10/04/2018

México SA: Carlos Fernández-Vega


Combustibles, desastrosa herencia
Importación onerosa y progresiva


Sucede en muchos otros renglones, pero en materia de combustibles el sexenio de Enrique Peña Nieto deja un desastre, que se suma a los heredados por Vicente Fox y Felipe Calderón, y a los de sus antecesores de la etapa neoliberal.
A lo largo de seis sexenios consecutivos, de Miguel de la Madrid a EPN, el gobierno mexicano se negó rotundamente –siempre con la idea de privatizar el mercado energético nacional– a invertir un peso en la construcción de refinerías, porque –versión oficial– no es negocio y se dilapidarían recursos públicos.
No es negocio, aseguraron las seis administraciones neoliberales, pero sí ha sido, y de qué tamaño, para las empresas privadas que a lo largo de los años han vendido millones y millones de barriles de gasolinas, diésel y otros combustibles.
Sólo para dar una idea de qué tamaño ha sido el negocio que no es negocio, de 2001, con Fox en Los Pinos, a 2018, con Peña Nieto en la residencia oficial, México ha gastado alrededor de 200 mil millones de dólares en importación de gasolinas y cerca de 30 mil millones en diésel.
Cierto es que para nuestro país no ha sido negocio y sí se han dilapidado recursos para importar, de manera creciente, dichos combustibles, pero todo lo contrario dirán quienes los han vendido. Con esos dineros fácilmente se hubieran construido las refinerías necesarias para abastecer el mercado interno y tener excedentes exportables.
Cuando Fox se instaló en Los Pinos, México importaba alrededor de 90 mil barriles diarios de gasolinas; casi al cierre del sexenio peñanietista el volumen se había incrementado a 600 mil barriles, en números cerrados, un crecimiento cercano a 600 por ciento. A estas alturas se importa 75 por ciento de la gasolina que se consume en el país.
La más joven de las refinerías mexicanas data de 1979; casi cuatro décadas después el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, anuncia que se construirán este tipo de complejos para aminorar el gasto en importaciones y abastecer el mercado interno.
Como se ha mencionado en este espacio, en 1979 el entonces inquilino de Los Pinos, José López Portillo, inauguró las refinerías de Cadereyta y Salina Cruz. Tras el tradicional corte de listón, Pemex presumió que con las nuevas centrales por primera vez rebasaría el millón de barriles diarios de productos refinados, con lo que México se coloca dentro de los 12 más grandes refinadores mundiales.
Pero llegó la tecnocracia y con ella la importación masiva de productos refinados. Los gobiernos neoliberales gastaron, paralelamente, miles y miles de millones de dólares en modernizaciones y reconfiguraciones de las refinerías existentes, pero lejos de incrementar la producción interna, la importación de combustibles creció sin parar. Y aquí, concretamente, sí se dilapidaron recursos públicos y se benefició al sector privado nacional y foráneo.
En el caso concreto del gobierno que está por terminar, la elaboración de gasolinas (información de Pemex) pasó de 450 mil barriles por día a 229 mil, es decir, un desplome de 49 por ciento; en el del gas licuado de petróleo (el de mayor consumo en el país) de 206 mil barriles por día a 120 mil, una caída de 42 por ciento, y en el del diésel de 314 mil barriles por día a 133 mil, 58 por ciento menos que en el inicio sexenal.
Y todos esos huecos (que el gobierno mexicano se negó a tapar por no ser negocio) rápidamente los llenaron los proveedores privados, quienes agradecen la generosidadneoliberal que le cedió el no negocio, con todo y su catarata de dólares.
Las rebanadas del pastel
Como cereza, vale mencionar que el precio de la gasolina que se vende en México resulta 31 por ciento más cara que en Estados Unidos, de donde se importa el combustible.Pero no es el único comparativo. Por ejemplo, un salario mínimo mexicano compra 4.25 litros de gasolina; un salario mínimo estadunidense alrededor de 70 litros.
Twitter: @cafevega

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