1/12/2017

Los periodistas pal café. . . . .



Por si algunos cándidos políticos mexicanos hubiesen creído que podrían apaciguar al monstruo violento, Donald Trump confirmó ayer, en conferencia de prensa, que el muro fronterizo se comenzará a construir a la brevedad posible (sin terminar siquiera las eventuales negociaciones con México: palo dado, que nadie quite) y que será sufragado por nuestro país, mediante pago directo o a través de un impuesto por definir (el multimillonario, narcisista y desbocado, concedió que la vía impositiva sería lo más probable).
La declaración de Trump insiste en la humillación y el agravio como componentes de su política hacia el país vecino. De manera burlona pretende aplicar el método de Construya hoy; cobre después, imponiendo por su voluntad personal una carga económica a México, como si esta nación careciera de formas jurídicas y políticas de defensa de sus legítimos intereses.
En realidad, esa visión de un México desfondado es la que anima a Trump: a su postura grosera y denigrante (de precandidato a presidente electo), la administración de Enrique Peña Nieto ha respondido con una secuencia de concesiones y desvergüenza, desde la recepción colonizada en Los Pinos hasta el nombramiento de Luis Videgaray como virtual representante de los intereses de Trump en México, en una conversión casi pornográfica de la Secretaría de Relaciones Exteriores en mera oficina de trámites (por aprender) de lo que al ofensor estadunidense se le vaya ocurriendo. Ayer mismo, por ejemplo, un diario de la Ciudad de México daba como nota principal las declaraciones de Videgaray: Trump, muy amable y negociador.
Las caravanas del gobierno vencido fueron correspondidas desde Nueva York en un fraseo tragicómico: Respeto al gobierno de México. Respeto al pueblo de México. Los amo. Mucha gente de México trabaja para mí. Son fenomenales. El gobierno es genial. No los culpo por lo que ha sucedido. No los culpo por tratar de sacar ventaja de Estados Unidos. Me gustaría que nuestros políticos fuesen tan astutos (traducción tomada de la nota de La Jornada en su portal de Internet, a partir de información de agencias internacionales).
Pero, a las cuitas actuales de México, el beligerante rubio pareciera decidido a agregar otra que resultará altamente lesiva para el cuerpo mexicano tan débil y dividido: las remesas de los paisanos podrían ser intervenidas de alguna forma que signifique un pago a Estados Unidos por el mencionado muro fronterizo, en una especie de coopelas con el pago o cuello a las remesas. Una decisión así dañaría la economía ya maltrecha de millones de familias mexicanas que sobreviven gracias a esos envíos desde el vecino país del norte.
A fin de cuentas, en esta recomposición de intereses, más allá de esos elogios tan envenenados como bufos, México apareció, en El Mundo según Trump, en una especie de eje moderno del mal, junto a Rusia, China y Japón, los cuatro países mencionados por el neoyorquino como aquellos que aprenderán a respetar a Estados Unidos en cuanto él tome posesión como presidente (ayer, DT habló ya de un impuesto fronterizo). Peña Nieto y Videgaray, mientras tanto, recurren al arsenal de las promesas y los lugares comunes, para no generar más acciones adversas del futuro habitante de la Casa Blanca, tan amable y negociador como es.
La metralla de retórica peñista postuló ayer mismo que por supuesto que no se pagará el mencionado muro. La solemnidad declarativa de Peña Nieto no tiene fondos en el banco social de la credibilidad. Justamente en lo que va del año se han producido reacciones violentas contra el incumplimiento enriquista de su promesa de que iría bajando el precio de los energéticos. Si Peña Nieto ha mostrado en ocasiones anteriores que no cumple su palabra, ¿qué hará a los mexicanos creer que ahora, frente al gigante norteño avasallador, mantendrá una postura firme y honesta de defensa de los intereses patrios?
Algunas voces han comenzado a promover que los partidos políticos no reciban financiamiento en los años en que no haya elecciones. Aristóteles Sandoval, gobernador priísta de Jalisco, presentó una iniciativa en ese sentido ante el congreso estatal. De entrada, la propuesta parece altamente plausible. Desde hace muchos años, la opinión pública tiene ubicados a los partidos políticos y la clase política que los maneja como fuentes de abuso, derroche, nepotismo y corrupción. Es una ofensa, para un pueblo con tantos problemas económicos, el volumen de recursos que año tras año se dedica a esos menesteres partidistas.
Sin embargo, esa iniciativa, tan bondadosa en sí, pareciera tener otro sentido. Reducir la exigencia popular de ahorro en el gasto público, a la operación de los partidos, deja intacto el otro universo, enorme, de despilfarro y corrupción en el gobierno federal, como si solamente la actividad política fuese causante de la crisis actual. Y, por otra parte, arroja a los partidos a los brazos del financiamiento privado, no sólo en los términos regulados, que establecerían montos y procedimientos, sino a los flujos subterráneos, provenientes del crimen organizado, de los recursos públicos desviados y de los inversionistas en efectivo. De entrada, una supresión de recursos públicos durante el presente año significaría un golpe operativo fuerte para Morena, mientras otros partidos podrían sortear el ayuno presupuestal por vías oscuras, que el propio sistema evitaría dar por detectadas.
Igualmente ofensivos son los presupuestos destinados a las instancias organizadoras de las elecciones, el Instituto Nacional Electoral (INE) y sus vertientes estatales, y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y sus expresiones locales. Ayer, el INE anunció que suspenderá la construcción de sus nuevas oficinas, entre otras medidas de austeridad. Son pasos plausibles, pero no suficientes, pues se mantiene una pesada estructura onerosa y una élite aún privilegiada. ¡Hasta mañana!
Twitter: @julioastillero, Facebook: Julio Astillero, Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx



Foto
Le subió un grado Donald Trump a su agresividad contra México. Piensa que nuestro país se está aprovechando de Estados Unidos; empezará a levantar el muro desde ya, y México tendrá que pagarlo; tiene manera de forzarnos por medio de un impuesto. ‘‘No es una cerca, es un muro’’, precisó. No lo mencionó ayer, pero seguramente está pensando en un impuesto a los mexicanos cuando crucen la frontera o tal vez a nuestras exportaciones; tiene en la mira a la industria automotriz. Esta vez Peña Nieto contestó rápido: el gobierno mexicano no pagará. Pero ¿qué podría hacerse? Algo que está a nuestro alcance es aplicar un gravamen a algunas trasnacionales que operan aquí, se llevan enormes fortunas y de paso causan daño a la salud de la población y a la ecología. Un impuesto, por ejemplo, a la Coca-Cola; nuestro país es su segundo mercado mundial. Su consumo está relacionado, de acuerdo con numerosos reportes médicos, a la obesidad y la diabetes, esta última considerada el problema de salud número uno. O Walmart; somos uno de sus principales clientes. Además, ha contribuido al desprestigio del país por el escándalo de corrupción en que se vio envuelto recientemente por sobornos a funcionarios mexicanos. ¿Y qué tal McDonald’s? También contribuye a la obesidad. En otras palabras, tenemos con qué defendernos, pero hacen falta…decisiones.
Gracias, mister Trump
Ya dejó algo bueno. El presidente del INE, Lorenzo Córdova, anunció que suspende la construcción de las ostentosas torres que tendrían un valor de 1,070 millones de pesos. Semanas antes había dicho que de ningua manera las pararía. Asegura que devolverá el dinero a la Secretaría de Hacienda (no dijo si con los intereses ganados, que ya deben representar una buena suma.) Los consejeros, además, renunciarán a sus iPhones y reducirán sus salarios en 10 por ciento. El salario jurídicamente incluye prestaciones, no lo olviden. Eso dicen.
Gurría
El secretario de Hacienda en el sexenio de Ernesto Zedillo, José Ángel Gurría, hoy secretario general de la OCDE, vive en París, se encuentra de visita aquí y vino a decirnos que ‘‘el gasolinazo es una medida de equidad que México necesita’’. A propósito de este personaje, en mi columna del 14 de mayo de 2008 tecleé lo siguiente:
‘‘A petición de un ciudadano –Humberto Hernández Haddad, ex senador por añadidura–, Nacional Financiera se ha visto obligada a dar a conocer cuánto ha recibido como pago de pensión y otras prestaciones José Angel Gurría, el más joven jubilado de México y el mundo, a partir de 1994, cuando pidió su retiro como director de Nafin. Había recibido 9 millones 697 mil 592 pesos hasta el año 2008. Aparte de su pensión disfruta de prestaciones. Por concepto de ‘arcón navideño’, en los primeros 12 años ha cobrado 21 mil pesos; por caja de ahorro, 118 mil; como apoyo deportivo, 546 mil (juega tenis, ¿de qué material serán las pelotas?); gastos médicos, 144 mil, y subsidio de comida, 47 mil pesos. Y todo por cuenta del presupuesto, alimentado por el petróleo, ese río de dólares que, como dice Reyes Heroles, se va ‘metiendo’ año tras año al presupuesto’’. ¿Cómo no va a apoyar el gasolinazo asestado por el gobierno que lo trata de lujo?
Ombudsman Social



A sólo nueve días de que el energúmeno Donald Trump despache en la Oficina Oval, ¿qué parte del México pagará por el muro no ha entendido el gobierno peñanietista? Sin duda es una salvajada, pero, gústele o no al inquilino de Los Pinos, su construcción no depende de una decisión bilateral, de algo negociado entre socios y amigos, sino estrictamente de lo que disponga la nueva administración estadunidense.
La construcción del muro fue una de las principales cartas jugadas por Trump desde que buscó la candidatura republicana, y ya con ella en la bolsa arreció el tiroteo en contra de México y los mexicanos, hasta convertirse en el nuevo inquilino de la Casa Blanca. Tan primitiva actitud algún efecto debió tener entre los electores.
Entonces, ¿el empresario cancelará su promesa para darle gusto a Peña Nieto y no a sus electores? Difícilmente, pero el inquilino de Los Pinos ilusamente insiste en que vamos a tener una buena relación con el vecino del norte, amén de que nuestro país no pagará un clavo del muro. ¿Cree que el aprendiz de canciller detendrá a Donald Picapiedra? Entonces, doblemente iluso.
Un año atrás Trump le puso números al muro: en un simple cálculo, dijo en febrero de 2016, su construcción costaría alrededor de 8 mil millones de dólares, y detalló que tenemos como 3 mil 200 kilómetros de frontera, es larga, pero no necesitamos construir todo, porque tenemos barreras naturales; serían mil 600 kilómetros. Para reducir la entrada de inmigrantes, tendría una altura de entre 10 y 12 metros, lo mínimo para que sea un muro de verdad.
Tal vez la única diferencia entre esa fecha y la actual es que entonces el empresario afirmó que hasta que México no ponga el dinero, Estados Unidos debería implantar algunas medidas como quedarse con las remesas derivadas de los salarios ilegales; hacer más costosas las visas temporales destinadas a directores generales y diplomáticos mexicanos, sin renunciar incluso a cancelarlas; aumentar el precio de las tarjetas de cruce fronterizo; subir el costo de las visas y aumentar las tarifas de ingreso de los puertos de entrada a Estados Unidos desde México.
Ayer explicó que su gobierno adelantará el dinero del muro fronterizo con México para poder construirlo más rápidamente (estimó un año o año medio), aunque tarde que temprano la factura la pasará a México, que la pagará de una manera u otra. Así, la construcción empezará ya y su vecino del sur pagará, sea por medio de un impuesto o de un pago, aunque esto último es menos probable. De cualquier suerte, México nos compensará por los gastos, y eso sí sucederá.
El energúmeno ya detalló cómo y cuándo construirá el muro, sin olvidar que lo hará dentro de su territorio, bajo sus leyes y en las condiciones que el gobierno estadunidense considere pertinentes. En cambio, Peña Nieto no ha dicho ni pío de cómo y cuándo lo evitará, a menos de que suponga que a golpe de discursos, audacia y pragmatismo arreglará las cosas y detendrá a Trump.
Entonces, sólo nueve días restan para la toma de posesión del energúmeno, y Peña Nieto no tiene la menor idea de cómo enfrentar lo que se viene, que no es poco, al mismo tiempo que ese plazo tampoco resulta suficiente para que el canciller Videgaray mínimamente aprenda de qué se trata su nueva chamba.
Más allá de gustos o disgustos, desde el triunfo electoral de Donald Trump en Los Pinos se quedaron con la idea –equivocada, a todas luces– de que el energúmeno había dicho una sarta de barbaridades y soltado un costal de amenazas contra México que ni lejanamente llevaría a la práctica una vez instalado en la Casa Blanca, en donde despacharía como socio y amigo de nuestro país.
Y con ese criterio plácidamente se sentaron a esperar las muestras de buena voluntad de Trump como candidato ganador, primero, y presidente electo, más delante. Ni una sola ha tenido el futuro inquilino de la Oficina Oval. Por el contrario, las muestras han sido de vandalismo puro, entre las que destaca la relativa a deportar, ya mismo, a cerca de 3 millones de indocumentados.



Las combativas movilizaciones realizadas desde el primer día del año en el territorio nacional son producto inmediato del gasolinazo impuesto por el gobierno de Enrique Peña Nieto, pero también una reacción ante distintos agravios de las autoridades al pueblo mexicano.
Miles y miles de mujeres y hombres de distintas ideologías y filiaciones partidistas han hegemonizado claramente las redes sociales y, lo que es más importante, se han movilizado sin la convocatoria o mediación de ningún partido, impulsado acciones diversas y planteado una agenda igualmente variada, lo que debería ser reconocido por todas las autoridades como una expresión legítima del único depositario de la soberanía nacional: el pueblo.
Ante la dimensión de la movilización en las calles y de la opinión pública, las autoridades sólo han emitido un argumento: la creciente importación de combustibles en un entorno internacional donde los precios cambian al ritmo del petróleo, debido a lo cual debemos aguantar estoicamente el gasolinazo y el alud de aumentos de precios asociados a esa decisión del mercado.




En su conferencia de prensa de ayer, Donald Trump, quien la semana entrante será investido como presidente de Estados Unidos, abordó diversos temas candentes, en particular las investigaciones oficiales según las cuales la inteligencia rusa posee información confidencial sobre aspectos oscuros del magnate; sus provisiones para evitar hacer frente a acusaciones por conflicto de intereses, dada su enorme fortuna; su plan para generar empleos y la relación con México.

Pide a magistrados hacer justicia en caso de discriminación
Magistrados del primer tribunal colegiado en materia civil del primer circuito:

La improvisación, la falta de sensibilidad y la incompetencia tarde o temprano pagan el costo político y social de un país, de todo un pueblo, a un monto elevado y de consecuencias imprevisibles para la paz y la estabilidad.

Vandalismo y protesta social son dos fenómenos distintos. El primero es para producir caos y la segunda para expresar inconformidad con determinadas políticas. No deben confundirse: el vandalismo es provocado por quienes buscan motivos para reprimir a los pobres (no se conocen actos vandálicos de hijos o nietos de Carlos Slim o de Alberto Bailléres) y la protesta social es de esos mismos pobres o sus parientes y, además, de amplios sectores de las clases medias depauperadas por la repercusión del aumento de los precios de los combustibles en la vida cotidiana, alimentos y transporte en primer lugar. Con los actos vandálicos se trata de infundir miedo entre la población y, obviamente, de justificar la represión vía penalización de actos que claramente y sin excusas son ilegales. ¿Qué porcentaje de los vándalos que roban electrodomésticos y no comida son detenidos y cuántos de ellos no son liberados al día siguiente? El truco de promover vandalismo en paralelo con las protestas sociales auténticas es viejo y bien conocido, por lo menos desde 1968. La mayoría de las veces los provocadores son infiltrados o enviados directamente por fuerzas gubernamentales y/o políticos inescrupulosos (que son la generalidad). Otra cosa, me adelanto a decir, es el vandalismo ocurrido en medio de catástrofes como terremotos, inundaciones, etcétera, que hemos visto por igual en países altamente desarrollados y en los del tercer mundo; en estos casos se trata de vivales que aprovechan la desgracia ajena y la confusión para robar.

El movimiento contra el gasolinazo aparece inmediatamente después de que el movimiento del magisterio finalizó sus acciones más contundentes en la capital de República el año pasado, y después de que el de los padres de los normalistas de Ayotzinapa entró en desaceleración sin que esto signifique la desaparición de ambos. Dada su proximidad cronológica resulta importante hacer una comparación preliminar de estas tres movilizaciones para entender las formas de reacción y protesta de la sociedad mexicana y, si es posible, atisbar la perspectiva de una coordinación general del movimiento en el futuro inmediato.

Al aproximarse los días últimos del octenio de Barack Obama, los balances de su gobierno y las evaluaciones de su herencia han cubierto amplios espacios en los medios del mundo. En algunos que vi, el saldo casi siempre cayó del lado positivo y el legado fue en general apreciado. Es claro que al presidente siempre le preocupó cuál sería el juicio de la historia, para abundar en una expresión manida y, en particular, tras la derrota de su partido en la elección de noviembre –en la que perdió por una ventaja superior a 2.8 millones de votos–, le preocupó cuál sería el destino de su herencia. El 10 de enero, en Chicago, al presentar su discurso de despedida, dio la impresión de saber bien que ambos, balance y legado, le son favorables y lo serán más con el paso del tiempo. Fue una oración cargada de idealismo e inspiración. Al dar la espalda a los muchos motivos de desaliento y frustración, intentó que fueran olvidados –antes de que una nueva y brutal realidad fuerce a recordarlos y tenerlos presentes.

El tono del discurso de despedida que Barack Obama pronunció en Chicago el pasado 10 de enero revela la frustración y el dolor de la derrota. No solamente perdió la elección su candidata, Hillary Clinton, sino que prácticamente todas sus iniciativas, desde la reforma al sistema de salud hasta el acuerdo militar con Irán, han sido puestas en entredicho por su sucesor. Así que la tristeza del todavía presidente de Estados Unidos va mucho más allá de la que normalmente nos embarga cuando llegamos al fin de una etapa de la vida, y ahora está sumergido en consideraciones a propósito de la fragilidad de las políticas de gobierno, y de la vulnerabilidad de los políticos aunque sean presidentes de Estados Unidos. Me atrevo a imaginar que Obama se ha enfrentado a los errores de cálculo en los cuales incurrió, un tropiezo imperdonable en un político.

La perspectiva para el país es indudablemente negativa. No hay argumentos serios que planteen que los riesgos proteccionistas del nuevo gobierno estadunidense no se concretarán. Las informaciones con las que arrancamos 2017 lo confirman: la suspensión de la inversión de Ford, el tweet de Trump a Toyota, la declaración de Fiat-Chrysler, la solicitud de fondos para construir el muro. A ello se agregan las malas decisiones domésticas: el aumento de las gasolinas de enero y los ajustes anunciados para febrero, el regreso de Videgaray, la devaluación del peso. Ante este panorama de desaciertos y expectativas muy negativas se ha producido una respuesta social que ha tenido un vuelco político ante la resistencia al gasolinazo.

Resuenan todavía en mis oídos las tramposas menciones de Obama a los padres fundadores en su discurso de despedida, también magnates de su tiempo. Pero no son Obama y aquellos revolucionarios sin duda, en su marco histórico de burgueses primitivos, y por ello devotos esclavistas, el tema de este artículo. Me vienen a la mente porque voy a hablar del equipo, abrumadoramente de hombres blancos, nominado por Donald Trump para gobernar Estados Unidos.

Las crisis sociales revientan en un momento dado, pero se forjan en una cadena de decisiones político-económicas conscientes, en nuestro caso para implantar el modelo neoliberal. Una de estas decisiones fue la aprobación de la Ley de Asociación Público-Privada, en 2012. Desde entonces muchos hemos advertido que amenaza con convertir al gobierno en una ventanilla de pagos para las empresas privadas.
En un rincón de la Calle 3 Oeste, cerca de la Sexta Avenida, está el Blue Note, uno de los más famosos y tradicionales clubes de jazz de esta ciudad. Para la temporada de fin/principio de año, el Blue Note presentó, del 12 de diciembre al 8 de enero, dos shows diarios con el talentoso trompetista Chris Botti, quien realizó su duodécima residencia consecutiva en el club en la temporada festiva.

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