liberad de expresiónpara justificar libertad de agresión contra un pueblo en pie de lucha. Ya se anuncian los agoreros de la agresión contrarrevolucionaria; no podemos quedarnos a la espera.
No es suficiente cancelar las concesiones, la distribución y la comercialización de las redes sociales
con sus cargas golpistas. No puede ocurrirnos (no debe) que las
denuncias de Caracas se reduzcan a un episodio anecdótico, que se haga
pasar por rabieta legalista, por capricho localista o por presa de las
jaurías tergiversadoras asalariadas. Esa decisión nos involucra a todos,
nos pertenece, nos compete y nos obliga a estudiarla, ampliarla,
contextuarla y acompañarla. Hasta sus consecuencias últimas. Se trata de
una oportunidad y un ejemplo para el mundo entero y deberíamos incluir
sus alcances en las agendas y programas más inmediatos. No alcanza con
la cancelación de las concesiones.
Desde las dictaduras digitales de WhatsApp y X (junto a otros muchos
operadores golpistas) no sólo emprendieron una ofensiva de su libertad de expresión
burguesa, ratificaron el proyecto de saqueo de recursos naturales que
la derecha venezolana ha ofrecido a las jaurías trasnacionales a
diestras y ultradiestras, con guarimbas y con campañas de violencia
híbrida brutal contra las instituciones de la revolución... En fin, las redes sociales
han perfeccionado tácticas cotidianas de golpeteo, calumnia, siembra de
sospechas, descalificación y terrorismo emocional, de corte neofascista
contra el proceso revolucionario venezolano. La revolución venezolana,
que es gobierno democrático, está obligado a no conceder un ápice de
terreno a la contrarrevolución mediática que se dispone a destruir lo
mejor que el pueblo ha construido y lo mejor de su desarrollo. No
concederle privilegios, ni impunidad, ni margen para la traición. Sin
concesiones.
La decisión de cerrar el paso a las operaciones alienantes y/o contrarrevolucionarias, emprendidas por los dueños de las redes
,
no logra sus mejores cometidos sólo con dar por canceladas,
provisionalmente, las agresiones con que se han beneficiado durante
años, porque es necesario levantar un debate y juicio internacionalista,
un movimiento de organizaciones sociales y trabajadores que deje ver el
caso venezolano, y no sólo como un caso que compete al mundo y que cada
día se torna en problema más agudo. Es preciso un movimiento
científico, político, comunicacional internacionalista para ejercer un
control democrático directo y minucioso sobre el trabajo de todos los mass media; muy especialmente sobre las redes sociales no como un control
unilateral de burocracias o de cúpulas, sino un control directo de los
pueblos, los usuarios, los trabajadores mismos de las cadenas de
comunicación, organizados con método revolucionario para construir un
proyecto de comunicación garantizado por la intervención técnica,
teórica, creativa, lúdica, poética de la mejor calidad posible, según el
desarrollo que se adquiera, consensuada en las formas y en las ideas.
No es suficiente cancelar las concesiones cuando hace falta una
revolución socialista de la comunicación.
Sólo habrá libertad de expresión
cuando los llamados medios de comunicación
dejen de ser propiedad privada de monopolios multinacionales, camuflados con disfraces democráticos
. Habrá libertad de expresión
cuando los trabajadores intervengan, con independencia política, en la
dirección de los medios, cuando, con ayuda de todos los conocimientos y
las herramientas científicas, éticas y políticas posibles, se libere
objetivamente el potencial del pensamiento y las destrezas humanas en
todos los campos de la vida social. Algo anda muy mal si un medio de
comunicación no obedece al desarrollo de los pueblos, sus agendas de
lucha, si no hay agenda y dirección de los trabajadores y eso debe
corregirse.
No es libertad de expresión
la práctica burguesa de amaestrar
conciencias para que acepten acríticamente la interpretación mercantil
de un mundo controlado y degenerado por los poderosos. No es libertad de expresión
pintar un mundo lindo para los ricos, mientras las masas tragan
silencio amargo y obligatorio ante el saqueo, la miseria, la depredación
y la violencia contra los pueblos. No es libertad de expresión
el maremagno melodramático de esas redes sociales
de calidad paupérrima, que explota a los trabajadores de los medios y
vende a precio de oro las deyecciones cínicas de los publicistas y
periodistas burgueses. No es libertad de expresión
disponer de redes mass media para
exhibir las payasadas de la burguesía su pornografía, pedofilia,
sadomasoquismo… de funcionarios, policías y clérigos famosos. Por más
poderes que detenten. No es libertad de expresión
usurpar los media para exhibir los negociados de las oligarquías con las burocracias y publicitarlos como si fuesen logros morales. No es libertad de expresión
amaestrar estudiantes en escuelas, públicas o privadas, para que sirvan
dócilmente a la alienación de los usuarios, enseñarles a ser corruptos,
a prostituirse por unos pesos y a enterrar los muertos de la barbarie
capitalista bajo el estiércol de su sintaxis noticiosa. Libertad de
expresión no es libertad de mercado.
Desde las dictaduras digitales de WhatsApp y X se prepara la
burguesía para defender uno de sus púlpitos más caros en Venezuela. Se
aprestan los lebreles de la comunicación
capitalista a iniciar
una andanada más de agresiones contra Venezuela, esta vez usando la
canallada de acusar de autoritaria a la revolución. Sí, ya estudian, en
todas las centrales de inteligencia
, los modos de espionaje y sabotaje para detener la decisión de someter a crítica a las redes
,
tras un golpe de efecto que destruya el prestigio democrático mundial
de Venezuela, si se esmeran, es necesario prever una y mil estrategias
revolucionarias y desde abajo para defender y ensanchar los logros de la
revolución bonita. Pocas cosas son más importantes a estas horas.
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