12/26/2015

Las Sufragistas: la lucha por la ciudadanía


Daniela Villegas
 (@danyelavillegas).
 
“No nos vamos a mover, somos las sufragistas modernas y los recortes presupuestales para atender la violencia doméstica demuestran lo poco que ha cambiado 97 años después”, señalaba una manifestante -durante la premier en Londres en octubre pasado- de la película Las Sufragistas, al periódico The Independent, haciendo alusión al año de 1918 cuando las mujeres británicas mayores de 30 años obtuvieron el voto.

Ahora con el estreno mundial de la película dirigida por Sarah Gavron, tanto la entonces protesta organizada por las feministas de Sisters Uncut, como la frase antes mencionada de una de las activistas me hicieron eco al ver la cinta. Puesto que aglutinan tanto la actual frustración de las mujeres ante el desigual acceso a la justicia, como la reivindicación de las demandas de ciudadanía que si bien a principios del siglo XX se materializaron en la búsqueda del sufragio femenino hoy en día se cuestiona  en sí mismo a ése sujeto de ciudadanía basado en un modelo masculino, primordialmente blanco, europeo, de clase media y heterosexual.

La película que es ambientada en 1912 antes de que inicie la Primera Guerra Mundial y durante el reinado de Jorge V, tiempo convulso en el que surgen el republicanismo irlandés, el movimiento de Independencia de la India, el socialismo y formas distintas de fascismo tiene como principales protagonistas a mujeres blancas de clase trabajadora que desafían las normas que las circunscriben al ámbito de lo privado, la familia, a ser mudas víctimas de violencia sexual en el espacio laboral y a paupérrimos salarios.

Son ellas las protagonistas de la película, las mujeres de clase trabajadora que son invisibles a los ojos de los hombres que dictan las leyes y que señalan tajantemente: ”Las mujeres no deberían emitir opinión en asuntos políticos. Si les permitimos a las mujeres votar, se perdería la estructura social”. Pues si bien es cierto que a finales del siglo XIX y parte del XX el voto no era universal, ni siquiera universal masculino, pues se votaba partiendo de determinadas clases sociales, el hecho de que no se avalara el voto de las mujeres, entrañaba el mantenerlas a ellas en la esfera de lo doméstico alejadas del espacio político en la arena pública y relegándolos al mero papel de madres, esposas, hermanas, hijas, siempre bajo la tutela de un hombre.

Más allá del relato a manera de ficción, -ya que salvo Emmeline Pankhurst, la líder del movimiento sufragista femenino de Inglaterra, los demás personajes son ficticios y no se cuenta con un riguroso apego histórico- Las Sufragistas nos invita a reflexionar en la incidencia de los distintos contextos geográficos, políticos, económicos en que las mujeres se han movilizado para la lucha y construcción de su ser como sujeta política; en la solidaridad entre mujeres en la lucha por sus derechos políticos y en el dejar de ser para un otro masculino.

Regresando a la actualidad, ya en la recta final del año 2015, es claro que la mera búsqueda de igualdad que se deseaba lograr con el voto a principios del siglo XX no ha sido suficiente. La ciudadanía que se pretendía alcanzar no se ha concretado, puesto las mujeres no tenemos igual acceso a los derechos que los hombres, ya que si se sigue un modelo en el que es un cuerpo masculino con los roles estereotipados impuestos de lo que es un hombre, nada podremos alcanzar. Como señalaría la teórica feminista Francesca Gargallo: ”… al no existir aún un sujeto mujer en relación de reconocimiento y reciprocidad con el sujeto masculino (es decir, al no existir dos sujetos de ciudadanía), (las mujeres) intentan usar la misma ley que las margina para alcanzar una justicia que, a fin de cuentas, es la negación de toda marginación. En esa reivindicación, las mujeres pierden su autonomía jurídica, olvidan representarse a sí mismas e instalan su utopía de justicia en un horizonte de igualdad entre los sexos, cuya consecución las desgasta; aniquilando su positiva diferencia, se degradan al modelo masculino, se identifican con quien las excluye, y corren el riesgo de negarse como seres en sí”.

Considero, tal y como refiere Gargallo es necesario un cambio de paradigma en el que no se reduzca a un solo modelo masculino de ciudadanía, sino que se amplíe a la diversidad de género, sexual, racial, étnica, de clase, en el que las y los diversos sujetos con sus identidades y cuerpos  tengan espacios y voz de enunciación política en la conformación de ciudadanías incluyentes, que vayan más allá del mero sufragio.
  
Fuentes

GARGALLO, Francesca (2011). “La justicia, las demandas de la ciudadanía y las frustraciones ante los derechos humanos de las mujeres”, en Irma Saucedo y Lucía Melgar (coordinadoras). ¿Y usted cree tener derechos? Acceso de las mujeres mexicanas a la justicia, Colección Debates N. 6, Programa Universitario de Estudios de Género, UNAM, Unifem, Oficina Regional para México, Centroamérica, Cuba y República Dominicana, Ciudad de México , pp. 25-40. 

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