FRAGUA
Trabajar duro y ganar
muy poco es una situación cotidiana, diaria, histórica, desde hace mucho
existen los que nos explotan y los explotados. La chamba para algunos
es ese lugar del que siempre se sale de malas y se regresa más que
cansados, enojados, a enfrentar problemas de la casa: el gasto, los
útiles escolares, la renta… Para las jefas y jefes de familia el trabajo
tiene que durar unos cuantos años pues al menos es un ingreso seguro
que llegará cada mes, cada quincena a cada familia.
El trabajo duro y
mal pagado no sólo es cosa de los jefes y jefas de familia, y
precisamente es el cansancio de éstos lo que obliga a los jóvenes a ser
una fuente de ingresos al menos para cubrir sus gastos personales, entre
ellos la escuela. Pero es casi imposible hacer dos cosas a la vez, la
edad en que uno puede ser un integrante de la familia que coopere
económicamente también es la edad de la universidad o preparatoria, en
el peor de los casos incluso secundaria y primaria, y cualquiera de
éstas consumen tus energías y tu tiempo.
Y así como los tiempos
cambian, la gente cambia y las formas de explotación también , quizá
nuestro papá, mamá, abuelito o abuelita haya conservado su trabajo por
muchos años, quizá en algunos casos el primer trabajo que encontraron es
el que hasta ahora ejercen. Hay que poner atención al mundo, por
ejemplo, cómo nos explotan en el trabajo a veces puede ser de lo más
“placentero”, pero nunca hay que dejarnos engañar.
Los jóvenes
somos uno de los sectores más vulnerables y poco observadores ante esta
situación , sobre todo porque a veces la fuente de ingresos del estudio o
la familia es un trabajo que se acomoda a en nuestra circunstancia: la
juventud.
Esta situación se agrava en los lugares urbanos donde
el cambio acelerado de las ciudades necesita la fuerza de trabajo joven
para llenarse el bolsillo de dinero . El acelerado cambio de la cuidad
se compara a la forma acelerada de vivir de los jóvenes, en la que hemos
vivido casi desde que nacimos. El tiempo tan acelerado de la juventud
es utilizado para convencernos de que los premios laborales a corto
plazo son la mejor herramienta de crecimiento, como los puestos altos de
mucha responsabilidad que no siempre implican más paga pero si más
trabajo, que parece que podemos conseguir antes de los 25; es una forma
de ahorrarse los derechos laborales y de contratarnos por un tiempo
corto como sí fuéramos una máquina que puede ser devuelta justo cuando
ya no les servimos.
La dinámica va así: generalmente este tipo de
explotación la tienen empresas nuevas, que venden cosas carísimas que no
necesariamente son de calidad, pero se exhiben en lugares agradables y
que su estética se vincula con nuestra identidad. Por ejemplo, las
tiendas de tenis con propaganda de modelos negros, basquetbolistas o
raperos, los lugares de comida rápida o bares con un ambiente de
‘‘barrio’’, ahí la gente que atiende también es joven y por lo regular
los lugares no tiene más de cinco o seis años de antigüedad. Como el
jefe inmediato es joven las relaciones con él son más relajadas y el
lugar a donde quieres ir todos los días es al trabajo con tus amigos.
Lamentablemente, la paga no es muy buena y cuando las relaciones de
trabajo no sean las más favorables para que estando feliz explotes toda
tu energía eres echado de ahí. Si haces algo mal no te corren, te
pondrán a prueba presionándote para que simplemente te desaparezcas sin
exigir lo que te corresponde por haber hecho tu trabajo, y como no
durarás más que un par de años, nunca gastarán más de lo que quieren en
tu liquidación.
¡Jamás piensas en el futuro, aparentemente te va
tan bien, que no piensas que ese contrato que no te han dado te da
derechos laborales! Esos derechos que, entre otras cosas, permiten que
hoy tu abuelito, el cual ya no encuentra trabajo por su edad, tenga
pensión y pueda tener establemente comida en su refrigerador.
El
ritmo acelerado de vida que nos hace querer todo de manera inmediata
como un mensaje de celular, una llamada, el internet, entre otras cosas,
nos hace vulnerables a creer estar bien cuando tenemos menos de 25 años
y ya somos gerentes, con pésima paga, por cierto. De un momento a otro
nos complace tener todo de forma inmediata y nos olvidamos de que
llegaremos a viejos y perderemos la juventud con la que nos revestimos
hoy. Por eso hay que estar atentos, organizarnos y reencaminar esa
fuerza y relaciones de trabajo a la organización, al sacudimiento de
nuestras consciencias.
Desde la Organización de Lucha por la
Emancipación Popular invitamos a todos los jóvenes que estén en
condiciones de trabajo similares a organizarse, reproducir este artículo
para que nos enteremos que no somos los únicos y que debemos luchar por
nuestros derechos laborales, por una vida justa y digna.
NOTA:
Este artículo fue publicado como parte de la sección TRABAJO del No. 21 de F R A G U A , órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), Noviembre-Diciembre 2016.
Rebelión ha publicad
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