7/08/2016

Cleptómanos y mitómanos



Gabriela Rodríguez
La Jornada 
La cleptomanía y la mitomanía son dos desórdenes neuróticos que afectan gravemente a nuestros gobernantes. La ambición económica a cualquier costo y el delirio de grandeza atraparon al presidente de México, a los secretarios de Estado, a los congresistas del partido en el poder, a todos los gobernadores del país.
¿Con qué argumentos pueden justificar dirigentes del PAN, del Verde y del PRI la imposibilidad de que servidores públicos publiquen su declaración patrimonial y sus conflictos de intereses? Sólo desde el impulso incontrolable de robar y de tomar lo que no es suyo. Se comprende; la negación a la transparencia de las finanzas personales es un mecanismo de defensa ante prácticas incesantes de corrupción, como ocurrió con el texto aprobado de la Ley General de Responsabilidades Administrativas. Dicen los entendidos que la cleptomanía suele iniciarse en la adolescencia; el mal lleva a un deterioro personal, social y laboral que se acompaña de conflictos con quienes los rodean y que en la edad adulta son prácticamente imposibles de solucionar. Sin embargo, es posible aparentar estabilidad emocional al identificarse con otros cleptómanos que permitan mantener el conflicto invisibilizado. Se puede ejemplificar esta situación con el veto presidencial posterior a la reforma de la ley: se logró eliminar la obligación de empresarios a presentar su declaración fiscal, patrimonial y de conflicto de intereses al hacer negocios con el gobierno. En vez de recurrir a antidepresivos, la terapia es formar redes de políticos y empresarios que disfrazan como negocios los robos entre corruptos y corruptores, una especie de cleptomanía colectiva, consciente o inconsciente.
La angustia puede llevar a la necesidad de falsear la realidad para hacerla más soportable. Afirmaba Jorge Enrique Dávila Flores que con el Sistema Nacional Anticorrupción los legisladores hemos sido capaces de crear un modelo de vanguardia que nos permitirá transitar hacia un Estado más transparente, responsable y honesto. La cleptomanía de la élite gobernante hoy se combina con otro trastorno sicológico conocido como mitomanía, el cual consiste en mentir de manera compulsiva y patológica. La habilidad del mitómano radica en que siempre te contará algo que genera tu interés; hay ejemplos muy ilustrativos. En agosto de 2015, Enrique Peña Nieto y sus funcionarios reiteraron que una de las bondades de la reforma energética era bajar los precios de la gasolina y de la luz en beneficio de miles de hogares mexicanos; como sabemos, la gasolina lleva cuatro aumentos tan sólo en lo que va del año, y esta semana el gobierno federal anunció que las tarifas eléctricas subirán de 2 a 5 por ciento. El hábito de mentir se conforma al lado de ciertas características de la personalidad. El mitómano suele ser narcisista, tener baja autoestima, deficiencias en habilidades sociales y desconfianza en las personas y sus relaciones, entre otros. Los mitómanos, mayormente son hombres, tienen la tendencia a desdibujar la realidad con grandilocuencias y a buscar la aceptación y admiración de sus interlocutores, tienen miedo constante a ser descubiertos y con el tiempo muestran un incremento progresivo de la magnitud de las mentiras. A medida que repiten una y otra vez la narración comienzan a creérsela, y llega un momento en que la realidad queda tan distorsionada que no son capaces de distinguir sus invenciones de lo que realmente ocurrió.
Hoy la tensión está frente a la reforma educativa que fue aprobada en 2013 por todos los partidos, excepto el PT, la cual eleva a rango constitucional la evaluación obligatoria a los maestros y crea un nuevo Servicio Profesional Docente. Desde entonces, los líderes de la CNTE han señalado inconsistencias pedagógicas de la reforma, así como en la evaluación y en las prerrogativas laborales. Hemos atestiguado que el cierre del diálogo generó un despliegue de acciones de protesta de profesores en diversas regiones, no siempre pacíficas, con una reacción represiva desproporcionada por parte del gobierno, que llegó al grado de encarcelar a sus líderes, entre ellos al secretario general de la CNTE, Rubén Núñez, y su secretario de organización, Francisco Villalobos. El extremo de violencia se alcanzó la mañana de Nochixtlán, cuando simpatizantes del movimiento fueron atacados con armas largas por policías federales, cuando mantenían un bloqueo por la detención de sus dirigentes. Un informe parcial sobre las movilizaciones de la CNTE que se presentó ante el Comité Ejecutivo Nacional de Morena indica que el saldo represivo desde febrero pasado es de 14 personas asesinadas y más de 100 heridas en las dispersiones violentas de sus manifestaciones, 430 maestros cesados, cerca de 105 sujetos a procesos judiciales y 14 encarcelados, además de los 43 desaparecidos, futuros maestros de la normal de Ayotzinapa.
Acostumbrados a la mitomanía de la clase política, es grotesco escuchar al secretario de Educación decir que la reforma tiene un gran apoyo de la sociedad mexicana, que es un cambio estructural para el país y que la ley no es una opción para nadie, por lo que esta reforma no está a discusión. Mientras tanto, el titular de Hacienda notificó que habrá un segundo recorte presupuestal de 6 mil 500 millones de pesos al sector educativo. Queda claro que la prioridad no está en la educación, sino en las comunicaciones aéreas, recordamos que el avión presidencial, ese palacio flotante, tiene un valor de 7 mil millones de pesos, casi equiparable.
Celebro que el secretario de Gobernación contradiga a Aurelio Nuño y abra la discusión sobre la reforma educativa, luego de la distensión de los bloqueos de la CNTE. Porque la educación no es un juego de nuños (Díaz Polanco dixit) y tendría que dejar de ser una lucha de poderes (¿Quién mandó a la PF a disparar?)

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