1/29/2023

Babylon


Carlos Bonfil

Hollywood Babylon. Al realizador estadunidense Damien Chazelle se deben dos exitosas cintas sobre jazz y cine, Whiplash: música y obsesión (2014), y La La Land (2016). Lo que ahora acomete en su ambiciosa Bab ylon (2022) es un acercamiento a la difícil transición del cine mudo hollywoodense hacia la nueva realidad que obligó a adaptar los estilos de producción y actuación a las exigencias de un público que descubría y celebraba entusiasta la llegada del sonido a la pantalla. Esos tiempos heroicos los plasmó con humor y desparpajo, y de modo hasta hoy insuperado, la comedia musical Cantando bajo la lluvia ( Singing in the Rain, Stanley Donen, 1952), cinta a la que Babylon rinde un claro tributo retomando elementos de su trama original y añadiendo en una fórmula nueva los sellos de alto contenido en sexo, violencia y drogas. No podía ser de otra manera. A los públicos de hoy, acostumbrados no sólo al sonido sino también a la estridencia en las grandes producciones, apenas habrán de sorprender el ritmo frenético y la sucesión de escenas delirantes y grotescas que ofrece Babylon en sus primeras secuencias. En un prólogo a la cinta de tres horas, Chazelle pretende resumir el clima de decadencia y grandes excesos en las fiestas de la naciente meca del cine, donde los escándalos sexuales de las estrellas (Valentino, Novarro, Chaplin, Lillian y Dorothy Gish o Marion Davies), cubrían los titulares de las revistas sensacionalistas. Fiestas tan babilónicas como los propios sets de Intolerancia ( Griffith, 1916), en una atmósfera de delirio y ensueño en pleno desierto californiano –justo lo que con tanto brío narrativo describe el escritor y cineasta independiente Kenneth Anger en Hollywood Babylon (1959), su indispensable crónica de aquellos primeros tiempos de la desmesura.

Hasta ese lugar, generador de mitologías instantáneas, llega el joven Manuel Manny Torres (Diego Calva) para volverse aprendiz de todo y de nada, colocarse como asistente personal del actor de moda Jack Conrad (Brad Pitt), y enamorarse en silencio y con estilo de la bailarina, chica de calendario e incipiente estrella hollywoodense Nelly LaRoy (Margot Robbie). El director Chazelle ambienta esta comedia romántica sobre ambiciones desmedidas y sueños rotos en el ambiente de un Hollywood aún arcaico donde el rudo trabajo artesanal suplía con temeridad las deficiencias de tecnología y presupuesto. En una escena clave, Manuel asiste en Nueva York al estreno de El cantante de jazz ( The Jazz Singer, Alan Crosland, 1927), primera cinta sonora, y sorprendido por el espectáculo del actor Al Jonson cantando ante un público extasiado, llama a su jefe Jack Conrad para advertirle que "Ahora todo va a cambiar". Y en efecto, ya nada será igual en la zona de confort en que viven las estrellas consagradas del cine mudo. Las viejas certidumbres pronto se transforman en zozobra. El momento del cambio exige un relevo con talentos nuevos, estilos de actuación alejados de la gesticulación o el hieratismo, y sobre todo voces sólidas abiertas a la exploración del género en boga, la comedia musical, máxima expresión de la novedad que representa el cine sonoro. Babylon consigna esa sacudida telúrica en el Hollywood de Lillian Gish, Erich von Stroheim, Gloria Swanson o Greta Garbo, como antes lo había hecho Cantando bajo la lluvia, aunque ahora en un tono crepuscular y con una intención satírica.

El problema principal de Babylon es su propia vocación de exceso, su afán por abarcar y comprimir todo ese Hollywood en una suerte de almanaque repasado vertiginosamente, con escenas emblemáticas del cine mundial intentando abordar lo mismo la comedia al estilo de Stanley Donen que las coreografías delirantes de un Busby Berkeley, para aterrizar en un drama con tintes trágicos (la conversación de un Jack Conrad prematuramente vencido con su crítica implacablemente lúcida, la periodista Elinor St. John), que promete mucho más de lo que finalmente ofrece. Hay ahí un atisbo a El ocaso de una estrella ( Sunsent Boulevard, Billy Wilder, 1950), ese posible modelo dramático aquí a todas luces inalcanzable; hay otra vertiente más hacia el género de horror, con un Tobey McGuire en gran guiñol macabro, conduciendo a Manny por un laberinto de sordidez indescriptible. Un melting pot artístico. Babylon es una cinta desigual y desordenada, muy a tono con el carrusel de impresiones baratas que en el entretenimiento hollywoodense actual apunta ávidamente hacia todas las direcciones sin decidirse, en definitiva, a apostarle a nada.

Se exhibe en la Cineteca Nacional, Cine Tonalá, Cinemex y Cinépolis.

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