2/12/2010






























Os voy a contar lo que hubo detrás de la visita de hoy jueves, 11 de febrero, del presidente de México Felipe Calderón a Ciudad Juárez.

Lo que supe y nadie contó. Por ahora.

Como todos sabéis, el presidente Calderón pensaba reunirse con las familias de las 15 personas asesinadas el 30 de enero en la colonia obrera Villas de Salvárcar. Las que justificó su muerte al tratarse, según él, de pandilleros.
Y sí, fueron al final 15 los muertos y no 16 (no me equivoco. Lo que pasa es que las autoridades se confundieron y ese día también fue asesinada una chava de 13 años de edad, pero en otro lugar, y la incluyeron en esta lista, hasta que rectificaron con las preguntas de los medios).

Una de las familias, la formada por Luz María Dávila y su esposo José Luis Piña, no acudió a la cita formal con el presidente. No querían que la reunión se celebrara a puerta cerrada, como las dos anteriores con el presidente municipal José Reyes Ferriz -en la que les ofreció una visa láser estadounidense y dinero para su mudanza -. O con el secretario de gobernación Fernando Gómez Mont, donde a la lista de ofrecimientos se sumó la de los botones de pánico, las despensas de comida y los celulares sin saldo. "No vendemos la sangre de mis dos niños", me comentó Luz María.

En Casa Amiga - el centro que eligió el presidente Calderón la víspera de su visita para realizar la reunión- se encontraron con una gran sorpresa una hora antes de la llegada del presidente. Todo el personal, incluido la directora, fueron encerrados en la cocina. Por tres horas, según varias de las empleadas de Casa Amiga. En su "secuestro", como lo calificaron ellas, estuvieron acompañadas por un soldado dentro de la cocina y otro fuera, que se aseguraba que sólo salieran para ir al baño.

En la reunión, de unas dos horas, las familias estuvieron el presidente Calderón y su esposa, el gobernador de Chihuahua Reyes Baeza con su señora y el presidente municipal de Ciudad Juárez sin su mujer. El presidente de México y su esposa se sentaron en sillas cercanas a los familiares. Y se disculparon del error de haber confundido a los estudiantes con pandilleros: como si la vida de los que son pandilleros, porque las autoridades no hacen su chamba, no valiera nada.

"Dejaron a las familias muy indefensas", se quejó una de los miembros del equipo de Casa Amiga, que atiende gratuitamente a víctimas de la violencia. "Lloraban, les suplicaban justicia", añade, en lo poco que pudo escuchar.

El personal de Casa Amiga discutió con los altos mandos militares que decidieron hacer la reunión a puerta cerrada, sin la prensa, sino también encerrarlas en la cocina. Pero ellos, argumentaron que eran instrucciones del presidente de México.
Y obligadas, fueron secuestradas en su propia casa, que no recibe ni un peso del gobierno federal.

Las familias que estuvieron en la reunión no quisieron comentar nada de lo acontecido. Se quedaron calladas. Y con el rostro de temor.

Estoy segura que esta situación no hubiera pasado si Esther Chávez Cano, su fundadora, hubiera estado viva. Les hubiera dejado en la calle. A Calderón y todas sus promesas. En silencio.

* Después de Casa Amiga, el presidente Calderón se dirigió al Centro de Convenciones Cibeles, el más lujoso de la ciudad, para presentar -en una renión abierta para la prensa- su plan social: "Todos somos Juárez, reconstruyamos la ciudad" ante un selecto grupo de unos 400 juarenses. Desde que comenzó su llamada guerra contra el narcotráfico hace 23 meses, han sido asesinadas más de 4.500 personas y se han disparado las extorsiones, los secuestros y los robos en una ciudad militarizada, de retenes constantes.
Hasta ahí pudieron colarse los padres de la universitaria Mónica Janet Alanis Esparza, desaparecida desde el 26 de marzo del pasado año. Unos doce representantes de los medios de comunicación comenzamos a entrevistar a la mamá, a Olga Esparza pero, al segundo, los voceros de diversas autoridades del estado acudieron con su personal de seguridad para empujarnos hacia la puerta de entrada del salón, mientras decían que Calderón ya había llegado, y que entráramos al recinto. Todavía faltaban dos horas para que el presidente estuviera en el Centro de Convenciones Cibeles, ya que se atrasó.

*Tuvieron sólo dos hijos. "Para darles lo mejor". Eso fue lo que decidieron Luz María Dávila y su esposo José Luis Piña, un guardia de seguridad, que trabajan en la misma fábrica maquiladora. En la misma en la que trabajaba, por las mañanas su hijo mayor, Marcos, de 19 años para después ir a la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez donde estudiaba Relaciones Internacionales. El otro, José Luis, de 16 años, estaba en la preparatoria y trabajó hasta unos días antes como empacador en un supermercado, hasta que se quedó sin chamba porque ya era demasiado mayor como para ayudar a poner la compra en bolsas.

Ahora "lo mejor" , para este matrimonio, es buscar justicia. A los verdaderos culpables. Y que nunca más nadie muera en Ciudad Juárez, que se pueda vivir en paz en la ciudad que les dio todo desde que emigraron a los 19 años de edad desde la Ciudad de México.

El día en que el presidente Calderón vino a Juárez, su esposo fue a la chamba y Luz María consiguió entrar a la reunión del selecto grupo de invitados. Le acompañaba su hermana mayor, Patricia, que tras trabajar toda la noche en una maquiladora, se unió a Luz María, una mujer tímida y estricta con sus hijos, ya asesinados, según reconoce.

El resto, lo sabéis. Me imagino. Porque se convirtió en la noticia principal de la mayoría de los medios mexicanos:

Cuando el presidente Calderón comenzó a dar su discurso, Luz María y su hermana se levantaron, con varias activistas y le dieron la espalda. A pesar de que el personal del presidente se acercaba para ordernarles que se sentaran. A las dos horas de las intervenciones, Luz María sintió que debía de desahorgarse, decirle al presidente todo lo que muchos juarenses no pueden decirle, según me contó después. Y esa mujer pequeña de estatura, se levantó de su asiento, forcejeó con seguridad y llegó a plantarse enfrente del presidente Calderón y de su esposa, Margarita cuando el público estaba aplaudiendo la intervención del gobernador del estado de Chihuahua.

"Discúlpeme, señor presidente, pero no le doy la mano porque usted no es mi amigo. Yo no le puedo dar la bienvenida proque para mí uste no es bienvenido", le reclamó bajo la mirada atónita de la pareja presidencial.

"Y El Ferriz (alcalde) y el Baeza (gobernador) siempre dicen lo mismo, pero no hacen nada señor presidente, y yo no tengo justicia, tengo muertos a mis dos hijos, quiero que se ponga en mi lugar...", continuó haciendo gestos con sus manos, moviéndose unos pasos de un lado a otro.

La madre le exigió una disculpa pública: "No es justo que mis muchachitos estaban en una fiesta y los mataron, quiero que usted se disculpe por lo que dijo, que eran unos pandilleros. !Es mentira! Uno estaba en la prepa y otro en la universidad, no estaban en la calle, estudiaban y trabajaban".

"Porque aquí hace dos años se están cometiendo asesinatos, se están cometiendo muchas coss y nadie hace algo. Y yo sólo quiero que se haga justicia, y no sólo para mis dos niños, sino para todos".

El presidente, sentado, le dijo: "por supuesto". Pero para la madre no fue suficiente. "!No me diga por supuesto, !haga algo!!!. Si a usted le hubieran matado a un hijo, usted debajo de las piedras buscaba al asesino, pero como yo no tengo los recursos, no los puerdo buscar.... ".

Algunos miembros del auditorio, aplaudieron mientras se dirigía a su asiento y comenzó a llorar. Y era abrazada por varias activistas. La esposa del presidente se levantó de su asiento y la siguió. Luz María abandonó la sala, se desmayó por unos segundos, y tras recuperar fuerzas se unió al grupo de estudiantes que estaban siendo agredidos por las fuerzas federales a unos 500 metros del recinto.
Minutos antes de que Luz María comenzara a increpar al presidente de México, el secretario de gobernación salió al encuentro de los estudiantes, por órdenes de Calderón y tras tres interrupciones del público en el que se le advertía que no podían estar celebrando esta reunión con la represión que estaban recibiendo los estudiantes, que pedían estar presentes en este encuentro.

Cuando algunos medios intentamos ir tras el secretario, varios agentes de seguridad situados en la puerta de la sala, nos impidieron salir del recinto.

*Acudí a la manifestación de los estudiantes cuando Luz María finalizó su discurso. Y tras discutir de nuevo con los agentes, para que me dejaran salir. Ahí me encontré con tres personas que decían haber sido secuestradas en un callejón por las fuerzas federales, por unas tres horas. Estas habían acudido al rescate de los estudiantes, cuando recibieron mensajes de texto pidiendo auxilio por las golpizas de las fuerzas federales. Las tres personas eran: dos visitadores de derechos humanos, Carlos Gutiérrez y Luz Elena Mears. Y un pastor cristiano: Juan Badillo, de la iglesia Viento Recio.

Los cerca de 50 estudiantes estaba sitiados por los policias federales y con un tanque de los soldados que les apuntaba. Muchos de ellos presentaban heridas y rasguños en su cuerpo, y uno se había quedado sin lentes porque lo incrustaron en el suelo. Algunos de ellos intentaban explicarle al secretario Gómez Mont que el ejército debía de marcharse, que desde que está habían sido asesinados 14 estudiantes y profesores universitarios, entre los miles. Y que desde su presencia no se podía vivir en Ciudad Juárez.

El secretario de gobernación fue despedido por los estudiantes a gritos de: "!Asesino!"
En cambio, cuando el presidente Calderón entró a la sala de Cibeles para exponer su plan social, fue recibido con la música de "Bésame mucho", para después entonar el himno mexicano que comienza así: "Mexicanos al grito de guerra...".

tomado del blog de la compañera Judith Torrea
http://juarezenlasombra.blogspot.com



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