6/29/2020

A Marcelo Ebrard


La Jornada: 

Bernardo Sepúlveda*

Estimado Marcelo,

En mi calidad de embajador emérito de México, me permito transmitir a usted las razones por las cuales considero que la visita del presidente López Obrador a Washington, para entrevistarse con el presidente Trump, es altamente inconveniente para el interés nacional.
No existe, a mi juicio, un fundamento político que explique una visita de esta naturaleza.
Tampoco existe un motivo que justifique la oportunidad de la visita, en momentos en que se lleva a cabo un proceso electoral en Estados Unidos y en donde la asistencia del presidente López Obrador a una ceremonia irrelevante se habrá de interpretar como un apoyo a la relección de Donald Trump. Los efectos políticos negativos que se producirán en México y en Estados Unidos, de realizarse esa visita, habrán de ser perdurables.
Pretender inclinar la balanza en favor del presidente Trump en este clima político no parece ser la mejor apuesta. Si las elecciones presidenciales en Estados Unidos tuvieran lugar hoy, el candidato del Partido Republicano las perdería. La encuesta que publica hoy el New York Times indica que Biden tiene una ventaja de 14 puntos sobre Trump. El 50 por ciento de los votantes encuestados prefieren a Biden; sólo el 36 por ciento prefiere a Trump.
Biden mantiene un claro liderazgo entre mujeres votantes y entre votantes que no son de raza blanca, según la mencionada encuesta. En cambio, Trump ha perdido apoyo de votantes tradicionales del Partido Republicano, dada su ineficacia en el combate a la pandemia, el desplome de la economía y el incremento en el desempleo. Su inadecuada política en el tema del racismo, y sus pronunciamientos en favor de imponer medidas de fuerza armada para reprimir las protestas y las manifestaciones antirracistas, han sido motivo de severas críticas y de oposición hacia Trump.
En el caso del voto hispánico, Biden alcanza un voto favorable de 39 por ciento. En el tema de políticas raciales, 61 por ciento manifestaron su desaprobación a Trump, con la mitad de los votantes expresando una opinión muy desfavorable.
En este contexto, la visita del presidente López Obrador a Washington y su reunión con el presidente Trump habrán de producir una reacción de pro-funda antipatía en el Partido Demócrata. Si Biden gana la presidencia, su antagonismo hacia México será evidente en las políticas bilaterales que adopte.
Pero aun si Biden no es el triunfador en la contienda presidencial, es muy probable que el Partido Demócrata mantenga su mayoría en la Cámara de Representantes y, además, que gane el control del Senado estadunidense. De ser ese el caso, el Partido Demócrata se encargará de pasarle la factura política a México, con las nefastas consecuencias del caso.
Si gana Biden la Presidencia y el Partido Demócrata el Congreso, los últimos cuatro años del mandato de López Obrador habrán de transcurrir en un ambiente repleto de dificultades en la relación bilateral, en donde México será el principal perdedor.
Existen precedentes históricos que conviene recordar. Por invitación del presidente Bush padre, el presidente Salinas de Gortari viajó en julio de 1992 a Los Ángeles para asistir a un partido de beisbol junto con Bush, al tiempo que se celebraba la Convención del Partido Demócrata para nominar a Clinton como candidato. El malestar de los representantes de Clinton se hizo de inmediato patente y así se transmitió claramente al gobierno mexicano.
En octubre de 1992 el presidente Salinas de Gortari volvió a apostar por Bush, a un mes de las elecciones estadunidenses de noviembre de ese año. Bush invitó a Salinas y a Brian Mulroney a San Antonio, a celebrar la conclusión del Tratado de Libre Comercio tripartita.
Pero sucede que Clinton triunfa en las elecciones, y de inmediato anuncia que el NAFTA habrá de ser sujeto a una revisión en los temas laborales y de protección al medio ambiente. La entrada en vigor del tratado se difirió por casi un año de arduas negociaciones promovidas por el Partido Demócrata, acusando así su malestar por el comportamiento de las autoridades mexicanas.
El 31 de agosto de 2016 el candidato republicano Trump, a invitación del presidente Peña Nieto, visita México por unas horas y se le extiende trato de jefe de Estado, con todos los símbolos correspondientes. En Estados Unidos se interpreta esa acogida como un respaldo a Trump y el Partido Demócrata se subleva ante ese supuesto apoyo mexicano a Trump, generando de esta suerte un clima poco propicio a las causas favorables a México.
Trump regresa a un mitin en Arizona, en donde se encarga de vilipendiar a México y a los mexicanos, agrediendo, estigmatizando, ofendiendo y humillando a los migrantes de origen mexicano, acusándolos de criminales y violadores, anunciando su persecución una vez que alcance la Presidencia, todo lo cual ha cumplido a plenitud con un discurso profundamente antimexicano.
Trump y su antagonismo y desprecio hacia México no podrán quedar en el olvido y, sin más, borrarse de la memoria de los mexicanos, desplazando su dignidad, su respeto y su orgullo patrio. De ser así, la historia nos lo habría de reclamar. No pueden y no deben existir ni el perdón ni el olvido.
Se anuncia que la visita se inscribe en el contexto del T-MEC. Pero en principio, el T-MEC entrará en vigor con independencia de la visita y no hay una relación de causa-efecto. También se ha señalado que el propósito de la visita es agradecer a Trump el suministro de ventiladores para atender a contagiados por el Covid-19. Ese agradecimiento se puede todavía efectuar mediante una carta de aprecio reconociendo la ayuda recibida o, en el caso extremo, mediante una videoconferencia que reciba una amplia difusión, con la imagen de los dos presidentes conversando amablemente sobre las bondades de los ventiladores.
No he incluido aún en esa conversación al primer ministro Trudeau, quien hasta la fecha no se ha comprometido a acudir a Washington. A pesar de ello, el presidente López Obrador ha indicado que viajará a Washington con o sin la presencia del primer ministro del Canadá en esa reunión, a pesar de ser ese país el tercer componente en el T-MEC. Pierde así sentido invocar el T-MEC como fundamento de la vista.
Se ha dicho que se trata de una visita de Estado. No es correcto el empleo de ese término, que tiene una connotación específica. Una visita de Estado supone un ceremonial considerablemente más amplio y de mayor impacto político, comprendiendo una invitación para pronunciar un discurso ante el Congreso estadunidense, reuniendo conjuntamente para estos propósitos a las dos Cámaras que lo componen. Tradicionalmente, el jefe de Estado es hospedado en la llamada Casa Blair durante su estancia en Washington.
Por lo visto, ahora se trata tan sólo de una visita oficial, ya que se ha señalado que no habrá otros eventos salvo la reunión con el presidente Trump.
Con base en el conjunto de los planteamientos que he formulado, no encuentro ninguna ventaja política o económica que beneficie a México en la visita que realice el presidente López Obrador a Washington para entrevistarse con el presidente Trump.
Considero, por el contrario, que esa visita afectará negativamente al interés nacional, produciendo un efecto de desagrado y repudio entre los mexicanos, de una profunda decepción al quedar vulnerados los principios que pertenecen a una tradicional política exterior, en donde la respetabilidad de la nación mexicana es un valor supremo e indeclinable , valor que ahora es imperativo mantener inmaculado.
Un cordial saludo.
* Diplomático, ex secretario de Relaciones Exteriores (1982-1988)

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