4/30/2009

Periodistas pal café.....



Los tapabocas casi no sirven de nada en el caso específico de la influenza hoy en fase 5, pero fue la gente por sí misma la que demandó” ponérselos para así sentirse “más segura”, según la desparpajada versión que ahora da un funcionario mexicano que para nada usa los famosos protectores faciales, ni más ni menos que la máxima autoridad burocrática en materia de esas enfermedades infecciosas, el doctor Miguel Ángel Lezana, director general de vigilancia epidemiológica y control de enfermedades de la Secretaría de Salud, que con desfachatez de la misma cepa reconoce que la alarma mundial creada fue “una manera de actuar” que buscó reducir el número de muertes.
Las esclarecedoras palabras del doctor Lezana no fueron arrancadas con profesionalismo crítico por los varios entrevistadores de radio y televisión que en estos días han tenido constantemente en sus estudios al destacado funcionario pero sólo para que junto con otros especialistas genere un continuo flujo de información técnica que hace a los escuchas fortalecer sus miedos (“periodismo informativo” de preguntitas médicas de consultorio, sin ir al fondo del asunto ni exigir verdades). Primero fue ante corresponsales extranjeros donde Lezana soltó la frase en la que acepta modalidades actorales. Inquietos porque las cifras mexicanas no cuadran por ningún lado que se les vea, los representantes de medios foráneos pidieron a la administración calderónica que alguna autoridad en la materia les explicara el enredo en el que conforme pasan los días son menos los muertos por el virus ahora pandémico pues, como en un programa televisivo de pastelazos, al estilo Capulina, el secretario Córdova anunció la noche del pasado martes que, luego de ajustes en los que nada habría tenido que ver el IFE, el número de fallecimientos técnicamente relacionados con la mencionada gripe mutante eran... siete. Para explicar los milagros aritméticos a los corresponsales extranjeros fue comisionado el médico Lezana y, según publicó en El País el reportero Pablo Ordaz, en una entrega intitulada “Lo que México no responde”, el funcionario así reaccionó cuando le hicieron ver que el propio Felipe Calderón había mencionado originalmente 159 muertes relacionadas con la influenza, y luego se había hablado de 20: “¿Y el resto? ‘El resto sólo huelen a influenza’, reconoció Lezana. ¿Podría pasar que, de las 159 muertes anunciadas, finalmente sólo fuesen atribuibles a la influenza 10 o 20? ‘Podría ser posible’. Entonces, le preguntaron los periodistas, toda esta alarma mundial… ‘Era la única manera de actuar, si no lo hubiésemos hecho así, en vez de 30 muertes podríamos haber tenido 3 mil’”. Producciones Calderón presenta, para fines benéficos, “La alarma necesaria”.
El mismo Ordaz consiguió luego una cita con el mencionado Lezana en sus oficinas. En las calles, todo mundo llevaba tapabocas, inclusive, escribió en su entrega de hoy en el citado diario hispano, “los soldados de un retén del Ejército dedicado, precisamente, a repartir mascarillas. La sorpresa llega cuando el periodista entra en la Secretaría de Salud. Nadie lleva mascarillas. Ni la recepcionista, ni nadie del servicio de limpieza, ni las secretarias, ni el jefe de Prensa ni, por supuesto, el doctor Lezana. Así que la primera pregunta no puede ser otra. ¿Por qué no llevan ustedes mascarillas? ‘Porque la porosidad que tienen permite fácilmente el paso de las partículas, y porque además es muy poco viable que el virus pueda transmitirse por el aire sin estar en contacto con ninguna superficie’. Y entonces –la siguiente pregunta también es obvia– ¿por qué han repartido millones de mascarillas? ‘Bueno, es más una demanda de la población. La gente se siente más segura llevándolas, más tranquila, y no les hace ningún daño’. La declaración del funcionario no deja de ser sorprendente, sobre todo porque, durante los primeros días del brote, la población asistió angustiada a la escasez de mascarillas, y los políticos en tropel –en vez de hacer el discurso de Lezana– se lanzaron a prometer mascarillas como si en ellas estuviera la salvación. Lezana explica entonces que el virus sólo es capaz de vivir en el aire cuestión de segundos, pero que donde sí se hace fuerte es sobre los objetos. ‘Por eso lo importante es lavarse mucho las manos, limpiar mucho los objetos que otras personas han tocado’”. También reveló el doctor Lezana que uno de los primeros brotes de los que se tuvo noticia fue el de la comunidad veracruzana La Gloria, el cual “se inició el 9 de marzo y concluyó el 10 de abril” y afectó a “treinta por ciento de la población”, pero sin defunciones. El funcionario no lo mencionó, pero la empresa acusada de provocar esos males es Granjas Carroll de México, la trasnacional de la que ayer se escribió aquí. “La noticia de otro brote llegó el 12 de abril. Una mujer de 39 años, encuestadora de opinión, fue ingresada en un hospital y falleció al día siguiente”, explicó Ordaz con base en las declaraciones de Lezana. Finalmente, el funcionario aceptó que la danza regresiva de número de muertos se debe a que “tenemos un problema de comunicación”.

ESTORNUDOS INOPORTUNOS. Juan Carlos Romero Hicks, director del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, estornudó tres veces durante una conferencia de prensa">Foto Carlos Cisneros
Astillas
Esta columna ha recibido gran cantidad de cartas por Internet a las que invariablemente se da lectura pero a las que materialmente es imposible responder una por una. Además de comentarios e interpretaciones personales, han llegado opiniones técnicas y científicas, estudios y tesis que hablan del terrible abandono en que se ha tenido a la estructura pública de salud y de la oportuna denuncia que se ha hecho de los riesgos de una epidemia por influenza. Gracias a todos por escribir... Por cierto, en los comentarios a esta columna en la versión de Internet también se pueden leer textos interesantes y ciertos debates sabrosos... Y, mientras las protestas por el 1º de mayo también son sometidas al tapabocas, ¡hasta el próximo lunes, en esta sección que por razones de calendario laboral mañana no se publicará!
Fax: 5605-2099 •
juliohdz@jornada.com.mx



Estudiantes de la carrera de medicina de universidades pirrurris están abandonando a hospitales y enfermos por el temor de contagiarse del virus de la influenza. Ayer la Organización Mundial de la Salud subió al nivel 5 la alerta mundial. Reconoce que la enfermedad se está transmitiendo de persona a persona cuando menos en dos países. Horas antes, el gobierno de Estados Unidos había anunciado el fallecimiento de un niño de la ciudad de México en un hospital de Houston, a donde había sido llevado de emergencia por familiares que viven en Brownsville, la frontera con Tamaulipas. Inmediatamente se desató la jauría antinmigrante: presiona al presidente Obama para que declare una cuarentena y cierre la frontera a nuestros paisanos. Volviendo al tema de los pirruris, ayer temprano recibí un mensaje de una persona que prefirió el anonimato, denunciando que la Universidad La Salle había retirado a sus médicos internos de pregrado del servicio que realizaban en el Hospital Ángeles del Pedregal. Tanto que cacarearon los señores Vázquez Raña, sus propietarios, del acuerdo con La Salle y los dejaron colgados. Y tanto que pagan los padres de familia en las escuelas pirrurris y, por lo visto, lo que mejor han aprendido es cobardía y desamor a su profesión. Minutos después llegó a mi buzón otro mensaje que describe el caso del Hospital Español: “Una de mis hijas estudia medicina en la UAM y actualmente hace el preinternado en el Hospital Español, donde también están otros estudiantes de las universidades Anáhuac y La Salle. Con el problema que nos aqueja de la influenza, el número de urgencias se les ha incrementado considerablemente, ya que de unas 30 a 40 que atendían normalmente en cada guardia de 24 horas, actualmente son de 70 a 80. Aunado a estos problemas, sucedió que los alumnos de la Anáhuac y de La Salle, en complicidad con las autoridades de sus respectivas universidades, abandonaron el hospital dejándoles a los estudiantes de la UAM todo el trabajo. Yo me pregunto: qué clase de profesionistas están formando estas universidades, ya que lo sucedido demuestra que ni las autoridades ni los estudiantes tienen ética profesional, puesto que ante un problema grave salen corriendo.
Alejandro Velázquez/Distrito Federal
Rumbo a otros mares
Alrededor de 10 mil pasajeros de todas las nacionalidades este día se encuentran en alta mar navegando en barcos de distintas líneas que en su itinerario tenían algún puerto mexicano, pero los capitanes han tenido que virar el timón hacia otros muelles. La situación afecta a varios puertos del Pacífico: Ensenada, La Paz, Mazatlán, y también a la costa maya. La línea Carnival, que opera cruceros de fin de semana entre Los Angeles, San Diego y Ensenada, abruptamente canceló al puerto mexicano. E inmediatamente lo secundó otro operador, Royal Caribbean. Tiene su base en Miami. Movía turistas de todas partes del mundo al Caribe mexicano…
Borran a los muertos
Con la ayuda de la televisión, Calderón ya comenzó a borrar a los muertos. De los 159 que habían contado ahora sólo aparecen siete. Los demás aparentemente fallecieron de dolor de muelas. No es nada original. Igual hicieron los priístas cuando Tlaltelolco, en el 68, y en el 85, cuando el gran temblor. Quiere ocultar el número real de personas que siguen falleciendo por efectos de la influenza complicada con la miseria, la precariedad del sistema de salud pública, la tardanza con que lanzaron la alerta, en resumen, la ineptitud y la corrupción gubernamentales. A ver si se la creen los electores el próximo julio.


En cuestiones económicas el país también está en alerta, pero en fase 6, porque el balance del primer tercio de este caótico 2009 resulta desastroso si se atienden las conclusiones que sobre el particular el Banco de México divulgó ayer: de enero a marzo, el producto interno bruto mexicano registró un desplome de entre 7 y 8 por ciento a tasa anual (aunque puede ser superior), lo que significa una proporción 10 veces mayor a la reportada en igual periodo, pero de 1995, el año de la gran crisis”; en igual lapso del presente año se cancelaron 372 mil 289 empleos formales registrados en el IMSS, una caída cercana a 3 por ciento contra 0.5 por ciento en el primer trimestre de 1995; la inflación no cede y su variación anual promedio en el periodo es igual a la del cuarto trimestre de 2008, aunque en renglones como el de alimentos ha superado a los indicadores previos; persiste el deterioro de las exportaciones y se mantiene la presión sobre el tipo de cambio, entre otras gracias, sin incluir el efecto de la emergencia sanitaria.
Un pésimo balance para una población que ya no siente lo duro, sino lo tupido, en medio de tres lacerantes crisis (económica, sanitaria y de seguridad), cuya solución no tiene para cuándo, sobre todo con un “gobierno” que, si bien va y siendo generoso, sólo puede atender –si en realidad lo hace– una de ellas a la vez y con todos los bemoles.
Resulta que el Banco de México divulgó ayer su Informe sobre la inflación enero-marzo de 2009, en el que entre otras cosas subraya que “la evolución de la actividad económica en México durante el primer trimestre del año se enmarcó en un contexto global caracterizado, en términos generales, por un creciente deterioro en los niveles de demanda y por condiciones mucho más adversas de acceso al financiamiento externo en los mercados de capitales internacionales. Este entorno desfavorable se vio reflejado en la mayoría de las cifras de demanda y de actividad productiva domésticas, las cuales sugieren que, en el trimestre que se reporta, la economía mexicana registró una caída considerable en sus niveles de actividad. Por un lado, la evolución de las exportaciones de bienes y servicios muestra que el deterioro de la demanda externa persistió durante el primer trimestre del año. Por otro, se observó una transmisión más profunda y generalizada del choque externo a los niveles de gasto doméstico. Como consecuencia de ello, la caída de la actividad productiva, que inició a finales del año anterior, se vio magnificada de manera importante”.
De igual forma, reconoce que “hasta ahora” la caída de la inflación general “ha sido más lenta que lo previsto, si se considera la fuerte contracción por la que está atravesando la economía. En los siguientes meses se espera que dos factores principales dominen la evolución de la inflación. En primer lugar, a pesar de que es factible que una parte importante del proceso de traspaso de la depreciación cambiaria a los precios al consumidor de las mercancías ya se haya llevado a cabo, no puede descartarse que en los siguientes meses dicho proceso continúe, aunque lo haga con menor intensidad. En este sentido, la apreciación y mayor estabilidad que ha registrado recientemente la paridad, la caída en las cotizaciones internacionales de las materias primas, así como la fase recesiva por la que atraviesa la economía, contribuirán a atenuar el referido traspaso. En segundo, se anticipa que las condiciones recesivas se vayan reflejando gradualmente con mayor intensidad en la formación de precios en el sector de los servicios, posiblemente induciendo una mayor caída de su inflación. En balance, se anticipa que la inflación general muestre una tendencia decreciente a partir de mayo del presente año y converja hacia su meta a finales de 2010”.
El ingrato balance reportado por el Banco de México no incorpora, como lo precisa en el informe, el efecto negativo que en la economía tendrá la emergencia sanitaria: “en los últimos días ha aparecido un brote de influenza porcina en el país. Dado lo reciente de este evento, no es posible saber cuáles serán su duración e intensidad, por lo que tampoco se puede prever cuáles serán sus efectos sobre variables como la inflación, el crecimiento y el tipo de cambio. En consecuencia, tanto el análisis, como los resultados y las proyecciones que se presentan en este informe, no consideran dicha situación”.
Por lo que toca al empleo, advierte que la disminución de los niveles de actividad productiva durante el primer trimestre de 2009 “condujo a un deterioro de las condiciones prevalecientes en el mercado laboral. Esto, al inducir una reducción importante de la demanda de trabajo y propiciar un aumento significativo en las tasas de desempleo. Al cierre del primer trimestre de 2009, el número de trabajadores asegurados en el IMSS presentó una contracción anual significativa, con lo cual se exacerbó la trayectoria negativa del empleo formal en el país. Ello se pone de manifiesto en el comportamiento de las caídas anuales del número de trabajadores asegurados en el IMSS al cierre del cuarto trimestre de 2008 y del primer trimestre del año en curso, que resultaron de 37 mil 535 y 372 mil 289 personas (menos 0.3 y menos 2.6 por ciento), respectivamente. Al cierre de marzo de 2009, la reducción anual en el número de trabajadores se derivó de la combinación de una disminución de 379 mil 633 trabajadores permanentes (menos 3 por ciento) y un aumento de 7 mil 344 eventuales urbanos (0.5 por ciento)”.
Como referencia, en el primer trimestre de 1995 la cancelación de empleo formal se concentró en las plazas eventuales. En la crisis de 2009 la mayor factura laboral ha recaído en las plazas permanentes. El Banco de México destaca que “si bien la caída del empleo formal en la economía continuó observándose principalmente en el sector manufacturero, las actividades fundamentalmente dirigidas al mercado doméstico también empezaron a manifestar una mayor debilidad en sus niveles de empleo formal”.
Las rebanadas del pastel
Contrario al registro del feliz funcionario que todo lo ve color de rosa, Agustín Carstens, el gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz –un catastrofista institucional que suele estar más cerca de la realidad–, advirtió ayer que la emergencia sanitaria, sin duda, “tendrá un impacto negativo en la economía mexicana”, tanto que actualizó su estimación para 2009: el PIB nacional se desplomaría hasta 4.8 por ciento. Un norme beso (con cubrebocas cumpleañero) a la dueña de mi sistema cardiaco.
cfvmexico_sa@hotmail.commexicosa@infinitum.com.mx


Está bien: el contagio es inevitable y ha llegado el fin del mundo. Encerrado a piedra y lodo, y platicando con mi naranjo a través de un tapabocas, asumo que allá afuera se han muerto todos los habitantes del barrio a consecuencia del ataque despiadado de esa cosa que ni a bicho llega, el tal H5N1, y del ofensivo padecimiento que provoca. Los operadores de sistemas han caído como moscas en todo el planeta y, ante la falta de mantenimiento, los sitios de la red mundial se van apagando tras ellos, uno a uno, como las luces de una ciudad que se dispone a dormir, y ya no queda casi ningún servidor en pie.
Sería graciosa la fábula, si no hubiera habido muertes verdaderas, quién sabe si causadas por el virus porcino, por la ineficiencia humana, o por ambos. Porque el bicho encontró unos aliados buenísimos en la estupidez mezquina de los gobernantes, en la arrogancia de los funcionarios internacionales y en la devaluación sistemática de las poblaciones que ahora –demasiado tarde– se lamentan, en una agonía colectiva, el haber aceptado el trueque de sus sistemas de salud y educación por el espejismo del consumo fácil, de sus hospitales públicos por aparatitos MP3, de instituciones abastecedoras de medicamentos por la feria de contratos que, según las promesas falsas, abrirían oportunidades para que todo mundo se hiciera rico.
El Apocalipsis venía de fábrica con un quinto y un sexto y un séptimo caballos hasta ahora insospechados: el de la desinformación y el rumor (a la postre, ya nadie supo cuál de todas las cifras de muertos manejadas por la autoridad era la correcta), el de la especulación desmedida –tapabocas a 50 pesos y dólar a más de 14– y el del ridículo: tras convertir sus fantasías bélicas en guerras verdaderas, y perderlas, los gobernantes se erigían en generales epidemiólogos y, por supuesto, volvieron a perder la contienda, y fue así que nos morimos todos, y ya. Está bien.
El Juicio Final es un suceso tan, pero tan importante, que ni siquiera tiene caso lamentarlo. Más nos valdría, a los pocos seres humanos que aún no sucumbimos, aprovechar los días o las horas que nos queden en cosas placenteras, como redescubrir libros olvidados, exhumar viejas cartas de amor o seguirle el hilo a ciertas manías de esta humanidad que, a lo que puede colegirse de los noticiarios, ya valió madre.
Una de ellas es el arranque amoroso que salva al mundo en momentos extremos. Décadas antes de vender su brillante fatiga moral en las oficinas de Televisa, Octavio Paz compuso uno de los textos más esplendorosos del siglo XX en lengua española (y hubo muchos), Piedra de Sol, en donde se lee:
Madrid, 1937, en la Plaza del Ángel las mujeres cosían y cantaban con sus hijos, después sonó la alarma y hubo gritos, casas arrodilladas en el polvo, torres hendidas, frentes esculpidas y el huracán de los motores, fijo: los dos se desnudaron y se amaron por defender nuestra porción eterna, nuestra ración de tiempo y paraíso, tocar nuestra raíz y recobrarnos, recobrar nuestra herencia arrebatada por ladrones de vida hace mil siglos, los dos se desnudaron y besaron porque las desnudeces enlazadas saltan el tiempo y son invulnerables, nada las toca, vuelven al principio, no hay tú ni yo, mañana, ayer ni nombres, verdad de dos en sólo un cuerpo y alma, oh ser total...

El pasaje tiene como referencia el asalto fascista contra la República Española y, muy concretamente, los criminales bombardeos aéreos que sufría la villa del Oso y del Madroño. Un año antes, el alzamiento de Mola & Sanjurjo & Hitler & Mussolini & Fran Co. había sorprendido a Pedro Salinas, académico, poeta y narrador, en Santander, en donde se desempeñaba como secretario de la Universidad Internacional de Verano. El hombre no fue asesinado por los sediciosos, como García Lorca, ni se alistó en las filas republicanas, como Miguel Hernández, ni se involucró en las sórdidas grillas estalinistas, como el genial Alberti, ni devino activista, como Emilio Prados, ni se tapó las narices para vivir en la peste perenne del franquismo, como Aleixandre, sino que hizo sus maletas con discreción y partió al exilio. El resto de su vida transcurrió entre Baltimore, San Juan de Puerto Rico y Boston.
Pedro Salinas acusó en dos momentos de su obra (uno temprano y otro, tardío) el impacto vigesimónico del desarrollo tecnológico. En algunas de sus obras iniciales (Fábula y signo, Presagio, Seguro azar...) asoman sujetos como el automóvil y la electricidad. Ya en la madurez, y bajo el impacto espiritual del desarrollo y uso de la bomba atómica, el narrador escribió una narración portentosa que pasó más bien inadvertida, pese a que constituye, a mi modo de ver, una de las máximas aportaciones de la literatura española a la ciencia ficción: La bomba increíble (1950). Si lograsen conseguir un ejemplar (no serán tan escasos como los tapabocas), tendrían una lectura deleitable para amenizar el fin de los tiempos.
No arruinaré el suspenso de la historia si coloco aquí un resumen de su comienzo: “Henos situados quince años después de la última guerra mundial, en un país occidental que ha hecho del beligerante antibelicismo, conforme al dicho latino de Si vis pacem para bellum, uno de sus signos esenciales de identidad. Un país regido por un Monarca de transición, el Regente, que ha establecido el Estado Técnico Científico (ETC), que garantiza todas las necesidades de sus habitantes y vive en una democracia civilizada y pacífica. Muestra de la cual es la Acrópolis de la Paz, un formidable museo que guarda la memoria de todas las armas empleadas por el hombre y por el ETC en su dinámica de paz, para defender la paz, que se encuentra ubicado en la denominada Rotonda de la Paz. Un día, en ese museo aparece un extraño artefacto, una misteriosa bomba, cuya elucidación comienza a causar estragos, hasta que un día el científico máximo del país, enloquecido, la acuchilla, y entonces la bomba se expande, poblando al país entero de lamentos y gritos tan atroces que la gente enloquece...”
La narración explora, dice Alberto García-Teresa, la muerte producida por “lo que crean los propios hombres a su alrededor: la angustia por no asumir que no se puede comprender algo, el egoísmo y el engaño, las trampas del lenguaje dirigido, la corrupción de los poderosos, el abuso de poder, la pura paranoia...”, “la degradación ética y humana y el desastre de la sociedad.”
Ahora se desarrollan discusiones de calado teológico sobre la utilidad o la inutilidad del tapabocas; las autoridades amenazan con infectarnos, con sus respuestas babeantes, de algo mucho peor que el virus de la influenza humana, y empieza a asentarse la certeza de nuestra propia ignorancia (y la de todo mundo) acerca de la epidemia. A todo esto, nadie se ha puesto a pensar que la aglomeración más insalubre e infecciosa de todas está a punto de tener lugar a las puertas del cielo, en donde, ante la impotencia y la desazón de San Pedro, miles de millones de almas con y sin cubierta bucal se contagiarán unas a otras, enfermarán gravemente y, tras morir en el más allá, caerán de vuelta en la Tierra; el golpe avisa y salva de todo mal. Gracias por sus mensajes a Sergio Martínez Carrillo, Inés Giménez, Sergio Guzmán, Karina Ortiz, Ludmila Ortega y Alfredo Nateras. Links y fuentes, en el blog. Adiós para siempre, pues, y hasta el jueves próximo.
navegaciones@yahoo.comhttp://navegaciones.blogspot.com

Desinformación, maltrato y especulación política
Aseis días de anunciada la emergencia sanitaria por el surgimiento de un nuevo virus de influenza, el gobierno federal se empeña en compensar por medio de discursos tranquilizadores y casi triunfalistas la imprevisión, la desorganización y la impericia con la que ha hecho frente a la crisis epidémica. A las indicaciones y contraindicaciones sobre medidas de prevención elemental como el uso de cubrebocas, a la ligereza en el manejo en las cifras de muertes –que, en boca del secretario de Salud federal, José Ángel Córdova Villalobos, disminuyeron de 29 a ocho– y a las colisiones declarativas entre los más altos funcionarios, ha de sumarse la marginación regular, por parte de los funcionarios federales, de la prensa escrita, y el improcedente favoritismo a los medios electrónicos, en lo que constituye una preocupante muestra de incomprensión en torno al funcionamiento complementario de la primera y de los segundos, especialmente en circunstancias críticas como la presente.
El manejo informativo deficiente contribuye a alimentar rumores, desorienta, desalienta y dificulta, en última instancia, la contención de la epidemia. Con todo, en el desempeño gubernamental hay problemas mucho más graves. Por ejemplo, poco a poco han ido saliendo a la luz pública historias sobre la indolencia, el descuido y hasta el maltrato que han sufrido en hospitales del sector salud, en días pasados, pacientes afectados por el nuevo virus, en algunos casos con consecuencias fatales. Tales episodios, narrados a diversos medios informativos por familiares de los enfermos o de los fallecidos, tendrían que ser investigados a fondo y, en su caso, admitidos y sancionados.
En otro sentido, se ha hecho patente la falta de reflejos por parte de la Federación para actuar ante las consecuencias económicas –obligadamente desastrosas– que provocará, y que ya está provocando, el estallido de la epidemia, así como la adopción de medidas para contenerla.
El anuncio de un programa específico orientado a corregir las inocultables carencias del sistema de salud pública y a atenuar las penurias agudizadas por la emergencia sanitaria, así como una explicación de las inconsistencias informativas cometidas hasta ahora, habría sido una buena manera para que el titular del Ejecutivo federal, Felipe Calderón Hinojosa, restañara, en su mensaje de anoche, la erosionada credibilidad de sus colaboradores inmediatos en materia de salud pública.
Sin embargo, el político michoacano optó por minimizar su propio mensaje al reducirlo al anuncio de un asueto oficial que de todos modos se daba por hecho, en el puente del primero al 5 de mayo, y a la presentación de un panorama tranquilizador que, en la presente circunstancia de zozobra y desinformación, carece de sustento. Más preocupante aún, Calderón buscó desautorizar, de manera más bien explícita, la determinación del Gobierno del Distrito Federal de suspender las actividades de los restaurantes en tanto persista la emergencia. El gesto es lamentable por partida triple: porque no se justifica en el contexto de lo dicho por el propio orador horas antes, en el sentido de evitar las aglomeraciones en locales cerrados si éstas no son indispensables, porque se percibe como un intento de aprovechar la crisis para emprender un nuevo golpeteo político contra el gobernante capitalino, Marcelo Ebrard, y porque siembra confusiones y dudas entre la población, en momentos en que el combate a la epidemia requiere de certidumbres, de acciones coordinadas y de una imagen de colaboración entre las autoridades de los distintos niveles de gobierno.
No es el presente un momento oportuno para buscar la descalificación de adversarios políticos, de recurrir al optimismo injustificado para procurar beneficios de imagen ni de perseguir réditos electorales y de popularidad a costa de la eficiencia en las acciones de contención sanitaria. Se requiere, por el contrario, de capacidad de decisión para emprender las medidas suficientes para evitar la continuación de los contagios, por impopulares que éstas resulten –como lo han hecho, a fin de cuentas, las autoridades del Distrito Federal–, y dejar de lado actitudes de especulación política y de promoción de imagen.



18 de abril aparecieron dos notas significativas en La Jornada. Una decía que en lo que va del año, es decir, en casi 110 días, habían muerto cerca de 19 mil mexicanos por tabaquismo. La segunda nota decía que la influenza estacional ya había ocasionado dos decesos y que se había triplicado el número de casos de esta enfermedad por comparación con el mismo periodo en 2008. La fuente de la primera nota fue la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) y la de la segunda la Secretaría de Salud (Ssa).
Cinco días después (el 23 de abril) la misma Ssa, por conducto de su subsecretario (Mauricio Hernández Ávila), negó que hubiera una epidemia y que fuera motivo de alarma. Para entonces ya se habían presentado 20 muertes de adultos jóvenes en el país.
Hernández Ávila fue el mismo que en un discurso dijo textualmente: “Hemos logrado botar la cotidina [sic], que es un metabolismo [sic] del tabaco” y más adelante, en el mismo discurso, dijo: “En términos de proteger a la población de ‘No al tabaco’…” cuando evidentemente quiso decir lo contrario (las cursivas son mías). La cotinina, que no cotidina, es un metabolito de la nicotina, no un metabolismo del tabaco. Su discurso puede leerse en
www.cij.gob.mx/congreso2009/pdf/confe_1_mauricio_hernandez_avila.pdf
Así las cosas, con tantas imprecisiones supuestamente científicas, difícilmente podremos confiar en los encargados de la salud pública del país. ¿Cuántas de esas casi 19 mil muertes atribuidas al tabaco fueron por esta razón? Se dice fácil, pero 18 mil 839 muertes significan alrededor de 171 diarias, más de las que supuestamente ha cobrado la llamada influenza porcina que se hiciera evidente cinco días después de la noticia de los fallecimientos por tabaquismo. Lo que tenían que hacer las autoridades de salud pública era decir primero cuántos mexicanos fallecieron en esos 110-120 días, luego demostrar que casi 19 mil murieron por fumar y no por otras razones y, finalmente, separar a éstos de los que fallecieron por influenza estacional y demostrar que fue por esta causa y no por influenza porcina.
En cuestiones de salud estamos en pañales, como demuestra el hecho de que tuvieran que enviar al doctor Francis Plummer, en Winnipeg, Canadá, 50 muestras para descifrar, como dice Mike Davis, “el genoma de la cepa” (Sin Permiso, 28/4/09). Dichas muestras fueron enviadas el 22 de abril y los resultados del análisis estuvieron listos el 24. En él se decía que se trataba de un virus nuevo y reconfigurado (El Universal, 25/4/09). Otro ejemplo del atraso de quienes se presentan como especialistas en salud es el del presidente de la Comisión de Salud de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal y promotor de la ley antitabaco en esa ciudad. Me refiero al diputado Marco Antonio García Ayala, del PRI. Parece broma, pero es parte de un drama. Este diputado, abogado de profesión, hizo su carrera política en el sindicato de la Secretaría de Salud, y esto lo convirtió, para los demás diputados que lo llevaron a la presidencia de la comisión señalada, en un experto. Este “experto” declaró que la influenza es una de las 25 enfermedades “provocadas directamente por el consumo del tabaco” (Diario de Debates de la ALDF). Con las prohibiciones al consumo de tabaco, de acuerdo con el diputado, no debieron darse ni la influenza estacional ni la porcina. ¿O se refería a otro tipo de influenza? La aportación médica del diputado es notable, pues el cigarrillo, según él, no sólo produce influenza sino neumonía. A este mismo diputado, presidente de la Comisión de Salud, le debemos innovaciones médicas como la encefalia (sic) en lugar de cefalea, entre otras.
Lamentablemente para el prestigio de los “expertos” citados, la influenza es una realidad y una epidemia que se está generalizando rápidamente porque no fue prevista a tiempo y porque no se tomaron las precauciones adecuadas ni a tiempo. Antiguamente, cuando había una epidemia mortal se cercaban las ciudades. Ahora, cuando aún no se presentaban casos de influenza en Morelos, el gobernador panista (Marco Antonio Adame) no cercó su estado. Desde el viernes 22 de abril Cuernavaca, por poner un ejemplo, se llenó de automóviles con matrículas del Distrito Federal y, luego, al anunciarse que se cerrarían las escuelas, más emigraron a las tierras de Zapata, con el riesgo de propagar la epidemia. No fue sino hasta el 27 de abril que en Morelos se decretó tomar medidas sanitarias y cerrar escuelas, museos, etcétera, pero para entonces el estado había sido invadido por capitalinos que disfrutan de una segunda Semana Santa. Para colmo, un funcionario de salud estatal ha pedido por radio que todo aquel que presente síntomas de gripe (todas las gripes suelen provocar dolor muscular o en las articulaciones, decaimiento, flujo nasal, estornudos y tos) vaya a los hospitales y a consultas médicas, lo cual provocará, ya provocó, filas de pacientes que tal vez no tengan influenza porcina. En una palabra, reina el descontrol o llegan tarde las medidas que debieron tomarse desde hace por lo menos dos semanas. En contraste, la ciudadanía ha tomado sus precauciones y con los recursos a su alcance ha tratado de no contagiar ni de ser contagiada. Hasta se percibe un ambiente de solidaridad que no es común ver cuando no hay catástrofes.
PD: Para no quedarse atrás, el secretario de Salud, José Ángel Córdova Villalobos, se presentó a una conferencia de prensa el 28 de abril, sin datos a la mano –dijo como justificación– y se hizo bolas con los números en relación con la influenza. ¿Habrá alguien en quién confiar?

La aplastante victoria de Rafael Correa y de las fuerzas populares de su país en las elecciones generales del domingo pasado proporciona un enorme estímulo al ascenso y consolidación de los procesos revolucionarios constituyentes en Venezuela, Bolivia y Ecuador. Estos pueblos de vigorosas raíces indígenas o africanas, liberados por la espada de Bolívar, cuyo legado veneran, son hoy, en la América austral, las tres principales fuentes inspiradoras del cambio social, el rescate de la soberanía y la autodeterminación de los pueblos y la unidad e integración regional.
Venezuela, Bolivia y Ecuador realizan una valiosísima contribución teórica y práctica a la transformación radical de las repúblicas oligárquicas enseñoreadas en el siglo XIX en América Latina, criticadas a fondo por José Martí, quien advirtiera tempranamente su incidencia en la división de los pueblos de nuestra América y como facilitadoras del expansionismo del naciente imperialismo estadunidense. No es casual que Chávez, Evo y Correa se cuenten entre las voces más lúcidas y dignas que, junto a la del veterano revolucionario Daniel Ortega, se alzaran en Puerto España en irrestricta solidaridad con Cuba, en contra del capitalismo y en defensa de la soberanía de América Latina y el Caribe.
En trance de profundos cambios desde abajo por la rica diversidad cultural y popular de sus sociedades, estos tres procesos revolucionarios han surgido de grandes movilizaciones de masas, legales o extralegales, que operando dentro, o en los márgenes, de la legalidad liberal oligárquica, lograron hacerse gobierno y desde allí iniciar radicales procesos constituyentes. Esto les permitió elaborar y aprobar, con gran participación popular, nuevas y avanzadas constituciones con postulados auténticamente revolucionarios, que constituyen la base de una nueva legalidad antioligárquica, antimperialista, anticapitalista y de orientación socialista, que les franquea el paso hacia sus objetivos liberadores.
En Venezuela (caracazo), Bolivia (guerras del agua y del gas) y Ecuador (derrocamiento insurreccional de presidentes neoliberales) se gestó el “parlamentarismo de calle” en la misma lucha por desalojar a la oligarquía del gobierno y se ha continuado desarrollando desde aquél, que, llegado el caso, logra el cambio en la correlación en favor de las fuerzas populares.
Estas fuerzas actúan eficazmente a la vez dentro del marco legal liberal en retroceso y el revolucionario en ascenso. Maniobran, con tacto e inteligencia, combinando un genuino respeto por las formas democráticas con creativas e ingeniosas formas de lucha, como la reciente huelga de hambre de Evo, que, unida al desbordante apoyo popular, dobló hace días el brazo a la oligarquía.
Entre sus aportes fundamentales está la redefinición y reconstitución, ajustada a la realidad latinoamericana, del nuevo sujeto histórico de los cambios sociales en nuestro continente y la creciente construcción de poder popular desde las bases, complemento indispensable del primero.
Las generalizaciones corren el riesgo de pasar por alto las particularidades de los procesos. En Bolivia y Ecuador, donde los pueblos indígenas son mayoritarios, ellos han llevado casi siempre el mayor peso de las trasformaciones, antes desde la oposición y luego desde el gobierno, aunque no excluyan la acción destacada de otras fuerzas populares, como el caso de los forajidos en Ecuador. En Venezuela, donde los indígenas son chavistas militantes pero minoritarios, aquel papel les ha correspondido principalmente a otros sectores excluidos o explotados: desempleados, trabajadores, negros y mestizos, militares, amas de casa. Fue allí donde se sentó en 1999 el precedente del pueblo como único poder constituyente.
El quebradero de cabeza mayor de estos procesos para las oligarquías y el imperialismo es su sorprendente capacidad para recuperar, mediante audaces proyectos constituyentes con gran apoyo popular, el poder político, económico, cultural y militar que les fuera enajenado por las clases explotadoras nativas y foráneas; su eficacia en la demolición de las viejas estructuras, instituciones e ideas en que se parapeta la contrarrevolución, a la vez que derrotan sus feroces campañas mediáticas y desmantelan sus planes subversivos.
(Aldabonazo desde Cuba: Raúl responde a Washington que al agredido y bloqueado no le toca hacer ningún “gesto”.)
aguerra_123@yahoo.com.mx



arece mentira, pero hace apenas un año la entonces senadora Hillary Clinton insistía en que su contrincante, el también senador Barack Obama, carecía de experiencia política y desconocía las relaciones internacionales. Véanlos hoy. Hace un mes el ahora presidente Obama nos envió a Hillary, ahora su secretario de Estado, para dar al presidente Felipe Calderón un espaldarazo y un apretón de manos.
Pocos presidentes de Estados Unidos han arrancado con tanta fuerza y un respaldo tan entusiasta como Obama. Kennedy y luego Reagan fueron casos parecidos, pero cometieron muchos más errores iniciales. Obama parece saber mejor lo que quiere y se ha trazado un camino para lograrlo. Desde su toma de posesión hace apenas cien días el presidente de Estados Unidos no ha parado. Sigue sembrando ideas y propuestas en los más diversos campos. Dentro y fuera de su país acapara diariamente los medios de comunicación. Vivimos una época de obamitis aguda. El nuevo inquilino de la Casa Blanca se ha paseado por todo Estados Unidos y ya ha emprendido varias giras al exterior. Estuvo en Europa y luego pasó por México en su viaje a la Cumbre de las Américas en Puerto España. Su estancia aquí se limitó a confirmar el espaldarazo que ya había dado al gobierno su secretario de estado.
En apenas tres meses Barack Obama ha logrado lo que muchos otros no han podido conseguir en años: sentar las bases de una revolución en lo interno y de una nueva era en lo externo. Está por verse si las medidas ya tomadas en lo interno surten efectos rápidos y si la retórica en lo externo se traduce en actos concretos.
En política exterior Obama empieza a destacarse como un presidente sensato y reacio a repetir los errores del pasado. Desde la caída del muro de Berlín, los presidentes de Estados Unidos han tratado sin éxito de establecer unas nuevas bases de la convivencia internacional. George H. W. Bush se limitó a proclamar un nuevo orden internacional que nunco supo edificar. William J. Clinton trató sin éxito de encontrar una visión propia del mundo. George W. Bush, en cambio, logró imponer la suya, sólo que resultó ser tan primitiva que ahuyentó hasta a sus más cercanos aliados. Bush hijo descuidó sobre todo la relación con Rusia, quizás la más importante de Estados Unidos debido a la existencia de decenas de miles de armas nucleares.
Para la mayoría de los líderes del mundo la amenaza que representa la existencia de los arsenales nucleares sigue siendo el mayor desafío del siglo XXI. Supera a los desafíos que acarrea la pobreza de buena parte de la humanidad, a la crisis financiera y económica que aqueja al mundo, al cambio climático y a los brotes de virus que podrían convertirse en pandemias.
Desde la campaña presidencial, Obama indicó que estaría dispuesto a proponer medidas para avanzar hacia un mundo libre de armas nucleares. Sus posiciones en materia de desarme nuclear fueron de lejos las más avanzadas de los aspirantes a la presidencia de Estados Unidos. Hasta hace escasos meses en los círculos gubernamentales de Washington era políticamente incorrecto hablar de nuevos acuerdos sobre el control de armas nucleares y mucho menos de desarme nuclear. Ahora Obama ha puesto sobre la mesa de negociaciones con Rusia y las demás potencias nucleares la idea de eliminar dichas armas. Es un primer paso muy importante que deberá pronto deberá traducirse en resultados concretos, si Obama quiere mantener cierta credibilidad en este terreno.
En principio el clima parece propicio para redoblar esfuerzos en el campo del desarme nuclear. Distintos grupos de ex dirigentes políticos, tanto dentro como fuera de Estados Unidos, han señalado la imperiosa necesidad de avanzar hacia un mundo libre de armas nucleares. Ya se han prohibido mediante sendos tratados multilaterales las armas biológicas y químicas. Faltan las nucleares.
Reino Unido ya ha anunciado que está dispuesto a abogar por la eliminación de las armas nucleares. Empero, China y Francia mantienen el silencio. India, Pakistán e Israel tampoco han anunciado su disposición para conseguir su eliminación. Corea del Norte e Irán siguen siendo objeto de reiteradas declaraciones de muchos gobiernos que los consideran una amenaza. Se les olvida que la mayor amenaza proviene de Washington y Moscú, que juntos detentan más de 95 porciento de todas las ojivas nucleares. De ahí la importancia del paso que dio Obama: primero hay que reducir sustancialmente los arsenales de Estados Unidos y Rusia y luego habrá que negociar con los demás.
El pasado primero de abril el presidente Obama se estrenó en el escenario internacional en la cumbre del G-20, celebrada en Londres. Aprovechó su estancia en la capital británica para reparar y enderezar varias relaciones bilaterales.Se entrevistó con los mandatarios de Rusia y China. Con el presidente Dimitri Medvediev Obama acordó concluir antes de fin de año un nuevo acuerdo para reducir aún más sus armas estratégicas nucleares. He ahí el primer paso fundamental y la primera prueba de la buena fe del nuevo presidente estadunidense.
En un discurso pronunciado en Praga unos días después, el 5 de abril, Barack Obama afirmó la “responsabilidad moral” de su país de encabezar la lucha por un mundo libre de armas nucleares, una lucha que (según insistió) quizás dure muchas décadas. También convocó a una conferencia internacional sobre seguridad nuclear a más tardar el próximo año. Y ahí dejó entrever lo que realmente parece inspirar muchas de las propuestas para la eliminación de las armas nucleares: el temor de que caigan en manos de países supuestamente menos confiables o que grupos terroristas puedan hacerse de los materiales nucleares necesarios para construir una bomba o un artefacto por crudo que sea. De ser así durará poco el sueño de un mundo libre de armas nucleares.


E 18 de abril aparecieron dos notas significativas en La Jornada. Una decía que en lo que va del año, es decir, en casi 110 días, habían muerto cerca de 19 mil mexicanos por tabaquismo. La segunda nota decía que la influenza estacional ya había ocasionado dos decesos y que se había triplicado el número de casos de esta enfermedad por comparación con el mismo periodo en 2008. La fuente de la primera nota fue la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) y la de la segunda la Secretaría de Salud (Ssa).
Cinco días después (el 23 de abril) la misma Ssa, por conducto de su subsecretario (Mauricio Hernández Ávila), negó que hubiera una epidemia y que fuera motivo de alarma. Para entonces ya se habían presentado 20 muertes de adultos jóvenes en el país.
Hernández Ávila fue el mismo que en un discurso dijo textualmente: “Hemos logrado botar la cotidina [sic], que es un metabolismo [sic] del tabaco” y más adelante, en el mismo discurso, dijo: “En términos de proteger a la población de ‘No al tabaco’…” cuando evidentemente quiso decir lo contrario (las cursivas son mías). La cotinina, que no cotidina, es un metabolito de la nicotina, no un metabolismo del tabaco. Su discurso puede leerse en
www.cij.gob.mx/congreso2009/pdf/confe_1_mauricio_hernandez_avila.pdf
Así las cosas, con tantas imprecisiones supuestamente científicas, difícilmente podremos confiar en los encargados de la salud pública del país. ¿Cuántas de esas casi 19 mil muertes atribuidas al tabaco fueron por esta razón? Se dice fácil, pero 18 mil 839 muertes significan alrededor de 171 diarias, más de las que supuestamente ha cobrado la llamada influenza porcina que se hiciera evidente cinco días después de la noticia de los fallecimientos por tabaquismo. Lo que tenían que hacer las autoridades de salud pública era decir primero cuántos mexicanos fallecieron en esos 110-120 días, luego demostrar que casi 19 mil murieron por fumar y no por otras razones y, finalmente, separar a éstos de los que fallecieron por influenza estacional y demostrar que fue por esta causa y no por influenza porcina.
En cuestiones de salud estamos en pañales, como demuestra el hecho de que tuvieran que enviar al doctor Francis Plummer, en Winnipeg, Canadá, 50 muestras para descifrar, como dice Mike Davis, “el genoma de la cepa” (Sin Permiso, 28/4/09). Dichas muestras fueron enviadas el 22 de abril y los resultados del análisis estuvieron listos el 24. En él se decía que se trataba de un virus nuevo y reconfigurado (El Universal, 25/4/09). Otro ejemplo del atraso de quienes se presentan como especialistas en salud es el del presidente de la Comisión de Salud de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal y promotor de la ley antitabaco en esa ciudad. Me refiero al diputado Marco Antonio García Ayala, del PRI. Parece broma, pero es parte de un drama. Este diputado, abogado de profesión, hizo su carrera política en el sindicato de la Secretaría de Salud, y esto lo convirtió, para los demás diputados que lo llevaron a la presidencia de la comisión señalada, en un experto. Este “experto” declaró que la influenza es una de las 25 enfermedades “provocadas directamente por el consumo del tabaco” (Diario de Debates de la ALDF). Con las prohibiciones al consumo de tabaco, de acuerdo con el diputado, no debieron darse ni la influenza estacional ni la porcina. ¿O se refería a otro tipo de influenza? La aportación médica del diputado es notable, pues el cigarrillo, según él, no sólo produce influenza sino neumonía. A este mismo diputado, presidente de la Comisión de Salud, le debemos innovaciones médicas como la encefalia (sic) en lugar de cefalea, entre otras.
Lamentablemente para el prestigio de los “expertos” citados, la influenza es una realidad y una epidemia que se está generalizando rápidamente porque no fue prevista a tiempo y porque no se tomaron las precauciones adecuadas ni a tiempo. Antiguamente, cuando había una epidemia mortal se cercaban las ciudades. Ahora, cuando aún no se presentaban casos de influenza en Morelos, el gobernador panista (Marco Antonio Adame) no cercó su estado. Desde el viernes 22 de abril Cuernavaca, por poner un ejemplo, se llenó de automóviles con matrículas del Distrito Federal y, luego, al anunciarse que se cerrarían las escuelas, más emigraron a las tierras de Zapata, con el riesgo de propagar la epidemia. No fue sino hasta el 27 de abril que en Morelos se decretó tomar medidas sanitarias y cerrar escuelas, museos, etcétera, pero para entonces el estado había sido invadido por capitalinos que disfrutan de una segunda Semana Santa. Para colmo, un funcionario de salud estatal ha pedido por radio que todo aquel que presente síntomas de gripe (todas las gripes suelen provocar dolor muscular o en las articulaciones, decaimiento, flujo nasal, estornudos y tos) vaya a los hospitales y a consultas médicas, lo cual provocará, ya provocó, filas de pacientes que tal vez no tengan influenza porcina. En una palabra, reina el descontrol o llegan tarde las medidas que debieron tomarse desde hace por lo menos dos semanas. En contraste, la ciudadanía ha tomado sus precauciones y con los recursos a su alcance ha tratado de no contagiar ni de ser contagiada. Hasta se percibe un ambiente de solidaridad que no es común ver cuando no hay catástrofes.
PD: Para no quedarse atrás, el secretario de Salud, José Ángel Córdova Villalobos, se presentó a una conferencia de prensa el 28 de abril, sin datos a la mano –dijo como justificación– y se hizo bolas con los números en relación con la influenza. ¿Habrá alguien en quién confiar?



Si atendemos al debate actual sobre la crisis es evidente que –simplificando– hay quienes creen que una vez superada la fase más destructiva comenzará de inmediato la recuperación al capitalismo realmente existente”, desechando las fórmulas más gastadas, pero sin cambios que afecten su naturaleza. En el extremo contrario se hallan aquellos que ven en los acontecimientos actuales el anuncio de la irrefrenable declinación del sistema, aunque todavía estemos lejos de poder delinear una alternativa práctica, capaz, en efecto, de transformarlo.
Siguiendo las reflexiones del gran historiador Eric Hobsbawn, puede decirse que hemos sido testigos privilegiados de un doble fracaso histórico: el de la economía planificada por el Estado de forma central de tipo soviético, y la totalmente ilimitada e incontrolada economía capitalista del mercado libre. “La primera se derrumbó en los 80, y con ella los sistemas políticos comunistas europeos. La segunda se está derrumbando ante nuestras narices con la mayor crisis del capitalismo mundializado desde los 30”. (En: El Correo del Sur, La Jornada Morelos, 28/4/09).
Cierto es que la apologética capitalista que auguraba la reproducción espontánea e infinita de sus cualidades intrínsecas –sin recurrir jamás a regulaciones ajenas al proceso económico mismo– está en quiebra, abriendo el camino a políticas, razonamientos y justificaciones que los más cerriles apenas ayer consideraban como “socialistas”, cuando se trata, más bien, de salvar la nave antes que dejarla a la deriva. Pero no son los únicos que se miran en el pasado.
Hay también posiciones que asumen la actualidad de la alternativa “anticapitalista” como una cuestión práctica para responder al viejo dilema entre reforma y revolución, pero dejando en la indefinición a los “sujetos” y las ideas que deberían darle sustentación a ese desafío.
En este camino vamos a tientas, pues, como señala Hobsbawn, “por una parte, no sabemos cómo superar la crisis actual. Ningún gobierno del mundo, bancos centrales o instituciones financieras internacionales lo sabe: son todos como un ciego que trata de salir de un laberinto tocando las paredes con distintos palos con la esperanza de encontrar la salida”; por otra, subraya, subestimamos la “adicción” de los gobiernos a la droga de los mercados libres “que los ha hecho sentirse tan bien a lo largo de décadas”. Sin embargo, en su opinión, “el futuro, así como el presente y el pasado, pertenece a las economías mixtas en las que lo público y lo privado están entrelazados en un sentido u otro”. Decirlo es fácil, añade nuestro autor, pero cómo hacerlo es “el problema para todo el mundo en la actualidad, especialmente para la gente de izquierda...”
La crisis (un punto positivo) permite la toma de conciencia sobre la realidad global, obliga a reflexionar críticamente sobre la naturaleza del capitalismo y sus contradicciones y también replantea la utilidad de mantener viva la línea de pensamiento crítico que fue arrollada por la victoria de la revolución conservadora y, antes, por el socialismo de Estado de tipo soviético.
La búsqueda de opciones, empero, no será el resultado de una suerte de revelación ideológica, sino de la experiencia y el cuestionamiento del orden vigente, de la discusión sobre los valores y las ideas que hoy ordenan y jerarquizan el mundo real.
La glorificación del mercado que aún pervive, empero, no se reduce solamente al ámbito exclusivo de las transacciones económicas, sino que es elevada a la categoría de un paradigma filosófico y moral, a una concepción del mundo que rige la vida planetaria, aunque ésta no sea más que una forma aguda de alineación. Es en esta dimensión donde se recicla en parte la pugna entre lo viejo y lo nuevo, la búsqueda de una “filosofía” capaz de reorientar la vida social hacia fines más justos.
La sustitución de los viejos paradigmas por otros que se adapten a las prioridades de la sociedad emergente de la crisis, tendrá que ser el resultado de un nuevo curso de intensa participación ciudadana y popular, lo cual implica mayores niveles de conciencia y organización que los actuales, la descentralización y, a la vez, la globalización de las iniciativas, orientadas por un principio rector asumido por Hobsbawm: se “necesita una vuelta a la convicción de que el crecimiento económico y el bienestar son un medio y no un fin. El fin es qué hacer con las vidas, las oportunidades de la vida y las esperanzas de la gente”.
No se trata, pues, de la búsqueda de una utopía fundada en principios inalcanzables, sino de proponerse objetivos no determinados por el afán de lucro como supremo valor, pues sin un enfoque semejante, la humanidad será incapaz de afrontar el desafío del cambio climático o la reorganización del poder, el trabajo y, en general, la satisfacción creciente de las nuevas necesidades sociales y culturales.
“La prueba de una política progresista –concluye Hobsbawn– no es privada, sino pública, y no se trata únicamente de un incremento de renta y del consumo para los individuos, pero sí de ensanchar las oportunidades y lo que Amartya Sen llama las “capacidades” de todos por conducto de la acción colectiva. Pero esto significa, tiene que significar, la iniciativa pública sin ánimo de lucro, incluso si sólo fuera mediante la redistribución de la acumulación privada. Las decisiones públicas dirigidas a la mejora social colectiva mediante la cual todas las vidas humanas deberían ganar. Ésta es la base de la política progresista, no la maximización del crecimiento económico y de las rentas personales”.
P.D. La irrupción de la influenza porcina nos ha golpeado sin advertencia y, una vez más, la solidaridad, el mirar por lo demás, la entereza de la gente y la ejemplar actitud del personal sanitario nos enorgullecen. Ojalá y seamos capaces de extraer las lecciones pertinentes para devolver a los servicios del Estado la dignidad que algunos quisieron ensombrecer en nombre de la eficacia privada. En los próximos días veremos cómo se combinan los efectos perniciosos de la epidemia con la debilidad congénita de nuestra economía en crisis. Por eso, más que nunca, es exigible un plan de emergencia que ponga los pies sobre la tierra.

Estamos ante un problema grave. La Organización Mundial de la Salud (OMS) determinó ayer elevar el nivel de la emergencia sanitaria por la epidemia de influenza, al nivel 5. Este cambio ilustra la preocupación que existe a escala global sobre el curso de la epidemia que ha producido… no sabemos ya qué número de casos y muertes en nuestro país. Si observamos que apenas el lunes la OMS, modificó la alerta del nivel 3 al 4, podremos entender que se trata de un problema que, a escala mundial, independientemente de lo que piense la Secretaría de Salud de México, es considerado realmente muy grave.
Lo siento, pero no me queda más remedio. Ayer, la comparecencia del secretario de Salud ante los medios de comunicación, fue realmente lamentable. Decidió el funcionario el peor camino: mentir. Hizo malabares con los datos sobre un problema que afecta la salud y la vida de miles de mexicanos. No existe la menor duda. Modificó sus propias declaraciones. Desde el jueves 23 de abril, cuando se determinó la emergencia sanitaria, cuando habían ocurrido apenas 230 hospitalizaciones y 68 decesos, aseguró que 20 de los casos de muerte, estaban confirmados para la influenza porcina. Esta versión se prolongó del día 23 hasta el lunes 27 de abril. De pronto se convirtieron en siete casos. Como quiera que sea, yo ya no le creo al secretario. Es más, ya no lo necesitamos, pues además, tenemos los informes de las distintas entidades federativas y especialmente los de la OMS y los Centros de Control y Prevención de Enfermedades.
Pero dentro este panorama terrible, hay razones para el optimismo. El licenciado Felipe Calderón decidió convocar a tres expertos. Se reunió ayer con los doctores Juan Ramón de la Fuente, Guillermo Soberón y Jesús Kumate. Esta decisión nos puede dejar tranquilos, pues permite abordar la epidemia de la influenza desde otra perspectiva, contando con la más calificada experiencia profesional, en el campo de la salud pública. Si les hacen caso, esto hará cambiar en el corto plazo las políticas gubernamentales ante la epidemia.
Por otra parte, los científicos mexicanos están muy inquietos, dispuestos a poner en juego todas sus capacidades con el fin de enfrentar esta crisis sanitaria, pero se necesitan canales para aprovechar sus talentos. Una buena noticia, quizá la mejor que hemos recibido en estos días, es que el Gobierno del Distrito Federal ha creado un grupo interdisciplinario integrado por expertos de la Universidad Nacional Autónoma de México, el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional, la Universidad de la Ciudad de México y el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias, cuyo objetivo sería llegar a la producción de una vacuna contra el virus de la influenza porcina.
Esta iniciativa puede poner a nuestro país en el camino que realmente necesitamos, pues permitiría, en el mediano plazo, sacudirnos la agobiante dependencia del exterior en materia de salud.


Ricardo Rocha
Detrás de la Noticia
México aterrado
De todos los miedos, el miedo: a la muerte. Que es el que corre más rápido: de cubreboca a cubreboca; de unos ojos a otros en los altos del semáforo; que está presente en todas las pantallas de televisión; que viaja veloz por la red; que se escucha machaconamente en la radio, porque ya nadie habla de otra cosa y que se hace pánico en las miradas del elevador si a alguien se le ocurre toser o, peor aún, estornudar.
El miedo está ya en todas partes. Y se ha hecho imágenes inéditas: una ciudad tan desolada, tan encerrada en sus casas, que se extrañan los automóviles en calles y avenidas; el virus del miedo se materializa en el silencio de los estadios, en el vacío de los restaurantes y en la nada de los foros de la música y el teatro ahora mudos.
Un miedo tan grande que ya no cupo aquí adentro. Y voló más allá de nuestras fronteras y los límites de la razón: Cuba y Argentina no quieren saber nada de nosotros y suspendieron todo contacto aéreo; en Chile fumigan a las Chivas antes y después del partido y la gente les saca la vuelta en las calles; en Londres, al joven Vela —que de por sí no jugaba— lo encierran en su casa para que no los contagie; de Europa y Estados Unidos recomiendan de plano no venir. Y un círculo de repudio nos empieza a aislar del mundo. Lo dicho: apestados.
Y mientras tanto, el otro virus, el de la incertidumbre, también sigue creciendo y expandiéndose: ¿cuáles los nombres de los muertos y los infectados y dónde están? ¿Ahora resulta que nada más siete murieron por el virus de influenza porcina? ¿De verdad, era para tanto? ¿De qué tamaño es realmente el enemigo? ¿Por qué sólo aquí se mueren sus víctimas? ¿Por qué si se trata de un virus porcino no se manifiesta en el campo y sí en cambio en las ciudades? ¿Quiénes ganan con esta crisis? ¿Cuándo terminará el periodo de emergencia? ¿Y luego?
Nadie parece saberlo. El país no estaba listo. No sólo para enfrentar este virus de la influenza porcina. Tampoco lo estuvo para enfrentar otros demonios: ni la crisis financiera ni la económica ni la social derivada de las otras. Ya decíamos que México lleva un rato inerme y enfermo.
Por lo pronto, ya hay otra epidemia, para la que tampoco nos estamos preparando: los efectos devastadores de miles de pequeñas y medianas empresas quebradas y cerradas; de cientos de miles de nuevos desempleados que ya no volverán al trabajo; de pérdidas gigantescas en todo el territorio, pero más aún en una ciudad marcada como de alto riesgo. En suma, el ahondamiento exponencial de una crisis económica que ya de por sí era extremadamente severa. Un fenómeno global y local que nos cancela el futuro. O que, en el mejor de los casos, lo cuestiona dolorosamente.
Y en consecuencia, una nueva plaga de depresión colectiva, con dos etapas de la enfermedad: primero, la invalidez, el desamparo y la indefensión; luego, el descontento, la irritación y la rabia tanto tiempo contenidos. Una pandemia para la que la única vacuna sería un liderazgo fuerte, creíble e indiscutible. Así que, en eso, tampoco estamos preparados.
Mientras tanto, el miedo sigue creciendo.

Lydia Cacho
Plan B
Epidemia de incapacidad
Luisa es trabajadora doméstica y podría morir. Antier mostró síntomas de influenza y la dueña de la casa la llevó al Hospital General en Guadalajara; cuando llegaron, Luisa tenía ya 50% de capacidad pulmonar. Fueron recibidas gracias a las influencias de la patrona, las filas de pacientes eran interminables. El médico le diagnosticó laringitis y probable influenza, le recetó Tamiflú, el que lograron encontrar seis farmacias más tarde. La mandaron a casa con reposo y aislamiento absoluto, pese a que suplicaron al médico que la mantuviera en urgencias en caso de un paro respiratorio pues el diagnóstico era grave. El médico se disculpó: el hospital no tiene espacio para más enfermos. En cinco días le confirmarán si el virus que tiene es el A/H1N1.
La historia de Luisa es una variante de la de millones de mexicanas, lo cual lleva a preguntarse: ¿por qué si la OMS ha dicho que esta es una enfermedad curable sólo en México se está muriendo la gente? No es momento para discursos ni sentimentalismos de falsa solidaridad con un gobierno incapaz de proteger un derecho humano fundamental: el de la salud. Durante décadas el Estado mexicano se ha negado a modernizar el sistema de salud pública y ha postergado la inversión pública imprescindible en investigación científica y epidemiológica.
En condiciones normales, millones de hombres y mujeres tienen que suplicar atención médica digna y pronta en las clínicas públicas. La gente empeña lo que tiene y pierde la vida diariamente en clínicas privadas de baja calidad. La desidia e irresponsabilidad de los gobiernos federales y estatales es inaceptable. Una sola muerte debería bastarnos para rebelarnos. El gobierno de Calderón dice que hay 176 muertos, pero sólo han confirmado que ocho murieron por virus atípico de influenza. Es decir, 168 muertes por neumonía atípica siguen bajo investigación. Un país con 105 millones de habitantes ¿no puede evaluar el origen de 168 muertes?
Ahora resulta que el gobierno carga sobre los hombros de la sociedad la responsabilidad de detener la epidemia. Igual que cuando nos convocó a evitar el narcotráfico y la corrupción. El discurso oficial debe indignarnos, en lugar de someternos al miedo paralizante. La danza de cifras que nos da la Secretaría de Salud nos hace sospechar que el gobierno improvisa y responde más por impulsos y pánico que por una estrategia efectiva a partir de información confiable. A la sociedad le corresponde cuidarse del contagio, al Estado le toca asegurar servicios especializados, montar clínicas de emergencia donde aíslen a las personas que se encuentren graves en lugar de mandarlas a casa con neumonía. Una sola muerte debería bastar, no podemos suplicar buenos servicios sino exigirlos.

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