8/06/2010

El qué y el hasta cuándo

Víctor M. Quintana S.

Cómo se estará deteriorando la situación de inseguridad que hasta Felipe Calderón abre la puerta para reconsiderar su estrategia de lo que ya no llama pomposamente guerra al narcotráfico sino, con más modestia, recuperación de la legalidad. Ya llega a 28 mil la cifra de asesinatos en el sexenio, según el Cisen. En Durango y en muchos estados de la República, la CNDH reporta penales controlados por el narco. Los periodistas son acribillados, secuestrados o amenazados por todo el país. El crimen organizado quita mandos policiacos que lo combaten o favorecen a sus adversarios, mediante amenazas de bombas o masacres de inocentes. El gobierno de Estados Unidos, sin reducir para nada el consumo de drogas en su territorio, ni dar golpes eficaces al contrabando de armas o el lavado de dinero, nos presiona cerrando consulados y ultramilitarizando la frontera.

Ante esto, en Chihuahua, como seguramente en varias entidades, dos preguntas redoblan en las conciencias: ¿qué es esto que estamos viviendo?, y ¿hasta cuándo se acabará esta pesadilla?

Para definir lo que estamos viviendo se ensayan diversas respuestas. La del solo enfrentamiento entre cárteles, que ya a nadie convence. La de una agudización de la violencia debido a los éxitos del gobierno en combatir al crimen organizado, que sólo los más devotos felipistas-panistas suscriben. La de los prolegómenos de una guerra civil, con deterioro en todas las esferas de la vida pública…

A la pregunta ¿hasta cuándo se acabará esta pesadilla?, las respuestas dependen mucho de lo que se conteste a la anterior cuestión. Unos señalan que habrá paz al lograrse la victoria militar sobre la delincuencia organizada, pero no dicen cuándo ésta será posible. Otros, más pragmáticos, señalan que el país se tranquilizará cuando se pacte con los cárteles, se les distribuyan sus zonas de influencia y éstos las acepten. No son pocos quienes no ven luz al final del túnel, a partir de que plantean que Ejército y policías están en el umbral de una derrota militar.

Nuestra opinión al respecto es que asistimos a la descomposición violenta del régimen político que se ha venido conformando como una societas sceleris, es decir, sociedad de crimen. Para producirla convergen las acciones de las mafias económicas, de las mafias políticas y de las mafias criminales que, mediante la corrupción, se infiltran y se apoderan de importantes segmentos de las dos anteriores. Dicha descomposición, además de expandirse a diversos sectores del tejido social, se ha tornado extremadamente violenta. Y no puede combatirla con eficacia un Estado que se ha ido debilitando por su propia corrupción, por el sometimiento de muchas de sus instituciones a los poderes fácticos y por la infiltración del crimen organizado en ellas mismas.

En esta etapa de descomposición, aun las acciones que se realizan para la supuesta democratización son parcialmente recuperadas de inmediato por la lógica perversa de las mafias: captura de organismos electorales, acotamiento de organismos de transparencia, subordinación de instancias como la Cofetel. Las participaciones federales a gobiernos estatales y municipales se emplean para fortalecer cacicazgos regionales. Incluso esfuerzos como el del nuevo sistema de justicia penal en Chihuahua se ven rebasados por la poca eficiencia de quienes persiguen el delito o la corrupción de los encargados de la readaptación de los pocos que son aprehendidos y juzgados. El poder no se democratiza, se mafiocratiza.

El actual estado de cosas no va a solucionarse con medidas meramente policiacas, o incluso jurídicas, aun cuando no tengan el lastre de la infiltración criminal. Tampoco va a solucionarse con la militarización, que diversos sectores ya demandan ante la corrupción y atropellos, peores en la Policía Federal que en el Ejército. Ni éste, ni los cientos de efectivos de la Guardia Nacional recién destacados en la frontera por el gobierno estadunidense, serán eficaces para acabar con los cárteles o los contrabandistas de armas o los robacoches, aunque, sin duda, amedrentarán a la población cada vez más llena de motivos para la revuelta. Quienes aplaudieron que comenzáramos el sexenio con un presidente vestido de militar aplaudirían con satisfacción el terminarlo con unos militares vestidos de presidente.

La pax calderoniana que nos prometen se parece a los estertores de la pax porfiriana. Por eso no hay que hacerse ilusiones: la pesadilla sólo se puede acabar si se le deja de dar respiración artificial a este régimen agónico. Los pactos, las políticas sociales de fondo, la discusión sobre la despenalización a las drogas, las políticas de Estado para prevenir y atender adicciones, no son eficaces bajo la mafiocracia. Veremos paz duradera en el horizonte cuando cambiemos las formas, las instituciones y los valores que regulan el acceso y el ejercicio del poder, cuando logremos diseñar y poner en práctica formas efectivas de regulación social de ese poder.

Legalización a debate

José Antonio Crespo

Calderón reconoció la conveniencia de que el tema se discuta abiertamente, si bien dejando en claro que él en lo particular no está de acuerdo.Afalta de reunión con los políticos, Felipe Calderón convocó a especialistas y otros actores sociales a dialogar sobre cómo enfrentar al crimen organizado. Eso no garantiza que haya un viraje importante en su estrategia, pero quizá podrían incorporarse nuevos elementos. La tendencia actual no es para entusiasmar a nadie. Si es correcta la cifra manejada por el Cisen, 28 mil muertes derivadas de la narcoviolencia en lo que va del sexenio (contra 25 mil que dijo la PGR hace unas semanas), ello implica que en 2010 los fallecidos por el narco serían ocho mil 700, casi la misma cantidad que se acumuló en el gobierno de Fox (nueve mil). De no variar esta tendencia, llegaremos a cerca de 20 mil muertes solamente en 2012 (y 65 mil en todo el sexenio).

En el diálogo sobre seguridad surgió el tema de la despenalización de las drogas. Calderón reconoció la conveniencia de que el tema se discuta abiertamente, si bien dejando en claro que él en lo particular no está de acuerdo con esa opción. En cambio, varios ex presidentes lo recomiendan abiertamente, como Ernesto Zedillo, César Gaviria e incluso Vicente Fox. Todos dieron esa batalla y, al evaluar los resultados, llegaron a la conclusión de que el esquema de la prohibición y la represión resulta irracional, pues, lejos de reducir la producción, el comercio y el consumo de las drogas, se incrementaron. Y, sobre todo, dio lugar a un rentable mercado negro que creó a las poderosas organizaciones criminales capaces de poner en jaque al Estado (pues aunque no lo derroquen, sí lo rebasan, lo inutilizan, lo corrompen y lo desvirtúan). ¿Dónde estuvo la ganancia en cuatro décadas de este modelo?

Alertó Calderón sobre el riesgo de que se expanda el consumo en las próximas generaciones, al reducirse el precio de los narcóticos y dado que la legalización puede tomarse como un aval del Estado. Sería bueno que nos comparta las fuentes de donde surgen tales afirmaciones o si se trata de una mera especulación. No es el alto precio ni la prohibición los que explican que la mayoría de los ciudadanos no consuma, por ejemplo, mariguana. Quien en México quiera consumirla, puede conseguirla sin demasiada dificultad, y no a precios exorbitantes. Quienes han decidido no ingerir esa droga por razones de salud, probablemente sigan en la misma línea, aun si se legalizara. Muertos por mariguana habría muy pocos, si acaso alguno (contrariamente a los muchos decesos que provocan el tabaco y el alcohol).

La Iglesia en general, como no cabía esperar otra cosa, se pronunció contra la despenalización (pese a que incluye en sus rituales una droga llamada vino, cuyo abuso puede ser letal, aunque con moderación no hace mayor daño, como no lo hace tampoco la mariguana). El arzobispo de Yucatán dice que "donde se ha legalizado (la droga) no se ha resuelto nada, sino al contrario". En cambio -agregamos nosotros- la prohibición nos ha prodigado bendiciones sin cuento, como lo podemos constatar ahora. El cardenal Norberto Rivera sugiere que se explore si la despenalización "realmente va a beneficiar la salud de los mexicanos". Pero ese no es su propósito, sino afectar el poder económico de los capos -con todo lo que eso implica- y reducir la violencia consecuente. Incluso si se incrementara en cierta medida el número de consumidores, pero se redujera significativamente la masacre actual, la medida habría sido racional.

Por su parte, Estados Unidos se mostró preocupado por la eventual despenalización en México. La Oficina Nacional de Política para el Control de Droga de ese país expresó que, "dado que nosotros no pensamos que la legalización terminaría con los cárteles de la droga, estaríamos muy preocupados sobre el impacto de la legalización en México en el negocio del cruce fronterizo de drogas y en la demanda de drogas en EU". Qué curioso. Washington no parece enterado de que en varias de sus entidades ya está vigente dicha legalización para usos terapéuticos (inapetencia, insomnio o dolor de cabeza, entre otros) y California probablemente lo hará también para fines recreativos. ¿En qué planeta vive el gobierno estadunidense? Claro, una cosa es que no pueda imponer la prohibición radical en sus entidades federativas, pero desde luego puede hacerlo en su patio trasero, donde sí ejerce pleno mando. Quieren allá que aquí sigamos destruyendo los cultivos y encarcelando a los campesinos, mientras allá cobran impuestos del producto, sin violencia de por medio. Ah qué simpáticos nuestros vecinos del norte. y qué tontos los mexicanos, si continuamos siguiendo sus órdenes (porque eso son), mientras ellos hacen lo contrario.

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