11/24/2016

México, inerme ante Trump

Ana María Aragonés


Más que discutir si las amenazas de Donald Trump se harán realidad o se moderarán una vez tome posesión de la presidencia, lo que requiere atención es el hecho consumado de la elección de un personaje cuyas propuestas impresentables, racistas, xenófobas, posiciones incendiarias y absolutamente desinformadas generan profunda preocupación por sus consecuencias imprevisibles. Escenario sobre el que se deben plantear estrategias para fortalecerse y enfrentarlo. Para México, la propuesta/amenaza de deportar a migrantes mexicanos, en un número que ha variado de 11 millones (propuesta de campaña) a 3 millones (después de la elección), así como la posible renegociación o cancelación del TLCAN, son asuntos de primera importancia.
Pero la forma en que el gobierno está abordando estas nuevas posibilidades pone al descubierto su incapacidad para dar respuestas consistentes. Por ejemplo, queriendo defender el TLCAN, lo que se confirma es que el que ha salido realmente beneficiado es Estados Unidos, no nuestro país. Se señala que “las exportaciones de México a Estados Unidos tienen 40 por ciento de insumos producidos allá, es decir, 40 centavos de cada dólar que exportamos tiene contenido estadunidense… Más de 6 millones de empleos en Estados Unidos dependen directamente de la relación comercial con México” (Peña Nieto, La Jornada); “Estados Unidos tiene en el TLCAN el mejor trato entre todos los tratados de libre comercio que México haya negociado; México prevé total apertura en el sector agrícola… eso no lo tiene en ningún otro país… con Estados Unidos tiene los aranceles cero, ningún producto agrícola tiene arancel” (Beatriz Leycegui, subsecretaria de Comercio Exterior en el gobierno de Felipe Calderón), o se acudirá con organismos del gobierno de Estados Unidos, especialmente a los 16 estados cuyo PIB se constituye en más de 40 por ciento en exportaciones hacia México (José María Zas, en reunión con el secretario Meade). Sin embargo, el gobierno simplemente se niega a reconocer que para México representó un freno a su desarrollo.
Con el TLCAN, México no logró dejar de exportar personas, como habían pronosticado los funcionarios de la administración de Carlos Salinas de Gortari, pues se subordinó a las necesidades e intereses del país vecino, a sus corporaciones internacionales y a sus élites financieras, que generaron un importante crecimiento económico en Estados Unidos y cuya bonanza demandó ingentes cantidades de trabajadores. Esto explica la masiva migración de connacionales, cuyos trabajos permitieron satisfacer esas necesidades; los mismos, por cierto, a los que ahora se quiere deportar.
El gobierno propone el plan de 11 acciones ante la posible deportación masiva de migrantes, con el objetivo de instruir a los consulados para otorgar todo tipo de información, apoyo legal y protección; se aumentará el número de citas para acceder a documentación, como matricula consular, pasaportes y actas de nacimiento, y se abrirá un número de teléfono sin costo que funcionará las 24 horas del día. La verdad, nada distinto a las funciones que debe desempeñar con regularidad cualquier consulado, pero que no representan una respuesta contundente ante la posible llegada de millones de personas. No se ha planteado política alguna de absorción laboral que permita incorporarlos de la mejor manera posible y así lograr su rápida integración. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) señala que entre julio y septiembre de 2016 el número de personas ocupadas en el país aumentó en un millón 308 mil respecto a igual periodo de 2015, para llegar a 52 millones 43 mil personas, pero también se incrementó la cifra de quienes trabajan en la informalidad, que en conjunto sumaron 29.9 millones y representan 57.4 por ciento de la población ocupada.
Y, por cierto, ¿por qué hasta ahora se preocuparon por las deportaciones de los migrantes mexicanos, si Barack Obama hizo lo propio en su administración?
Donald Trump es un hombre del sistema que se ha aprovechado de él para alcanzar los privilegios de los que ahora goza, disfrutado de los vacíos de la ley, pero sobre todo de la explotación de los trabajadores. Sus diatribas contra los migrantes son una estrategia más que pretende dividir a los trabajadores, y de esta forma desviar la atención del verdadero enemigo que ha afectado tanto a los empleados mexicanos como estadunidenses. La ultraderecha siempre se aprovecha del sistema profundizando sus perversiones, aunque afirme lo contrario, y Donald Trump es la ultraderecha.
A pesar de estas evidencias, el gobierno ni remotamente se plantea la urgencia de buscar alternativas que permitan revertir las condiciones de pobreza, desigualdad, inseguridad y corrupción galopante; por el contrario, se aferra a un modelo que no ha cumplido con las expectativas. Se requiere un enorme movimiento social, en el que la sociedad movilizada discuta y proponga un nuevo proyecto nacional incluyente, de recuperación de la soberanía nacional y del bienestar para todos. Es un momento histórico de definiciones que la sociedad mexicana debe aprovechar sin dilaciones.

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