8/05/2023

Yo Acuso

 Crónica Libre

por Juana Gallego

Hay una bomba atómica tolerada que ha arrasado nuestros hogares y en especial a la juventud ante la que se está a verlas venir. Es la de la industria de la explotación sexual que, aprovechando el arsenal de la tecnología, esparce y normaliza la violencia y los abusos sexuales contra niñas y mujeres de forma gratuita. Tal y como explica el experto Lluís Ballester “la pornografía es una auténtica guerra que está produciendo cambios que no aceptaríamos si fuéramos conscientes. Cambios en las relaciones interpersonales, en la sexualidad, pero también en las relaciones de dominio, en la construcción de la desigualdad de género característica del patriarcado”.

El profesor titular en el departamento de Pedagogía y Didácticas Específicas en la Universidad de las Islas Baleares y coautor -junto a Carmen Orte y Rosario Pozo- de Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales de adolescentes y jóvenes, un estudio que analiza el consumo e impacto del porno en los menores, alerta de que dicha guerra esparce a través “de una industria capitalista, con una gran diversidad de empresas, produce imágenes de violencia, sumisión, gimnasia sexual machista...”

Y lo hace porque, como resalta este reconocido profesional, “es un gran negocio, vinculado con el de la prostitución por publicidad, por conexiones de oferta de prostitución en el porno y otros negocios como las cirugías de transformación de los cuerpos; webs de contactos; aparatos…”.

Luis Ballester, profesor titular en el departamento de Pedagogía y Didácticas Específicas en la Universidad de las Islas Baleares y coautor -junto a Carmen Orte y Rosario Pozo- de Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales de adolescentes y jóvenes.
Luis Ballester, profesor de Pedagogía y Didácticas Específicas en la Universidad de las Islas Baleares

La estrategia de la porno adicción

En este camino, la publicidad del patriarcado es doblemente perversa. Por un lado, se distribuye pornografía cada vez más violenta y, por otro, provoca la producción de dicho material entre la infancia y la juventud. Una táctica que Ballester traza en tres etapas. “Primero se da acceso a ese material, controlando las posiciones de dominio, para palabras sexualizadas, en los buscadores. De esa manera se hacen muy accesibles a cualquier edad. La segunda, estimular el consumo, haciendo que una parte del porno sea gratuita, captando la atención mediante filmaciones variadas y en menús infinitos. La tercera, invitando a las chicas más jóvenes a producir imágenes pornográficas, mediante su captación en redes sociales. En este momento se puede hablar de riesgo por acceso a edades muy reducidas; riesgo por consumo, por la dinámica adictiva que genera en muchas personas; y también de riesgo por contacto, al seducir con fantasías a chicas de todo el mundo, consiguiendo un proletariado del sexo, en muchos casos, encantado de ser explotado sexualmente”.

El emperador va desnudo y nadie, o más bien solo una parte de la sociedad constituida por el feminismo, denuncia que ese proletariado sexualizado -que son nuestras hijas e hijos- se exponen y naturalizan un maltrato y un delito en toda regla. “Se pasa de la exploración y experimentación en la adolescencia, al Abuso Sexual Infantil (ASI) y a la Explotación Sexual en la Infancia y Adolescencia (ESIA) para una parte de la población más joven. Pero, para casi toda la adolescencia construye una percepción de las relaciones y unas actitudes, que son bastante tóxicas.

Para que nos entendamos, es como si el educador de una parte muy amplia de la infancia y adolescencia fuera Torrente, es decir, un modelo machista muy poco recomendable. ¿Por qué pasa? Primero, porque el porno llega a edades muy reducidas, por la cultura de pantallas en la infancia, al dar acceso en muchas ocasiones sin controles a cualquier contenido. Segundo, porque normaliza prácticas de sumisión y violencia sexual, a edades en las cuales el imaginario sexual no está formado, a edades en las cuales la maduración personal no permite tener criterio para poner límites.

Finalmente, tiene ese posible impacto porque no hemos desarrollado una educación afectiva y sexual igualitaria, saludable, no lo hemos hecho en los centros educativos, en el sistema de salud ni tampoco lo hemos hecho en las familias o en los medios de comunicación”, explica Ballester.

¿Es la nueva pornografía el viejo perro de Pavlov que reorienta nuestra conducta social y sexual a la depredación del deseo sexual?

Los ingenieros que trabajan en la industria pornográfica utilizan todo lo que se sabe en psicología cognitiva y, en general, en psicología social, para captar la atención con sus productos. El problema que genera el consumo problemático, aquel en el que se pueden acreditar daños para los consumidores, es bastante relevante.

En este momento, el porno es el deseducador sexual de la juventud en la cultura de pantallas, es decir, en el mundo. Pero, aunque capte la atención de la gente joven, también lo está haciendo con la mayoría de la población masculina de todas las edades. Eso implica un modelado de la conducta masculina, una familiaridad con modelos violentos, de sumisión, en los que la cultura de la protección desaparece, en los que se empobrece la sexualidad.

Hay un fenómeno creciente que es el miedo de los chicos y las chicas a perderse contenidos que tildan de excitantes o FOMO (Fear Of Missing Out). ¿Esta patología psicológica o aprensión generalizada a que otras personas tengan experiencias gratificantes en ausencia de otras es una manipulación perfecta?

Uno de los mecanismos de la dinámica adictiva es el de la exploración infinita de las posibilidades de excitación, mediante el miedo a perderse contenido aún más excitante. Ese mecanismo se conecta con la habituación a las imágenes que ofrece el porno, como en todas las conductas adictivas. Se sabe que alguien se encuentra en una situación de consumo problemático por que se puede acreditar que cada vez necesita más tiempo de visualización para excitarse.

Cuando son conscientes de esa pérdida de estímulos, empiezan a buscar contenidos más violentos, más fuertes, a seguir conectados buscando recuperar excitación. Esos mecanismos: FOMO, habituación o la pérdida de capacidad de estímulo les convierte en colaboradores de la industria del porno: alimentan los algoritmos de las compañías, haciendo que se produzca más porno violento porque tiene más demanda.

La nueva pornografía juega también con la estrategia del entretenimiento individual. ¿Se alienta así la generación de relaciones interpersonales, de reconocimiento y de dominación?

La nueva pornografía genera una sexualidad masturbatoria muy sobredimensionada, un sistema de entrenamiento en el modelado de conducta sexual que ofrece el porno. Ambos, individualizando y aislando a los consumidores ante sus pantallas. Un adolescente, enganchado al porno, puede pasar entre 5 y 10 horas mirando la pantalla un fin de semana cualquiera.

El paso al acto, en muchas ocasiones, se reduce a la masturbación compulsiva, pero también se lleva a las relaciones con las parejas y, en casos de influencia más extrema, a la prostitución o a aventuras sexuales violentas con personas a las que no conocen. Todo al margen de la orientación sexual, pero mayoritariamente serán las chicas quienes reciban la peor parte.

En ese paso al acto se intentan realizar determinadas prácticas que se han naturalizado en el porno, incluyendo por ejemplo la asfixia de la persona más débil, escupiendo a la pareja o pegándole, incorporando en sexo anal a pesar de que no le dé placer a la pareja, utilizando la mano o el puño para hacer penetraciones de la boca, anales o vaginales, etc.

En la sexualidad humana, entre personas adultas, podemos hacer cualquier cosa, siempre que el vínculo sea seguro, haya consenso de prácticas y el placer sea compartido. El porno rompe con estos tres criterios que los humanos, en libertad e igualdad, hemos desarrollado e identificamos con una sexualidad saludable.

Lo de hacer creer que lo que se ve es ficción, que es violencia de mentira, ¿sigue funcionando al patriarcado pornográfico?

Nadie puede creer que se trate de ficciones, ya que la pornografía es la única cinematografía en la cual para representar violencia sexual, debe haberse producido violencia sexual real. Se percibe y se consume como una representación fiable de la realidad sexual. Justamente, ese efecto de aportar un supuesto conocimiento de la realidad, es considerado como un factor positivo por la gente más joven de ambos sexos.

Si no hay otro medio de conocer, entonces tendré que confiar en el único que tengo a mano: el porno. Además, para muchos adolescentes, que las y los adultos sospechemos del porno hace que se considere aún más valioso. Sin embargo, cuando creen que están viendo y aprendiendo transgresión, están aprendiendo sumisión.

Vemos el impacto real de todo ello con los datos de violencia sexual hacia niñas y mujeres cada uno de los días. ¿Cómo impacta toda esta violencia en las mujeres prostituidas? ¿Y en la socialización de la prostitución? ¿Son los puteros cada vez más violentos?

El paso al acto está incrementando la conducta sexual violenta, sin duda. Hay estudios muy consistentes en ese sentido, pero también declaraciones de la Fiscalía de Menores o de las sociedades científicas, en ese sentido. Las actitudes de normalización de la violencia facilitan que ni se perciban como tal, reclamando a las parejas prácticas que solo producen placer a quienes dominan en la relación.

Por supuesto, en muchos casos, esas reclamaciones se realizan a personas en situaciones de prostitución. Por ejemplo, ¿cómo le vas a pedir a tu pareja que tenga relación con un grupo de hombres, sin preservativos, con penetraciones múltiples, etc. siguiendo el modelo del bukake? En muy pocas parejas se aceptará esa práctica, pero en prostitución se puede “comprar” la sumisión de una persona.

Es cierto, es un caso extremo, pero real. Puede haber muchas otras prácticas que les han resultado fascinantes en el porno: con mujeres orientales, con mujeres embarazadas, con chicas muy jóvenes o todo lo contrario. Ese tipo de pasos al acto se van a realizar mayoritariamente en situaciones de prostitución. Pero no importa pensar en un impacto tan sofisticado.

En prostitución, hace 20 años, se evitaba dar besos en la boca, el sexo anal sin preservativo o recibir semen en la boca. Esas prácticas se ofrecen regularmente, como se puede comprobar en los anuncios de prostitución o en las webs. Además, se ha convertido en parte de mobiliario, en situaciones de prostitución, las filmaciones pornográficas en un portátil, un ordenador de sobremesa o una televisión. Muchos puteros se excitarán con esas filmaciones, más que con la persona real que tienen delante.

La colonización pornográfica de las redes sociales es tan creativa como uno de los ejemplos que ponéis en el estudio con la opción “Amazon Gift” desde la que se envían obsequios a personas que, por encargo, cuelgan fotografías sexualmente explícitas en Instagram.

La industria del porno ha colonizado redes sociales y videojuegos, como parte de su expansión a todo el territorio de internet. En este momento están colonizando las aplicaciones de comunicación instantánea (WhatsApp o Telegram) y otras aplicaciones de contactos. Todo lo que circula en las redes o en las aplicaciones no pertenece al ámbito de lo privado o de las relaciones íntimas entre personas, sino que inmediatamente ha pasado al espacio social en el cual se desarrolla Internet. Las técnicas de marketing de la industria del porno son sorprendentes, haciendo uso pormenorizado de los anzuelos del “capital erótico”.

Hay juegos, como Grand Theft Auto (GTA) en los que aparecen escenas pornográficas a las que se accede con el famoso parche de software llamado hot coffee. Sin necesidad de ese parche, en su versión V (la que vendió más de 11,2 millones de copias en las primeras 24 horas), se promueven las relaciones con mujeres en situación de prostitución y después matarlas. GTA es una de las cuatro mayores empresas de videojuegos, junto con Súper Mario, Tetris y Pokemon. Pero también han aparecido otros videojuegos como “el día de la violación” y similares que aprovechan ese espacio que está generando el porno desde 2008.

¿Cómo se puede convencer a las y los adolescentes para que dejen de basar el aprendizaje sexual en la pornografía?

Primero hay que restringir la producción y distribución del porno, hay que evitar su colonización de internet. Ya sé que eso provoca escepticismo y hasta risas, ya que se trata de una industria muy poderosa con una guerra cultural en marcha en internet, en medios de comunicación y hasta en alguna revista supuestamente científica. Sin embargo, si cambiara el Código Penal y se pudiera perseguir a los ejecutivos de compañías que distribuyen contenidos violentos o que incitan al odio, por no entrar en la vulneración de la legislación de Igualdad de Género, entonces algo se podría avanzar.

Hay que restringir el acceso, mediante controles parentales, mediante la obligación de sistemas de reconocimiento de edad efectivos, como los que están explorando en Francia y Alemania. Hay productos muy buenos. Pero lo más importante, hay que desarrollar educación de las emociones, los afectos las relaciones, la sexualidad, como parte de nuestros procesos formativos y de socialización.

Pero, hay que hacerlo bien, no todo vale. Hay que disponer de buen fundamento científico, tener un enfoque igualitario, adaptarse a los momentos evolutivos, implicar al personal de educación y salud bien formado, etc. También es importante generar, en ese proceso formativo, complicidades y contenidos, espacios de escucha y debate, sobre masculinidades no tóxicas, haciendo que se sientan orgullosos ellos y ellas de no desarrollar emociones y relaciones tóxicas.

¿Los medios que producen series como la de Nacho Vidal o Zorras son ventiladores interesados para esparcir la publicidad patriarcal?

Creo que, como dices, no son muy recomendables. Sin embargo, ver que Nacho Vidal es un adicto al sexo violento, además de adicto a diversas sustancias, ver cómo acaba uno de los principales actores de ese mundo, puede hacer que se tome como un contra modelo: “no quiero ser así de ninguna manera”. Se trata de una industria que está realizando una guerra cultural.

No se dejarán quitar ese negocio astronómico, ni todo ni una parte, por pequeña que sea. Por eso, vamos a ver cómo aparecen cada vez más colaboradores y colaboradoras de esa industria capitalista, esencial en el patriarcado del siglo XXI, en nombre de la “libertad”, por ejemplo. Van a intentar cancelar a las feministas, a quienes investigamos y a quienes sabemos cuáles son las consecuencias de esa industria. Pero no nos dejaremos callar.

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