10/02/2018

Del apoyo de Barros Sierra a estudiantes, al sometimiento de Massieu Helguera

El 68 a medio siglo

▲ Para honrar a los caídos el 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco, la Dirección de Danza de la UNAM realizó ayer en la Plazade las Tres Culturas un performance, en el que participaron estudiantes, profesores y habitantes de la zona.

La mayor aspiración de un universitario y de un politécnico es, sin duda, dirigir los destinos de las instituciones que han sido su alma mater. Esa es una reiterada afirmación entre quienes han sido rectores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y directores generales del Instituto Politécnico Nacional (IPN). 

La historia colocó a dos hombres al frente de estas casas de estudios en lo que fue el momento más complejo para ambas: la ocupación militar de sus instalaciones durante el movimiento estudiantil de 1968. El ingeniero Javier Barros Sierra y el bioquímico Guillermo Massieu Helguera ocupaban en aquel año la rectoría de la UNAM y la dirección general del IPN, respectivamente. 

La fecha histórica no fue la única coincidencia. Ambos son herederos de los fundadores de sus respectivas casas de estudios. Barros Sierra era nieto del liberal Justo Sierra, quien el 22 de septiembre 1910 refundó la Universidad Nacional, con el apoyo del presidente Porfirio Díaz; mientras Massieu Helguera fue hijo de Wilfrido Massieu, el hombre designado por general Lázaro Cárdenas para dirigir el proyecto fundacional del IPN, que abrió sus puertas el primero de enero de 1936. 

Lo que los diferenció fue la posición que cada uno asumió frente al movimiento de aquella aguerrida juventud. El primero fue un férreo defensor de la autonomía de la universidad, un aliado del movimiento estudiantil y un crítico de las acciones del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz; el politécnico asumió más bien una posición más institucional, fue mesurado ante la rebeldía de los jóvenes y optó por no confrontarse con el régimen. 

Barros Sierra acompañó y abrazó las demandas estudiantiles. Sus empeños en defensa de la autonomía universitaria lo llevaron a desafiar al sistema en tiempos de mano dura del viejo régimen. Condenó la vía de la represión como única opción para enfrentar la rebelión juvenil. 

Su primer reto a la autoridad se dio la mañana del 30 de julio de aquel año, horas después del asalto del Ejército contra la Preparatoria 1, en San Ildefonso, donde se destruyó la puerta colonial con un bazucazo. Ese día, en Ciudad Universitaria, salió de su despacho e izó la bandera nacional a media asta en la explanada de Rectoría en señal de luto. 

Dos días después encabezó una marcha en defensa de la autonomía. Ante miles de universitarios, politécnicos y jóvenes de otras casas de estudios –se habla de 10 mil asistentes–, el rector comprendió la necesidad de hermanar las identidades de cada institución académica y, antes de arrancar la movilización, declaró: Se juegan en esta jornada no sólo los destinos de la Universidad y el Politécnico, sino las causas más importantes y entrañables para el pueblo de México. Por primera vez, universitarios y politécnicos, hermanados, defienden la vigencia de las libertades democráticas en México. Vamos, pues, compañeros, a expresarnos. 

Se trataba de dos desplantes inadmisibles para el gobierno que le acarrearían consecuencias personales e institucionales. 

Los jóvenes en rebeldía esperaban una actitud similar del director general del IPN. La respuesta fue disímil, como lo afirma en entrevista con este diario Félix Hernández Gamundi, líder ante el Consejo Nacional de Huelga (CNH) por el IPN, al recordar que el directivo politécnico se subordinó a la posición oficial. 

Cuando se organizaba la marcha del 5 de agosto de Zacatenco al Casco de Santo Tomás para protestar por la intervención militar en las escuelas, se exhortó a Massieu Helguera a imitar los pasos del rector y encabezar esa movilización. De inicio el funcionario aceptó. 

Pongo por encima de todo los intereses del IPN y declaró que estoy emocional y espiritualmente con los estudiantes agredidos y con las personas que están justamente indignadas por los lamentables acontecimientos y por el allanamiento de los planteles. Esos hechos no sólo son un atentado contra la dignidad, sino un insulto a la inteligencia 

Sus declaraciones generaban un ánimo de respaldo hacia la juventud no sólo politécnica, sino también entre los miles que participaban en el movimiento. Sin embargo, condicionó su presencia en la marcha a que fuese fundamentalmente de origen y desarrollo politécnico, que todos los jóvenes de esa casa de estudios asistieran y que se contara con el permiso por escrito de las autoridades. 


Fue un duro revés para el movimiento estudiantil, ya que la movilización no podía limitarse. Hernández Gamundi recuerda que el propio Barros Sierra estaba dispuesto a participar, pero al enterarse que Massieu Helguera no estaría presente, evitó asistir. 

En medio de la ocupación castrense de las instalaciones de la UNAM, y responsabilizado por los sectores afines al régimen de ser promotor de la violencia, el rector Barros Sierra presentó su renuncia al cargo ante la Junta de Gobierno de la universidad. Su dimisión fue rechazada no sólo por esa instancia, sino por todos los sectores universitarios e incluso politécnicos. 

Cuando la represión era más contundente, el rector llamó a los jóvenes a volver a las escuelas y gestionó ante las autoridades gubernamentales los esfuerzos porque ambas partes tuvieron un diálogo. Abrió su casa para el primer encuentro entre los emisarios del gobierno y tres representantes del CNH la mañana del 2 de octubre. 

Esa noche, cuando ya había trascendido la sangrienta represión en Tlatelolco, el rector se comunicó en dos ocasiones con Díaz Ordaz, como se lo dijo años después al periodista Gastón García Cantú. En un primer momento el presidente habló de algunas bajas. Volví a lograr una nueva comunicación y entonces me dijo que infortunadamente se había podido comprobar que era bastante mayor el número de víctimas. 

Después de esa trágica fecha, el rector siguió brindando un apoyo solidario a los jóvenes estudiantes. Les hizo ver que el movimiento había perdido fuerza, como publicó La Jornada con motivo del centenario de su natalicio: Pueden ustedes arriesgar su vida, pero no tienen derecho a jugar con la vida de los demás estudiantes, le comentó a varios de los que seguían en libertad, entre ellos Roberto Escudero, representante de la Facultad de Filosofía y Letras. Además envió maestros y libros para que los universitarios siguieran estudiando desde prisión. 

Después del conflicto del 68, no era yo un hombre que fuera grato al poder público. Me toleraban al frente de la universidad mientras se conservara un relativo orden, reconocía Barros Sierra. Sus opciones de relección, pese a tener el respaldo de la comunidad, las asumía como inviables. 

Mis posibilidades como gestor a favor de los intereses universitarios se habían agotado. Hubiera sido muy difícil para mí lograr aumentos de subsidio si seguía al frente (...) Si yo incurría en la debilidad de aceptar una relección, vendría, de parte del poder público, concretamente del presidente de la República, para no andarnos por las ramas, la revancha de los tristes acontecimientos del 68. 

Rector de la UNAM 

Javier Barros Sierra nació en Ciudad de México el 25 de febrero de 1915. Fue heredero de los valores con que su abuelo concibió la Universidad Nacional. Estudió el bachillerato en la Escuela Nacional Preparatoria. Se graduó de ingeniero civil en 1943 en la Escuela Nacional de Ingenieros, en la que después fue catedrático y director. En 1947 obtuvo el grado de maestro en ciencias matemáticas. 

Fue investigador del Instituto de Matemáticas y rector de la UNAM de 1966 a 1970. Ocupó diversos cargos en el sector público durante el sexenio de Adolfo López Mateos, e incluso se le mencionó como posible candidato a la Presidencia, aunque el designado en 1963 fue Gustavo Díaz Ordaz. 

Murió el 15 de agosto de 1971, a los 56 años de edad. 

Director del IPN 

Guillermo Massieu Helguera nació el 7 de octubre de 1920 en San Luis Potosí. Es egresado de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico Nacional, donde obtuvo el doctorado en ciencias. Se le reconoce como el primer neuroquímico de México. Perfeccionó sus estudios de posgrado en la Universidad de Oxford. Fue director del IPN entre 1965 y 1970. 

En 1975 se le condecoró con el Premio Nacional de Ciencias y Artes. Ese mismo año ganó el Premio Nacional de Ingeniería Doctor Nabor Carrillo. Fue subsecretario de Educación Tecnológica, de la Secretaría de Educación Pública. 

Murió el 28 de febrero de 1985, a los 64 años de edad.

Foto Jesús Villaeca 

Emir Olivares Alonso 
Periódico La Jornada

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