4/13/2009

Periodistas pal café....


Julio Hernández López: Astillero
esucristo, vivido como negocio y privilegios, ha producido ejemplos de frivolidad y perversión, como son el obispo de Tlalnepantla, Carlos Aguiar Retes, quien llegó a la catedral de su nueva diócesis a bordo de un auto deportivo convertible (un BMW que, según eso, le había facilitado el gobierno municipal panista), o el pecaminosamente antológico de Ecatepec, el ex corredor de bolsa Onésimo Cepeda, o el cardenal Norberto Rivera, exculpado jurídicamente, mediante argucias procesales y tráfico de poder, de las acusaciones de proteger pederastas, o el ídolo de ciertos segmentos de las clases medias y altas conservadoras, Marcial Maciel, diaria e irreparablemente derruido. Se han citado sólo algunos ejemplos recientes de frivolidad y perversión que resultan notables, por su escándalo público, pues sabido es que a lo largo de su historia la Iglesia católica ha producido una larga lista de especímenes nefastos coronados con presunta autoridad administrativa espiritual, y que en estos mismos momentos, sin tanta difusión como en el caso de los altos jefes, hay muchos sacerdotes involucrados en asuntos de homosexualidad, abuso de menores, alcoholismo, fraudes y robos (el inenarrable Onésimo fue acusado en octubre de 2008 por presunto fraude procesal en un asunto de 130 millones de dólares relacionado con una colección de arte).La gran mayoría de esos jefes de la Iglesia de culto mayoritario en el país viven a la sombra de los poderes terrenos, particularmente asociados a quienes ejercen los mandos políticos. Así sucede que, ante la desgracia nacional en curso, esas figuras religiosas prefieren mantenerse en silencio o expresarse tibiamente en relación con abusos, lesiones, asesinatos y constantes violaciones a los derechos humanos que cometen los policías de todo el país y, ahora, los militares habilitados como agentes federales. No siempre ha sido así, ni todos son así. El Viernes Santo de 1981, el obispo de Cuernavaca, Sergio Méndez Arceo, emitió un decreto para excomulgar a quienes directamente o por encargo, o pudiendo evitarlo y no lo hicieran, participaran en actos de tortura. Decía don Sergio que era sumamente grave la tortura “tanto física, síquica, como moral, sobre todo cuando se hace con todos los agravantes, pues la hace la autoridad puesta para proteger y promover todo lo que contribuye a la vida y dignidad de los ciudadanos; se hace con la fuerza y los medios que el mismo pueblo proporciona para su seguridad y respeto, y constituye una violación y traición a la confianza depositada por el pueblo en sus autoridades...”Hoy, 28 años después, en un México diariamente teñido de sangre arbitrariamente derramada, en el que cada hora son torturados mexicanos principalmente pobres, no hay voz de autoridad alguna de la Iglesia católica que sea capaz cuando menos de enfrentar con el expediente de la excomunión a esas máquinas de ilegítima violencia institucionalizada. Los señores obispos y cardenales (su gran mayoría) andan más ocupados en asistir a fiestas y comelitonas, en hacer caravanas a los políticos de moda y en cerrar negocios y cuidarse las espaldas mediante la complicidad silenciosa.Otra excepción a esa regla vergonzosa es el obispo de Saltillo, Raúl Vera, quien ayer emitió un mensaje de Pascua en el que habla del actual combate a los cárteles de las drogas y la urgencia de extenderlo a los ámbitos económico y político. “Existen los instrumentos internacionales para desmontar una de las estructuras del crimen organizado que no están siendo tocadas en la guerra contra el narcotráfico, su poderosa estructura económica”, señaló Vera. Luego mencionó que, dado que “la actuación de los cárteles en México ya está en el nivel de terrorismo”, es posible acogerse a puntos de la resolución 1373 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, en los que se propone congelar “sin dilación los fondos y demás activos financieros o recursos económicos” de las personas que cometan, o intenten cometer, actos de terrorismo o participen en ellos o faciliten su comisión, de las entidades de propiedad o bajo el control directo o indirecto de ellas, y de personas y entidades que actúen en nombre o asociadas a aquéllas.Por otra parte, el ex obispo coadjutor de San Cristóbal de las Casas advirtió: “La otra estructura que permite actuar con mucho poder y desarrollarse en el alto grado que ha llegado a tener en el país es el apoyo que recibe desde los círculos políticos. Para desmontar esto no existe otro camino que el trabajo de inteligencia que lleve a detectar a las personas que desde dentro de las estructuras del Estado mexicano están contribuyendo a la destrucción de México con su apoyo cómplice al narcotráfico. Se debe proceder a la destitución y a juzgarlas conforme a los crímenes que han estado cometiendo”. La solución de los problemas actuales no está en que “metan a la cárcel a unos cuantos miembros de los brazos armados del narcotráfico o en la caída de algunas cabezas de los cárteles”, pues “si continúan con todo su dinero y cobijados en el poder de varios políticos seguirá creciendo su poder hasta que lleguemos a ver a México, en muy corto plazo, en la condición de Estado fallido, pues el crecimiento de la violencia que provoca el crimen organizado es exponencial”. Que así no sea....Astillas¿Qué hizo la administración calderonista después de que fue denunciado el intento de soborno electoral con fondos de la Lotería Nacional en Campeche? Aparte de sacar del escenario al director de esa caja chica, Miguel Ángel Jiménez (con la intención de que todo quede pronto en el olvido y la impunidad), redoblar significativamente su presencia en aquella entidad que le desea escriturar a la familia Mouriño. Insólitamente, en nueve días estuvieron allí los secretarios de Desarrollo Social y de Agricultura, expresamente ligados al clientelismo electoral, y el propio Felipe Calderón, quien ante los hechos denunciados por el Diario de Yucatán solamente ofreció el silencio y ciertas evasivas presuntamente humorísticas... ¡Hasta mañana!Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx

Enrique Galván Ochoa: Dinero
a última vez que los jefes de Estado del continente americano se reunieron fue en noviembre de 2005, en Mar del Plata, Argentina. Lo más espectacular: las trompadas verbales entre Vicente Fox y Hugo Chávez. Éste lo llamó cachorro del imperio, lo que enfureció al hoy ex presidente, con eso de que no lee periódicos entendió cacharro del imperio, y eso sí duele. Ensuciaba su hoja de servicios a la bandera de las barras y las estrellas, que había comenzado como ejecutivo cocacolero. Llamó la cancillería al embajador de Venezuela para que diera una explicación, y ya una vez que todo quedó claro, Fox se apaciguó porque no había sufrido demérito su orgullo: su papel de cachorro –no de cacharro– era reconocido. ¿Resultados de la cumbre? Han transcurrido casi cuatro años y pueden verse con precisión: cero. Este fin de semana el presidente Obama se reunirá en Puerto España con los jefes de los gobiernos americanos, algunos son nuevos. Podrá conocer personalmente a los que encabezan regímenes de la variopinta izquierda. También confirmará que su país tiene un muro de ultraderecha en su frontera sur para contrarrestar la influencia de los Evo, Castro, Chávez, Lugo, Correa, y hasta de las inofensivas Fernández y Bachelet. Ahora lo cuida el subcachorro.Parte de guerraLa guerra de las croquetas que declaró el secretario de Economía, Ruiz Mateos, contra Estados Unidos, ya cobró una víctima… en Japón. Recordarán que el aguerrido funcionario abrió el fuego arancelario en respuesta al bloqueo a traileros mexicanos en autopistas americanas. Subió el impuesto a la importación de varios productos, entre ellos las croquetas para perros y los árboles de Navidad. Hasta ahora no se había registrado ninguna baja, pero ya uno de los disparos dio en el blanco: le pegó a la fábrica de salsa de soya Kikkoman. Venía exportando unas cajitas a nuestro país desde territorio estadunidense. Ahora falta que se extienda la conflagración hasta el Lejano Oriente.

Carlos Fernández-Vega: México SA
esulta saludable que de vez en vez instituciones como la Auditoría Superior de la Federación repartan documentadas cápsulas de memoria para que los mexicanos no olviden qué tipo de bichos los gobiernan”, “representan”, “trabajan por ellos” y “cuidan sus intereses”. La más reciente de ellas, publicada por La Jornada el pasado sábado, dice así: “con Fox, los peores resultados económicos en 18 años; crecimiento promedio de 2.3 por ciento, pese a contar con fondos extraordinarios sin precedente; serios retrocesos en generación de empleo, competitividad, apoyo al agro y deuda pública; en el sector energético, mayor dependencia del exterior y cada vez más endeudamiento”.Ese es el resultado concreto del “gobierno” foxista y de la “democracia” panista (“de, para y por los empresarios”, según renovada definición del término, creación del propio “presidente del cambio”). La nota de La Jornada, firmada por Roberto Garduño, redondea: “la Cámara de Diputados recibió el dictamen con las conclusiones de la fiscalización de la Cuenta Pública de 2006, último año de gobierno de Vicente Fox –que será debatida en el pleno la semana próxima–, en el cual se establece que en dicho periodo los ingresos adicionales de que dispuso la administración panista ascendieron a 310 mil millones de pesos y el crecimiento del producto interno bruto fue de sólo 2.3 por ciento al año. Ese hecho significó que el foxismo arrojó en los principales sectores productivos del país los peores resultados en el ejercicio de recursos. La economía mexicana creció entre 2000 y 2006 a un ritmo de 2.3 por ciento, mientras con Carlos Salinas a 3.9 en promedio al año y con Ernesto Zedillo a 3.5, a pesar de la crisis en 1994-1995” (de 0.34 por ciento con Miguel de la Madrid y de 0.9 por ciento en los primeros cuatro años de Calderón, según sus propias estimaciones, “catarrito” incluido, añade México SA).Qué bueno que distribuya esas documentadas cápsulas de memoria, sobre todo ahora que los desmemoriados mexicanos, televisión de por medio, están a punto de “elegir” a los futuros diputados federales (más algunas gubernaturas, congresos estatales, ayuntamientos, presidencias municipales y jefaturas delegacionales, en el caso del Distrito Federal), cuyas candidaturas fueron “democráticamente” impuestas a los ciudadanos por los mismos partidos políticos que ellos financian.Sin embargo, tales cápsulas deberían ser permanentes y con mayor contexto (ser de amplio espectro, como algunos bactericidas), con el fin de evitar que en el futuro mediato e inmediato, los que supuestamente deciden cometan el error (repetido a lo largo de las últimas nueve elecciones, intermedias y federales), es decir “optar” por los mismos fulanos, o sus hijos, que en las tres décadas inmediatas han hundido al país, pero que cada que hay comicios aseguran que ellos son los únicos “capaces” de sacarlo del hoyo, para hundirlo más en los hechos.Por ejemplo, las multicitadas cápsulas deberían incluir el exitoso historial de las pasadas cuatro administraciones gubernamentales (de Miguel de la Madrid a Fox), sobre todo en materia económica y de beneficios sociales, y llevar puntual registro de los “logros” del gobierno en turno (Calderón). Así, los ciudadanos tendrían un sólido punto de referencia, no para saber quién ha sido el mejor, sino para constatar quién ha sido el peor. Así, con dicha contextualización lo primero que saldría a relucir es que en lo económico y en lo social el país ha caído en rigurosa picada, de más a menos, o si se prefiere como en conteo de nocaut (¡…4, 3, 2, 1, 0… fuera!). En sentido contrario, podrían tener a la mano cómo se ha ido incrementando el cada día más costoso aparato electoral, financiado por los mexicanos, que va desde el mayordomo de las televisoras, el IFE, a las mafias políticas, sin olvidar esos jugosos negocios familiares y tribales pomposamente llamados partidos políticos.Ese es el tipo de información (sólida, documentada) que debería fluir y difundirse amplia y permanentemente en cada proceso electoral para que, a falta de memoria, los ciudadanos tuvieran herramientas con qué decidir su voto, o de plano abstenerse como única forma real de protesta y hartazgo que la ley en la materia permite a los electores, es decir, a quienes pagan la fiesta y el negocio. Ese es el tipo, no las sopas de letras, los reality shows organizados por la fábrica de sueños, ni el indiscriminado bombardeo de propaganda hueca.Eso es: información, no propaganda, aunque de ser así el país corre el riesgo de verse en la penosa necesidad de ejercer la democracia.Las rebanadas del pastelY mientras la Secretaría de Gobernación se dedica a los chistes (“es absolutamente falso que el primer mandatario haya efectuado acciones de activismo político a favor de algún partido (PAN) o candidato (panista); siempre se ha conducido con respeto irrestricto al clima democrático de equidad, transparencia y legalidad del proceso electoral”), y algunos lectores recuerdan el que Felipe Calderón contaba en su campaña de 2006 (“lo que los mexicanos queremos es progresar en paz, ¡y yo sé cómo!: con empleos y no con deudas; con inversiones y no con crisis económicas; por eso voy a ser el presidente del empleo”), van más denuncias sobre el problema del agua: “somos un grupo de vecinos de Tecámac, estado de México, afectados por la sobre explotación del acuífero Cuautitlán-Pachuca. Sabemos que el proyecto denominado Ciudad Bicentenario implica la creación de un millón de viviendas en nuestro municipio, lo que nos parece un proyecto sin sustentabilidad, debido sobre todo a la falta de políticas hídricas que permitan la debida recarga de los mantos freáticos. Sabemos de la existencia de un decreto de veda de fecha 21 de julio de 1954 y publicado el 19 de agosto de 1954 que prohíbe expresamente otorgar más concesiones para perforar pozos, y que tristemente se lo pasan por el arco del triunfo. Contamos también con un informe denominado Determinación de la disponibilidad de agua en el acuífero Cuautitlán-Pachuca, estados de México e Hidalgo de la Comisión Nacional del Agua, de fecha 30 de abril de 2002, cuya conclusión dice textualmente: ‘la cifra indica que no existe volumen disponible para nuevas concesiones en la unidad hidrogeológica denominada Acuífero Cuautitlán-Pachuca, estado de México e Hidalgo’. Por la defensa del agua, la tierra y el lugar donde vivimos” (Mateo Martínez Urbina, Ricardo Ovando Ramírez y Juan Carlos Garcés Rojas, garcesjc@hotmail.com).cfvmexico_sa@hotmail.commexicosa@infinitum.com.mx

Tailandia: crisis social y políticaEn semanas recientes, decenas de miles de manifestantes se han volcado a las calles de Tailandia para pedir la renuncia de Abhisit Vejjajiva, primer ministro de ese país, y para demandar la realización de elecciones anticipadas. Desde febrero pasado los llamados camisas rojas –seguidores del ex primer ministro tailandés Thaksin Shinawatra, depuesto por un golpe de Estado en 2006– rodearon las dependencias del gobierno de esa nación del sudeste asiático y reclamaron la disolución del régimen de Abhisit, así como la convocatoria a nuevos comicios y el restablecimiento de la Constitución de 1997, derogada por el ejército.Este fin de semana, alrededor de 2 mil inconformes irrumpieron en el hotel de la ciudad de Pattaya, al sur de la capital Bangkok, donde ese mismo día se tenía planeado inaugurar la cumbre de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés). En consecuencia, las autoridades tailandesas se vieron en la necesidad de cancelar la reunión de gobernantes –con lo que la imagen de Tailandia ante sus vecinos del sudeste asiático se vio severamente dañada–, declarar el estado de excepción en esa ciudad, para después hacer lo propio en Bangkok y en cinco provincias vecinas. Esto último, sin embargo, no impidió que los manifestantes asaltaran ayer el Ministerio del Interior y agredieran a uno de los automóviles del primer ministro. Finalmente, la madrugada de este lunes, un violento enfrentamiento entre efectivos del ejército y civiles manifestantes dejó como saldo al menos 77 heridos.Cabe advertir que los hechos que se comentan no son nuevos en la historia política de Tailandia; antes bien, parecieran formar parte de la normalidad de esa nación, donde el ejército pareciera constituir el único factor de gobernabilidad: desde 1932 –año del fin de la monarquía absoluta en ese país– a la fecha han sido derrocados 18 regímenes, y tan sólo en los dos años recientes han desfilado cinco gobernantes. Por añadidura, los sucesos ocurridos en semanas recientes son expresiones de una crisis política de muy largo aliento, que se inició con el golpe de Estado de 2006 y el exilio de Thaskin Shinawatra y se recrudeció con el ascenso de Abhisit al poder, en diciembre pasado, a consecuencia de una reconstitución de las coaliciones parlamentarias, no de un proceso electoral, lo que finalmente terminó por detonar el descontento y la reciente ola de inestabilidad en el país.No obstante estas consideraciones, el gobierno de Bangkok ha actuado con una monumental insensibilidad política y social: se ha negado a atender las demandas de democratización de la sociedad tailandesa y ha respondido con medidas represivas, lo que ha incrementado la furia de los opositores civiles. En consecuencia, los manifestantes comienzan a desafiar, cada vez con mayor determinación, los reflejos represores del gobierno de esa nación, lo que ha configurado una especie de círculo reproductor de la violencia que, es de suponer, podría colocar en la cuerda floja al régimen de Abhisit Vejjajiva.Por lo demás, en la crisis política y social que enfrenta Tailandia convergen, además de factores particulares que la hacen especialmente explosiva, otros elementos que proliferan por todo el orbe y que merman las perspectivas de estabilización, como la pobreza y la injusticia social. De tal forma, las recientes expresiones de descontento pueden interpretarse como un rechazo de los sectores menos favorecidos de ese país hacia una clase política asociada con la monarquía, el ejército y los estamentos privilegiados de la sociedad, y si los tailandeses pobres expresan hoy su apoyo al ex primer ministro Thaksin Shinawatra no se debe tanto a que éste sea percibido como una esperanza de transformación social o de renovación moral de la elite gobernante, sino a que su administración, pese a estar involucrada en escándalos de corrupción y de tráfico de influencias, logró concretar políticas que paliaron en alguna medida el deterioro en sus condiciones de vida, como la concesión de créditos a los campesinos y la creación de servicios de salud pública.Ante estos elementos de juicio, todo parece indicar que la inestabilidad social y política en Tailandia pudiera profundizarse en los próximos días, a consecuencia del descontento provocado por la falta de democracia y la injusticia social, así como la incapacidad de las autoridades de Bangkok para resolver esos problemas.


Matteo Dean: Las enseñanzas del G-20
a recientemente concluida cumbre de los 20 grandes (G-20), en la ciudad de Londres, nos dejó muchos elementos para reflexionar en los dos perfiles: el de la crisis en sí misma y el de los movimientos sociales que a este tipo de globalización y al modelo neoliberal se oponen y se han opuesto a lo largo de años recientes. Vamos a ver algunos.La crisis. Si algo quedó claro en las declaraciones de los 20 jefes de Estado y de gobierno que en Londres se reunieron para tratar de ofrecer soluciones a la grave crisis económica que se está viviendo, es el hecho de que no tienen soluciones. Primero, porque haciendo caso omiso a muchas voces –algunas de la cuales, de cierta forma, se escucharon también dentro del mismo Grupo de los 20– que sostienen que es necesario volver a replantear las reglas del juego global, los 20 grandes no pudieron hacer más que unir esfuerzos en la dirección ya tomada a escala nacional por muchos participantes en esa reunión: inyectar dinero y más dinero al sistema. Algo que suena ya no solamente peligroso (¿quién pagará las deudas futuras?), sino absolutamente inútil, pues la materialidad de esta crisis se ha mostrado con toda su crueldad en la sociedad de los que estamos abajo y la inyección de recursos económicos no ha hecho nada más que mantener vivo al moribundo sistema actual. Es como seguir inyectando adrenalina a un cuerpo cuyo corazón está por pararse: vencen el susto y seguramente garantizan unos minutos más de vida, pero no lo salvan de muerte segura. Otra, es la intervención necesaria.Segundo, no se puede seguir jugando con las mismas reglas cuando esta crisis ya ha modificado al mundo. A un año de su estallido más evidente, ya no son los ocho grandes (el G-8) quienes deciden. Ya no está Bush. Ya China e India marcan su papel con más firmeza. La Unión Europea (UE) se deslinda de Estados Unidos y mira más hacia Moscú.Finalmente, la cumbre de Londres enseñó algo más: la debilidad, ahora sí, de este tipo de reuniones. Ya no son las cumbres de los grandes que servían, antes que todo, para mostrar su poder y su potencia, para ofrecer la imagen del gobierno del mundo globalizado.Al contrario, en Londres se vieron los rostros del susto y de la ausencia de ideas. Parece ayer cuando los grandes del mundo se reían de los que protestaban afuera de las cumbres –desde Seattle. Aquí en México hasta los tacharon de globalifóbicos. Y ahora ellos son los que tienen miedo que el modelo de la explotación permanente y de la riqueza virtual y fugaz se les escape definitivamente de las manos.La protesta. En cuanto se produjo la protesta en la cumbre de Londres, inmediatamente fue tachada como violenta por los comentaristas de siempre, pero en realidad presentó algunas novedades y confirmaciones. Primero, la relación entre la multitudinaria presencia en las calles londinenses y la forma radical de las protestas. Adentro de la crisis no hay posible respuesta que no sea aceptar el fin de cualquier mediación, de cualquier reformismo posible. Y no porque sea necesario ser “violentos” o “malos”, sino porque respuestas desde el punto de vista reformista simplemente no son posibles. Lo dejan entender los mismos miembros del G-20. Y la violencia que se pudo desatar en Londres, hay que admitirlo, tuvo un gran consenso social. Segundo, el formato de las protestas fue absolutamente novedoso, pues al contrario de las grandes protestas internacionales recientes (por ejemplo el G-8 en Rostock, en 2007), las organizaciones no se unieron tras la afinidad ideológica o de prácticas políticas y de formas de protestar. Siempre iban los pacifistas de un lado, los del llamado “bloque negro” del otro, etcétera. Esta vez fueron las temáticas las que congregaron distintas personas y distintas prácticas: salieron los cuatro caballos del Apocalipsis rumbo a la City, para asediarla. El caballo rojo en contra de la guerra; el verde del cambio climático y de los problemas ambientales; el plateado en contra de los crímenes financieros, y el negro en contra de las privatizaciones de los bienes comunes y del cierre de las fronteras.La propuesta. Ratificando una vez más la crisis de la representación política de las democracias formales, la protesta supo evidenciar también otro aspecto. Porque es claro que las formas radicales de protesta no pueden y no deben quedarse en la búsqueda de la satisfacción casi personal, del desahogo y hasta de la exhibición estética. Lo que necesita el ser radical es también proyecto y propuesta.La crisis ha roto la clásica relación entre protesta y desarrollo. En Londres las luchas no pedían más, exigieron menor desarrollo, es decir, un cambio de asimetría. Las protestas –y no sólo las de Londres, sino también las de las semanas anteriores en Francia– plantearon desde abajo el control de las formas de producción de energía y alimentos en la búsqueda de nuevas maneras colectivas de comunicar y de gestionar la riqueza producida por aquellas producciones, misma que hoy vemos volatilizada por las especulaciones financieras.Entonces, es la independencia de esos procesos lo que hoy se pide. Por decirlo en otras pa-labras: las luchas que se vieron en Londres, como las que aparecen cada vez más seguido en la UE, como las que observamos en muchos lados del pla neta, hablan el lenguaje de la búsqueda de una li beración de los lazos impuestos por el capital, hacia una independencia. Es decir, hacia un nuevo proceso constituyente.





a decadencia del sistema corroe las entidades que lo soportan y también las vacía de significado. Modernidad, progreso, desarrollo, palabras entrañables que convocaban apasionadas militancias, hoy se ahuecan si no es que adquieren carga irónica.
La convergencia de flagelos objetivos de carácter económico, ambiental, energético, migratorio, alimentario y bélico que en el arranque del tercer milenio agrava y encona las abismales desigualdades socioeconómicas consustanciales al sistema, deviene potencial crisis civilizatoria porque encuentra un terreno abonado por factores subjetivos: un estado de ánimo de profundo escepticismo y generalizada incredulidad, un ambiente espiritual de descreimiento en los ídolos de una modernidad que en el fondo nos defraudó a todos: a los poseedores y a los desposeídos, a los urbanos y a los rurales, a los metropolitanos y a los orilleros, a los defensores del capitalismo y a los impulsores del socialismo; que defraudó incluso a sus opositores, las sociedades tradicionales que denodadamente la resistieron.
La locomotora de la historia.La gran promesa de la modernidad: conducirnos a una sociedad que al prescindir de toda trascendencia metafísica y apelar sólo a la razón nos haría libres, sabios, opulentos y felices, comenzó a pasar aceite desde hace rato. Por un tiempo, creer en la regularidad cognoscible y operable de un mundo natural-social definitivamente desencantado, fue dogma de fe en un orden que al estar presidido por la razón técnico-económico-administrativa creía haber prescindido de toda ideología de sustento trascendente y por ello de toda fe. Pero la convicción no era suficiente, hacía falta también la inclinación afectiva, la militancia: “Hay que querer y amar la modernidad”, escribió Touraine (Alan Touraine. Crítica de la modernidad, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1998, p. 65). Y afiliarse a la modernidad era enrolarse en el progreso. En palabras de Touraine: “Creer en el progreso significa amar al futuro, a la vez ineluctable y radiante” (Ibid, p. 68).
Fatal y seductor como una vampiresa, el futuro fue fetiche tanto del progresismo “burgués” como del revolucionarismo “proletario”, pero por diferentes vías y con distintos ritmos los altares de la modernidad fueron paulatinamente desertados. Las elites metropolitanas que durante la segunda mitad del siglo XX vieron hacerse realidad muchas de las premisas del paraíso prometido, pero sin que las acompañara la añorada plenitud, cultivaron un posmodernismo desilusionado, donde la subjetividad se desafana del flujo sin sentido del mundo. Después de un esperanzado pero efímero coqueteo con la “democracia occidental”, los damnificados del socialismo realmente existente desplegaron una desmodernidad pragmática que pasa tanto de las promesas de la “sociedad sin clases” como de las del “mundo libre”. Los pueblos originarios, largo tiempo negados o sometidos, reivindicaron identidades de raíz premoderna.
Añoranzas. Sin embargo la modernidad y el progreso no son del todo perros muertos, pues su versión tercermundista, el proverbial desarrollo, conserva aún gran parte de su capacidad de seducción. En unos casos bajo su forma clásica o “desarrollista”, en otros como “socialismo del siglo XXI” y en otros más como “altermundismo”, las dos últimas, variantes de lo que algunos han llamado modernidad-otra.
Y es que aquellos que siempre vimos de lejos las glorias de la modernidad, preservamos por más tiempo la esperanza en un desarrollo que –algún día– deberá equipararnos a las naciones primermundistas. Promesa ahora aún más difícil de cumplir, pues en los tiempos que corren habría que emprender el vuelo con alimentos y petróleo caros, mientras que los que despegaron antes lo hicieron con energía y alimentos baratos. Y aspiración en el fondo dudosa, pues cuando menos en algunos aspectos las admiradas metrópolis resultaron sociedades tan inhóspitas como las otras. Pero, pese a todo, en las orillas del mundo muchos siguen esperando acceder a las mieles de la modernidad (y si de plano no hay tales, cuando menos al chance de ser posmodernos con conocimiento de causa).
Tan es así que en el derrumbe del neoliberalismo y el descrédito de sus recetas, reaparecen con fuerza en la periferia el neonacionalismo desarrollista y la renovada apelación al Estado gestor. Nada sorprendente, cuando a los países centrales sacudidos por la megacrisis no se les ocurre remedio mejor que un neokeynesianismo más o menos ambientalista.
Que los zagueros de la periferia, los desposeídos de siempre y los damnificados de la Gran crisis sigan apelando a las fórmulas que demostraron su bondad en las añoradas décadas de la posguerra, cuando en las metrópolis el Estado benefactor gestionaba la opulencia, en el llamado bloque socialista había crecimiento con equidad y los populismos del tercer mundo procuraban a sus clientelas salud, educación, empleo industrial y reforma agraria, me parece poco menos que inevitable. Y es que en el arranque de las grandes transformaciones, los pueblos y sus personeros acostumbran mirar hacia atrás en busca de inspiración.
Podemos esperar, sin embargo, que el neomilenarismo sea una fase transitoria y breve. Por un rato seguiremos poniendo vino nuevo en odres viejos, pero en la medida en que la Gran crisis vaya removiendo lo que restaba de las rancias creencias, es de esperarse que surja un modo renovado de estar en el mundo. Un nuevo orden material y espiritual donde algo quedará del antiguo ideal de modernidad y al que sin duda también aportaran las aún más añejas sociedades tradicionales que no se fueron del todo con la finta del progreso.


os equivocamos al creer que las autoridades responsables de garantizar la salud pública y la calidad de los recursos naturales (en especial el agua) habían actuado para evitar que Granjas Carroll, una de las más grandes empresas porcícolas del país, afecte negativamente a miles de personas y el medio ambiente.
Hace tres años publicamos aquí el malestar de la población de Perote, Veracruz, por la protección que las instancias oficiales de esa entidad daban a dicho negocio. Granjas Carroll se estableció hace 15 años en Perote por ser sitio ideal para la porcicultura: buen clima, cercanía al mercado del centro del país, mano de obra barata y facilidad para traer del exterior los insumos que se requieren para producir casi un millón de porcinos al año y mantener 40 mil pies de cría.
Carroll se distingue por el alto consumo de agua y sustancias que permiten que los cerdos crezcan rápido y “saludables”. Pero los desechos originados en los criaderos son peligrosos: excrementos de los cerdos, residuos químicos y biológicos, agua negra fruto del aseo de las zahúrdas, entre otros. Por contaminar con sus desechos, en Estados Unidos multaron a la poderosa empresa Smithfield, principal accionista de Carroll. Aquí, en cambio, se le permite todo, como demuestran los reportes publicados la semana pasada por el corresponsal Andrés Timoteo Morales. Además, anota cómo las autoridades locales persiguen a quienes luchan por el medio ambiente y la salud. ¿Y la autoridad federal?
Otro asunto también marcha a paso de tortuga: el saneamiento de las playas. Según el gobierno, se han invertido cerca de 2 mil millones de pesos en la instalación de plantas de tratamiento de aguas residuales y su operación en las principales ciudades turísticas costeras. Las secretarías de Salud y del Medio Ambiente llevan el monitoreo de la calidad del líquido en las 21 playas consideradas prioritarias por su contaminación crítica. Están en Jalisco, Campeche, Veracruz, Chiapas y Guerrero. Pero son muchas más, 213 según la agrupación El Poder del Consumidor. Registran niveles de enterococos superiores a los que fija la Organización Mundial de la Salud. Por su parte, Greenpeace asegura que las autoridades no informan oportunamente y con datos fehacientes sobre la calidad del agua de las playas. Además que los niveles de calidad utilizados están por debajo de los que rigen internacionalmente para la contaminación costera. En el colmo, oficialmente se informa un día antes de que finalice la temporada de vacaciones sobre la gravedad del deterioro de las playas.
Mientras, el cuestionado proyecto para recuperar las playas en la zona turística de Quintana Roo sigue dando de qué hablar. Por un lado, se declaró desierta la licitación para realizar dicha obra, que algunos hoteleros de Cancún quieren manejar a su antojo y provecho. Por el otro, se hallaron los 10 millones de metros cúbicos de arena perdidos durante los recientes huracanes. Esa arena, según la titular de Turismo de Quintana Roo, antes estaba en las playas de Cancún, Playa del Carmen y Cozumel. Servirá para las nuevas, proyecto en el que se invertirán alrededor de mil millones de pesos. Una primera “reconstrucción”, que pronto se llevó el oleaje, costó cerca de 250 millones.
En la misma región, grupos ciudadanos se quejan de que se dio vía libre para que comience a funcionar un nuevo muelle en Playa del Carmen: Ultramar, cuya actividad estuvo suspendida tres años por las denuncias sobre afectación del arrecife Jardines. Además, con su estructura se privatizó una playa antes pública (muchas otras igualmente lo están en todo el país vía los hoteles trasnacionales que impiden con sus guardias blancas el paso hacia la zona marítima federal terrestre a quien no sea huésped). Una extraña orden judicial obligó a la secretaría federal del Medio Ambiente a dejar sin efecto las medidas que había tomado y que impedían el funcionamiento de dicho muelle. El otro que existe en Playa del Carmen (comunica con la isla de Cozumel) puede ser ampliado, lo que causaría erosión en las áreas litorales cercanas. ¿Playas limpias, públicas y seguras?


a crisis económica pone de relieve abiertamente uno de los aspectos básicos del proceso económico, en cualquiera de las formas de organización que adopte, y es el de la creación de riqueza.
La noción de riqueza era muy evidente para quienes formularon los principios de la disciplina de la economía en el último cuarto del siglo XVIII y que, por cierto, no estaba alejada entonces de los postulados de la filosofía moral. Se asociaba directamente con la aplicación del trabajo y de otros recursos disponibles para crear productos y mantener a la población y, por supuesto, generar un excedente, cuya distribución no tiene nada que ver en principio con la igualdad.
El Diccionario de la lengua española define a la riqueza como la abundancia de bienes o cosas preciosas, o incluso como la abundancia relativa de cualquier cosa (¿se puede entonces, paradójicamente, ser un país rico en pobreza?).
Los diccionarios especializados intentan ser más precisos y la riqueza se toma como el valor de la producción, medida en términos monetarios durante un año (producto interno bruto). No necesariamente se hace una consideración explícita sobre cómo se compone ese producto y cómo se distribuye. Vaya, la riqueza y su distribución, o sea, la equidad social, son independientes.
Igualmente se toma por riqueza la cantidad de dinero que se tiene, las posesiones de valor o las propiedades. Más estrictamente se asocia con las cosas que tienen valor monetario y que se pueden intercambiar, o aquello que tiene una utilidad y que se puede apropiar, comprar y vender. Se vuelve hasta tautológico cundo se dice que la riqueza es el estado de ser rico.
A la luz de esta crisis o de las que se han padecido repetidamente en México, estas ideas deben repensarse. El caso es que se quiebra el proceso de generación de riqueza y se acentúa el desperdicio de los recursos capaces de generarla. En primer lugar el de la ocupación y uso de las capacidades de la fuerza de trabajo, a la que se suman los demás.
Eso incluye al dinero, pues el crédito es en una sociedad compleja un medio para generar riqueza, en el sentido que aquí se propone, y eso debido al tiempo que transcurre para aplicar el trabajo y los demás recursos, incluyendo la organización para conseguir realizar la producción.
Pero no se debe confundir la riqueza con el dinero, éste es un medio que funciona en el seno de un sistema de financiamiento. Si éste no opera eficazmente, o debido a una crisis se congelan las corrientes de crédito, se afecta adicionalmente la posibilidad de crear riqueza.
Aumentar el valor financiero de una empresa un sector de actividad; llámense industrias de tecnología a principios de esta década o los bienes raíces, hasta hace un poco más de un año por medio de la especulación no lleva necesariamente a crear riqueza e incluso puede destruirla.
Cuando la creación de riqueza se interrumpe abruptamente surge un problema adicional que tiene que ver con el valor que se da a los activos, o sea, a los distintos recursos que pueden generarla, pues en el momento de la crisis se devalúan en términos monetarios, pero no en su capacidad física. Lo que pasa es que no pueden movilizarse productivamente. Es un enorme desperdicio.
Ahí es donde debería enfocarse la política pública en su conjunto, en reducir ese desperdicio y movilizar mediante todos los medios disponibles la capacidad productiva de los recursos. De otra manera, el producto real que se genera se desvía cada vez más a la baja con respecto al producto potencial. Eso provoca más pobreza por un lado y, por otro, una mayor inequidad social en cuanto a la apropiación de los recursos existentes.
Hoy, en México, y en función de los resultados económicos que ya se conocen en lo que va del año y de las tendencias que prevalecen, se puede estimar que el producto en 2009 puede caer hasta 5.2 por ciento. Eso tendrá un enorme impacto negativo en el empleo y la generación de riqueza; además, hará más desigual la distribución del ingreso y de los bienes disponibles, incluyendo el dinero y el crédito.
La evolución de la economía de Estados Unidos, de la cual depende crucialmente la de México, no contribuye a pensar en un escenario más positivo. El producto en ese país seguirá creciendo a tasas negativas en el primer semestre del año.
Aunque algunos creen que la caída se frene hacia septiembre u octubre, hay coincidencia en que el desempleo seguirá aumentando y llegará al máximo hacia la mitad de 2010. Eso significa que se añadirán 2.6 millones de desempleados más a los casi 5 millones acumulados en el último año. Así, se estima que se necesitarán seis años seguidos de crecimiento a 4 por ciento en promedio anual en ese país para regresar a una tasa “normal” de desempleo de 5 por ciento como las registradas en 2007.
Los políticos y los economistas no están mirando necesariamente el foco del conflicto actual, que es recrear las condiciones de la generación de riqueza. No hay vuelta atrás a la situación anterior a esta crisis. Reconocerlo servirá para repensar las políticas públicas, las formas de organizar los sistemas financieros, dar trabajo a la gente para que consuma y prevenir grandes fricciones sociales que están a flor de piel en todas partes.
leon@jornada.com.mx



esde la antigüedad, la región ahora conocida como Afganistán ha sido una encrucijada para potenciales conquistadores. Alejandro El Magno, Genghis Khan y Tamerlán reinaron allí.
Durante el siglo XIX, los imperios británico y ruso trataron de conquistar la supremacía en Asia Central. Esa rivalidad fue calificada como El Gran Juego. En 1893, sir Henry Mortimer Durand, funcionario colonial británico, trazó una línea de mil 500 millas para definir el extremo occidental de India, controlada por Gran Bretaña. La Línea Durand atravesaba áreas tribales de pashtunes que los afganos consideraban parte de su territorio. En 1947, la parte noroccidental de la región se convirtió en el nuevo estado de Pakistán.
El Gran Juego continúa en Afganistán-Pakistán, o Afpak, como se lo llama ahora. El término tiene sentido en una región, a ambos lados de la porosa Línea Durand, que la población nunca aceptó y a la que el estado de Afganistán, cuando todavía funcionaba, siempre se opuso.
Un indeleble marcador histórico es que los afganos siempre combatieron a todos los invasores.
Afganistán continúa siendo un premio geoestratégico en el Gran Juego. En Afpak, el presidente Barack Obama ha actuado, de acuerdo con sus promesas de campaña, acrecentando la guerra de manera considerable, haciendo avanzar los patrones de escalamiento llevados a cabo por el gobierno de George W. Bush.
En la actualidad, Afganistán está ocupado por Estados Unidos y sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). La presencia militar extranjera sólo genera confrontaciones cuando lo que se necesita es un esfuerzo común entre las potencias regionales concernientes, entre ellas China, India, Irán, Pakistán y Rusia, que pueden ayudar a los afganos a enfrentar sus problemas internos, como muchos creen que pueden.
La OTAN ha ido mucho más allá de sus orígenes durante la guerra fría. Luego del colapso de la Unión Soviética, esa organización perdió el pretexto para su existencia: la defensa contra un hipotético ataque ruso. Pero rápidamente asumió nuevas tareas. El presidente Bill Clinton, violando las promesas hechas a Mijail Gorbachov, la amplió hacia el este, seria amenaza para Rusia, y eso, de manera natural, incrementó las tensiones internacionales.
El asesor de seguridad nacional del presidente Obama, James Jones, comandante supremo de la OTAN en Europa entre 2003 y 2006, es partidario de su expansión hacia el este y el sur. Esos pasos reforzarán el control de los suministros de energía de Estados Unidos en Medio Oriente.
También es partidario de que cuente con una fuerza de respuesta, que dará a la alianza controlada por Estados Unidos “mayor capacidad para hacer cosas con rapidez en distancias muy largas”.
Esa misión de la OTAN podría incluir el proyectado oleoducto TAPI, que está siendo construido a un costo de 7 mil 600 millones de dólares, y que entregará gas natural desde Turkemenistán a Pakistán e India. Las tuberías atravesarán la provincia afgana de Kandahar, donde hay emplazadas tropas canadienses. Washington ha propiciado TAPI porque bloqueará un oleoducto competidor desde Irán a India y Pakistán, y reducirá el control de la energía del Asia Central por parte de Rusia. Pero no resulta claro, sin embargo, si esos planes son realistas a raíz de la actual agitación en Afganistán.
China podría representar la principal preocupación de Washington. La Organización de Cooperación de Shanghai, con sede en China, y que algunos analistas consideran un potencial contrapeso a la OTAN, incluye a Rusia y a los estados del centro de Asia. India, Irán y Pakistán son observadores y existen especulaciones sobre si se sumarán a la organización. China también ha profundizado sus relaciones con Arabia Saudita, la perla de la corona en el sistema de suministro petrolero.
Una fuerza que se opone a las maniobras de la gran potencia es el vigoroso movimiento de paz que está creciendo en Afganistán. Los activistas han pedido el fin de la violencia y que se entablen negociaciones con el Talibán. Esos afganos dan la bienvenida a la ayuda externa, pero para la reconstrucción y el desarrollo, no con propósitos militares.
El movimiento de paz está recogiendo tanto apoyo popular en Afganistán que los soldados que Estados Unidos está enviando a ese país no sólo enfrentarán al Talibán, sino también a “un enemigo desarmado, pero igualmente sobrecogedor: la opinión pública”, informa Pamela Constable, de The Washington Post, tras una reciente visita a Afganistán. Muchos afganos dicen que más tropas extranjeras “en lugar de ayudar a derrotar a los insurgentes, exacerbarán el problema”.
La mayoría de los afganos entrevistados por Constable dicen que prefieren “un acuerdo negociado con los insurgentes”. El primer mensaje del presidente afgano Hamid Karzai a Obama, y que al parecer nunca fue respondido, fue que cesaran los ataques a los civiles. Karzai también informó a una delegación de las Naciones Unidas que desea un cronograma para la retirada de tropas extranjeras (esto es, de Estados Unidos). Por lo tanto, ha perdido el favor de Washington. Como resultado, ha pasado de ser un favorito de los medios de prensa estadunidenses a ser un líder “corrupto” y “poco confiable”, etcétera. Hay versiones periodísticas de que Estados Unidos y sus aliados están planeando marginarlo en favor de una figura de su elección.
La popularidad de Karzai también ha declinado en Afganistán, aunque sigue siendo muy superior a las de las tropas de ocupación estadunidense.
Una perspectiva útil proviene de un corresponsal británico con mucha experiencia, Jason Burke, quien escribe: “todavía tenemos esperanzas de construir el Estado que nosotros queremos que los afganos desean, en lugar del Estado que en realidad ellos desean. Si se pregunta a los afganos qué Estado desearían tener, muchos responderán: ‘algo parecido a Irán’…”
El papel de Irán es especialmente importante. Tiene relaciones muy estrechas con Afganistán. Se opone vigorosamente al Talibán y ofreció ayuda sustancial para echarlo. Y como recompensa, recibió el sambenito de formar parte del eje del mal. Irán tiene más interés en un Afganistán floreciente y estable que cualquier otro país, y mantiene relaciones naturales con Pakistán, India, Turquía, China y Rusia. Esas relaciones podrían desarrollarse, tal vez, en asociación con la Organización de Cooperación de Shanghai, si Estados Unidos continúa bloqueando las relaciones de Irán con el mundo occidental.
Esta semana, en una conferencia de la ONU sobre Afganistán efectuada en La Haya, Karzai se reunió con funcionarios iraníes que prometieron ayudar con la reconstrucción y cooperar en los intentos regionales para frenar el narcotráfico en la nación asiática.
La política de escalada de Bush y Obama no permite un acuerdo pacífico en Afganistán o en la región. Lo que resulta importante es que haya negociaciones entre los afganos sin la interferencia extranjera, ya se tate del Gran Juego o de otra cosa. Los problemas de Afganistán deben ser resueltos por los afganos.
© 2009 Noam Chomsky


ran tardes de rock. Siempre a punto de llover. Un cielo con ganas. Los aguaceros de entonces me arrojaban al refugio bajo techo de la casa de ustedes y el qué-bonito-es-ver-llover-y-no-mojarse. Ecuación por plantearse, la pubertad aún no acechaba. Una vaga noción de que en el principio fue Elvis me había permitido trascender las traduccioners pueriles de los Teen Tops, los Rebeldes del Rock y los Locos del Ritmo. Y sepa cómo, pues no alcanzaba poder adquisitivo alguno, llegó a mis manos un long play de discos Musart que se llamaba, nada más, Vol. 5, y en la portada (que era grande, cuadrada, de cartón) cuatro tipos de pelo espeso, con abrigos y bufandas color negro, miraban serios. “Existencialistas”, dictaminó el Movimiento Familiar Cristiano, en el cual militaba la jefatura.
Un disco altamente improbable en una casa como la mía ca. 1965. El rocanrol venía del demonio. Confirmado. Ya tres años atrás me habían prohibido la escuela y mis jefes –asociación civil– volver a cantar: “una noche fui por ti/ sin pensar/ lo que me iba/ a suceder/ al llegar/ tras de tu ventana/ dos/ siluetas distinguí/ en la oscuridad…” Se trataba de una conspiración de los negros para envenenar la decencia occidental. Tras Johnny Laboriel como prueba, palpitaba la versión de que existía Chuck Berry y que lo habían metido a la cárcel. Ni siquiera Elvis Pelvis pasaba el cernidor. Olvídense de los Beatles.
Aquel plato negro de 33 revoluciones por minuto le contenía: Rock’n Roll Music, 8 Days a Week, Kansas City, No Reply. Simple rocanrol. Maravillosamente. Y una sorpresa iniciática: la desgarrada voz de John Lennon en Mister Moonlight. Por entonces no decía mucho el nombre del autor, Robert Johnson, músico negro, malogrado en el cruce de la luz con el diablo.
¿Y éstos?, me dije. Melenudos para la época, aunque ni tanto para como se pusieron luego las melenas, sonaban súperbien. Y si apantallaban con maletas vacías como percusión, lo impactante fueron sus voces: los años siguientes, millones de niños y jóvenes nos acostumbraríamos a ellas, una por una y las cuatro juntas, a sus mitos y biografías. John todavía no era el icono que hasta hoy tanto se admira, ni los otros eran lo que serían. Se les conocía por su nombre de pila. Los “muchachos” de Liverpool.
Estaba a punto de ocurrir una revolución en la música que le volaría los sesos a todo joven que estuviera escuchando. Los Rolling Stones harían Ruby Tuesday, los Beatles Revolver, Bob Dylan Like a Rolling Stone, y se soltarían los Who y los otros. Que si Jefferson, que si Dead, Fish o Velvet.
Lo que del 62 en adelante venían rumiando esos muchachos hizo erupción en 1966. Hoy se sabe que en 1967 se inició el cambio más importante y revolucionario en la historia de la música popular, y por supuesto del rock, que todavía no se institucionalizaba. El ciclo cerraría en el fantástico (para la música) 1969, al borde de la primera gran depresión de la esperanza revolucionaria que saltó en astillas en 1970 y arrastró al rock como hasta entonces lo habíamos conocido.
El escueto Vol. 5, que hacia mis 11 cayó de roperazo proveniente de unos tíos cosmopolitas que lo mismo les daba, pudo caer de cualquier otra manera. El rock se volvía inevitable para quien creciera en ciudades colonizadas como la nuestra, o en las metrópolis.
La presencia negra no resultaba tan obvia en aquel soundtrack de nuestras vidas (como lo llamó hace poco José Agustín, a la sazón maestro de ceremonias de mi generación imberbe). La primera línea la ocupaban puros blancos, ingleses y gabachos, mas las buenas conciencias de la época sabían que se trataba de una conspiración de negros para pervertirnos. Coincidió el arribo de “las drogas” al imaginario, por un lado de los chavos y por el otro de las familias. Su uso se asociaba, con cierto fundamento, a esa música infernal y promiscua. El conjunto de factores confirmaría las peores sospechas de la generación precedente.
Justo antes de que sucedieran y se soñaran los muchos 68, conocimos a Jim Morrison llamando a la acción con las puertas abiertas. Los Beatles se la sacaban con Sgt. Pepper’s, los Stones con Their Satanic, y ya venían Pink Floyd, Procol Harum, Traffic, Cream, Jimi Hendrix Experience. La inocente “ola inglesa” quedó en prehistoria.
El rock no volvería a sonar como Vol. 5 (y Out of our Heads, de los Stones) hasta después de que los punks aprendieran a tocar (y les tomó tiempo). Cuerdas desnudas y voces crudas de esos sujetos que en las tardes de lluvia del 65 iniciaron el cumplimiento de su misión. La conspiración me había alcanzado.


Lydia Cacho

Plan B


Encarcelar a María Magdalena
El sexo es el mejor negocio del mundo. Quien vende sexo debe alimentar la ilusión de las grandes pasiones, de hombres potentes y mujeres hermosas; de inagotables sesiones cuyo límite está en la imaginación de la clientela. Y como el sexo es una ilusión, quien la ofrece recurre a cuanto argumento mercadológico hay. La fantasía puede incluir todas las formas de violencia que nutren el deseo de hombres y mujeres aparentemente aburridos con la noción tradicional del sexo, romántico y limitado a las caricias, la cama y una veintena de posiciones de rutina.
La naturaleza nos hizo seres sexuados que se reproducen. El cine, la literatura y los medios han nutrido la noción cultural de la sexualidad como la gran puerta al descubrimiento de la vida y su goce más profundo, como una fuerza vitalmente creativa. La religión aportó la noción de la sexualidad como el gran pecado universal y a las mujeres como Eva o María Magdalena, las grandes provocadoras sexuales. Las paradojas culturales contaminan de tal forma la discusión sobre prostitución, que dificultan que la sociedad y el Estado comprendan el daño que la esclavitud sexual produce en la sociedad.
Esto conviene a quienes manejan la industria del sexo y a los gobiernos que la alientan y protegen. Sólo la industria de la pornografía produce 19 mil millones de dólares al año; ese dinero se reparte entre productores, vendedores, protectores y dueños de sistemas de cable o Sky, así como en jugosos impuestos para los gobiernos.
Cada segundo 28 mil 258 personas ven pornografía por internet y gastan 3 mil 365 mil dólares por ver actos sexuales de adultos y menores. Sólo en EU cada 39 minutos se produce un nuevo video pornográfico. El abaratamiento de la pornografía adulta ha elevado el costo y demanda de la pornografía con adolescentes y menores. En EU los clubes desnudistas producen 2 mil 500 mdd anuales. De ese dinero un alto porcentaje es para la policía, los agentes de migración, los tratantes de mujeres y los padrotes.
El corazón mismo de la industria del sexo se nutre gracias a los delitos más aberrantes. Engaño, inducción, secuestro, violación y explotación laboral, fomento de las adicciones y compraventa normalizada de seres humanos. Esta industria fomenta riqueza y fortalece la economía de países enteros, como en Tailandia. Ahí es un pecado que la gente se toque el cuerpo en la calle, pero el gobierno favorece la apertura de prostíbulos especializados para japoneses, coreanos, americanos y europeos. Se ofrecen desde animales hasta niñas y niños para turistas pederastas. La Merced en México no es distinta a los barrios de Tailandia o Camboya. Cancún, Nueva York y Tokio ofrecen los mismos servicios, más discreta y especializadamente.
La trata de mujeres e infantes es parte de una industria. Tal vez sea por ello que las policías de todo el mundo siguen tratando a las víctimas como criminales, como María Magdalena, y a los clientes y a los tratantes como empresarios intocables que han sabido vender la esclavitud sexual como una profesión.
www.lydiacacho.net



Ricardo Raphael

La continuidad de Lujambio


Las primeras declaraciones y los primeros actos del nuevo secretario de Educación Pública, Alonso Lujambio, siembran confusión. Por una parte, advierte que otorgará continuidad a las políticas educativas del gobierno calderonista. Por la otra, afirma que lo hará desde la dignidad que posee la política.
Hay contradicción entre ambas premisas: o se protege el arreglo mafioso entre la SEP y el SNTE, o se pone a salvo la dignidad de la política.
Acción Nacional y sus gobiernos han mantenido intacto al corporativismo del viejo régimen. Contrario a las razones de su origen, el PAN no hecho nada para lograr que sus estructuras se democraticen, se transparenten o se limpien de tanto abuso y corrupción.
Cuando Lujambio habla de continuidad, advierte sin engaño que él también será garante para que las cosas permanezcan como están. Y para que el significado de sus dichos no sea malinterpretado, ratificó en su encargo a Fernando González Sánchez, personero del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación en la secretaría que ahora comanda.
La enredada relación que sostiene el matrimonio SEP-SNTE data de hace 63 años. En 1946, el sindicato magisterial firmó un convenio con el gobierno de la República donde, además de adjudicarse la representación única de los trabajadores de la educación básica, entre otras prerrogativas obtuvo control amplísimo sobre su materia de trabajo: la educación.
A instancias de ese documento jurídico dicha organización se convirtió en una esquizofrénica instancia obrero-patronal. El SNTE está encargado de defender los derechos de sus afiliados y, al mismo tiempo, de gestionar —en absoluta suplencia del patrón— las plazas, el ingreso, el avance, los salarios, el desempeño, la carrera y las prestaciones de los profesores.
Como subsecretario de Educación Básica, Fernando González Sánchez juega igualmente como patrón y representante de sus empleados. Es una cuña del SNTE en la SEP y, al mismo tiempo, autoridad frente a los profesores y el personal que labora bajo su mando (un millón 600 mil almas). Que además sea yerno de Elba Esther Gordillo sólo añade comillas a lo viciado y cínico de la circunstancia.
Pero este hombre no es una excepción. Alrededor de 18 de los 32 secretarios de Educación Pública de los estados han sido también nombrados por el SNTE. Lo mismo que buena parte de los mandos medios y bajos, tanto de la SEP como de las instancias educativas locales.
Aunque indeseable, la imbricación SEP-SNTE es sostenida por todos aquellos que han apostado por su continuidad. Se trata de una relación antitética con todo esfuerzo de dignidad que, desde la política o las políticas públicas, quiera abrirse paso en el terreno educativo.
No hay manera de comprender la dimensión que abarca el término “dignidad” sin vincularlo al concepto de autonomía. Los seres humanos somos dignos en tanto que no dependemos de la caridad, la asimetría, el abuso de poder o la buena voluntad de los otros para obtener libertades y sustento suficiente a la hora de tomar las decisiones que conducen al gobierno de nuestra propia vida.
Autonomía y dignidad no son sinónimos pero se trata de vocablos indisociables. A la luz de esta idea es que han de valorarse las declaraciones del nuevo secretario Lujambio. La SEP no es autónoma del SNTE para tomar sus propias decisiones. Tampoco lo es el sindicato cuando debe velar por los intereses de sus agremiados.
La confusión de roles es muy parecida a aquella que, durante tantas décadas, sostuvo el Estado mexicano con el PRI. Cuando una decisión afectaba al partido en el gobierno, el Estado era neutralizado por los liderazgos priístas. Lo mismo ocurría con las demandas de esa militancia partidaria que una y otra vez quedó despojada de sus derechos políticos bajo el pretexto de la razón de Estado. Los únicos ganadores de aquella situación fueron los líderes políticos del momento.
En México la política educativa está arrojada a un sistemático fracaso porque las responsabilidades de la SEP están secuestradas por los intereses del SNTE y, al mismo tiempo, porque los derechos de los trabajadores permanecen sometidos a los dictados de sus líderes (patrones) sindicales. Mientras tanto, en el Olimpo de ese arreglo mafioso, la dirigencia del SNTE rige sobre la voluntad de ambas partes.
No hay dignidad alguna en esta tragedia. Ni política que atraiga respeto si se propone otorgar continuidad al convenio firmado entre el Estado y el magisterio en el año de 1946.
Analista político

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