2/20/2016

Paridad para principiantes


   CRISTAL DE ROCA
Por: Cecilia Lavalle*


Paridad es un concepto que llegó para quedarse en nuestro sistema político. En los hechos nació en las pasadas elecciones federales, y quedó claro que en las elecciones estatales de este año será estrenada por 13 entidades.

No obstante, muchos se llaman a sorpresa, o no tienen idea de lo que se trata. Para dejar claros algunos aspectos de esta gran palabra, escribo estas letras.

El concepto surgió por primera vez en 1992, durante la Primera Cumbre Europea “Mujeres al Poder”, celebrada en Atenas, Grecia. Ahí, las ministras y ex ministras europeas emitieron la Declaración de Atenas, en la que señalaron que la igualdad formal y real entre mujeres y hombres es un derecho fundamental del ser humano, y que la democracia exige paridad en la representación y administración de las naciones.

En nuestro país, la paridad se menciona en la iniciativa para reformar las cuotas de género en el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe) de 2002. Se afirma que la meta es la paridad, y que ésta se inscribe en el derecho a la igualdad y el principio de no discriminación.

En 2007, en el Consenso de Quito, producto de la Décima Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, se acordó una buena definición:

“La paridad es uno de los propulsores determinantes de la democracia, cuyo fin es alcanzar la igualdad en el ejercicio del poder, en la toma de decisiones, en los mecanismos de participación y representación social y política, y en las relaciones familiares al interior de los diversos tipos de familias, las relaciones sociales, económicas, políticas y culturales, y que constituye una meta para erradicar la exclusión estructural de las mujeres”.

Así pues, se trata de la mitad del poder en muchos ámbitos. Para empezar, en los cargos de elección popular. Pero como históricamente las mujeres hemos sido excluidas del poder, y muchos hombres se creen dueños de las sillas, mujeres y hombres demócratas la han normado en distintas leyes, así como en convenios internacionales que México ha suscrito y, por tanto, está obligado a cumplir.

Al margen de la obligatoriedad legal, que en nuestro país, por el momento, sólo abarca algunos cargos de elección popular, quiero cuestionar algunos mitos que se han construido alrededor de la paridad.

El mito principal es que la paridad “discrimina a los hombres”. Es curioso que quienes esgrimen este argumento nunca lo hayan esgrimido a causa de la discriminación de las mujeres.

Pero fuera de ese “detalle”, cabe aclarar que la paridad no coloca la balanza a favor de las mujeres. La paridad, en realidad, busca equilibrar esa balanza. Busca generar un piso parejo. Busca garantizar que las oportunidades y el acceso a esas oportunidades sean iguales para mujeres y hombres.

Es decir, no se trata de que por ser mujeres nos den la silla. Se trata de evitar que por ser mujeres nos excluyan del acceso a la silla. Como sostiene la filósofa española Amelia Valcárcel, la paridad busca que ser mujer no sea un obstáculo.

El segundo mito más repetido es que la paridad provocará que no lleguen al poder los mejores (casi nunca dicen las y los mejores). Ese mito parte de la suposición de que las mujeres, en general, somos incapaces y vamos a echar a perder la bonita república en que nos hemos convertido.

Sólo por si hiciera falta aclarar, el país se nos desmorona. De manera que buenas credenciales no tiene la hegemonía masculina en el poder.

Pero, aceptando que se requieren las mejores personas para ocupar puestos de poder, pregunto: ¿Dónde está el “capacitómetro”? ¿Dónde está el aparato o cuáles son los indicadores para medir la capacidad política de las personas?

Porque en tanto no exista tal cosa, me parece un insulto suponer que nacer hombre implica nacer capacitado para el poder. Un insulto que, además, no se sostiene, a juzgar por los resultados.

La paridad permite que se mida con la misma vara a mujeres y hombres. ¿La vara no es muy alta? Pues no. ¿Necesitamos subir la exigencia a la clase política? Pues sí. Pero a hombres y mujeres por igual. ¿Por qué exigirles a las mujeres el doble, si sólo vamos por la mitad?

El derecho a la igualdad es uno de los principales Derechos Humanos. Y justamente ahí nace y se cobija la paridad.

Las voces en contra justifican, en los hechos, la discriminatoria hegemonía masculina.

Miremos bien quiénes son, porque pronto pedirán nuestro voto.

Apreciaría sus comentarios: cecilialavalle@hotmail.com.

*Periodista y feminista en Quintana Roo, México, e integrante de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género.


Imagen retomada del sitio sanlucarlamayor.info
Cimacnoticias | México, DF.-

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