El hecho de que el futuro gobernante mexicano y el candidato con más altas posibilidades de convertirse en el próximo presidente de Brasil discrepen en asuntos de política exterior está lejos de ser una buena noticia para Latinoamérica, que de por sí ha visto menguado su proceso integracionista en los últimos años.
México y Brasil son las dos mayores economías de la región y los países más poblados del área –concentran más de la mitad de los habitantes– y ambos ejercen una influencia decisiva en los asuntos latinoamericanos.
Históricamente, han sido los conductores de diferentes procesos integracionistas latinoamericanos, aunque Brasil ha enfatizado más en la última década el sudamericanismo, que excluye a México, Centroamérica y el Caribe.
Bolsonaro, un militar de reserva y político ultraderechista que encabeza todos los sondeos para la segunda vuelta presidencial del próximo 28 de octubre en Brasil, es un abierto admirador del mandatario estadounidense Donald Trump y ha calificado de “dictadura” al gobierno que encabeza en Venezuela Nicolás Maduro, a quien ha criticado con frecuencia.
Durante la campaña electoral, aseguró que los brasileños “de bien” no quieren un régimen como el de Venezuela.
“No queremos que Brasil sea mañana lo que Venezuela es hoy”, ha señalado.
Su eventual llegada a la Presidencia de la primera economía latinoamericana implicaría un mayor activismo internacional de Brasil en contra del gobierno de Maduro y un respaldo total a medidas que profundicen el cerco diplomático que han tendido varios países latinoamericanos en torno al régimen de Caracas.
López Obrador, en cambio, ha externado su rechazo a cualquier injerencia en los asuntos internos de Venezuela y ha dicho que la política exterior de México se regirá por el respeto a los principios de no intervención y de autodeterminación de los pueblos.
Para muchos internacionalistas, esta postura, que difiere de las abiertas críticas que ha hecho el gobierno de Enrique Peña Nieto al régimen de Venezuela, dará un respiro a Maduro en momentos en que ese país vive la peor crisis económica, política y social de su historia moderna y de que miles de venezolanos buscan refugio en otras naciones latinoamericanas.
Pero la eventual llegada de Bolsonaro a la Presidencia de Brasil cambia de manera radical el panorama regional para Maduro.
Brasil, que comparte frontera con Venezuela, enfrenta una crisis humanitaria por la llegada masiva de venezolanos al norteño estado de Roraima y Bolsonaro ha prometido mano dura para enfrentar ese problema.
“Brasil no puede ser un país de fronteras abiertas”, ha dicho el candidato ultraderechista, e incluso ha sugerido crear campos de refugiados para controlar el flujo de inmigrantes del vecino país.
Este tipo de posturas, que han hecho que Bolsonaro sea conocido como “el Trump brasileño”, contrastan con la política exterior de corte humanista que ha prometido López Obrador.
Las diferencias entre Bolsonaro y el presidente electo de México son tan notorias, que el internacionalista colombiano Juan David Gómez afirmó que el candidato ultraderechista y López Obrador representan proyectos “esencialmente opuestos” y son, en términos políticos, “como el agua y el aceite”.
El candidato que contendrá con Bolsonaro en la segunda y definitiva vuelta electoral del próximo 28 de octubre es el socialista Fernando Haddad, el heredero político del exmandatario Luiz Inácio Lula da Silva, quien está encarcelado por cargos de corrupción e impedido por la justicia de contender nuevamente por la Presidencia.
Según una encuesta de la firma Datafolha, Bolsonaro obtendrá en la segunda vuelta el 58 por ciento de los votos válidos, mientras que Haddad recibirá el 42 por ciento.
De obtener el triunfo el domingo 28, Bolsonaro gobernaría Brasil los próximos cuatro años y tendría la oportunidad de reelegirse por otro periodo, con lo cual coincidiría con la mayor parte del mandato de López Obrador.
México y Brasil han rivalizado históricamente por el liderazgo latinoamericano, pero han mantenido relaciones amistosas y cordiales, lo cual no tendría por qué cambiar de manera sustancial aun cuando el izquierdista López Obrador y el ultraderechista Bolsonaro coincidan como presidentes de sus respectivos países.