata y los echaron al ruedo, en fin, echaron lo que pudieron. Luego el público mató al toro y lo cocinaron. ¡Todo esto en la plaza!”.

En una entrevista con Lourdes Andrade, la periodista le preguntó su opinión sobre el suicidio de Wolfgang Paalen. Carrington contestó: “Me desconcierta la falta de curiosidad ante el espectáculo de la vida. Finalmente pasamos más tiempo muertos que vivos, hay que aprovechar, ¿no crees?”.

Y cuando la periodista le sugirió que de todas formas se perderá el final de la película, la pintora respondió: “A mi edad lo que empieza a preocuparme no es el final de la película, sino ¿qué hay después de la película?”.

Carrington mencionó en otra entrevista que le encantaban los animales, entre los cuales no se encuentran los humanos. Y platicaba que en Londres le gustaba ir al zoológico donde tenía una amiga hiena a la que le enseñó francés.

LA ESCRITORA

Esta es la faceta menos conocida de la artista. Sus obras literarias las publicó en español, francés e inglés. No le gustaban las traducciones. Cuando la cuestionaban ¿por qué en diferentes idiomas? Contestaba que escribe en el idioma de la gente a la que están dedicadas sus obras.

Ésa es una deuda que tenemos con Leonora. Me encantaría que se hicieran ediciones cuidadosas de su obra literaria en español. En el “Diccionario de escritores mexicanos”, editado por la UNAM en 1988, no existe una entrada de Leonora Carrington escritora. Ignoro si ya corrigieron ese error.

Entre sus obras, se encuentran “La dama oval”, “La debutante” –en la que narra con humor corrosivo su presentación en la corte de George V de Inglaterra–, “La casa del miedo”, “La puerta de piedra”, “Penélope”, “La camisa de franela”, entre otras.

2007, AÑO DE HOMENAJES

En el año 2007, Leonora recibió varios homenajes para celebrar sus 90 años de fructífera vida. Uno de ellos fue el 8 de octubre en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

En aquella ocasión la acompañaron Elena Poniatowska y Carlos Monsiváis. El maestro José Luis Ibáñez leyó su obra de teatro “La invención del mole”. Fue una velada inolvidable, llena de recuerdos, nostalgia, carcajadas y al final los estudiantes la ovacionaron de pie y se arremolinaron alrededor de la artista nonagenaria.

En ese año la empresa Tequila Cuervo le pidió un diseño para su edición Tequila Cuervo Colección 1800 y ella elaboró una escultura en plata llamada La reina del tequila.

Del 12 de febrero al 31 de octubre de ese mismo año, el Gobierno del Distrito Federal organizó la exposición “Leonora Carrington en la Ciudad de México”, exposición al aire libre en la Avenida Paseo de la Reforma, de la calle Gandhi al Museo Nacional de Antropología.

La exposición estuvo integrada por 17 esculturas de gran formato y 50 lámparas de luz integradas por fotografías de la pintora y su familia, desde que la pintora era niña hasta la actualidad y reproducciones de algunas de sus obras.

Tuvo una gran aceptación por parte del público, y tanto los automovilistas como los viandantes se detenían fascinados ante la originalidad de las esculturas. Muchos de los asistentes no resistieron la tentación de fotografiarse con ellas.

El 2 de marzo de 2009 Leonora publicó “Un mural en la selva”, reproducción de una obra que le pintó a Plutarco Gastélum en Xilitla, San Luis Potosí. El libro va acompañado de textos de su hijo Gabriel.

Ese mismo año Carrington diseñó otra botella para la misma firma de Tequila Cuervo. A sus 92 años seguía tan lúcida, creativa y con un sentido del humor maravilloso.

Aunque el surrealismo le quedó corto, puesto que con su imaginería fantástica rompe con las etiquetas, Elena Poniatowska menciona entre bromas y veras que Leonora fue el último monumento vivo de dicha corriente artística. Recientemente Poniatowska publicó el libro “Leonora”, una novela inspirada en la vida de la pintora.

En mi opinión, Leonora Carrington eligió atinadamente a México como su lugar de residencia permanente, ya que cuando el padre del surrealismo, André Breton, visitó México, lo calificó como país eminentemente surrealista. ¿Dónde podría haber vivido mejor, sino en nuestro país?

* Licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas por la UNAM.

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