Mariana Bermúdez*
El próximo martes 10 de diciembre se conmemorará el Día Internacional de los Derechos Humanos. Después de más de siete décadas de la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, es importante reflexionar sobre la vigencia de este pacto internacional en medio de una crisis mundial que cada vez más atenta contra la dignidad humana, la paz y la democracia.
Los derechos humanos pueden entenderse como aquellos derechos y condiciones que permiten el desarrollo pleno de la vida propia y colectiva con dignidad, los cuales son inherentes a las personas por el simple hecho de existir. Estos derechos protegen la vida humana, por lo que no hay una jerarquía entre ellos; son indivisibles, interdependientes y progresivos, es decir, van desarrollando condiciones cada vez más favorables para que las personas puedan vivir dignamente.
Esta cuestión forma parte del entramado político e institucional que fomenta la democracia participativa en los estados-nación donde uno de los nichos es la transformación estructural de las desigualdades. Por ende, éste tiene la obligación de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos para prevenir cualquier atentado contra la vida personal y comunitaria. Sin embargo, cuando no se respetan los derechos humanos, o bien, cuando se privilegia a actores gubernamentales y sectores que atentan o generan condiciones de vulnerabilidad para poblaciones históricamente en situaciones de desigualdad, ¿aún se puede hablar de democracia y derechos humanos?
De acuerdo con el Informe Mundial 2024 para México de Human Rights Watch, durante este último sexenio, el acceso a la justicia se ha debilitado derivado de que las instituciones de procuración e impartición de justicia tienen deficiencias significativas para rendir cuentas de casos relacionados con crímenes violentos y de violaciones a derechos humanos. Asimismo, hasta 2022, la resolución pronta de las investigaciones fue menos de 2 por ciento.
En cuanto a detenciones arbitrarias, reporta que sigue considerándose una práctica común en el país por elementos del Estado. Además, señala la preocupación de la transferencia de funciones gubernamentales hacia las fuerzas armadas (https://acortar.link/qJBGxY).
Por otro lado, en el informe presentado por el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez sobre el balance sexenal de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (https://acortar.link/28f27p) se señalan algunas nociones sobre el debilitamiento de dicha institución, así como la coyuntura política en la que se inserta, en la que el deterioro de la institucionalidad democrática en el país, la ausencia de un sentido de autonomía y el retroceso de derechos son elementos claves.
Bajo estas consideraciones nacional e internacional sobre el monitoreo de las condiciones democráticas y de derechos humanos, y en el contexto de la conmemoración del 10 de diciembre, es necesario cuestionarnos: ¿cómo se fortalecerá el enfoque de derechos humanos desde una política transformadora de desigualdades y no desde una mirada asistencialista y populista? ¿Cómo es que esta nueva administración federal hará frente al avance de la derecha en nuestros territorios para proteger los derechos conquistados desde los movimientos sociales y sociedad civil organizada? ¿Cómo seguimos fomentando una democracia participativa, popular y con sentido social bajo los más altos estándares para el respeto y la protección de los derechos humanos?
Sin duda estamos en medio de una coyuntura política en distintas escalas y con desafíos estructurales que convocan a organizarnos social y políticamente para construir esos mundos que imaginamos. El futuro del país y del mundo se encuentra en nuestras manos, donde son infinitas las posibilidades de transformarlo y hacerlo sostenible para las generaciones futuras. Sin acceso a la información no podremos hacer críticas que permitan el mejoramiento institucional; con armas y violencia en nuestros territorios no podremos vivir en paz y libertad, y sin personas que defiendan y exijan condiciones equitativas al Estado no podremos vivir en dignidad.
Este Día Internacional de Derechos Humanos es un momento para continuar visibilizando las luchas desde la digna rabia y la resistencia colectiva; para recordar a nuestras y nuestros colegas defensores de derechos humanos que han sido arrebatados de esta vida, y es una oportunidad para resignificar esta fecha como una deuda del Estado hacia la construcción de condiciones de vida dignas, justas y con paz.
* Directora del Centro Vitoria
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