Una de las discrepancias suele situarse al nivel del efecto que las remesas tienen para los pobladores de las comunidades de origen de los mexicanos que las envían. Ese dinero extra, si bien la familia lo destina a solucionar las necesidades más básicas, es sin duda un ingreso que en cierta forma ayuda a esos pobladores. Y si se compara con aquellas comunidades que no reciben remesas, parecería que hay cierta ventaja para las primeras. Sin embargo, aumentar en alguna medida su capacidad de compra, pero sin generar al mismo tiempo sectores productivos que puedan satisfacer esa demanda, trae como resultado que se incrementen las importaciones de esos bienes, en beneficio de los productos extranjeros, y se agudiza la dependencia alimentaria. En cuanto a la posibilidad de que las remesas se inviertan en proyectos productivos, la verdad es que los intentos que se han llevado a cabo, por conducto de programas como 2x1 o 3x1, han sido mínimos y la mayoría con resultados muy decepcionantes. Por tanto, se genera una dependencia a las remesas, como consecuencia de la necesidad de migrar para poder cubrir, aunque sea en forma mínima, algunas de las necesidades básicas.
Por otro lado, la migración tiene en más ocasiones que las que nos gustaría ver un efecto disruptor del tejido social en las familias que se quedan. Deben enfrentar muy serios problemas, como hacerse cargo de los hijos, que van creciendo y es cada vez más difícil para las mujeres solas controlarlos, y ni qué decir de la enorme tristeza por el ser ausente. Los hijos, por su parte, cuando cumplen 14 años ya están pensando en irse, pues tampoco ven alguna alternativa y continuar con la educación es impensable, ya que no reconocen en ello ninguna vía para mejorar su futuro. Y de esta forma la familia sigue desintegrándose. Algunos de los que se van acaban formando otra familia allá y cuando vienen de visita en muchas ocasiones dejan en el horizonte el nacimiento de un nuevo hijo.
Por tanto, el fenómeno migratorio, producto de una situación de total desesperanza, a pesar de las remesas, es una desdicha, sin contar por supuesto con las tragedias de aquellos que mueren en su intento de pasar la frontera.
Por tanto, un gobierno que estuviera decidido a cambiar esta situación y con ello revertir una tendencia que está destruyendo al país, al estar perdiendo una parte sustancial de su población, no sólo tendría como proyecto la generación de empleos, sino adicionalmente mantener a toda costa los que hay. Pero esta administración no piensa así, y prueba de ello es la extinción de Luz y Fuerza del Centro, que puso en la calle a 44 mil trabajadores, dejando en el desamparo a otras tantas familias. Aún cuando algunos de ellos haya recibido algún pago por liquidación, siempre será insuficiente, pues es un dinero que pronto desaparecerá de su horizonte por el contexto de crisis, inflación y creciente desempleo.
Unos números que muestran lo grave de la situación es que a lo largo del sexenio se han incorporado a la población económicamente activa 2 millones 395 mil 216 personas, de las cuales 55 por ciento engrosó la fila de los empleados, y el resto, 45 por ciento, se fue a la economía informal. (México SA, Carlos Fernández-Vega, La Jornada, 14.11.09). Cifras escandalosas que conforman las mejores condiciones para que se acreciente la cantidad de potenciales trabajadores migrantes. Por si fuera poco habría que añadir la enorme decepción por los acuerdos alcanzados en el Congreso de la Unión en materia de ingresos y que finalmente de nuevo carga la mano a los de siempre, y mantiene los privilegios a los de siempre.
El presidente del empleo
, como rezaba la campaña de Felipe Calderón, será más bien recordado como el presidente depredador del empleo
, por más que la estrategia publicitaria que nos ha atormentado día tras día en los medios de comunicación –que por cierto supone un gasto absolutamente excesivo e inaceptable– pretenda justificar su actuación.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario