6/01/2020

Columnas y opinión del periódico La Jornada


La devaluación hace crecer la deuda pública
Trump, se esfuma su relección
El debut del sub(riano)
En su informe de resultados correspondiente a los meses de enero a abril de este año, la Secretaría de Hacienda presenta un dato que atrae la atención: La deuda neta del sector público se situó en 12 billones 361 mil millones de pesos, dice. La deuda neta incluye todo: gobierno central, Pemex, CFE y banca de desarrollo. La pregunta: ¿por qué creció si la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador se ha rehusado consistentemente a tomar préstamos? En el reporte de 2008, la deuda neta sumaba 10 billones 829 mil 906 millones de pesos. Incluía –e incluye– un componente en dólares: 201 mil 307 millones. Al dispararse el precio del dólar, explica la Secretaría de Hacienda, la deuda en pesos automáticamente se incrementó a su nivel actual: más de 12 billones. Desde luego, también sube el pago de intereses, cuyo monto se acerca a un billón de pesos al año. El prianismo dejó en quiebra las finanzas públicas. De ahí la oposición de López Obrador a contraer más deuda, a pesar de la presión de algunos dirigentes del sector privado, cuyo interés consiste en que el gobierno tenga recursos para rescates empresariales.
Debuta el Frente AntiAmlo
El Frente Nacional AntiAMLO (FRENA), cuya creación anunció recientemente el sub(riano) Pedro Luis Martín Bringas, ex consejero del Grupo Soriana, debutó el sábado con manifestaciones no muy concurridas en varias ciudades de la República. Hubo una petición común: la renuncia inmediata del presidente López Obrador. No hubo alteraciones al orden público, mas allá de los claxonazos de los automóviles de los manifestantes. Muchas personas se manifestaron sin cubrebocas, les estorbaban para gritar. En los meses que precedieron a la elección de 2008, en el círculo cercano del lopezobradorismo, se comentaba que la oposición probablemente reaccionaría con manifestaciones públicas en su contra en caso de que ganara. Pero triunfó en forma tan aplastante que la oposición quedó petrificada. Reacciona un año y medio después, y en forma débil, como lo mostró el sábado. En este punto, AMLO cuenta con tres apoyos muy importantes: sus programas sociales –80 por ciento de la población estará incorporada a alguno de ellos la próxima Navidad–, un reconocimiento internacional claro, en particular su buena relación con el presidente Donald Trump, que ha resultado una sorpresa, y la lealtad del Ejército y sus mandos renovados. Eso no significa que la oposición no pueda crecer. Tiene poco tiempo. Hay elecciones el próximo año en 15 estados y las encuestas indican que en 14 ganará AMLO, a pesar del desorden en Morena.
Trump: la relección
Con el coronavirus lejos de ser contenido, 40 millones de desempleados y la violencia convulsionando algunas ciudades, las posibilidades de relección del presidente Trump parecen esfumarse. Una encuesta llevada a cabo por el diario The Washington Post y ABC News muestra que el electorado favorece con 53 por ciento al aspirante del Partido Demócrata, Joe Biden, frente a 43 por ciento de Trump. Informa el Post que el sondeo se llevó a cabo entre el 25 y el 28 de mayo con la participación de 1001 adultos, de los que 75 por ciento fueron encuestados por teléfono celular. Las elecciones serán el martes 3 de noviembre. Parece difícil que Trump consiga en cuatro meses crear 40 millones de empleos, conseguir una vacuna y apaciguar las zonas violentas de su país, pero sí puede recurrir a otros medios impredecibles para ganar la elección.

Otra vez: oposición fallida
Fantasma del comunismo
Pifias de fondo y forma
Covid-19: riesgo de relajamiento
En busca de reformulaciones mercadotécnicas que les permitan salir de un pasmo operativo ya muy prolongado, casi los mismos organizadores de otras protestas desangeladas contra Andrés Manuel López Obrador lanzaron una nueva ofensiva, esta vez mediante caravanas de vehículos motorizados en varias partes del país, con resultados numéricos igualmente escasos.
La incapacidad para dar cauce eficaz a las dudas, distanciamientos o abiertos rechazos al presidente de la República y sus políticas proviene, entre otras cosas, del desesperado acelere de sus principales convocantes, los directivos de las agrupaciones denominadas Congreso Nacional Ciudadano (CNC) y su más reciente reetiquetación, el Frente Nacional antiAMLO (Frenaa).
La convocatoria a las movilizaciones de este sábado y, ya en menor grado, el domingo, se hizo a partir de una premisa incendiaria pero infundada, retorcida y, en tales condiciones, política y socialmente improductiva: AMLO es un dictador comunista y la defensa de la patria debe llevar a quitarlo del poder.
Una proclama así no logra prender masiva y organizadamente porque no corres-ponde a la realidad percibida a nivel general en una sociedad en la que, ciertamente, hoy hay menos adhesiones acríticas al obradorismo y, al mismo tiempo, más observación y crítica a formas y fondo de algunas de las aplicaciones políticas del gobierno federal, sobre todo en las cúpulas empresariales y en la clase media.

Una década de publicar
Premiación al personal hospitalario
Una lotería interesante
Te he tratado de conectar por teléfono sin conseguirlo, supuse que como cuando te conocí (con González Avelar), te presentaste como el presidente de la Asociación Mexicana de Hipocondría AC, sería totalmente explicable que en esta etapa cartujana que vivimos, tú habrías incorporado a doña Susana Distancia hasta a la comunicación telefónica. Tengo muchos comentarios guardados (entre ellos el deceso de tu adversario histórico, así se dice ahora que ya oficialmente no existen los enemigos, ¿verdad?, pero para eso te enviaré un correo cuando me ratifiques tu dirección. Por ahora sólo quiero felicitarte porque de tantas opiniones, sugerencias, rogativas, reclamos que la columneta ha publicado en los pasados 10 años, jamás autoridad alguna te ha tomado en cuenta (conste que no me refiero a la multitud, como tú nos llamas irónicamente a tus lectores).
En la década que tienes de publicar (predicar) consejos, admoniciones, rogatorias, sugerencias, opiniones y, alguna vez, críticas, el espacio oficial te ha ignorado: en el ámbito gubernamental: ni te ven, ni te oyen, menos te leen.

Rescatar la justicia
La última encuesta del Instituto Nacional de Estadística y Geografía indica que más de 68 por ciento de la población considera que los jueces son corruptos, y que hay muy poca confianza en la administración de justicia en el país; independientemente de la indudable existencia de juzgadores honorables y capaces en todos los niveles y estructuras judiciales, pero que, por encontrarse en minoría, no han logrado modificar la percepción señalada.
El actual Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que se ha caracterizado por su honradez y valentía para enfrentar esta situación y esas malas prácticas largamente arraigadas, ha descalificado contundentemente la corrupción y el nepotismo judicial, demostrándolo en los hechos; mientras ha propuesto, ante el Poder Legislativo, cambios fundamentales en la carrera judicial, en su capacitación, en la gestión procesal, en los criterios aplicables y en la organización institucional, así como en otros temas que ya se encuentran ante el Congreso.
Si la gran mayoría de la población, así como quien preside el Poder Judicial federal, coinciden en este diagnóstico, no se puede tener la menor duda de que esta situación tan negativa es una realidad reconocida e innegable; y, por tanto, es una obligación ética aportar capacidades y experiencia para corregir esta grave crisis de justicia, ignorada durante décadas, en razón de que ha funcionado como un contundente instrumento de control y sujeción que el poder público ha utilizado sobre una población abandonada e indefensa; y, por esas razones, consideramos que deben tomarse en cuenta los siguientes cambios prioritarios:
Frente a los resultados que ha dado el garantismo procesal, que protege a los acusados ante el abuso de la autoridad y la ineptitud oficial, ahora es indispensable equilibrar y fortalecer al sistema legal para defender, con igual contundencia y prioridad, a las víctimas del delito que, al día de hoy, son más de 36 millones de ofendidos en materia penal, para quienes no existe, en la realidad cotidiana, ni reparación del daño ni justicia alguna.

PIB, 1er trimestre 2020
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El cálculo anual del Producto Interno Bruto (PIB) en México es realizado desde 1943 y, desde hace décadas, ha sido estandarizado en el mundo para posibilitar su comparación internacional. Su objetivo es cuantificar el valor de la producción de bienes y servicios, y sus variaciones (no más, no menos) a fin de conocer el comportamiento de la economía nacional en su totalidad, de sus grandes actividades, sectores y ramas, y determinar así donde hay crecimiento, estancamiento o decrecimiento a fin de orientar las políticas procedentes.
El PIB es por ello una estadística básica para conocer cómo marcha una economía y tomar decisiones. Su medición no tiene ideología. Es una medición cuantitativa y sólo eso. Ciertamente no es indicador del desarrollo, de la distribución del ingreso y la riqueza, del avance o retroceso social, ni del bienestar.
Visto así, el exhorto presidencial para una revisión de los indicadores existentes (deficientes y deshilvanados) del desarrollo social incluyendo un eventual indicador total del bienestar, cobra pleno sentido, dado que efectivamente al neoliberalismo no le interesa en absoluto el desarrollo social. De enorme importancia sería, por lo tanto, que todo el aparato estatal y desde luego el INEGI se abocaran a sistematizar y presentar datos estadísticos de alta calidad y oportunidad sobre sus áreas de responsabilidad.
Para medir el bienestar, México requiere estadísticas precisas, completas y oportunas sobre la distribución del ingreso, la concentración de la riqueza, el empleo formal y las características de la ocupación, el acceso a la salud, la educación y la seguridad social (vivienda, pensiones), a los servicios básicos (agua potable, electricidad, drenaje, telefonía, internet,...); a los niveles de salarios e ingresos personales y de las empresas y su aportación fiscal; también sobre la (in) seguridad física, económica y anímica de la sociedad; y la calidad medioambiental, del aire, el agua y los alimentos, de las cuencas hidrológicas, del procesamiento de la basura y los desechos tóxicos,...; información estadística hay mucha pero dispersa, parcial y poco útil para medir el bienestar social

Nueva normalidad
 Pero el bicho sigue aquí
Con la nueva normalidad se inicia el sexto mes de este agitadísimo año, y algunos ilusos creen que todo está superado y lo peor de la pandemia quedó atrás. No es así, de tal suerte que se mantienen el Quédate en Casa y el resto de las medidas sanitarias conducentes, porque el bicho no se ha ido; de hecho, lo más seguro es que se quede un buen rato y no hay que bajar la guardia.
Al respecto, el subsecretario López-Ga-ttel ha sido puntual: la “nueva normalidad no quiere decir salir a la calle a las actividades habituales. Que quede clarísimo, tampoco es que comercios, negocios y empresas pueden abrir. No, no. Donde hay semáforo rojo (…) sólo pueden estar en función las actividades esenciales, incluyendo las tres nuevas, como construcción, minería y el sector automotriz, nada más; la nueva normalidad implica hacer cosas nuevas, que pongamos todos de nuestra parte para que este retorno sea seguro, saludable y solidario”.
En este tenor, como bien lo advierte la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), “la pandemia ha provocado una conmoción en las sociedades y economías y obliga a ser más creativos, aumentar el intercambio de experiencias, fortalecer el aprendizaje entre pares y aprovechar el multilateralismo en un tiempo en que la cooperación y la colaboración entre los actores es muy importante y en el que nadie se salva solo. No hay país ni organismo internacional o de cooperación que no haya cambiado su forma de operar.
La pandemia ha obligado a todos los actores a redefinir sus planes y rencauzar los recursos disponibles para poner en el centro de su accionar no ólo la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible; es decir, avanzar hacia la sostenibilidad económica, social y ambiental sin dejar a nadie atrás, sino también las respuestas a la crisis sanitaria, económica y social.”
Con la nueva normalidad, la economía poco a poco se reactivará, en el entendido de que la pandemia del Covid-19 impactó América Latina y el Caribe en un momento de debilidad de su economía y de vulnerabilidad macroeconómica. En el decenio posterior a la crisis financiera mundial (2010-2019), la tasa de crecimiento del PIB regional disminuyó de 6 a 0.2 por ciento; más aún, el periodo 2014-2019 fue el de menor crecimiento desde la década de 1950 (0.4). A medida en que la pandemia se propaga en la región, su caracterización como crisis sanitaria, económica y social es cada vez más evidente. La dimensión y la duración de sus efectos, si bien difíciles de cuantificar debido a la incertidumbre, comienzan a ser percibidas con claridad.

Blues
El grito colectivo de furia que estalló en las calles de decenas de ciudades de Estados Unidos en la última semana proviene de lo más hondo y antiguo de la historia de este país, y es una expresión contemporánea, con tintes del blues, de la acumulación de injusticias violentas que son parte integral del american way of life.
Las escenas de violencia en las calles y los saqueos mostrados por los medios estos días suelen ocultar el crimen real: la violencia racista oficial sistémica contra minorías (los afroestadunidenses son víctimas de balas policiacas dos veces más que los blancos) e inmigrantes en el país más encarcelado del planeta, el saqueo económico legal donde sólo en 10 semanas de pandemia –mientras más de 40 millones perdieron su empleo– unos cuantos multimillonarios compartieron ganancias de más de 400 mil millones de dólares, y en el país más rico del mundo, uno de cuatro niños podrían padecer hambre este año, entre otros delitos.
Todo esto ha quedado al descubierto con los resultados del manejo político criminal de la pandemia (más de 80 mil de los 100 mil muertos podrían haberse salvado) y la crisis económica que afecta de manera desproporcionada a afroestadunidenses, latinos y pobres. Las condiciones socioeconómicas y el resultado de cuatro décadas de neoliberalismo está matando a muchos miles más de afroestadunidenses y latinos que la policía, y asfixiando la vida de millones de trabajadores de todas las razas.
El reverendo Martin Luther King concluyó que no se podía hablar de racismo sin hablar de la injusticia económica y el fin de políticas imperiales (como la guerra de Vietnam en ese tiempo), algo que sigue vigente más de 50 años después.
En los años 60 con revueltas en los guetos de varias ciudades, King comentó que le habían solicitado hacer un llamado contra los actos violentos de los manifestantes y respondió que sabía que nunca más podría alzar mi voz contra la violencia de los oprimidos en los guetos sin antes haber hablado claramente sobre el mayor provedor de la violencia en el mundo actual: mi propio gobierno.
Creo que estamos atestiguando Estados Unidos como un experimento social fallido, comentó el intelectual afroestadunidense Cornel West, profesor de filosofía en Princeton y Harvard, hace un par de días. Doy gracias a Dios de que la gente esté en las calles. Imagínate que este tipo de linchamiento ocurriera (en referencia al asesinato de George Floyd en Minneapolis que detonó esta ola de protestas) y que la gente se quedara indiferente.


Editorial La Jornada
Se acopló ayer a la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés) la cápsula tripulada estadunidense Crew Dragon, lanzada el sábado e impulsada por el cohete Falcon 9, ambos propiedad de la empresa SpaceX, del magnate de origen sudafricano Elon Musk.

Piden traer a 3 alumnos varados en Argentina
Secretaría de Relaciones Exteriores: el mundo enfrenta una crisis de salud debido al Covid-19, y ante las medidas tomadas por los países, tres estudiantes de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México están varados en Buenos Aires, Argentina.

En sólo 12 semanas el Covid-19 es responsable de más de 100 mil muertes en Estados Unidos. La cifra supera a la de los soldados de ese país que murieron en las guerras de Vietnam, Irak y Afganistán. Quienes condujeron el destino estadunidense en los años que duraron esos acontecimientos, admitieron la gravedad de su responsabilidad por haber enviado a miles de soldados a morir en ellos. Pero Donald Trump, después de ignorar las llamadas de atención que desde enero le hicieron especialistas dentro y fuera de su gobierno sobre la presencia y el peligro que entrañaba el Covid-19, ahora dice no ser responsable por la devastación que ha ocasionado. Un estudio de la Universidad de Columbia revela que se pudieron salvar decenas de miles de vidas de haberse atendido los llamados de los especialistas.
Ningún fenómeno natural, político o social había puesto a prueba la capacidad de respuesta del mundo en la historia moderna como la pandemia del Covid-19, desafío monumental para los países desarrollados, más aún para las economías emergentes y rezagadas. Hoy toca el turno de América Latina, con un crecimiento exponencial en número de contagiados y de muertos y sin la infraestructura hospitalaria y la fortaleza económica para enfrentar el desafío. Hoy, más que nunca, la atención de la OMS está centrada en esta parte del orbe.
En Estados Unidos hoy se levanta el pueblo indignado no solamente a causa del cobarde e indignante asesinato de un ciudadano afroestadunidense por un policía blanco en Minneapolis, sino también por el fracaso de un sistema neoliberal cada vez más injusto, excluyente, racista e imperial.
Es tiempo de acercarse, no de mantener distancia. Y eso puede cambiarlo todo.
Mientras en medio de la emergencia sanitaria del Covid-19 millones de personas en el orbe, presas de la desinformación y la manipulación e inoculadas por el miedo, viven en un traumático confinamiento cuasi total –sometidas a profilácticas medidas disciplinarias equivalentes al estado de sitio, la ley marcial o el toque de queda−, se estaría desarrollando un proceso totalitario de reingeniería social, cuyo objetivo fundamental sería desencadenar una restructuración económica, social y política global, que según algunas hipótesis será regida por un nuevo gobierno mundial (o soberanía supranacional), controlada por una élite de poderosos especuladores financieros y banqueros de Wall Street; las grandes firmas farmacéuticas y petroleras, incluidas sus fundaciones filantrópicas y sus laboratorios de pensamiento ( think tanks); el complejo militar industrial; las grandes compañías tecnológicas digitales y los medios de comunicación corporativos.

El 16 de mayo se publicó en el Diario Oficial de la Federación (DOF) el Acuerdo del Centro Nacional de Control de Energía (Cenace) por el que se busca garantizar la eficiencia, calidad confiabilidad, continuidad y seguridad del sistema eléctrico nacional. Por dicho acuerdo se suspendieron las pruebas preoperativas de las centrales fotovoltaicas y eólicas privadas. Y quedó sin efecto la autorización para establecer nuevas. El motivo: disminución del consumo eléctrico debido al coronavirus y porque la generación intermitente de las centrales eléctricas eólicas y fotovoltaicas privadas afectan la confiabilidad del Sistema Eléctrico Nacional.

El sentido y las consecuencias del neoliberalismo, entendido de modo llano como el predominio prácticamente exclusivo de los criterios del mercado en el extenso campo de las condiciones económicas y sociales, está, como bien se sabe, abiertamente cuestionado. Corresponde, ese sistema, a procesos sociales complejos que representan un armazón que se ha tornado altamente conflictivo. Las manifestaciones de ese conflicto son múltiples.

Menos visible que las acciones y experiencias bajo cuarentena en las ciudades, hay una especie de contraacción en poblaciones periféricas, aún urbanas, que minimiza, desafía y niega al coronavirus. ¿Cuánto hay ahí de meramente irracional o ignorante y cuánto de resistencia, rebeldía contra un pensamiento único ante eventos reales que nos pone a todos en la estacada vida o muerte? Por lo percibido en ciudades grandes, donde coexisten todos los estratos sociales –desde el ultramillonario hasta el pobre o migrante que aterriza en cinturones de cartón y come basura–, hay un componente de clase muy poderoso. La plebe urbana se irrita con los ordenamientos oficiales y los cuidados obedientes de las clases medias y ricachonas. Sabe, o al menos intuye, que para trabajadores y trabajadoras la cuarentena resulta una simulación. Al cumplir sus labores se exponen al contagio inevitablemente, incluso si se cuidan. En la calle, el transporte, los sitios de trabajo, los mercados. Y así devienen vectores potenciales que amenazan a quien cumple la cuarentena y las nuevas reglas normales.

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