By Álvaro Cepeda Neri *
Las políticas económicas públicas, con la punta de lanza
del neoliberalismo que postula la privatización del sector público que
se inició con Salinas de Gortari en 1988 y ha seguido durante 28 años
hasta rematar con Peña, actualmente ataca a la educación pública para
convertirla de gratuita y laica, en otra empresa privada para formar
cuadros en servicios, lo que con la quiebra intencional de Petróleos
Mexicanos ()Pemex y la venta de los yacimientos a inversionistas del
monopolio de los energéticos, ha llevado ya al establecimiento de un
gobierno contrario a los principio fundamentales sancionados por la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. La raíz de esta
metamorfosis está cuando el avilacamachismo traicionó las conquistas de
la Revolución de 1910-1917, facilitando el triunfo electorero del Cachorro
Miguel Alemán que fue amamantado por la ubre empresarial. Y, después,
por los enviados a estudiar en las universidades estadunidenses, cuando
en ellas se filtraban las enseñanzas del coloquio organizado por Walter
Lippman en 1938, donde participaron Friedrich A Hayek y Ludwing von
Mises.
Y
10 años después, en 1947, éstos crearon la Sociedad Mont Pelerin, para
reactivar al liberalismo económico por la vía del neoconservadurismo que
se vistió de neoliberalismo económico. Esto para postular que el
“Estado era el problema” y el “mercado la solución”; divisas célebres
que hicieron Margaret Thatcher y Ronald Reagan y su hijo
adoptivo-bastardo: Augusto Pinochet en 1973 con Nixon, quienes pusieron
en circulación a los Chicago Boys para asesorar a los gobiernos
de América Latina. Y en México empezó el contagio en 1982 con Miguel de
la Madrid y Salinas. Éste primero en la Secretaría de Programación y
Presupuesto e inmediatamente después como presidente con Zedillo y Pedro
Aspe. Este proyecto siguió con Fox y Calderón, para estar rematando con
Peña-Videgaray.
En los últimos 28 años (1988-2016), los formados
en las universidades estadunidenses han ido interrumpiendo a la
Constitución, con contrarreformas salidas del Congreso de la
Unión, avaladas por la Suprema Corte como cúpula del Poder Judicial. Y
no sin reacciones políticas desde López Mateos y Díaz Ordaz (1958-1970):
estudiantiles, campesinas y obreras, estableciendo, pues,
gobiernos-administraciones, fines políticos, económicos, educativos y
sociales, contrarios a la Constitución. Con el peñismo, ese viraje
posrrevolucionario y hacia la derecha en un escenario de elecciones
controladas y no pocas veces manipuladas, para afianzar la democracia
representativa con partidos con todos los ismos que han estado,
con un toma y daca por medio de la corrupción y la impunidad,
ratificando el neoliberalismo económico, e impulsando la privatización
de la educación pública para ponerla al servicio de esa economía y que
“el Estado deje de entender la educación como un servicio público”
(Pilar Carrera y Eduardo Luque, Nos quieren más tontos: la escuela según la economía neoliberal, edición El Viejo Topo, 2016).
Esto
mientras Videgaray continúa dejándole todo el campo económico a los
empresarios, financieros y enclaves de la globalización en lo que resta
de Pemex que agoniza con el desmantelamiento peñista, la complicidad
sindical y la venta-entrega de Coldwell de los yacimientos. La nación ha
estado acusando el establecimiento de un gobierno contrario a la
Constitución en lo que queda de sus principios fundamentales. Hay muchos
problemas y conflictos contra esa política económica del
neoliberalismo. La réplica de los maestros a Nuño y su encubierta
privatización de la educación pública ha sido oportuna y radical, como
respuesta a ese ataque nuñista, que ha salido con la “novedad” de su
modelo educativo que es más y peor de lo mismo de la “reforma” laboral,
para despedir maestros y tener en la mira la desaparición de las
escuelas normales rurales.
“Asistimos de esta forma al desarrollo
de un nuevo modelo basado en tres principios: la competitividad, la
eficacia y la rentabilidad económica… para la flexibilidad, es decir, la
capacidad de despedir a los empleados, el incremento de la criminalidad
y apuntar a un riesgo no sólo nacional para la incertidumbre… y
despojar al gobierno de sus poderes en el ámbito de la educación”. Para
conseguir lo anterior: “el sistema escolar público es uno de los
objetivos básicos a destruir”.
Los mexicanos estamos ante la
alternativa de consentir el establecimiento de un gobierno contrario a
la Constitución o ejercer, hasta sus últimas consecuencias, que: “La
soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo [que]
todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de
éste [y que] el pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de
alterar o modificar la forma de su gobierno”. O de rendirnos ante la
embestida del neoliberalismo económico y de la derechización política.
La alternativa es democracia representativa sin democracia directa o
autoritarismo. Con la Constitución o contra ella.
Álvaro Cepeda Neri
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