CIUDAD DE MÉXICO (apro).- El pasado 4 de marzo el PRI cumplió 88 años de existencia, 71 de los cuales ejerció el poder presidencial de manera ininterrumpida creando una cultura política que todos los partidos, sin excepción, replican de manera casi natural porque toman al presidencialismo como la figura central del ejercicio del poder, sin cambiar una sola de las estructuras de gobierno.
El año 2000 marcó el agotamiento del régimen del autoritarismo priista que permitió que Vicente Fox ganara y no tanto que el PAN fuera la opción de un mejor gobierno. Simplemente, al empresario de Guanajuato le tocó aprovechar la necesidad del cambio que la gente expresó en las urnas y que Cuauhtémoc Cárdenas no supo capitalizar porque desde entonces en el PRD ya denotaban las escisiones que hoy lo tienen en plena decadencia.
Como segunda y hasta tercera fuerza política, durante 12 años el PRI se dedicó a apuntalar su presencia en instituciones claves como la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el Tribunal y el Instituto Electoral, la Comisión Nacional de Derechos Humanos, las cámaras de Diputados y Senadores y en el poder judicial. Pero también con los empresarios y en los medios de comunicación, principalmente en las televisoras.
Esto le ayudó a preparar el terreno para su regreso en el 2012 con Enrique Peña Nieto, bajo la idea de demostrar que ellos sí sabían gobernar y que el país recuperaría el crecimiento económico y la paz social perdida tras la declaración de guerra al narcotráfico lanzada por Felipe Calderón.
Pero nada de esto se logró, Enrique Peña Nieto resultó ser el peor de los presidentes que el PRI ha tenido y para la elección del 2018 son escasas las posibilidades de mantenerse en la silla presidencial.
El PRI no tiene candidatos fuertes. Hasta ahora la lista de aspirantes la integran el canciller Luis Videgaray, quien fracasó como secretario de Hacienda; Aurelio Nuño, anulado como secretario de Educación por el magisterio disidente; Miguel Ángel Osorio Chong, rebasado como secretario de Gobernación por todos los conflictos sociales del país; el secretario de Salud, José Narro, que no tiene los alcances políticos para gobernar, y el líder nacional del PRI, Enrique Ochoa Reza, cuya inexperiencia política es notable.
En la lista de gobernadores tampoco destaca alguno de los que actualmente ejercen el poder, como para poder ser un candidato fuerte. Eruviel Ávila no deja buenas cuentas en el Estado de México, pues ahora es una de las entidades con el mayor número de muertos por el crimen organizado y tiene el primer lugar de feminicidios. Además no ha crecido económicamente y el descontrol político es más que evidente al dejar que el candidato a gobernador sea Alfredo del Mazo, quien no pertenece a su grupo.
El PRI tiene enormes problemas de credibilidad por los casos de corrupción de los exgobernadores Tomás Borge, Javier y César Duarte, así como la propia presidencia de la república con el conflicto de intereses de Enrique Peña Nieto y el grupo Higa que construyó la famosa Casa Blanca de su esposa Angélica Rivera.
Con 88 años, el PRI presenta los signos de la vejez porque carece de cuadros políticos nuevos y de ideas actuales para ejercer el poder. Siguen repitiendo los mismos esquemas del presidencialismo autoritario, los mimos mecanismos de corrupción y las mismas prácticas de impunidad e injusticia.
Así, se acerca una nueva derrota para el PRI en el 2018 porque ni con todo el dinero que tienen para invertir en una campaña electoral podrán cambiar la imagen de un partido corrupto e ineficaz que hoy deja Peña Nieto como principal herencia de su gobierno.