9/03/2008

28 ex combatientes cuentan sus Memorias rebeldes contra el olvido


Integraron el Ejército Guerrillero de los Pobres de Guatemala

Guadalupe Gómez Q.

México DF, 3 sep 08 (CIMAC).- “Sabíamos que hablar de la guerra es acordarse del sufrimiento”, dijeron 28 mujeres indígenas, ex combatientes del Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP) del área Ixil de Guatemala, quienes sin embargo decidieron contar su experiencia de lucha dentro del conflicto armado que vivió ese país desde los años 70 hasta los 90.

Sus relatos constituyen el fundamento del libro “Memorias rebeldes contra el olvido. Paasantzila txumb’al Ti’ Sotzeb’al K’u’l”, editado en mayo pasado por La Cuerda, asociación feminista guatemalteca; la Asociación para el Avance de las Ciencias Sociales en Guatemala (Avancso), que investiga la problemática del proceso social guatemalteco y por la Plataforma Agraria. El texto fue auspiciado también por The Global Found for Women y la Federación Luterana Mundial.

Los relatos, compilados por Rosalinda Hernández Alarcón, Andrea Carrillo, Jacqueline Torres, Ana López y Ligia Peláez, rebelan no sólo sus avatares como guerrilleras, también su vida de pobreza y exclusión desde la infancia, la discriminación por su condición de indígenas, de mujeres y de pobres. Hablan asimismo sobre el cambio que significó en sus vidas la lucha guerrillera, “lo que aprendimos y nos hizo fuertes”, así como sus sueños y propósitos para el futuro.

El origen del libro fue la indiferencia, la invisibilidad en que quedaron las excombatientes terminada la guerra. Ninguna de estas mujeres, que formaron parte del Frente Ho Chi Minh en el Ejército Guerrillero de los Pobres en la zona Quiché, fue incluida en las listas de desmovilizados que hizo la Unión Revolucionaria Nacional Guatemalteca, ni recibieron reconocimiento como tales.

Pasado el combate, no tenían información, pero sí desconfianza y temor, y estaban agobiadas por la pobreza y las enfermedades. Por eso, junto con muchos de sus compañeros, en igual situación, aproximadamente 600 personas decidieron reunirse en 1999 y fundar la Asociación Kumool, que quiere decir compañera-compañero. En Kumool hay hoy 38 ex guerrilleras que regresaron a vivir a la zona Ixil.

A partir de ahí, integradas y reconocidas como ex combatientes, empezaron a gestar la idea de hacer pública su experiencias, sus testimonios. En una reunión de la Red de Mujeres se vincularon con las periodistas de La Cuerda, con Avacso y Plataforma Agraria y así nació el libro, donde están los testimonios de 28 de estas mujeres.

MUJERES EN LUCHA

Señala el libro, e 115 páginas y 5 capítulos, que fue en 1974 cuando inició formalmente la participación del área Ixil en la lucha. La comandante Lola, cuyo nombre civil es Alba Estela, estableció contacto con la población a través de comerciantes y durante una Conferencia guerrillera en Chajul participó como la primera combatiente, vistiendo pantalones.

A ella se sumaron cientos más mujeres ixiles, quienes enfrentaron las ofensivas más sangrientas del Ejército guatemalteco y de los paramilitares. Hubo en esa zona, de 1980 a 1983, 72 masacres.

María Brito relata en el texto que tenía 27 años cuando presenció los destrozos de la tierra arrasada: “en tiempos de Ríos Montt y de Lucas volaron las milpas, los animales y las casas; quemaron bastante gente, niños, ancianos, mujeres embarazadas, a niños bonitos los colgaron, hicieron una matazón terrible...”.

Su participación en la lucha, en el combate, dicen, no fue diferente a la de los hombres, pero las condiciones eran más complicadas para ellas por la maternidad, las y los hijos pequeños y porque no dejaron de realizar todo aquello que culturalmente les está asignado a las mujeres.

Cambiaron su vestimenta. El güipil, el corte, la cinta y el rebozo multicolor fueron abandonados y usaron camisa y pantalón verde olivo, un uniforme de un solo color y botas. “Con corte (falda) no podíamos correr”, recuerda una ex combatiente.

Las mujeres indígenas, desde su condición de combatientes, reconocieron con valentía y fuerza el valor de su cuerpo como territorio personal, descubrieron que los matrimonios arreglados eran cosa del pasado y que las agresiones sexuales son actos sancionables. Sufrieron la violencia de las fuerzas enemigas, la tortura, pero descubrieron que la acción, su participación, pude hacer otro mundo posible.

Sus experiencias en la guerra, señala el texto, les da elementos para que puedan afirmar su derecho a vivir sin violencia. Y acordarse del sufrimiento significa dejarlo atrás, en donde debe estar, para ver al futuro, porque “lo que aprendimos nos hizo fuertes”.


08/GG

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