Reforma energética
“Venceréis
porque tenéis sobrada fuerza bruta –dijo el sabio Miguel de Unamuno en
octubre de 1936 a un conspicuo representante de los alzados contra la
República–. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir, y
para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la
lucha”.
Hoy, a la distancia de más de siete décadas, esa
formidable sentencia del rector de la Universidad de Salamanca es
absolutamente aplicable en todos sus términos a los alzados contra la
letra y el espíritu de la Constitución mexicana de 1917. A panistas y
priistas subversores del orden jurídico-político que regula la vida
civilizada de los modernos mexicanos.
Vencisteis, podría
haberles dicho Unamuno a Enrique Peña Nieto, Emilio Gamboa y Manlio
Beltrones, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convencisteis.
Porque para convencer había que persuadir, y para persuadir
necesitabais algo que os ha hecho falta: razón y derecho en la lucha.
Como en aquellos trágicos años del ascenso del fascismo en España, hoy
en México se ha vuelto a imponer la fuerza bruta, la fuerza de la
irracionalidad de una dictadura que no por decadente es menos peligrosa
y soberbia.
Si la política es diálogo y acuerdo entre fuerzas
sociales diversas que conviven en un mismo espacio histórico y
geográfico, de Enrique Peña Nieto podría decirse que hace doce meses
dio la impresión de ser un político avezado (o al menos bien
asesorado). Pero que aquel logro de la firma del Pacto por México ha
saltado en pedazos.
Y ha saltado en pedazos, porque como los
franquistas de ayer y de hoy, los pripanistas quieren todo, buscan
avasallar, pretenden imponer. Y lo mismo puede afirmarse de Gamboa
(líder del Senado) y de Beltrones (líder de la Cámara de Diputados):
con fama pública de políticos avezados, al menos esta vez no pudieron o
no quisieron acreditar esa fama. No dialogaron, no negociaron, no
convencieron, no persuadieron. Sólo impusieron, sólo avasallaron, sólo
aplastaron.
Practicantes del espíritu de la derecha más
retrógrada, del fascismo puro y duro, los pripanistas piensan que han
tenido éxito en sus aviesos propósitos antinacionales y antipopulares.
Pero, como diría Lenin, la historia da sorpresas. Y si los pripanistas
creen que este arroz ya se coció, más temprano que tarde verán cuán
equivocados están, pues las medidas impuestas por la fuerza carecen de
solidez y, por lo mismo, no pueden ser duraderas. No al menos en paz y
con estabilidad sociales.
A Emilio Gamboa, Manlio Beltrones y
Enrique Peña Nieto puede importarles poco la paz y la estabilidad
sociales, pues al cabo de pocos años dejarán sus cargos y podrán pasar
al dorado exilio en algún paraíso extranjero. Pero lo que a estos tres
personajes no les importa, sí les interesa, y mucho, a los
inversionistas foráneos que quieren aprovecharse de la riqueza
energética mexicana.
Y les importa mucho porque quieren el
negocio, pero lo quieren sin problemas. Sin problemas sociales, sin
problemas políticos y sin problemas judiciales. Y la reforma energética
peñanietista, sin consensos y sin acuerdos, no puede garantizar la
ausencia de problemas.
Problemas, además, que no estará en
manos del gobierno solucionar. Quizás los cercos al Senado y a la
Cámara de Diputados no hagan mella en los ánimos de los pripanistas
adeptos de la imposición y el avasallamiento. Pero sin duda esta medida
y acaso muchas otras afectarán la imagen, la operación, el
desenvolvimiento normal de individuos y empresas a los que sólo les
interesa la ganancia económica y que, lógicamente, no desean verla
contaminada con marchas, cercos, manifestaciones, plantones, sentones,
protestas, demandas judiciales y conflictos políticos permanentes.
Vencer sin convencer sólo puede augurar tiempos turbulentos.
Blog del autor: www.miguelangelferrer-mentor. com.mx
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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