3/10/2009

El país desde abajo .... AMLO, Presidente Legitimo de Mexico..


Apuntes de mi gira por México
Andrés Manuel López Obrador
II

En todo el país la gente del pueblo es buena y trabajadora. Los norteños son muy emprendedores. Por lo general, son serios, poco expresivos, pero muy respetuosos. En las asambleas escuchan atentamente, no aplauden con facilidad, actúan como ciudadanos en sentido clásico, son más razón que pasión. La gente más progresista del norte es la de Nayarit, Sinaloa, La Laguna, el sur de Sonora, Colima y las Baja Californias. También lo son quienes viven en las ciudades fronterizas, posiblemente por el fenómeno migratorio. En Michoacán, por su gran cultura purhépecha y por las enseñanzas de Morelos, Ocampo, Mújica y el general Lázaro Cárdenas, la gente es liberal y de vocación social bien arraigada. Jalisco, contra lo que se piensa, no es conservador, le ayuda la influencia de Michoacán, su población de origen indígena, el carácter abierto de los costeños, y el espíritu cosmopolita de Guadalajara.
En el centro del país predomina la influencia de la gran ciudad de México. Mucha gente de los estados más cercanos ha emigrado al Distrito Federal y mantiene comunicación con familiares que todavía viven en pueblos de San Luis Potosí, Querétaro, Hidalgo, estado de México, Guanajuato, Michoacán, Puebla, Tlaxcala, Morelos, Oaxaca y Veracruz. En toda esta región predominan las culturas indígenas, la población es trabajadora y generosa. Mención especial merecen los habitantes de la ciudad de México, los más progresistas del país, los más informados y politizados pero, sobre todo, los más solidarios. Mi admiración y respeto a los guerrerenses por su ejemplar vocación de lucha. Siempre han demostrado su amor por la libertad y la justicia. Los habitantes del sureste son festivos y están llenos de pasión. Alguien dijo que un tabasqueño vive en un día las pasiones, los amores, las desdichas y las alegrías, que le llevaría un año experimentar a otros seres humanos.
Un país abundante en pobreza
En México los más pobres son los indígenas de todas las regiones y etnias. Fue tan cruel la conquista y la colonia que, en pos de la libertad y de sus culturas, y para salvarse de la esclavitud y la encomienda, se fueron remontando a las partes más alejadas e inhóspitas del territorio. Es el caso de los huicholes, coras y tepehuanes de las sierras de Jalisco, Zacatecas, Durango y Nayarit; el de los tarahumaras de Chihuahua, de los yaquis de Sonora, el de los náhuas de las montañas de Puebla, o de los chontales de los pantanos de Tabasco. Como sabemos, todos los pueblos originarios estaban asentados en los mejores valles o en las franjas costeras y con la colonización se les despojó de sus tierras y se fueron a proteger a zonas inaccesibles, de refugio.
No sólo padecieron durante la colonia, sino después de la independencia y hasta el porfiriato en que eran acosados por enganchadores para ser convertidos en peones acasillados de las haciendas. Desde la conquista, la explotación del indígena siempre se ha querido justificar con una supuesta inferioridad racial. Este pensamiento, desgraciadamente, aún persiste. Con frecuencia se olvida que la pobreza no es producto ni de la raza, ni de la fatalidad, ni del destino, ni porque Dios quiere, sino de la injusticia y de la opresión.
La pobreza está por todas partes del país, aunque es más agobiante en las comunidades indígenas del sur y del sureste. Hay mucha pobreza en pueblos como San Juan Cancuc, Chalchihuitán y Chanal, en la zona de Los Altos en Chiapas; duele lo que sucede en muchos municipios y comunidades de Oaxaca; inclusive, en la región de la costa, donde habita población afromexicana que vive en el abandono.
Recuerdo que por un camino de terracerías, llegamos una tarde-noche a Tapextla, comunidad cercana a Cuajinicuilapa, en la zona limítrofe entre Oaxaca y la Costa Chica de Guerrero. Allí, a pesar de la marginación, conservan su cultura y sus bailes tradicionales, zapatean arriba de un tronco hueco de árbol de parota, llamado artesa. En todas las comunidades pobres de México, lo único que no les falta es la música; sea con violín como en Chiapas, o con bandas como en Oaxaca o en la Montaña de Guerrero. En mi visita a Cochoapa, Guerrero, municipio de nueva creación –que surgió al dividirse el territorio de Metlatónoc, considerado el más pobre del país–, me impactó tremendamente el silencio de la gente. Me recibieron con música de banda de acordes tristísimos. Allí me llené de sentimientos. Les dije despacio que nuestra lucha se resume en una frase: arriba los de abajo, arriba los pobres y abajo los privilegios.
También hay mucha pobreza en la sierra de Zongolica, Veracruz; en la sierra de Hidalgo y Puebla, y en las Huastecas; lo cierto es que la pobreza está extendida por todo el país.
La despoblación del campo
En los tiempos de la política neoliberal o de pillaje, el sur-sureste se ha vuelto como Centroamérica y el norte se ha empobrecido como era antes el sur-sureste. Durango es el estado con más pobreza en el norte. Recientemente estuve en Benjamín Hill, Sonora, que antes de la privatización de los ferrocarriles era una importante estación del tren; ahora es un pueblo desolado, con población desempleada, y esto se repite en muchos otros municipios de esa región. No olvidemos que en los últimos 26 años, el modelo económico impuesto ha consistido en la creación de islotes de progreso rodeados de pobreza.
La mayor parte del territorio nacional se despobló por el abandono al campo y la gente se ha ido a vivir y a buscarse la vida al extranjero, a ciudades fronterizas, a centros turísticos y a algunas ciudades del interior del país. De los 2 mil 38 municipios que visité, la mitad tiene ahora menos población que en 1980.
Por el fenómeno migratorio hay pueblos abandonados o donde sólo viven ancianos, mujeres y niños, porque los jóvenes han salido a buscar oportunidades a otras partes o del otro lado de la frontera. Este éxodo ha servido como válvula para aminorar la presión y evitar un estallido social. Imaginemos lo que hubiese pasado si durante este largo periodo de estancamiento económico y desempleo no hubiesen ido a buscarse la vida a Estados Unidos 8 millones de mexicanos. Ha sido doloroso e infame este exilio forzado por la necesidad de muchos compatriotas, pero al mismo tiempo, ha sido un factor de estabilidad política y social. Además, ha permitido que ingresen remesas anuales por más de 20 mil millones de dólares, en beneficio de las familias de nuestros paisanos y de la economía de los pueblos en muchas regiones. Gracias a la migración, en zonas tradicionalmente pobres de México, como el Valle del Mezquital en Hidalgo o la Mixteca poblana, oaxaqueña y guerrerense, se ven mejoras importantes en las viviendas que ningún programa gubernamental ha propiciado.
Los que no han emigrado viven con muchas carencias, hay hambre y desnutrición; los trabajadores deben resignarse con salarios que apenas les permiten sobrevivir; la gente no tiene siquiera para lo más elemental: para el pasaje, la compra de medicamentos, para el gas, la luz, o para vestir y calzar a los hijos; hay muchos enfermos y discapacitados sin ninguna atención. El llamado Seguro Popular es pura demagogia; faltan médicos y en los centros de salud sólo entregan recetas, porque se carece de medicamentos.
En municipios de la Mixteca de Puebla, limítrofe con el estado de Guerrero, concretamente en Ahuatlán e Ixcamilpa, me pidieron con desesperación que denunciara que los centros de salud no tienen suero contra picaduras de alacrán, que es lo más urgente. En materia educativa el atraso es notorio, en las comunidades más apartadas sólo hay clases de martes a jueves. Muchas veces, un maestro debe atender a los alumnos de varios grados. Los profesores están mal pagados y para obtener una plaza necesitan comprarla en 150 mil pesos.
También debo decir que en ciertas partes del país ha habido crecimiento económico, pero esto no ha significado mayor bienestar para su población. Por ejemplo, en las ciudades fronterizas hay empleo en las maquiladoras pero muy mal pagado. Una mujer que trabaja recibe 500 pesos a la semana y, por lo general, sólo en transporte y en celular se gasta la mitad. Y vive en colonias donde no hay pavimento, escasea el agua, no cuentan con guarderías, la gente habita en viviendas precarias y ha crecido la desintegración familiar y la pérdida de valores comunitarios.
La virtud de los indígenas
De estas colonias son algunos jóvenes que por problemas familiares, el mal trato y ante la falta de oportunidades de trabajo bien remunerado y de estudios, han tomado el camino de las conductas antisociales. Pero no olvidemos que la pobreza en las comunidades indígenas se enfrenta en una atmósfera colectiva de auténtica solidaridad; algo distinto al individualismo que se ha venido entronizando en las zonas urbanas pobres.
Cuando fui jefe de gobierno en la ciudad de México, comprobé que la mayor incidencia delictiva provenía de barrios y colonias con más descomposición social y era menor la delincuencia en el sur de la ciudad, en delegaciones como Tlalpan, Tláhuac, Xochimilco y Milpa Alta, donde se tienen arraigados valores colectivos y vínculos comunitarios. De modo que mejores oportunidades de trabajo y de estudios, impiden el desbordamiento de la violencia, pero también a mayor cultura y valores comunitarios, menor delincuencia.
Al recorrer el país he vuelto a comprobar que la comida tradicional del pueblo de México es variada, sana y nutritiva. La comida, como el habla de la gente, obedece a la cultura de cada región. Entre más predominio indígena existe, es mayor la variedad de condimentos y guisos. El México del norte es más carnívoro, el del centro y del sur, con más presencia indígena, es más vegetariano; la costumbre de comer pescado está en todas partes, no sólo en las costas, también en las zonas centrales. Me llevaría mucho espacio abordar la diversidad de la comida mexicana, que va desde la carne seca de Chihuahua, pasando por el huauzontle de Tlaxcala hasta el caldo de cuatete y mariscos de la Costa de Guerrero, al que llaman rompecatres.
La comida es deliciosa, qué duda cabe, el problema es que la gente no tiene para comprar lo que necesita. Con un salario mínimo en 1982 se podían adquirir 56 kilos de tortilla; hoy apenas alcanza para 5. La falta de dinero limita la ingesta de proteínas, las porciones no son suficientes y se compra la carne más barata y con menos nutrientes.
Además, se han venido introduciendo malos hábitos alimenticios. Es ilógico que se consuma tanta coca-cola o su equivalente, habiendo, sobre todo en el medio rural, la posibilidad de tomar agua de fruta de temporada, más barata y nutritiva. La coca-cola cuesta tres veces más que el agua de fruta. Hay quienes justifican este hábito diciendo que estos productos embotellados aportan calorías, aunque en caso de ser cierto, esta misma energía se podría obtener de bebidas tradicionales como el pozol y el tascalate, elaborados de maíz con cacao, o el chilate, de arroz y cacao.
Falta orientación nutricional
Creo que este consumo de refresco, calculado en un millón de litros diarios, se debe fundamentalmente a la publicidad y ha llegado a ser, en ciertas regiones, algo que da estatus. Me parece injustificado que en las comunidades más pobres de Chiapas, se consuman más bebidas industrializadas por persona, en comparación con el resto del país. En casi todas las regiones indígenas de México es lo mismo, pero lo que he visto en Los Altos de Chiapas es sorprendente; si acaso algo consuela es que en vez de cervecerías hay refresquerías.
Lo mismo puede decirse de otros productos chatarra, como el jamón, las hamburguesas, las papas fritas, los gansitos y el pan industrializado, que no alimentan y son muy caros. Por eso considero fundamental un plan de orientación nutricional, utilizando los mismos tiempos y espacios en medios de comunicación que emplean las grandes empresas para promover el consumo de sus productos.
Con este propósito también debe informarse sobre el contenido de elementos químicos en los alimentos: es escalofriante saber que para la engorda de ganado se usa de manera generalizada clembusterol, así como otras hormonas y sustancias químicas nocivas se utilizan en la producción de cerdos, pollos y huevos, todo lo cual daña la salud y provoca enfermedades. Tenemos que volver a lo natural. Regresar a la alimentación sin productos químicos no es cosa sencilla, pero es inaceptable que donde se puede no se haga por falta de información y de orientación nutricional.
I

En enero de 2007 inicié una gira por todos los municipios del país. Hoy, 9 de marzo de 2009, aquí, en Tamazula, Durango, donde nació el primer presidente de México, Guadalupe Victoria, termino el recorrido por los dos mil 38 municipios de régimen de partido que existen en el país. Ahora, sólo me faltan los 418 municipios indígenas de usos y costumbres del estado de Oaxaca, que visitaré en el último cuatrimestre de este año.

Viajé en compañía de un pequeño grupo de colaboradores. Durante 430 días transitamos por 148 mil 173 kilómetros de caminos pavimentados y de terracería, para llegar a los pueblos más apartados de México. En muchas ocasiones dormimos en hoteles modestos y limpios de ciudades pequeñas, comimos en restaurantes, fondas y, a veces, dentro de la camioneta o a la orilla del camino.

Durante este tiempo, trabajé de lunes a miércoles en la ciudad de México y de jueves a domingo me dediqué a recorrer los pueblos. Desde las 10 de la mañana hacíamos un promedio de 5 asambleas informativas diarias en la plazas públicas, a las que asistían entre 100 y 5 mil personas, dependiendo del número de habitantes y de la fuerza de nuestro movimiento en cada lugar. La asamblea consistía en palabras de bienvenida a cargo de un dirigente local de los partidos del Frente Amplio Progresista o de algún destacado ciudadano. En mi intervención, informaba durante 45 minutos sobre los problemas nacionales y planteaba la necesidad de renovar la vida pública de México. Además, cuando llegaba y cuando me iba, saludaba de mano a la gente en un genuinio ejercicio de diálogo circular.

Gracias a estos encuentros, recogí demandas, sentimientos y preocupaciones de muchos ciudadanos y me enteré con más detalle de la situación económica, social y política del país, desde abajo.

Aunque hay asuntos importantes que no abordaré por razones de espacio, si puedo compartir algunas de mis observaciones, experiencias y reflexiones sobre las características del territorio, la belleza de naturaleza, las actividades económicas, los contrastes entre regiones, la desigualdad, la marginación, la pobreza, la vocación de trabajo y la inmensa bondad que hay en nuestro pueblo.

Nogaleras y minerales

México es un país de gran diversidad geográfica, donde predominan las zonas semidesérticas, en las vastas extensiones montañosas del norte. En contraste, es muy inferior la superficie de valles, costas y tierras bajas tropicales. En el norte, donde el suelo no es muy fértil y llueve poco, las poblaciones se fueron asentando a la orilla de los ríos y así se desarrollaron la agricultura y la ganadería extensivas.

Para subsanar la escasez de agua, el régimen de Porfirio Díaz inició la construcción de presas, actividad que se intensificó después del triunfo de la revolución junto con la perforación de pozos profundos y la creación de sistemas de riego. De todos modos, en casi todo el norte la sequía es impresionante. Y por lo mismo, ahí donde se logra una plantación de nogales, o nogalera que le llaman, cerca del cauce de un río, la vista se alegra como si en medio del desierto apareciera un oasis.

Viajando por distintas regiones del norte, uno no puede dejar de pensar en que debajo de esa tierra árida proliferó, y fue saqueada por siglos, la gran riqueza mineral del subsuelo, que hoy es todavía causa de la más inhumana explotación de los trabajadores. Cuando uno recorre las laderas de los cerros de Concepción del Oro, Zacatecas, hacia Melchor Ocampo, saltan a la vista los vestigios de pueblos mineros abandonados en la época colonial y el siglo XIX, y lo mismo pasa al llegar por el túnel de Ogarrio, el más largo construido por el porfiriato, al bello Real de Catorce, en San Luis Potosí.

El centro y el sur del país, por lo contrario, poseen mucha más fertilidad, al extremo de que en Tabasco hay tanta agua como cielo. Paradójicamente, aunque es mucho menos montañoso que el norte y que el centro, donde despuntan los volcanes del valle de México, el sur tiene las cimas más elevadas de la orografía nacional, como por ejemplo el Pico de Orizaba o el Cofre de Perote, sin olvidar que hay zonas muy altas en la sierra sur de Oaxaca o en la sierra de Chiapas limítrofe con Guatemala, donde los nombres de los pueblos contradicen a la realidad, porque se llaman El Porvenir, La Grandeza y Bellavista y son de los más pobres y marginados que he visto. Así como las nogaleras y la minería son características del norte, el sur es la región natural del café.

La doble vida de las barrancas

En cuanto a belleza, todo México es espléndido. Se puede pensar que las grandes llanuras y los cerros pelones del norte son monótonos, pero no es así, hay una asombrosa variedad de formas. En las cumbres de Durango, en la Sierra Tarahumara, en la península de Baja California, en las montañas de Coahuila, Sonora o de Nuevo León, de repente, en medio del camino, surgen rocas gigantescas, que parecen esculpidas por la mano del hombre, con aspecto de aguilas, frailes, sillas, dientes, pirinolas.

Es imposible dejar de admirar las cordilleras, los despeñaderos, las cuevas, las cascadas que brillan desde lejos como hilos de plata, o las grandes mesetas con su extraordinaria diversidad de cactos. Y por todas partes hay cerros majestuosos e históricos, que tienen nombre propio, cerros con plataformas y peñascos, entre los que sobresalen los cañones y las barrancas con distintos climas, vegetación y culturas, arriba y abajo, como ocurre al pie de la Barranca del Cobre, donde crecen los plátanos y los cocoteros, mientras en lo alto abundan los pinos y las casas con chimenea. Otro caso representativo de esta dualidad es el de la Misión, Hidalgo, donde el delicioso chile rallado se siembra abajo y luego se transplanta y se cosecha arriba.
En enero de 2007, visité algunos municipios de Chihuahua. Estaba nevando y había hielo sobre la carretera de Parral a Guadalupe y Calvo. Ahí se encuentra el cerro más alto de ese estado, el Mohinora, un pico a 3 mil 300 metros sobre el nivel del mar. En esa gira fuimos también a Madera, municipio emblemático porque ahí nació, en los tiempos de mayor opresión política, la guerrilla mexicana moderna con el asalto al cuartel militar. Y qué decir de la monumental sierra de la Rumorosa, en el camino de Mexicali a Tijuana, o de los manglares de la costa de Nayarit, o de los cielos estrellados de la sierra de Sonora, o de las puestas de sol de Caneto de Comonfort en Durango.

Por mi origen, desde luego, disfruto más la flora y la fauna exuberante de las zonas cálidas de gran humedad. Me gustan mucho las Huastecas, la potosina, la hidalguense y la veracruzana; todas las regiones de Michoacán, los paisajes del estado de México, la Sierra de Puebla con sus impresionantes caídas de agua, las costas del Pacífico; las grandes lagunas costeras del Golfo; los pantanos de Tabasco con su flor del sol y sus noches de plenilunio; el mar turquesa del Caribe y la belleza natural de todo Chiapas.
Las frutas de Tepeyanco
Los nombres de los municipios mexicanos suelen ser de héroes y de santos, aunque predominan los que se componen de palabras indígenas en lengua náhuatl. En cuanto a la arquitectura, la mayoría de las cabeceras municipales tiene su plaza central con kiosco, rodeada de portales, su iglesia o convento antiguo y su palacio de gobierno. Las calles principales ostentan los nombres de nuestros héroes: Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero, o se llaman Independencia, Reforma o Revolución. Cuando uno topa en una calle con cualquiera de estos nombres, sabe que está en el centro del pueblo, cerca de la plaza pública. Por lo general, es más antiguo y majestuoso el templo católico que el edificio del ayuntamiento. Puebla, sin duda, es el estado con las iglesias más bellas. Las plazas son agradables, pese a que han sido remodeladas más de una vez, por autoridades que desean dar la imagen de que trabajan y también para justificar la corrupción.
Tengo presentes las ceibas centenarias de la plaza de Ocampo, Tamaulipas y la de Huitiupán, Chiapas, tan antiguas como las de la zona arqueológica de Yaxchilán, a la orilla del río Usumacinta, en la frontera con Guatemala. En el jardín principal de Tepeyanco en Tlaxcala, hay árboles frutales y la cosecha se vende para dar mantenimiento a la plaza.
Es un placer visitar Cuchillo Parado en Chihuahua, donde comenzó la Revolución Mexicana antes del 20 de noviembre de 1910; o la remota y serrana comunidad de Ayoxustla, en Puebla, donde se firmó el Plan de Ayala. En verdad, ha sido un privilegio haber podido estar en tantos sitios y poblaciones de relevancia histórica.
Hay muchos pueblos bellos en todo México, pueblos mágicos, como se les llama ahora, aunque no todos han sido catalogados así por la Unesco. Uno de ellos es San Sebastián del Oeste, en Jalisco, que es realmente hermoso.
Los caminos de la corrupción
Es notoria la carencia de infraestructura y de servicios básicos en los municipios. De los 2 mil 38 que visité, 108 no cuentan con caminos pavimentados a sus cabeceras municipales. El estado más atrasado en este aspecto es Oaxaca; de sus 152 municipios de régimen de partido, hay 36 sin pavimento. Le sigue Puebla con 15; allí y en la región de la Montaña de Guerrero, constaté no sólo el mal estado de los caminos, y vi que los nuevos, los que apenas están construyendo, son de tan mala calidad que a más tardar en un año volverán a ser de terracería.
En esta rama de actividades es común que constructoras privadas se asocien con los gobernadores o con los secretarios de Obras Públicas para obtener contratos mediante la entrega de dinero a funcionarios; por lo tanto, realizan trabajos de mala calidad, sólo para aguantar entrega. Y, en las tierras bajas, donde son frecuentes las lluvias, muchas veces no compactan bien o no llevan a cabo obras de drenaje, lo que provoca hundimientos y la destrucción de la de por sí delgada capa de pavimento.
De igual forma, en las zonas altas o de terrenos quebrados, no construyen buenos taludes y las lluvias ocasionan derrumbes que se llevan tramos completos de carretera. En este caso, cuando se inauguran las obras, sólo se recorre una parte del camino y se destaca, entre palmadas y elogios, los seis metros de ancho de la carpeta asfáltica, pero no se toma en cuenta el problema de los taludes y de los derrumbes, que a menudo provocan la muerte de personas, como sucedió el 5 de julio de 2007, en el tramo de la carretera Coxcatlán-Tlacotepec de Porfirio Díaz, en la sierra Negra de Puebla.
El ejemplo de San José Tenango
Es más, hay caminos que aparecen como pavimentados en las guías roji de carreteras, que se elaboran con información oficial, pero realmente son de terracería y, seguramente, fueron cobrados de antemano. Sin duda, los estados con peores caminos son los del sur del país; en este orden: Oaxaca, Guerrero, Puebla, Veracruz e Hidalgo. Aunque también hay malos caminos en San Luis Potosí, Guanajuato, Chihuahua, Nayarit, Durango y Sonora. En muchos lugares, ante la falta de mantenimiento gubernamental a las carreteras, hombres, mujeres y niños se dedican a tapar los hoyos con tierra y reciben cooperación voluntaria de quienes las transitan.
En cuanto a las vías interestatales, el contraste es evidente entre el norte, el centro y el sur del país. En esta última región hasta las llamadas autopistas de paga están en pésimas condiciones. Sin embargo, como en todo, hay honrosas excepciones. No puedo dejar de reconocer que en San José Tenango, en la Sierra Mazateca de Oaxaca, un presidente municipal del PRD organizó a la gente y decidió usar los escasos recursos del ayuntamiento para construir de concreto y con mano de obra de las comunidades, el camino hacia Huautla de Jiménez, que llevaba años intransitable. Me tocó, al fin de esa administración, en 2007, dar el Grito de Independencia en este pueblo y constatar la alegría de la gente porque estaban por inaugurar el camino que habían deseado toda su vida. Allí, por cierto, en las elecciones de finales de ese año, a pesar del gobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz, el PRD volvió a ganar. Ojalá y todas las autoridades surgidas de nuestro movimiento sigan este ejemplo de honestidad y trabajo.

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