12/16/2013

La reforma energética y la consulta popular



 
 Leonardo Curzio

Creo firmemente que la reforma energética debe ser legitimada o rechazada en una consulta popular. Me parece que en un asunto que impacta tanto el alma nacional debe ser zanjado por el soberano. Por razones epopéyicas o mitológicas hay un sector muy amplio que considera que la soberanía de la nación estriba en parte en el petróleo. Cuando leo las vibrantes páginas de Lorenzo Meyer entiendo y respeto a quienes han hecho del petróleo una expresión del nacionalismo. Pero esa particularidad histórica de nuestro país no me impide conceder crédito a quienes preconizan la necesidad de actualizar el paradigma energético del país y hacerlo más funcional a las necesidades del capitalismo del siglo XXI.

El monopolio estatal y sus insuficiencias son los factores que han erosionado con mayor rapidez el paradigma estatista. Me sorprende que los defensores de este modelo hablen del mismo imaginando sabrá Dios qué heróicos momentos de la historia y no se remitan a la realidad imperante. Lo que hoy veo de Pemex no tiene nada de heróico y sí mucho de corregible. Si los defensores del nacionalismo estatista aluden a una venta impúdica del petróleo a manos de voraces capitalistas, su argumentación se funda más en la crítica de la gestión privada (en la que tienen un punto), que en acreditar que la gestión actual reduce desigualdades y entrega el petróleo a los que menos tienen. Yo veo más bien contratistas que se forran, trabajadores sindicalizados con desconcertantes privilegios y un subsidio generalizado a las gasolinas que se concentran en los más ricos y fomenta el dispendio de combustibles con el consiguiente incremento de las emisiones. El modelo estatista ha favorecido también que el petróleo se use como flujo de caja para el funcionamiento de gobierno, además de permitir el robo de combustible y el atraco organizado de las gasolineras. Cuando la izquierda habla de la gestión gubernamental del petróleo no habla de esto, aunque sabe que existe y lo critica, sino que se desdobla a una metafísica patriótica de idílicos trabajadores cardenistas que dejan su vida por defender el honor patrio. En la defensa del “statu quo” veo más agujeros negros que virtudes cívicas.

Si la defensa de la situación anterior omite el diagnóstico del modelo vigente y privilegia la reconstrucción épica de la nacionalización, su crítica a las privatizaciones me parece mucho más certera porque está fundada en un análisis muy preciso de la forma en que han actuado tanto los privados como los agentes reguladores del Estado en los últimos años. Una buena parte de los derechos de los consumidores no han sido garantizados (tampoco lo eran en el modelo estatal. Los que tenemos ya algunos años recordamos a Telmex en su versión pública y a los bancos del Estado). Mucho tendrá que cambiar la realidad de este país para probar que la apertura de un sector no significa que uno o dos actores predominantes dominarán el mercado y acabarán capturando a los órganos reguladores o decapitándolos a través del brazo servil de los legisladores que los representen. No hay manera, pues, de decir con precisión meridiana que un modelo u otro es superior en términos de eficacia, pero personalmente creo que el modelo estatista estaba periclitado y su defensa se ha escorado más por el lado emotivo que por su factibilidad técnica y económica. Me sorprende que los legisladores digan asustados que las petroleras quieren invertir en México y ganar dinero ¡Vaya descubrimiento! De eso se trata el capitalismo y lo que no veo es cómo se puede pretender crecer al 5 o 6% si la inversión no llega. En el fondo está claro que el modelo capitalista sigue sin gustarles, lo cual entiendo, pero una economía como la mexicana está inserta en un mundo global y abierto y no en un sistema internacional dominado por capitalismos de Estado yuxtapuestos, como ocurría en los años 30 del siglo pasado. El dolor que rezuma la izquierda debe respetarse y ser considerado como una expresión legítima de una forma de ver el mundo y en consecuencia debe darse al soberano la posibilidad de zanjar de manera democrática y definitiva si el sector energético se encuadra (como el resto de la economía) en el capitalismo global y competimos entonces por atraer inversiones que buscan rentabilidad, o mantenemos una peculiaridad, que en mi opinión tiene más de honor de hidalgo novohispano que de pragmatismo capitalista sajón. En otras palabras, el asunto debe ser llevado a una consulta popular en 2015.
 
@leonardocurzio
Analista político

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