Foro de la Cineteca
Carlos Bonfil
La Jornada
Kaili blues: canción del recuerdo es el primer largometraje del joven realizador chino Bi Gang. La imagen corresponde a un fotograma del filme
N
arraciones paralelas. Kaili blues: canción del recuerdo es el
primer largometraje de Bi Gang, joven realizador chino formado no en la
célebre Academia de Cine de Pekín, de donde ha egresado la mayor parte
de los cineastas con presencia vigorosa en festivales internacionales,
sino en una pequeña universidad de la comunicación, desde la cual ha
dado el salto a una modesta compañía productora privada, Heaven
Pictures. Importa señalar lo anterior debido al tono personalísimo,
formalmente innovador y libre, de su debut fílmico, una suerte de poema
en planos fijos muy largos; uno de ellos, con duración de 40 minutos,
que lejos de ser una ocurrencia estilística, tiene como función
primordial hacer progresar el relato en temporalidades distintas,
creando de paso una atmósfera onírica –entre hiperreal y surrealista–
que confiere al filme una calidad plástica insoslayable.
Con un epígrafe budista relacionado con la noción del tiempo, el
filme relata la historia de Chen Sheng (Yongzhong Chen), médico de
aldea, solitario y viudo, que luego de purgar nueve años de prisión por
su fortuito involucramiento con la mafia local, decide abandonar Kaili,
su pueblo natal, para ir en busca de Wei Wei, su sobrino de 10 años,
quien al parecer fue vendido y trasladado a una comarca vecina por el
medio hermano de Chen, un padre desobligado y cínico. El viaje del
protagonista se transforma en un itinerario espiritual a través del cual
Chen parece ajustar las cuentas con su propio pasado, expiando sus
culpas y procurando, mediante el rescate de Wei Wei, una suerte de
redención tardía.
Lo interesante en esta parábola moral, en apariencia
convencional, es el modo en que el viajero se cruza por el camino con
personajes que son como proyecciones de sus seres más queridos en el
pasado: un motociclista, también llamado Wei Wei, que asemeja una
versión adulta del sobrino buscado, y Yangyang, una joven que despierta
en Chen sentimientos muy afines a los experimentados por su esposa
desaparecida. Hacia la segunda parte del relato, el cineasta involucra
sensorialmente al espectador y lo convida a emprender con él, de modo
subjetivo, su propio trayecto por los caminos y poblados que atraviesa
su protagonista, en el memorable largo plano secuencia mencionado que
consigue difuminar las fronteras entre la realidad y la ficción. El
sosiego final de Chen Sheng, médico melancólico que encuentra un gran
bálsamo en el recuerdo, se conjuga, de modo novedoso, con la
satisfacción que procura a los espectadores su doble aventura espiritual
y estética.
Se exhibe
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