9/29/2018

Preocupa opacidad del nuevo acuerdo comercial


Ana María Aragonés

Mínima es la información que tenemos acerca de lo negociado entre México y Estados Unidos en lo que se ha denominado modernización del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, además de crear incertidumbre con los desplantes a tiro por viaje de Donald Trump, y la suspicacia generada desde la Oficina Oval con Trump como protagonista del show informando de la finalización de las negociaciones entre México y Estados Unidos y la presencia telefónica de Enrique Peña Nieto. La verdad es que hay muchas preguntas sin respuestas, es decir, qué tanto beneficia a México cuando para Donald Trump nuestro país se había aprovechado del tratado.
En términos del sector primario ¿seguiremos atados a las invasiones de productos agrícolas que no sólo afectan a la seguridad alimentaria sino a la salud de los mexicanos? De acuerdo con el New York Times la irrupción del TLCAN significó para México la transición a una dieta parecida a la de Estados Unidos, culpable del aumento de los altos niveles de obesidad en el país. Se señala que en 1980 el 7 por ciento de los mexicanos era obeso, pero esa cifra se triplicó a 20.3 por ciento en 2016 según el Instituto de Evaluación y Mediciones de Salud de la Universidad de Washington. La diabetes es la principal causa de muerte en México, acaba con 20 mil vidas al año, según informa la Organización Mundial de la Salud. Por supuesto que hay importantes defensores del acuerdo, los agricultores estadunidenses y los mayoristas de alimentos, cuyas fortunas de han beneficiado del mercado abierto, las tiendas de convivencia, propiedad de Femsa, conglomerado de alimentos y bebidas asociado con Coca-Cola que ha crecido a 16 mil tiendas en contraste con las 400 que existían en 1990. Muchos estudios han asociado el aumento de peso con el consumo de alimentos procesados con un alto contenido de sal, azúcar y grasa, bebidas azucaradas, harinas refinadas, esencia de los gigantes minoristas, lo que ha cambiado la dieta tradicional del país basada en granos, cereales y leguminosas.
En materia del sector secundario ¿seguirá México siendo un simple ensamblador de la industria automotriz favoreciendo el control de los salarios? De acuerdo con BBVA Research, se aceptó aumentar el requisito de contenido regional de 62.5 a 75 por ciento y que entre 40 y 45 por ciento sea elaborado por trabajadores que ganen al menos 16 dólares por hora. Sin embargo el salario de un trabajador mexicano es de ocho dólares por hora, en tanto que sus pares en Canadá y Estados Unidos ganan alrededor de 29 dólares la hora. Se menciona que aquellos vehículos que no cumplan pueden ser exportados a Estados Unidos enfrentando el arancel de Nación más Favorecida, que es de 2.5 por ciento, como tal parece que se ha hecho hasta ahora con una tercera parte de los autos elaborados en México que se exportan a Estados Unidos, siempre y cuando Trump no se salga de la Organización Mundial del Comercio. La conclusión de los autores es que el acuerdo comercial es claramente menos favorable para ambas economías que el TLCAN pero mejor a la alternativa que estaba en el horizonte. Es decir, que no cambiamos para mejorar sino mantenernos como simples maquiladores.
Y ante la negociación ¿cuál ha sido el papel de los empresarios mexicanos? Hasta ahora poco han dicho ante las propuestas a pesar de que los mantiene como simples ensambladores y en el punto más alejado de las cadenas de valor. Lo único que sí parece preocuparles es que AMLO no apruebe continuar con el NAICM, lo que, según ellos, crearía las mayores tragedias económicas para el país. Sin embargo esperaríamos que fueran capaces de asumir el cambio de gobierno como la oportunidad para revertir las condiciones de dependencia de la potencia del norte y de esta forma ser parte del reordenamiento estructural planteado por el nuevo gobierno. Sin duda se requiere cambiar la mentalidad de obtención de ganancias a corto plazo y aceptar que mejorar la distribución del ingreso en favor de los asalariados favorece al mercado interno para que funcione como impulsor central del cambio. El nuevo gobierno está dispuesto a incrementar, entre otros, el gasto estatal en favor de la educación, la ciencia y la tecnología (I+D), ante lo cual las empresas tienen ahora la oportunidad de reposicionarse después de 30 años de neoliberalismo en los que se impidió dinamizar la inversión productiva nacional y se privilegió la inversión extranjera y la entrada sin límites del perverso capital-financiero. Se esperaría que apoyaran con inversiones abundantes al desarrollo de la tecnología nacional, a las innovaciones como son las tecnologías limpias y ahorradoras de energía para intensificar las exportaciones de contenido nacional y regular las importaciones. Momento clave para diversificar el comercio buscando nuevos socios y mejorar así los términos de intercambio, con países latinoamericanos, China y sudeste asiáticos, etcétera
Como señala J. Valenzuela Feijóo, la crisis financiera es una crisis terminal del patrón de acumulación neoliberal que requiere un cambio mayor de orden estructural y un sepulturero. El nuevo acuerdo comercial no parece responder a estos imperativos. Confiamos en que el nuevo gobierno sea el sepulturero del neoliberalismo.

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