2/07/2009

Sobre el Foro Social Mundial


Miguel Concha

Conclusiones del Foro Social Mundial

Al terminar los trabajos del octavo Foro Social Mundial (FSM), al que tuve la oportunidad de asistir acompañando a la Comisión de Justicia y Paz de los dominicos y dominicas de Brasil, miembros del Comité Organizador Internacional informaron que 133 mil personas provenientes de 142 países participaron en las 2 mil 310 actividades autogestionadas que se realizaron en Belem do Pará, del 28 al 31 de enero pasado. En éstas se inscribieron 489 instituciones, organizaciones, colectivos o movimientos de África, 119 de América Central, 155 de México y América del Norte, 334 de Asia, 4 mil 193 de América del Sur y 491 de Europa. Por primera vez Oceanía estuvo representada con 27 de estas entidades.

Significativamente, en el enorme campamento dedicado a los derechos humanos se reunieron durante estos días 10 mil personas, lo que se considera un récord, y en él estuvieron representadas centenas de redes y organizaciones. Un promedio de 250 personas asistieron a cada una de las numerosas actividades que allí se realizaron, en las que sobre todo se discutió sobre las violaciones a los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales, llevadas a cabo por los gobiernos y las empresas con sus grandes proyectos hidroeléctricos, mineros y agropecuarios, sobre la criminalización de los movimientos sociales, y sobre las persecuciones y amenazas que padecen defensoras y defensores de derechos humanos.

Se informó igualmente que se llevaron a cabo 200 reuniones más, en las que participaron aproximadamente mil artistas, que representaron la diversidad cultural de los pueblos del mundo. Y que la prensa colaboró con 4 mil 500 profesionales de la comunicación: 2 mil acreditados y otros 2 mil que informaron sobre las actividades, conectándose por medio de Internet. Este conjunto comprendió periodistas independientes y representantes de 800 medios acreditados de comunicación de 30 países, entre ellos La Jornada, de México, que por cierto en el encuentro promovido por la revista Margen Izquierda, de la Editorial Boitempo, sobre el futuro del foro, fue repetidamente reconocida por el sociólogo Emir Sader, ante un auditorio atestado de gente, como un periódico crítico excepcional en el mundo.

Teniendo en cuenta la Carta de Principios, que establece que el FSM no tiene carácter deliberativo, y que aunque funcione como instancia articuladora no tiene la pretensión de ser un espacio de representatividad de la sociedad civil mundial, al final de la tarde del pasado domingo se leyeron los documentos elaborados en 22 asambleas temáticas, en los que se sintetizaron los principales puntos que se discutieron durante los cuatro días del foro. Teniendo como ejes los derechos humanos, la justicia ambiental, los derechos colectivos de los pueblos, y acciones para preservar la región panamazónica, en ellos se establecen compromisos para seguir enfrentando integralmente las consecuencias de muerte del sistema capitalista, que en la óptica de los movimientos sociales del mundo ha generado una economía, una política y una civilización totalmente desconectadas de las necesidades más elementales de los pueblos y de los derechos de la naturaleza.

Como siempre ha sucedido en todos estos foros, en esa asamblea general se acordaron también una serie de acciones internacionales de los movimientos sociales, que incluyen para este año movilizaciones para defender el derecho humano al agua y su administración no comercial y sustentable durante el foro promovido por las multinacionales en Estambul, Turquía, a partir de la tercera semana de marzo; su presencia en el encuentro de los principales países industrializados y emergentes en Londres, los primeros días de abril, para presionar al mundo por una alternativa a la actual crisis inédita del sistema capitalista, y el 4 de abril en Estrasburgo, ante el Parlamento Europeo, y después, el 28 de julio en Italia, para seguir promoviendo un mundo sin armas y sin guerras. Para el 12 de octubre está prevista una movilización global de las organizaciones indígenas contra la mercantilización de la vida, los transgénicos y la defensa de sus derechos a la tierra y a sus territorios, y en diciembre de este año en Copenhague, escenario de la reunión de la ONU sobre el cambio climático, un encuentro global para promover las conclusiones del foro sobre este urgente tema.

En torno a los ejes de la criminalización de la protesta social, la violencia de género, la discriminación y los derechos económicos, sociales y ambientales, la declaración del foro sobre derechos humanos establece también propuestas concretas de solidaridad entre las organizaciones y los movimientos sociales, campañas globales y mecanismos de vigilancia, control y comunicación para detener el avance en las violaciones a los derechos humanos por parte de agentes particulares y de gobiernos, así como acciones de solidaridad con el pueblo palestino y la autodeterminación de las naciones y los pueblos originarios.

Al final del foro casi todos los comentarios de los participantes coincidieron en que éste va en la dirección correcta, cada vez más fortalecido por la crisis actual del sistema capitalista, pero que es necesario atraer a más entidades de Asia, África, el este de Europa y otras regiones del mundo. Quedó, sin embargo, sin resolver la polémica, también cada vez más intensa, de si el foro puede asumir tomas de posición más concretas en torno de temas urgentes, así sea por medio de las Asambleas de los Movimientos Sociales.


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Emir Sader

Balance del FSM y de otro mundo posible

Un balance del Foro Social Mundial (FSM) en Belem no puede ser hecho en función de los alcances del mismo. El foro no nació para ser un fin en sí mismo, sino un instrumento de lucha en la construcción de “otro mundo posible”. En ese sentido, ¿qué balance se puede hacer desde el punto de vista de la construcción de ese “otro mundo”, que no es más que el de superación del neoliberalismo, el del posneoliberalismo?

Dos fotografías son demostrativas de sus dilemas: una, la de los cinco presidentes que estuvieron en él –Evo Morales, Rafael Correa, Hugo Chávez, Fernando Lugo y Luiz Inacio Lula da Silva–, tomados de las manos y con ellas en alto; la otra, la fría y burocrática de los representantes de ONG brasileñas en la entrevista inicial. La primera muestra gobernantes que, con distinta intensidad, ponen en práctica políticas que identificaron, desde su nacimiento, al FSM: la Alba (Alternativa Bolivariana para Nuestra América); el Banco del Sur; prioridades en políticas sociales; reglamentaciones sobre circulación del capital financiero; la Operación Milagro en Brasil; campañas para acabar con el analfabetismo en Venezuela y Bolivia; formación en el continente, por las escuelas latinoamericanas de medicina, de generaciones de pobres como médicos; la Unasur (Unión de Naciones Suramericanas); el Consejo Sudamericano de Seguridad; el gasoducto continental; Telesur, entre otras. Esa es la cara nueva y victoriosa del foro, avanzando en la construcción posneoliberal en nuestra región.

En la siguiente, las ONG, entidades de naturalezas fuertemente cuestionadas por sus caractísticas ambiguas de “no gubernamentales”; por sus no siempre transparentes financiamientos; sus “ligazones”; por los mecanismos para el ingreso a las mismas y la selección de sus dirigentes –al punto que, en países como Bolivia y Venezuela, entre otros, se alinean mayoritamente contra los gobiernos, junto a la oposición de derecha–. La propia actuación en el espacio que definen como “sociedad civil” sólo aumenta esas ambigüedades. Son entidades que jugaron un papel importante en el inicio del FSM, pero que monopolizaron su dirección, constituyéndose, de forma totalmente antidemocrática, en mayoría del secretariado original, haciendo a un lado a los agrupamientos sociales ampliamente representativos, como los brasileños Central Única de Trabajadores (CUT) y Movimiento de los Sin Tierra (MST), dejándolos en minoría.

A partir del momento en que la lucha antineoliberal pasó de su fase defensiva a la de disputa por la hegemonía y construcción de alternativas de gobierno, el foro se enfrentó al desafío de mantenerse con la dirección de las ONG o, finalmente, incorporar el protagonismo de los movimientos sociales. En esta cita de Belem tuvimos la primera alternativa en los momentos de aquella fría y burocrática entrevista colectiva de las ONG. En contrapartida, vivimos una formidable cara real, con los pueblos indígenas y el Foro Panamazónico; con los movimientos campesinos y Vía Campesina; con los sindicatos y el Mundo del Trabajo, los movimientos feministas y la Marcha Mundial de las Mujeres, los movimientos de negros, los de estudiantes y los de jóvenes, confirmando que ellos son la gran mayoría protagonista del FSM.

El foro transcurrió entre los dos, entre la riqueza, la diversidad y la libertad de sus espacios de debate, y los topes de las ONG, reflejados en la atomización absoluta de los temas, la inexistencia de prioridades sobre tierra, agua, energía, regulación del capital financiero, guerra y paz, el papel del Estado y la democratización de los medios, por ejemplo. La cuestión es que el FSM debió adoptar propuestas alternativas frente a la crisis económica global y ante los epicentros de guerra –Palestina, Irak, Afganistán, Colombia–. ¿Qué propuestas hubo de construcción de un modelo superador del neoliberalismo y alternativo a las políticas y sobre la paz en los conflictos? La respuesta fue un gran silencio.

Hubo varias mesas sobre la crisis, aunque desarticuladas entre sí. Las actividades, “autogestionadas”, significan que se realizan cuando sus convocantes cuentan con recursos –las ONG comúnmente, entre ellas, programan las suyas–, por tanto, los movimientos sociales se ven imposibilitados de hacerlo en la medida que quisieran para proyectarse definitivamente como los protagonistas fundamentales del FSM. Los que creen que la finalidad del foro es el intercambio de experiencias deben estar contentos. Para aquellos que llegaron angustiados en busca de respuestas urgentes a los grandes problemas que el mundo enfrenta, la frustración generada por el sentimiento de que la estructura actual del secretariado está agotada –porque no se quiere superar la intrascendencia– exige cambiar la forma y dejar su dirección a cargo de los movimientos sociales.
Resultó sorprendente la cantidad y diversidad de orígenes de los participantes; notabilísimas las participaciones de los movimentos indígenas y de jóvenes. Destacable, en particular, el momento más importante del FSM con la presencia de los presidentes –cuyas políticas deberían haber sido objeto de exposición y debate entre los movimientos sociales de manera mucho más amplia y profunda–. Fue triste comprobar que todo ese caudal no se oyó, ni siquiera por Internet –otro síntoma del envejecimento de las conducciones burocráticas que tiene el FSM–. Al día siguiente de finalizado el encuentro, se reunió el Consejo Internacional, de manera fría y desconectada de lo que fue efectivamente la reunión, donde cada uno –una desconocida ONG o un importante movimiento social– tenía derecho a intervenir durante dos minutos.
El “otro mundo posible” va bien, gracias. Enfrenta enormes desafíos frente a los efectos de la crisis, gestada en el centro del capitalismo, y ante la cual se defienden bastante mejor quienes participan en los procesos de integración regional que los firmantes de tratados de libre comercio. Se enfrentan aquellos a la hegemonía del capital financiero, la reorganización de la derecha regional, que cuenta en los monopolios de los medios privados con su dirección política e ideológica. Pero se avanza, y así debe entenderse –hablando de América Latina– el caso de El Salvador y el probable triunfo del candidato a la presidencia, favorito en las encuestas, Mauricio Funes, del Frente Farabundo Martí, el 15 de marzo próximo.

No puede decirse lo mismo del FSM, que parece girar en falso, no colocarse a la altura de la construcción de las alternativas con que se enfrentan los gobiernos latinoamericanos y las luchas de otras fuerzas para pasar de la resistencia a la disputa por la hegemonía. Para eso las ONG y sus representantes tienen, definitivamente, que tener un papel menos protagónico en el foro, dejando que los movimientos sociales marquen la tónica: que nunca más existan conferencias como la de Belem; que nunca más las ONG se pronunciem en nombre del foro; que los movimientos sociales –se trata del Foro Social Mundial– asuman la dirección formal y real del mismo, para que la lucha antineoliberal transite por caminos de efectividad tras “otro mundo posible”; de que América Latina es el privilegiado sitio naciente.

Traducción: Ruben Montedónico


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