11/03/2008

Doce razones para rechazar a Obama y apoyar a Nader/McKinney

Las elecciones y la responsabilidad del intelectual a decir la verdad al poder:
Doce razones para rechazar a Obama y apoyar a Nader/McKinney


James Petras
Rebelión

Las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, una vez más, proporcionan una prueba de fuego de la integridad y conducta consecuente de los intelectuales de los Estados Unidos. Si es el deber y responsabilidad del intelectual público a decir la verdad al poder, las declaraciones recientes de la mayoría de nuestros eruditos públicos más conocidos y de mayor prestigio han fracasado estrepitosamente. En lugar de poner de relieve, desenmascarar y denunciar las políticas domésticas e internacionales reaccionarias del candidato por el Partido Demócrata, Senador Barack Obama, han preferido apoyarlo, "de una manera crítica, ofreciendo como excusas que hasta 'diferencias limitadas' pueden tornarse positivas, y que 'Obama es el mal menor' y 'crea la oportunidad de la posibilidad de un cambio'".

Lo que hace estos argumentos insostenibles es el hecho de que las declaraciones públicas de Obama, sus principales asesores en política, y los que probablemente configuren sus políticas desde el gobierno han trazado abiertamente una política internacional altamente belicosa y una política económica doméstica profundamente reaccionaria, totalmente en línea con Paulson-Bush-Wall Street. En cuanto a los temas principales de guerra, paz, crisis económica y el salvajismo ejercido sobre la clase asalariada de Estados Unidos, Obama promete ampliar e intensificar las políticas que la mayoría de los estadounidenses rechaza y repudia.

Doce razones para rechazar a Obama

Obama promete repetida y públicamente intensificar la intervención militar estadounidense en Afganistán, aumentando el número de soldados estadounidenses, extendiendo sus operaciones y participando en ataques transfronterizos sistemáticos. Dicho de otro modo, Obama es un belicista mayor que Bush.

Obama ha declarado públicamente que su régimen ampliará la "guerra contra el terrorismo" mediante ataques por tierra y aire a gran escala sobre Pakistán, intensificando así la guerra de forma que incluya los pueblos y las ciudades considerados favorables a la resistencia afgana.

Obama se opone a la retirada de los soldados estadounidenses de Iraq; prefiere su recolocación desde las zonas de combate a ubicaciones de entrenamiento y logística, dependientes de la capacidad militar del ejército iraquí para derrotar a la resistencia. Obama se opone a dar una fecha para la retirada de los soldados estadounidenses de Iraq porque éstos son esenciales para perseguir sus políticas generales en el Oriente Medio, que incluyen confrontaciones militares con Irán y Siria, y en el sur del Líbano.

Obama ha declarado su apoyo incondicional al Lobby pro-Israel y las políticas belicosas, expansionistas y coloniales del estado judío. Ha prometido respaldar los ataques militares israelíes, sea cual sea el coste para los Estados Unidos. Su servilismo despreciable a Israel se hizo evidente durante su discurso en la conferencia anual del AIPAC (Comité de Actividad Política entre Estados Unidos e Israel) celebrada en Washington en 2008. Han sido sus principales asesores, de vínculos notorios y antiguos con las más altas jerarquías de las principales fábricas de propaganda sionista y con los presidentes de las principales organizaciones judío-estadounidenses, quienes escribieron el discurso y formulan su política para el Oriente Medio.

Obama ha prometido atacar a Irán si éste continúa procesando uranio para sus programas nucleares. En dos ocasiones, apenas unas semanas antes de las elecciones, el candidato a vicepresidente de Obama, Joseph Biden, indicó con absoluta claridad unos "puntos de conflicto" (Irán, Afganistán, Pakistán, Rusia y Corea del Norte), recalcando que Obama "respondería con fuerza". Los asesores de más alto rango para el Oriente Medio de Obama incluyen a conocidos sionistas como Dennis Ross, muy vinculado al "Centro de Política Bipartidaria", que publicó un informe que sirve de programa detallado de acción para la guerra contra Irán. La propuesta de Obama de negociar con Irán es poco más que un pretexto para dar a Irán un ultimátum: la entrega de su soberanía o una monumental agresión militar.

Obama apoya incondicionalmente la expulsión por parte de Israel de los palestinos y la extensión de los asentamientos en Cisjordania, la causa principal de hostilidad en el Oriente Medio, de guerra y del descrédito de la política estadounidense en la región. Con tres docenas de personas que ponen a Israel como prioridad entre sus principales organizadores de campaña, asesores políticos, escritores de discursos y probablemente los candidatos a puestos de gobierno, no hay prácticamente ninguna esperanza de "influir desde dentro" o de "aplicar presión popular" con el fin de cambiar la sumisión servil de Obama al poder sionista. Al apoyar a Obama, los "intelectuales progresistas" son, de hecho, aliados de sus mentores sionistas.
En cuanto a la política nacional, los asesores económicos claves de Obama tienen credenciales impecables de Wall Street. Aprobó sin cuestionar e inmediatamente el rescate, con dinero de los contribuyentes, propuesto por el Secretario del Tesoro Paulson, de $700 billones a los bancos de inversión más ricos de los Estados Unidos. Obama no ha cuestionado ni a Paluson ni a los bancos el uso de fondos federales destinados a rescatar y adquirir bancos en vez de ceder préstamos y créditos a productores y familias que tienen que pagar su casa. El respaldo de Obama a Paulson y el rescate de Wall Street se equipara con sus propuestas mezquinas de suspender los juicios hipotecarios durante tres meses, pendientes de la renegociación de intereses. Obama propone intensificar las transferencias de fondos gubernamentales hacia instituciones financieras mal gestionadas y corporaciones capitalistas en bancarrota con el fin de salvar un capitalismo fracasado en lugar de instaurar nuevos programas públicos de inversión a largo plazo y de gran envergadura que generen empleo bien pagado para los trabajadores.

El equipo económico de Obama ha abrazado abiertamente la ideología y práctica del "mercado libre" y su oposición a cualquier inyección importante de fondos gubernamentales en la actividad productiva de propiedad pública y servicios sociales, y así hacer frente al fracaso del sector privado, la corrupción y el colapso generalizados.

Obama abraza los planes de la sanidad privada fracasada, gestionada y controlada por las corporaciones aseguradoras, las asociaciones conservadoras médicas y hospitalarias, y las grandes compañías farmacéuticas. Rechaza públicamente un programa de sanidad nacional y universal basado en el programa federal de éxito, Medicare, para favorecer planes privados, orientados al máximo beneficio y subvencionados por el Estado, ineficaces, costosos y fuera del alcance de más de un tercio de familias estadounidenses.

Obama es y continúa siendo defensor de las grandes compañías agrícolas y su programa de fabricación de etanol, altamente subvencionado y rentable. Este programa ha incrementado los precios alimentarios para millones de estadounidenses y cientos de millones de personas en el resto del mundo.
Obama defiende la continuación del embargo criminal a Cuba, la confrontación hostil con el populista Presidente Chavez de Venezuela, y con otros reformadores en América Latina, la política engañosa de promocionar el proteccionismo para Estados Unidos y el acceso del mercado libre en América Latina. Sus asesores más importantes sobre América Latina proponen cambios cosméticos de estilo y diplomacia, pero apoyo implacable de la hegemonía estadounidense.

Obama no ha propuesto ni prevén sus asesores de mercado libre y sus partidarios financieros billonarios ningún plan comprensivo o estrategia para sacarnos de una recesión que se profundiza cada vez más. Al contrario, la serie de medidas fragmentarias presentada por Obama es inconsistente en el plano interno: La austeridad fiscal es incompatible con la creación de puestos de trabajo; el rescate de Wall Street desvía fondos necesarios para la inversión productiva; y la persecución de nuevas guerras socava la recuperación doméstica.

CONCLUSIÓN

Los intelectuales, quienes, en nombre del "realismo", apoyan a un político que abraza abierta y públicamente nuevas guerras, rescates billonarios con fines lucrativos, programas de sanidad gestionados por el sector privado, contradicen sus propias exigencias como "críticos responsables". Son lo que C. Wright Mills llamó "realistas chiflados" abdicando su responsabilidad como intelectuales críticos. Al aparentar que apoyan "el mal menor", promocionan el "mal mayor": La continuación, durante cuatro años más, de gran recesión, guerras coloniales y la alienación popular.

Es más, son aliados de los grandes medios de comunicación, de los partidos poderosos y del sistema legal que ha dejado al margen cuando no excluido abiertamente a los candidatos alternativos, Ralph Nader y Cynthia McKinney, quienes sí hablan claro y se oponen a la guerra, a los rescates de Wall Street y proponen la inversión pública real y a gran escala en la economía doméstica, un programa de sanidad universal y financiado por un solo fondo, políticas económicas sostenibles y que protegen el medio ambiente, y políticas redistributivas de los ingresos a largo plazo y de gran envergadura.

Lo que es torpe e inaceptable es el argumento de estos intelectuales (que representan un grano insignificante en el trasero del asno Demócrata) que su "apoyo crítico" de la máquina política de Obama abrirá espacio donde quepan ideas radicales. Los sionistas y los militaristas civiles controlan por completo la política de guerra de Obama en el Oriente Medio. No habrá espacio para la paz en Irán, Palestina, Pakistán, Afganistán o Iraq. Wall Street controla la política financiera de Obama: No habrá espacio para que algún progresista de Cambridge introduzca a hurtadillas una limosna para las familias que pierden su casa.

Si las tesorerías sindicales multimillonarias que han gastado cien millones de dólares en cada campaña presidencial no han conseguido ninguna legislación progresista en los últimos 50 años, ¿no es una ilusión que nuestros "intelectuales públicos" progresistas imaginen que ellos, en su espléndido aislamiento institucional, pueden "presionar" al Presidente Obama a renunciar a sus asesores, partidarios y la defensa pública de la intensificación militar en favor de la paz con Irán y la promoción de la justicia social para nuestros trabajadores y desempleados?


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