9/26/2024

AMLO y Catarino

Fabrizio Mejía Madrid

“Lo que Andrés Manuel hizo con la repatriación del hueso de Catarino es convertirlo en un símbolo de la lucha de los mexicanos binacionales. Es parte de incluir a los migrantes al imaginario del desarrollo nacional”.


“¿Por qué Andrés Manuel gasta dinero en traer los huesos de un periodista y guerrillero que nadie conoce?”, dice la oposición, segura de que ha encontrado en ello dispendio de recursos por un “capricho” del Presidente. Dice la prensa sicaria que hay 52 mil cuerpos no identificados, pero eso sí, ahí van a Panamá por los restos de Catarino Garza, nada más porque López Obrador escribió un libro sobre él. Es más, insisten los periodistas financiados por Claudio X. González en Animal Político, ni siquiera es el esqueleto completo, sino un pedacito de un hueso.

Para responderles, hay que saber qué simboliza en la frontera norte de México y sur de los Estados Unidos Catarino Garza. Además del libro de Andrés Manuel, hay decenas de biografías sobre él, corridos, las familias en Texas guardan la bandera que portaban en el sombrero con el lema: “Libres fronterizos”, y hay una memoria regional, entre los dos países, que lo convierte en un héroe local. Lo que Andrés Manuel hizo con la repatriación del hueso de Catarino es convertirlo en un símbolo de la lucha de los mexicanos binacionales. Es parte de incluir a los migrantes al imaginario del desarrollo nacional.

Pero hay otra razón. El Gobierno de Porfirio Díaz y el de Fulano Gringo decidieron acabar en la prensa con Catarino Garza, llamándolo “bandido”, “el rufián de la frontera”, y a su revolución anti-reeleccionista, un “delirio”. Lo que Andrés Manuel hace cuando trae de regreso a Catarino a Tamaulipas es producir una nueva historia desde un poder que ha cambiado de dirección. En el caso de la frontera entre México y Estados Unidos ha sido defender el paso de los mexicanos, pero sobre todo usarla para que crucen las ideas. ¿Cuáles son las ideas? Catarino empezó su lucha defendiendo a los mexicanos en Texas, que se había separado de la nación unos 40 años antes. Después se enfiló a luchar contra la dictadura de Porfirio Díaz, que llevaba apenas 15 años de establecida, ayudó a la revolución independentista de Cuba, y finalmente, se enfrentó a los conservadores colombianos en defensa del liberalismo revolucionario. Es una figura cercana a José Martí y murieron en el mismo año, 1895. En tan sólo 36 años, la vida revolucionaria de Catarino Garza fue del localismo mexicano en Texas hasta el latinoamericanismo anti-imperialista.

Garza había llegado a Brownsville, Texas en 1877. En su autobiografía llamada “La lógica de los hechos”, detalla que su infancia, al lado de sus padres, Encarnación Garza y María de Jesús Rodríguez, fue en la pobreza en el campo en Matamoros. Un profesor, José María Morales, de Hualahuises, Nuevo León, lo tomó como discípulo y le enseñó a leer y a escribir, pero también a disparar. En Matamoros se inscribe en el Colegio San Juan y sirve en la Guardia Nacional. A los 15 años, cruza la frontera y empieza a trabajar de encargado del mostrador en una zapatería en Brownsville. El maltrato de los angloamericanos hacia los mexicanos es la constante en la prosa de Catarino en recuerdo de esos años. Su prepotencia y aires de superioridad racial y racista contra una comunidad que estaba ahí desde antes de que se fundaran las 13 colonias estadounidenses. Los mexicanos son utilizados para acarrearlos a las elecciones de demócratas y republicanos, haciéndolos pasar por ciudadanos estadounidenses que juran lealtad, borrachos, a la bandera de las barras y las estrellas. Eso le parece indignante a Catarino, toda vez que jurarle lealtad a esa nación significa hacerle la guerra a México. Aquí es donde claramente lo que está produciendo López Obrador es el discurso de la dignidad de los mexicanos en Estados Unidos. No es el “huesito” del esqueleto de Catarino que tanto le preocupa a Animal Político, sino la reivindicación de nuestros migrantes.

Catarino narra un incidente entre Matamoros y Brownsville en el que los gobernantes de Texas pretenden detener a los trenes que vienen de Veracruz por un brote de fiebre amarilla. El argumento es indignante: no nos importa que se mueran los mexicanos, pero sí los estadounidenses, porque “un blanco vale por diez mexicanos”. Eso dice un tal Rossell, el abogado que lleva el litigio del lado de EU. Catarino, indignado, escribe una respuesta al abogado, aunque el cónsul de México le advierte que probablemente sea despedido del trabajo en la zapatería porque la nombra cuando escribe: “Este abogado blanco que miente vilmente al afirmar que un americano vale más que diez mexicanos, debería saber que en casa de Bloomberg y Raphael hay un mexicano (sin ser negro) que puede demostrar en cualquier terreno que vale tanto como él o cualquier otro de su cohorte”. Cohorte la utiliza como sinónimo de grupo étnico, es decir, los blancos arios de Estados Unidos. Lo que importa es que, a partir de esa respuesta, Catarino se hace periodista y empieza a codirigir un periódico en español en Texas, El Bien Público. Va en contra de la idea de que los antiguos mexicanos fueron esclavizados por los españoles y ahora por el anglosajón y escribe: “Ya no estamos obligados a llevar el yugo de estas tradiciones, porque es necesario estar de acuerdo en que estos errores, estos vicios morales producen enfermedad social a este nivel; además, a medida que las clases imbéciles internalizan estos errores, engendran opiniones falsas frente a un pueblo que juzga por las apariencias, y por eso el pueblo estadounidense nos ha puesto nombres inapropiados e insultantes”. Después de su incursión en el periodismo, que le lleva a ser amenazado y hasta retado a duelo por los texanos anglos, Catarino se casa con una hija de un irlandés y una mexicana y se muda a Matamoros para abrir El Tranchete, una tienda que quiebra porque vende fiado. Vivirá entre Brownsville, Rio Grande City, Laredo, Eagle Pass, Corpus Christi y Palito Blanco, que después serán el centro de su actividad guerrillera. En estos años es vendedor de las máquinas de coser Singer y acabará, tras un divorcio y el abandono de dos hijos, en Saint Louis, Missouri. Ahí volverá a la defensa de los mexicanos sin nunca lograr el cargo de cónsul de México.

Hasta ahí dejo la parte mexico-americana de las razones de López Obrador para reivindicar a Catarino, justo en un momento en que el Gobernador de Texas mandó poner una alambrada de púas en el río por donde migran los extranjeros y en el que Donald Trump le atribuye a los migrantes el alimentarse de mascotas. Ahora viene el Catarino revolucionario contra la dictadura de Porfirio Díaz. Su lucha fue parte de una serie de alzamientos anteriores que llevaron a Díaz a imponer como Gobernador a Bernardo Reyes y decretar un estado de excepción en todo Nuevo León en 1885. Se encarceló, por ejemplo, al padre de Francisco I. Madero, Evaristo, y se exterminó a las comunidades yaquis para mandarlas a Yucatán en calidad de esclavas. La rebelión de Catarino; sin embargo, tiene la marca de cómo el porfirismo y la dominación de los blancos anglos en Texas están íntimamente relacionadas. Catarino protesta en un diario por el asesinato de un mexicano, Abraham Reséndiz, a manos de un policía aduanal, Sebree, acusado de aplicarle al detenido la ley fuga. Habían ocurrido en días anteriores los linchamientos de mexicanos por parte de los texanos anglos. A eso se le empezó a llamar una “guerra racial”. Sebree fue puesto en libertad mientras quien lo denunció, Catarino, es apresado y llevado a una cárcel. Eso genera un movimiento de los mexicanos que exigen su liberación. Del lado mexicano, los porfiristas asesinaban a los opositores a la dictadura pretextando linchamientos que nunca eran ciertos. Así se da la liga entre porfirismo y exterminio racial. Cuando sale de la cárcel, el propio Sebree busca a Catarino y le dispara seis veces. Después de que el asesino trata de matar a Catarino, cientos de mexicanos llegaron marchando al Fuerte Ringgold, exigiendo que Sebree les fuera entregado. El oficial a cargo, el coronel Clendennin, se negó y ordenó a la “turba que saliera del Fuerte bajo pena de muerte”. Sin inmutarse, los manifestantes cortaron las líneas telegráficas entre el Fuerte y la sede del departamento para impedir más comunicaciones y prevenir el envío de refuerzos. Hay un corrido sobre el acontecimiento que dice:

Has probado asesino cobarde

Que bandido lo fuiste y serás;

Tus hazañas las haces alarde

Las cometes y luego te vas.

(coro) Mexicanos al grito de alarma

Con presteza el garrote empuñar

Y a trancazos matemos a Sebree,

Al instante; que al campo va a entrar.

Es Catarino, que a pesar de que su obituario fue publicado en periódicos nacionales, el que aparece a tranquilizar el mitin y un juez sale a jurarles que llevará a Sebree ante un tribunal. Eso no sucede y se ordena desde Austin que los rangers detengan otra vez a Catarino y sus seguidores en el Partido Independentista de Texas. Las autoridades hacen una distinción: no deben ser arrestados los “mejores” mexicanos sino solamente los que pertenecen a “la plebe antiamericana”. Las autoridades porfiristas en el consulado texano se deslindan: si son texanos, no es problema de México; si son mexicanos, están infringiendo las leyes de Estados Unidos. Así, Díaz es tachado por los seguidores de Catarino como “traidor”. Díaz quería la colaboración con los texanos porque le ayudaban a rastrear opositores a su dictadura que se hubieran internado ilegalmente en Estados Unidos para, desde ahí, lanzar proclamas y generar rebeliones políticas contra él. Así es que ambas autoridades se convierten en opresoras y Catarino Garza ve, desde sus columnas en el periódico Comercio Mexicano, con toda claridad esa simbiosis binacional.

Escribe, entonces, Catarino Garza en el Brownsville Times refiriéndose a que los mexicanos se dejan legalizar como votantes estadounidenses: “Una vez que los mexicanos han renunciado a su ‘honor nacional’, al menos deberían usar sus derechos como ciudadanos estadounidenses para acceder a cargos públicos para poder mantener a salvo a sus hermanos de raza. ¿Por qué entonces permiten que gobiernen los estadounidenses que odian nuestra raza tan amargamente? ¿Tal vez no hay mayoría de mexicanos de Texas en este u otros distritos? ¿O creen en la superioridad racial?” Critica duramente que se les utilice electoralmente por demócratas y republicanos, pero nunca se les ofrezcan buenos trabajos ni salarios dignos como sí lo hacen con los franceses que inmigran.

Pero se radicaliza Catarino cuando sigue: “Unos pocos abogados y algunos aventureros americanos poseen actualmente los títulos sobre la tierra, habiendo dejado en la más completa ruina a infinidad de viudas y huérfanos mexicanos, cuya desgracia asignó sus títulos en la parte de tierra que los gringos han usurpado desde la injusta guerra de 1847”.

La rebelión de Catarino Garza contra el Gobierno de Díaz tenía ese componente de reparto agrario insospechado en un país como Estados Unidos, que había crecido pretendiendo que las tierras no estaban ocupadas por nadie y que los grupos originarios, de indígenas nativos, no existían porque no tenían alambrados que delimitaran las tierras. Así que el componente agrario de Catarino era un peligro para los rancheros texanos anglos. La proclama que lanza Garza en 1891 es contra la corrupción de Porfirio Díaz, que ha vendido a los estadounidenses franjas a ambos lados de la frontera, violentando la soberanía nacional y de los estados del norte.

Una vez en armas, Catarino se convierte en una pesadilla para ambos ejércitos de los dos lados de la frontera. Mientras los rangers y los soldados norteamericanos no pueden dar con él, Porfirio Díaz siente que los soldados mexicanos, siempre en la pobreza, podrían apoyar el levantamiento. Catarino da una entrevista saliendo de la clandestinidad al New York Times. En ella detalla sus intenciones y motivos y, sobre todo, su confianza. Además de su oposición a la dictadura, a la represión a toda forma de oposición, Catarino se refiere a la corrupción del General. Dice: “Díaz se ha enriquecido inmensamente desde que asumió la Presidencia. El precio de un monopolio en México es un paquete de acciones de la empresa, a nombre de Díaz o de sus lugartenientes de confianza”. Antes de terminar la entrevista, sale del cuarto pero se regresa sólo para meter la cabeza y decir: “Nuestra intención es triunfar”.

El capitán John Gregory Bourke es el encargado de dar con Catarino en el sur de Texas, en una zona desconocida por los cartógrafos de Washington:< el Valle del Río Grande. Había participado en el exterminio de los Apaches y la persecución de Gerónimo. En su diario de campaña, Bourke dice lo que años después dirían de los vietnamitas: “Es imposible distinguir un mexicano normal de un bandido”. Descubre que los guerrilleros usan un sistema de luces para comunicarse entre cañadas. También escribe: “Cuando les prguntas a los habitantes por Garza se convierten en los más grandes mentirosos del mundo”. Improvisa una partida de indios seminoles para rastrear a los garzistas pero aún así no los encuentra, El ejército de Díaz aporta algunos mapas e indicios, pero tampoco funcionan. La rebelión continuó hasta 1893 pero Catarino y su hermano Encarnación escaparon de Texas seis meses después de iniciada. Mexicanos del rancho Carrilo cerca de Realitos, Texas, ayudaron a los hermanos Garza, Catarino y Encarnación, a escapar en febrero de 1892. Los hermanos fugitivos se dirigieron a Cuero a caballo y luego, asumiendo el seudónimo de Martín Ortíz, Encarnación viajó en tren. a Houston. Mientras tanto, Catarino, con un sombrero de vaquero blanco, una chaqueta de pato, jeans y gafas verdes, viajó a Houston en una calesa bajo el seudónimo de Concepción Tobar.

Los hermanos Garza se reunieron en Houston y continuaron en tren hasta Nueva Orleans, y de allí viajaron a una pequeña isla cercana. Catarino mantuvo correspondencia casi diaria con su esposa, Concepción, intentando repetidamente persuadirla para que lo alcanzara en La Habana, a donde empieza su itinerario revolucionario que terminará en la lucha contra los conservadores en Colombia. Pero esa es ya otra historia. Sirva este pequeño recuento de catarino para explicar el deseo del Presidente López Obrador por reivindacarlo en la era del declive de los Estados Unidos.

Fabrizio Mejía Madrid

Es escritor y periodista. Colabora en La Jornada y Aristégui Noticias. Ha publicado más de 20 libros entre los que se encuentran las novelas Disparos en la oscuridad, El rencor, Tequila DF, Un hombre de confianza, Esa luz que nos deslumbra, Vida digital, y Hombre al agua que recibió en 2004 el Premio Antonin Artaud.

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