5/06/2008

LA EXTRAÑA REAPARICIÓN DE SALINAS

Tenía rato que el ex presidente Carlos Salinas no aparecía en el escenario político. De hecho, desde la asunción de Felipe Calderón no había hecho sentir su presencia pública. Es hasta ahora, que resurge de entre la bruma de la confusión política que envuelve actualmente al país entero, con motivo de la publicación de su más reciente libro “La década perdida”.

Salinas llama así al período posterior a su sexenio (1988-94), porque para él fue esa la edad de oro y todo lo que vino después fue el diluvio.
Después de conocer un adelanto de su libro -que como todos está muy bien documentado, aunque con argumentos ciertamente torcidos a su favor-, no queda ninguna duda que sus obsesiones siguen siendo su sucesor Ernesto Zedillo y su enemigo ideológico, Andrés Manuel López Obrador.

A su juicio, con Zedillo México sufrió “un viraje histórico que provocó una década de parálisis” porque entre 1995 y 1998 se tomaron decisiones que convirtieron un problema en una crisis “y provocaron la ruina económica y social más grave desde la Revolución de 1910”.
Un poco exagerada su apreciación, sin duda, porque parece ser que una parte del libro lo escribió con el hígado.

Aunque es un texto muy largo el adelanto que presentaron 2 diarios de circulación nacional el pasado fin de semana –Reforma y El Universal-, entre otras cosas Salinas afirma que lo que él llama la “década perdida” significó la paralización, entre 1995 y 2006, del proceso modernizador de México, aunque admite que “se dieron cambios importantes que resultaron benéficos para el país, unos promovidos por políticas públicas y otros por acontecimientos determinados por la realidad social y política.

“Pero entre 1995 y 1998 el país padeció un viraje histórico que se enraizó durante toda la década en estudio. En esos años se tomaron decisiones que convirtieron un problema en una crisis y provocaron la ruina económica y social más grave desde la Revolución de 1910. El cataclismo fue tan profundo que, 10 años después, muchos mexicanos todavía consideraban que el país seguiría en crisis”, afirma.

Pone como ejemplo que durante esos años, por primera vez en la historia contemporánea de México, el gobierno mexicano solicitó ayuda al gobierno estadounidense y se entregó el sistema de pagos, con los bancos del país (previamente refinanciados), a los extranjeros lo que significó la pérdida del control del motor que promueve el desarrollo nacional.

Al mismo tiempo, sigue diciendo Salinas, “México sufrió un saqueo de recursos sin precedentes, tanto por el costo del llamado rescate bancario como por el envío de las utilidades bancarias a sus matrices en el exterior (pagadas con impuestos de los mexicanos)”, lo cual provocó que el país se quedara “sin financiamiento para su desarrollo, a lo cual se agregó la suspensión de las reformas de nueva generación que México necesitaba para alcanzarlo”.

Otra de las cosas que Salinas más lamenta es que se haya suprimido su programa estrella antipobreza, llamado “Solidaridad” y que fuera reemplazado por otro llamado “Progresa-Oportunidades”, que en su opinión “privilegió el individualismo posesivo, debilitó la formación democrática y desalentó la participación social”.
Para Salinas resulta inexplicable que la década perdida haya marcado un freno en el proceso reformador del país a favor de la modernización justo cuando a nivel internacional ocurría “la expansión más larga” de la economía en su historia.

Para Salinas, “México perdió la oportunidad histórica de consolidar su modernización y convertirse en un país más desarrollado”.

Con esa cara dura que le caracteriza y por supuesto sin dejar de considerar cómo contribuyó su sexenio a generar las condiciones para esa situación, Salinas asegura que en esa década “cundió el desánimo entre la mayoría de los mexicanos” y “más de medio millón decidieron emigrar cada año a Estados Unidos”.

Curiosamente, esa cifra coincide –según algunas informaciones de prensa- con el número de emigrantes durante el sexenio de Vicente Fox. Ahora vale la pena preguntarse si durante el sexenio de Salinas no hubo emigración a Estados Unidos. Para información de Salinas, esa cifra que maneja está algo exagerada.

SALINAS CEDIÓ ANTE PRESIONES DE EU

De acuerdo con los datos que arrojan las encuestas de organismos oficiales citadas en el estudio “Patrones de migración México-Estados Unidos en los noventa”, del investigador Cristóbal Mendoza, del Departamento de sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana, el número de migrantes internacionales mexicanos desde finales de los ochenta hasta el año 2000 se ha mantenido estable y oscila entre 318 mil y 362 mil cada año.

Hay qué recordar también que durante su sexenio, Salinas cedió a las presiones de los Estados Unidos y siguió al pie de la letra las pautas del Consenso de Washington. Fue el encargado además de firmar el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica.

Al entrar en vigor este instrumento, estalló la insurrección zapatista en Chiapas y más de 3 meses y medio después fue asesinado el candidato presidencial Luis Donaldo Colosio, su amigo y miembro de su gabinete.

¿De dónde saca Salinas que su sexenio estuvo alejado del neoliberalismo y fue diferente del de Zedillo?
Del otro lado, Salinas arremete contra los populistas como López Obrador. El ex mandatario habla en su libro pestes del “populismo autoritario” ejercido desde el Gobierno de la Ciudad de México entre 2000 y 2006, cuando gobernó el Peje (a su antecesor, Cuauhtémoc Cárdenas y a la que le siguió en forma interina, Rosario Robles, no los toca).

“Fue una alternativa que ya tenía antecedentes de gobierno: en México, en la década de 1970; en América Latina, durante la segunda mitad del siglo XX. Es el tipo de populismo que, con sus programas sociales clientelares, su debilitamiento de las organizaciones populares, sus obras de relumbrón sin sustento financiero transparente, sin rendición de cuentas, debilita a su vez a las instituciones y al Estado de derecho, y pretende perpetuarse en el poder.

Burocratizaron las fuerzas populares de reforma. Es en realidad el clientelismo de la burocracia”, expone Salinas.
Salinas olvida que su programa Solidaridad tuvo tintes populistas. Tampoco recuerda cuando pernoctó con habitantes de Chalco y más tarde hizo una tan espectacular como efímera “huelga de hambre” en una casa humilde de Monterrey después de que su hermano Raúl fuese detenido.

También comenta que “este populismo mexicano” de López Obrador “ha sido la restauración de un viejo PRI”. Para el ex mandatario, tanto los neoliberales como los populistas “destruyeron estructuras económicas y sociales” cuya edificación había requerido mucho esfuerzo, para construir totalmente de nuevo, “como si no tuviéramos pasado.

“Un pequeño grupo actuó en nombre de un mejor futuro, pero dejó a la sociedad mexicana desalentada, sin horizonte de progreso justo y soberano, y muy dividida. El pueblo pagó las consecuencias de estas alternativas fallidas”, asegura. ¿Y acaso el ex presidente no habrá también dejado divididos a los mexicanos?

En fin, Salinas está de vuelta, aunque tiene a sus corifeos de tiempo completo que escriben todos los días en la prensa y llama la atención que tienen tanta imaginación y creatividad que no hay día en que no le peguen al “Peje” y al populismo que supuestamente abandera, con cualquier motivo, y hasta cuando no existe ninguno, sin tocar ni con el pétalo de una rosa al ex mandatario.
Sus testaferros se olvidan, por cierto, que alguna vez también fueron militantes de izquierda, tan vehementes como el que más, y trabajaron para medios “comprometidos” con esa ideología.

Salinas no da paso sin huarache y sin duda su reaparición coincide justamente con las primeras jugadas del tablero político con vistas a las elecciones intermedias, donde seguramente pretende contar con muchos aliados para que lo sigan considerando su “gurú” y le permitan mantener su influencia en la escena política.
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