3/25/2010

Las víctimas son mujeres de 11 a 16 años de edad

Registran 52 casos de violencia física y sexual contra haitianas

Por Gerardo Ducos*

Puerto Príncipe, 24 mar 10 (CIMAC).- Desde el terremoto en enero pasado, la policía de Puerto Príncipe tiene registrados 52 casos de violencia física y sexual contra mujeres y niñas en los Campos Marte, uno de los espacios abiertos de la ciudad, donde habitan más de 12 mil damnificados, sin que nadie haya brindado atención a las victimas.

En un recorrido por los campos de Cité Soleil, Delmas y Campos de Marte se han constatado los casos de agresión a las mujeres. “El día que visitamos la comisaría el agente nos dijo que las víctimas eran de entre 11 y 16 años de edad y que la mayoría de las agresiones ocurrían de noche”.

Y aunque sabía dónde debía remitir a las víctimas para que recibieran atención médica tras una agresión sexual, fue incapaz de explicarnos por qué, la noche anterior, a una mujer que había solicitado la ayuda de la policía por el intento de violación de su hija de 17 años por parte de cuatro jóvenes, le habían dicho que la policía no podía hacer nada por ayudarla y que la seguridad en los campos es responsabilidad del presidente de la República.

La comisaría de policía está situada a unos centenares de metros de lo que fue el Palacio Presidencial y desde ella se ven los Campos de Marte, donde la gente construye sus refugios con mantas y toallas, o con lonas impermeables o, los más habilidosos, con estructuras de madera o latón reciclado.

LA VIDA SE ABRE PASO ENTRE ESCOMBROS

El bebé Wilson nació la noche anterior a nuestra segunda visita a Cité Soleil, en un campamento improvisado que alberga a 272 familias.

La madre dio a luz a escasos metros de un canal de agua putrefacta atascado por la basura e infestado de moscas y mosquitos. Otra mujer del campo ayudó en el parto a la madre de Wilson.

Nos contó que el parto había sido difícil y que tuvo que llevarlo adelante sin agua limpia, ni toallas, ni útiles estériles para cortar el cordón umbilical.

En el mercado negro se pueden conseguir tiendas, pero la mayoría de quienes viven en Cité Soleil sólo pueden permitirse vivir bajo mantas.

Wilson, entretanto, con sus 24 horas de vida, reposa tranquilo en los brazos de su madre, sin que le moleste nuestra presencia o el enjambre de mosquitos que invade la estancia construida a base de mantas y cuerdas. Ése es el hogar en que Wilson nació.

El precario refugio apenas da un poco de sombra, sin protección alguna contra cualquier otro tipo de inclemencia. En él malviven tres pequeños y su madre, viuda, expuestos y vulnerables entre otros peligros a las lluvias y las periódicas inundaciones en Cité Soleil.

La temporada de lluvias se cierne sobre la población, y en este momento el mayor temor para la población es la lluvia que se avecina. Ahora lo que necesitan es refugio. Eso es lo que piden. Es su prioridad.

Miles de personas en Puerto Príncipe y otros lugares de Haití aún esperan recibir alguna ayuda humanitaria, por mínima que sea. La gente no tiene agua, ni comida, ni saneamiento, ni refugio. La resistencia y la solidaridad mutua son los únicos elementos en que pueden confiar quienes habitan los campos.

En los campos se han creado comités locales que improvisan y asumen las tareas básicas de organización social: la coordinación, la seguridad durante la noche, la inscripción de familias, actividades para los niños y niñas, la excavación de letrinas y la demarcación de espacios comunes.

La participación y representación de las mujeres en esos comités es limitada. La mayoría de las mujeres van de un lado a otro, venden lo que pueden e intentan llevar lo que sea a sus familias para alimentarlas.

En algunos puntos de distribución, las mujeres esperan pacientemente en ordenada fila para conseguir algo de arroz u otros artículos de las organizaciones humanitarias, bajo la atenta mirada de soldados estadounidenses fuertemente armados o de cascos azules de la ONU.

El grado de destrucción en la ciudad es inmenso y la mayoría de los edificios de las instituciones gubernamentales se derrumbaron o presentan daños que los han dejado inutilizables. Las autoridades, al igual que millares de haitianos más, están literalmente acampadas y trabajando a pie de calle.

* Delegado de Amnistía Internacional en misión en Puerto Príncipe, Haití.

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