Carlos Bonfil
Del
amanecer a la medianoche. En realidad, 24 horas en la vida de una calle
que es un microcosmos de las actividades comerciales del Centro
Histórico de la ciudad de México.
Calle López, documental de Guillermo Barroso y Lisa
Tillinger, captura en un blanco y negro impecable la enorme variedad de
oficios y faenas diarias de un grupo de comercios instalados a lo largo
de esa calle muy populosa durante el día, pero melancólica y ojerosa en
las altas horas de la madrugada. Muchas de sus imágenes remiten por
momentos a las emblemáticas fotografías nocturnas de Nacho López, a las
crónicas gráficas de Héctor García, y en algún acercamiento a los
rostros cansados al final de las labores, a la lente del francés
Cartier Bresson.
Una decisión afortunada de los realizadores ha sido omitir texto y comentarios en off.
No hay tampoco testimonios ni entrevistas. Lo que se captura es el
pulso de la actividad diaria y sus múltiples conjugaciones, transitando
de lo general a lo particular, de las atmósferas de un barrio y una
calle que lentamente se despiertan hasta el minucioso registro de los
primeros preparativos laborales.
Un expendio de café y el proceso de torrefacción, con su rutina de
entregas matinales a los negocios cercanos o su degustación ritual por
los parroquianos de siempre; la preparación de las naranjas y otros
frutos para esos jugos y esas bombas en licuado que habrán de ser el
desayuno exprés, concentrado vitamínico, del trabajador apresurado; o
los tacos de cabeza y vísceras de todo tipo que con celeridad
impresionante prepara el negocio de Los Güeros, o el modo metódico y
puntual de destazar cientos de pollos en el local que ufanamente se
autodenomina
Fanáticos de la frescura. Hay de todo en esa calle de López y sus inmediaciones con Ayuntamiento y Eje Central, un trajín incesante que por muy pocas horas en la noche cede el paso a una calma sepulcral de ciudad abandonada, con sus perros callejeros y sus personajes picarescos, algún travesti que parece laborioso guardián de la calle, y la niña de apenas seis años experta ya en el manejo de cajas y cartones, como precoz aprendizaje del oficio familiar.
Calle López es el cine directo, sin artificios ni añadidos
innecesarios, que rinde un tributo declarado al cine de Frederick
Wiseman y sus limpias crónicas de espacios y faenas laborales, pero
también al ajetreo y al pulso vital de los reportajes fílmicos de un
Raymond Depardon. ¿Para qué decir más cuando la imagen sabe ser tan
elocuente, tan concisa y concentrada como la de los fotógrafos antes
mencionados? Quedan las voces de los habitantes de la calle López, con
sus comentarios y chascarrillos picarescos capturados casi al vuelo o
en ese refugio casi clandestino, establecimiento con cortina corrida,
donde hombres maduros beben y juegan dominó durante horas enteras en un
ambiente de vigilia perpetua.
Hay ecos aquí del trabajo de estupendos documentalistas, del Everardo González de La canción del pulque (2003) y Los ladrones viejos: las leyendas del artegio (2007) y del Rubén Gámez de Tequila
(1992), aunque el mexicano Guillermo Barroso y la austriaca Lisa
Tillinger han optado de manera arriesgada y novedosa por un registro
visual más sobrio todavía, despojado de todo colorido y arrobo ante lo
pintoresco, conteniendo la exuberancia verbal y los comportamientos
desbordados que suelen fascinar en los llamados tipos populares, para
mostrar en cambio, y con una concisión admirable, una gran variedad de
oficios y faenas en un ámbito urbano que pareciera detenido en el
tiempo.
Novedad y fuerza expresiva de un documental que no requiere ya de
los asideros habituales en la protesta social (que por obvia se omite)
ni en ese costumbrismo salpicado de color local que se exporta tan bien
y que tan mal se consume entre nosotros.
Calle López es un documental minimalista invadido por un
gran número de transeúntes, habitado por comerciantes atentos a sus
clientes y parroquianos, y también por otras sombras y fantasmas que
como en el mágico documental de Juan Carlos Rulfo, En el hoyo (2006), parecieran visitar de nuevo el barrio abandonado. Si se desea, Calle López es
también un increíble inventario de la dieta diaria del mexicano medio,
capaz de combinar en un solo licuado todas las frutas y cereales que
interpreta como una dieta sana, para luego de ese pequeño ritual
matutino librarse, ya sin culpas, a los irresistibles excesos del
carnívoro feliz, eternamente insatisfecho.
Calle López se exhibe en la Cineteca Nacional, sala 9: 19:00 y 20:45 horas, y en los cines Tonalá y Cinemanía.
Twitter: @CarlosBonfil1
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