Alberto Aziz Nassif
Nos recetaron la larga lista de reformas, pero los platillos no llegaron como se prometió: ricos y calientitos. Unos se enfriaron antes de servirse, otros se desparramaron y el resto simplemente no llegó. El Pacto por México pasó de una buena idea para ensayar una coalición reformadora, a un batuque de prisas, desencuentros y rebatingas. Cada quién sacó lo suyo y la derecha ganó, ya sea en su careta tricolor o blanquiazul. La izquierda dividida fue vencida, sus proyectos no salieron, su agenda ni siquiera se trató (la reforma a la ciudad de México) y, al final, con la reforma energética sólo le quedó gritar, caminar y bloquear mientras los votos del PRI, PAN (menos Corral y Ruffo) y PVEM hicieron mayoría.
La reforma educativa nos quedó a deber lo educativo y dejó un esquema laboral cuestionable. La reforma de las telecomunicaciones inició con una cuestionada conformación del nuevo órgano regulador y todas las definiciones importantes de la ley secundaria se postergaron. La reforma fiscal dejó malestar en todos los sectores. Los mecanismos de transparencia quedaron en una reforma al IFAI al que le aplicaron varias excepciones. ¿Y la famosa comisión anticorrupción? Frente a la corrupción y el desvío el gobierno vuelve a centralizar el gasto y las nóminas que ya eran parte del federalismo. Pero la reforma político-electoral y la energética no tuvieron desperdicio.
Legisladores avorazados rompieron y modificaron a su gusto —con mucha ignorancia— instituciones y cambiaron formas de propiedad. Las modificaciones electorales crearon un organismo híbrido, con una pata federal y otra local, con funciones y facultades divididas, con ambiguos mecanismos de atracción y delegación. Cambiaron de IFE a INE por el gusto de mover la letra intermedia, y se tendrá que hacer un gasto millonario para actualizar las credenciales de elector o todo el país tendrá un documento obsoleto. Al INE le dejaron la capacitación electoral, pero a los organismos locales la impresión de los documentos y la producción de materiales; al INE le quitan la educación cívica y se la pasan a los organismos locales; se nota que los legisladores no saben ni de qué se trata el tema. Habrá 32 estrategias para la educación de los ciudadanos, y se pierde un espacio de política de Estado en el que se han realizado importantes avances para la construcción de la ciudadanía. Pero en el Congreso ¿a quién le interesa tener ciudadanos? Los senadores establecen causales de nulidad por “adquisición” de tiempos en radio y televisión y los diputados —al calor de la madrugada— le cambiaron el verbo por el de “compra”, lo cual supone la existencia de facturas; regresamos al escenario del 2012. Así que para quitar a los gobernadores el control de los organismos, se pasa al control de los partidos vía las cuotas que se repartirán en los consejeros. Aprobaron también un derecho de réplica al gusto de las televisoras.
La reforma energética no sólo abre el petróleo con un Estado débil en regulación, sino que se ofrece en charola todas las formas de inversión y negocio para el capital nacional y extranjero. De todas las posibilidades ganó la versión de más apertura. Otra vez las derechas del PRI y PAN, que son los que han gobernado al país, nos dejan una historia como la privatización de teléfonos que llevó al monopolio; otra vez estamos frente a lo que pasó con los bancos que se vendieron al capital extranjero y ahora se enriquecen con las comisiones y los altos intereses; otra vez vamos a la privatización que no ha generado mejores opciones y oportunidades, sino más concentración y encarecimiento. El panismo empresarial encontró a su media naranja en Peña Nieto, un presidente pragmático que quiere inversión extranjera al costo que sea. El CCE está radiante y los legisladores del PRIAN felices porque el único costo que pagaron fue sacar al sindicato, al impresentable Romero Deschamps, del consejo de administración de la empresa. Al fin se deshicieron del único bastión público que le quedaba al país: sus recursos energéticos. Muy pronto vamos a ver cómo el capital extranjero llegará a hacer negocios, cómo lo hacen las empresas mineras extranjeras y nacionales que sacan la riqueza del subsuelo —con jugosas concesiones— en donde sólo ellas ganan, mientras las comunidades y el país pierden.
El PRI y el PAN entregaron el petróleo, el gas y la electricidad; rompieron el IFE; dejaron pendiente las telecomunicaciones; vendieron gato por liebre en la reforma educativa; y quedaron a deber un sistema de rendición de cuentas. El fantasma de la privatización regresó con furia. Viva México S.A.
Investigador del CIESAS
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