Lorenzo Meyer
Sir Niall Ferguson es un historiador nacido en Escocia, recién nombrado caballero por el rey de Inglaterra y que reside en Estados Unidos. Es autor de 15 volúmenes y docenas de capítulos y artículos sobre imperios, guerras, grandes fortunas y biografías y con cátedras en Harvard y la London School of Economics. Como historiador pareciera no encontrar virtud en temas de corto alcance, sino que prefiere grandes temas y generalizaciones e incluso ha propuesto una “ley Ferguson” con relación a los déficits económicos de las grandes potencias y su auge y declinación.
Algunas de las generalizaciones y propuestas de este historiador conservador pueden resultar difíciles de probar y aceptar, pero siempre son argumentadas de manera inteligente, despiertan la imaginación e invitan al debate. Tal es el caso una de sus últimas propuestas presentada como pregunta en una conferencia que tituló “Are we living in late ‘late Soviet America’” (disponible en YouTube).
Como se sabe, al norte del Río Bravo, “América” es sinónimo de Estados Unidos y por tanto el asunto es determinar si esa gran potencia está entrando en una etapa histórica que comparte rasgos con el proceso que ya se vivió en la URSS un par de décadas antes de su disolución en 1991. Ferguson acepta que a primera vista la pregunta resulta contraintuitiva pues la economía norteamericana está creciendo a un ritmo anual no espectacular pero aceptable: 2.9% en 2023. Sin embargo, resulta que esa cifra es engañosa porque es un crecimiento sostenido por “esteroides fiscales y monetarios”, es decir en un déficit fiscal del 6.4% del PIB (2024). Y es que Estados Unidos es el país con la mayor deuda pública del mundo. Desde 2012 su deuda rebasó el 100% del PIB y en 2023 ya fue del orden de 118.7%. Si las grandes empresas estatales soviéticas de los 1970 y 1980 no eran eficientes, hoy la economía norteamericana, aunque crezca, tampoco lo es. Y según la “ley de Ferguson” la historia muestra que cuando una potencia gasta más en el servicio de su deuda que en su ejército, se encamina a dejar de ser potencia. Hoy Estados Unidos sostiene un gasto militar equivalente al 3.5% de su PIB (2022) pero su déficit fiscal es casi el doble.
Otro indicador que hace semejantes a la desaparecida URSS y a los Estados Unidos de hoy es el carácter gerontocrático de sus clases políticas, lo que en ambos casos dio como resultado una gran diferencia de percepciones de la realidad entre los miembros de la élite y las generaciones más jóvenes. En la URSS, el poder lo ejercieron personajes que lo retuvieron hasta edades relativamente avanzadas: Stalin, Jrushchov, Brezhnev, Andropov, Chernenko. La relativa juventud del último, Gorbachov, ya no le ayudó gran cosa. En Estados Unidos, Trump y Biden sobrepasan la media de sus antecesores, pero es en el congreso donde se nota más la distancia que separa a la élite política del ciudadano común.
Al final la distancia entre gobierno y gobernados en la URSS respecto al sistema político era abismal. En Estados Unidos las encuestas de opinión y los resultados de las elecciones muestran la existencia de un fenómeno similar de desconfianza en el arreglo político vigente. El cinismo político que caracterizó al ciudadano soviético frente al discurso del Partido Comunista tiene su contraparte, según Ferguson, en una actitud similar del norteamericano trabajador y sin educación universitaria frente al Partido Demócrata, que alguna vez fue el de las mayorías y que hoy es el partido de la meritocracia, de los que tienen títulos universitarios y que dominan casi por completo la educación superior, las estructuras financieras, los medios de comunicación, mientras que el nivel de vida en el fondo de la pirámide social se deteriora en términos de ingreso, salud, educación y ofertas de trabajo -las grandes zonas industriales del pasado hoy son un “rust belt” o cinturón oxidado.
Ferguson subraya la desmoralización y pérdida de la autoestima de las clases trabajadores y su rencor frente a las élites. En los últimos días de la URSS, el alcoholismo entre los varones rusos y las muertes por desesperanza alcanzaron niveles sorprendentes. Las estadísticas norteamericanas sobre alcoholismo, drogadicción y muertes prematuras ya alcanzan niveles similares a los rusos en los sectores socialmente desfavorecidos.
Ferguson busca en esta “sovietización” de Estados Unidos la razón del trumpismo, pero confía en que voces como la suya lleven a la élite norteamericana a percatarse del peligro y logren recuperar la legitimidad perdida. Finalmente, se puede o no estar de acuerdo con el historiador escocés y sus motivos, pero sus argumentos proveen materia para la discusión y la reflexión.
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