7/26/2009

Periodistas pal café.....


Soy un opositor, pero no deseo que naufrague mi país. Algunos amigos se han sorprendido de que yo me incline a pensar en un mal desenlace del sexenio a pesar de no desearlo y de ser por lo general optimista. Revisemos varios factores:
Nuestra economía está muy mal, todos lo sabemos y gran parte lo estamos padeciendo. El gobierno no ha podido aplicar medidas correctivas, está aferrado a la esperanza de una recuperación pronta en Estados Unidos. Todos los indicios están a la baja. “Cierto –dicen los optimistas–, pero hemos vivido y superado otras debacles.”
El sistema político está agotado, el Ejecutivo es débil y el Congreso impotente. La descomposición del sistema de gobierno y del régimen de partidos es obvia. Dicen los optimistas: en México nunca han funcionado bien las instituciones y hemos sobrevivido.
La guerra contra el narcotráfico no puede ganarse. Hay 13 mil muertos en los 30 meses recientes y el gobierno no puede poner en paz la mitad del territorio. Hay graves deserciones de las fuerzas de seguridad. “Sin embargo –dicen los oficialistas–, hace por lo menos cuatro sexenios que el narcotráfico y sus secuelas están presentes, y no nos hemos colapsado.” ¿Por qué ahora?
La desigualdad está creciendo. En sólo un año 6 millones de mexicanos pasaron al nivel de pobreza extrema y se ha concentrado más el ingreso. “Es cierto –dicen los calderonistas–, pero la desigualdad ha sido característica de nuestra sociedad desde hace siglos. No porque aumente esto se va a desplomar.”
Quizás ninguna de estas cosas negativas por sí mismas justificarían un pronóstico siniestro para el final del sexenio si no fuera por los siguientes elementos: 1) Todos estos deterioros están coincidiendo y se han incrementado en los meses recientes, sin ninguna acción del gobierno ni de la sociedad civil, ni de la clase política que sea capaz de contenerlos.
2) La conciencia pública y la inconformidad están creciendo. La gente empieza a darse cuenta que el país está mal gobernado, que unos cuantos absorben los beneficios y que sus supuestos representantes son una caterva de pícaros.
Estos últimos rasgos de la realidad son los más preocupantes, a pesar de que los analistas los desdeñan. El aparato no es capaz de resolver los problemas y la gente empieza a impacientarse y a enfurecerse. Son demasiadas circunstancias negativas fluyendo en un mismo punto como para poder hacer pronósticos optimistas sobre los próximos tres años de vida mexicana. Antes de imaginar quién va a ganar las elecciones en 2012, habría que pensar los escenarios de salida de quien se robó las elecciones en 2006.
jaorpin@yahoo.com.mx
Mientras en el México neoliberal impera la insanidad mental en todo su resplandor, Joe Quinlan, jefe estratega de mercados y de la dirección de inversiones y riqueza global del Bank of America (¡vaya títulos estériles!), expone los peligros (sic) de la desglobalización en The Financial Times (21/7/09), portavoz del neoliberalismo global en agonía.
Bajo la Lupa acuñó el término desglobalización con antelación mundial y fue plasmado en un libro prospectivo (Hacia la desglobalización, Editorial Jorale /Orfila, 2007).
No le vamos a cobrar derechos de autor a Joe Quinlan, quien teme el advenimiento de la desglobalización debido a las iniciativas de los gobiernos en favor del proteccionismo, pese a todas las medidas que en forma irónica promueven el crecimiento global (rescates bancarios, gasto fiscal, recortes impositivos, etcétera).
Cuando la fauna neoliberal de los De la Madrid, los Salinas, los Zedillo, los Fox, y sus Carstens, Gurrías y otros deplorables tutti quanti (con sus seudointelectuales subvencionados), han sido arrojados masivamente al basurero de la historia sin posibilidad de reciclaje, Calderón dio pena ajena al haber emitido su única expectoración, durante la reciente cumbre del G-8 en Italia, en contra del proteccionismo, es decir, la realidad pura que asienta sus reales.
Mata de risa que Joe Quinlan se asuste de los peligros de la desglobalización cuando la desregulada globalización financiera anglosajona ha provocado una de las peores catástrofes económicas desde la Edad Media.
Aduce que el proteccionismo se ha vuelto una industria (sic) en crecimiento, cuando numerosos países, incluido Estados Unidos (¡súper-sic!), optan por varias barreras directas e indirectas al comercio.
Cita las jeremiadas del Banco Mundial, un instrumento de la desregulada globalización anglosajona que, desde el inicio de la crisis financiera global, en septiembre de 2008, detectó 90 nuevas restricciones comerciales.
Refiere que en el G-20, el nuevo grupo de poder que pretende salvar al mundo después de casi haberlo destruido, 17 países han implementado algún tipo de proteccionismo comercial pese a sus promesas contrarias. ¿Desea Joe Quinlan que desaparezcan los países sin protegerse, con el solo fin de beneficiar exclusivamente al pernicioso neoliberalismo anglosajón?
Cuando se avecinan las tormentas se suelen cerrar las ventanas en lugar de abrirlas todavía más, como alucina Joe Quinlan, portavoz de los intereses del Bank of America, un banco con un historial muy peculiar que no ha beneficiado al género humano, ni siquiera a la gran nación estadunidense decapitada en el altar bursátil de Wall Street.
Obsesionado por el librecambismo, Quinlan se lamenta de las recientes infracciones comerciales desde Estados Unidos y Europa (masivos subsidios automotrices), pasando por Rusia (tarifas al hierro y al acero), hasta Brasil y Argentina (restricciones agrícolas).
Su peor pesadilla la constituye China, que adoptó recientemente una plataforma explícita para comprar chino, lo cual ha provocado fuertes tensiones (Jamil Anderlini, The Financial Times, 16/6/09).
Admite desolado que el gobierno de Obama hizo lo mismo mediante el paquete de estímulo fiscal al clavar una serie de provisiones para obligar a comprar estadunidense.
Si los dos motores principales de la economía global, Estados Unidos y China, adoptan medidas proteccionistas, ergo la globalización se encuentra moribunda, al menos en su faceta mercantil, ya que falta sepultar todavía su primordial emanación financiera para diagnosticar el paro cardiaco del neoliberalismo agónico y cuyos estertores confunde Joe Quinlan con signos vitales.
Sin morderse la lengua, Quinlan, defensor impertérrito de los intereses bancarios de Wall Street, fustiga el descarado (sic) proteccionismo de China con el fin de mitigar el descontento obrero. ¿A poco no es una medida correcta si se trata de armonizar los intereses de una sociedad vista en su conjunto? ¿Pueden existir, acaso, los parasitarios banqueros sin los empleados y obreros quienes, además, son despojados de sus ahorros para rescatar a Wall Street sin su permiso? En caso de no ser encarcelados antes, ¿a qué planeta más allá de la Vía Láctea se irán a hospedar los banqueros neoliberales?
El solipsismo bancario de Joe Quinlan no tiene límites, pero tampoco es tan tonto para dejar de percibir que los embates del disgusto social tocan a las puertas de Wall Street: piensen en las presiones crecientes en los estados cuyas economías se han hundido profundamente en la recesión. ¿Se referirá al México neoliberal, flagelado por un crecimiento negativo de 9 por ciento, que lo tiene al borde de la balcanización y la vulcanización?
Más que el proteccionismo mercantilista, a Quinlan le entró el pánico de la desglobalización en su vertiente financiera y su corolario bancario: para los inversionistas (sic), un peligroso (¡súper-sic!) nuevo (sic) mundo amenaza (sic) en el horizonte, donde los flujos comerciales son restringidos, las inversiones transfronterizas son inhibidas y las políticas industriales (sic) que favorecen a las firmas domésticas toman precedente a expensas (¡súper-sic!) de las importaciones y la competitividad foránea.
Se compunge de que la desglobalización dejará a los consumidores pagando mayores precios por los bienes importados, mientras dificulta a las trasnacionales el acceso foráneo a los recursos y a los mercados (nota: esto último es lo que más les duele).
¿Cuál fue el beneficio que obtuvo el México neoliberal en la globalización que acabó por destruirlo internamente? Con todo y el TLCAN, ¿clasificará Joe Quinlan de proteccionismo al ignominioso muro transfronterizo que erigió Baby Bush ante las narices del panismo foxiano-calderonista?
Se acongoja de que muchos países en vías de desarrollo sufrirán un declive estructural de las remesas debido a los grilletes que le colocan a la economía global. A quienes urge plantar grilletes es a los banqueros parasitarios, quienes tienen esclavizados a los ciudadanos del mundo gracias a la desregulada globalización financiera.
Se percata de que conforme los rangos del desempleo se engrosan en el mundo, en los meses que vienen crecerá la reacción violenta contra la globalización. La alternativa puede ser la desglobalización o el desgajamiento de una arropada (sic) economía global.
El gran mito de la globalización es que no fue una globalización humanista con alcances universales para la mejoría del ser humano y la prosperidad del bien común, sino un vulgar oligopolio financierista primitivo de control mundial por la plutocracia de la banca israelí-anglosajona de Wall Street y la City.
No hay nada que hacer, dear Joe Quinlan, cuando la desglobalización se tornó inevitable: lo previmos a contracorriente hace tres años; hoy lo confirmamos más que nunca, cuando las corrientes históricas son notablemente límpidas.
Sea lo que fuere, la desglobalización que viene no podrá ser peor que el cataclismo de la globalización financiera que hoy padece el género humano.
Ayer sábado revivió el proverbio chino: una imagen que dice más que diez mil palabras. En la página 13 de La Jornada se publicó un artículo de Heriberto Galindo: Los zapatos del Presidente y el voto por el cambio, en el que los editores incluyeron una foto tomada por Carlos Cisneros de los pies calzados del Presidente, con las agujetas del zapato izquierdo desatadas. Y el pie de foto: Habría que estar en los zapatos del Presidente de la República para afrontar con firmeza y determinación la difícil realidad política y económica nacional.
O tropezar, trastabillar, perder pie y dar con la mayestática humanidad en el suelo. Lo de mayestática a la cuenta del defenestrado Germán Martínez Cázares, víctima del síndrome del verdugo, fenómeno de regresión que haría parecer progresistas a los reaccionarios decimonónicos: nada menos que admirador del nazifascismo y demócrata sin adjetivo alguno, capaz de acudir al rancho de Vicente Fox para vociferar: ¡Vamos a guanajuatizar el país! Dicho a los pies de quien puso zancadillas al aspirante Calderón y que ahora aprovecha el fracaso de medio sexenio para dar gran lanzada a moro muerto: Ciertamente... yo no soy Calderón. César Nava es hoy candidato único a presidir el CEN del PAN.
Rebelión en las sacristías y entre legos que no gozan de la cercanía que da influencia. Porque en los corredores de Los Pinos, César Nava es armado caballero y los despistados topan con el unto de la expectativa y oyen ecos del caudillaje caciquil que en Sonora se hizo grito de regocijo: Ebrio de poder y bacanora. Claro que Bours no es Yucupicio, ni mucho menos. Pero en el Bajío y en los Altos cunde el pánico ante el poder perdido con tanta prontitud, con tanta ineptitud. Y se descubren valientes frente a la sombra del presidencialismo, Santiago Creel, Ricardo García Cervantes, Humberto Aguilar Coronado, Gerardo Priego y Javier Corral, quien evoca los valores espirituales del legado de Manuel Gómez Morin. Junto a ellos y muy echado pa’delante, Manuel Espino es golpista a nombre de la pureza panista y a favor de su valedor abajeño, Vicente Fox, quien recibe a César Nava y al día siguiente declara: El señor Ernesto Ruffo cuenta con mi unanimidad.
Sancheznegger vs Obama: Le Monde destaca la aprobación por el parlamento californiano del presupuesto del gobernador Arnold Schwarzenegger (Sancheznegger, para los latinos), es decir, de los gastos de una región que, si fuese país independiente, sería la octava economía mundial. Contrariamente al neokeynesianismo sui generis de la administración de Barack Obama, el republicanismo californiano, con la ayuda de bastantes demócratas, cortó 9 mil millones de dólares a la educación, mil 300 millones más a la ayuda sanitaria para los más pobres y estableció que los funcionarios tengan mensualmente tres días de vacaciones no pagados para ahorrar. En California, otrora la locomotora de Estados Unidos, la desocupación supera en tres puntos la media nacional, lo cual afecta particularmente a los mexicanos y otros latinos que migraron allí en busca de trabajo.
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Moscú. Cerrar o no cerrar es el inesperado dilema que enfrentan las autoridades rusas en relación con el mercado de Cherkizovo, el equivalente moscovita del mexicano barrio de Tepito, que durante años funcionó como paraíso de la fayuca en la capital rusa, gracias a un bien aceitado –con billetes, se entiende– engranaje de corrupción.
Y así hubiera seguido de no ser por la reciente fiesta de inauguración del hotel de superlujo Mardan Palace, en el balneario de Antalia, en la costa de Turquía, cuya construcción costó mil millones de dólares.
La fiestecita –que contó con la asistencia, muy bien remunerada, según la prensa local, de Paris Hilton, Mónica Bellucci, Sharon Stone, Richard Gere y otros invitados especiales– tuvo uno de sus puntos culminantes cuando el dueño del hotel saltó a la pista a bailar en medio de una lluvia de billetes de cien dólares.
Entre los invitados más agasajados –para tener una idea, el anfitrión fletó un avión para ofrecer como botana 110 kilos de caviar Beluga– se pudo ver al alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, y a su esposa, Yelena Baturina, próspera empresaria y la mujer más rica de Rusia en la lista de millonarios de la revista Forbes.
El primer ministro, Vladimir Putin, montó en cólera al enterarse de que el dueño del Mardan Palace no es otro que Telman Izmailov, magnate de origen azerbayano afincado en Moscú, una de cuyas empresas mantiene bajo su control el mercado de Cherkizovo.
Cristina Pacheco: Mar de Historias

Aborto: regresiones legislativas
Desde octubre del año pasado –pocos meses después de que la Suprema Corte de Justicia de la Nación avaló la constitucionalidad de las reformas que despenalizaron la interrupción del embarazo en esta capital–, las legislaturas de distintos estados de la República (Baja California, Sonora, Morelos, Colima, Puebla, Chihuahua, Nayarit, Jalisco, Durango, Quintana Roo, Campeche, Guanajuato, San Luis Potosí y Yucatán) han hecho avanzar una serie de enmiendas a las constituciones locales que, salvo algunos cambios en la redacción, obligan en general al Estado a salvaguardar la vida humana desde la concepción hasta la muerte, eliminando en muchos casos las causales que contemplan la interrupción legal del embarazo, como cuando éste es producto de una violación.
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El Correo Ilustrado
Honduras, una tragedia para el mundo, dice
No se trata de juzgar al presidente de Honduras, Manuel Zelaya: eso le corresponde exclusivamente a los hondureños. Lo trágico e imperdonable es cuando los puños sustituyen al pensamiento, cuando por falta de argumentos se recurre a la violencia. Es muy simple: si el rechazo a las propuestas de Zelaya fueran mayoría, no habría necesidad de un golpe de Estado, bastaba con rechazarlas en la consulta que se iba a realizar. Por eso se recurre a la violencia, cuando no existe la razón. Cualquier gobierno surgido de un fraude electoral o de un golpe de Estado siempre será ilegítimo y todo lo que surja de él será también ilegítimo. Lo que sucede en Honduras es una tragedia para los hondureños y una vergüenza para el mundo que atestigua en silencio y con impotencia cómplice los esfuerzos de un presidente constitucional totalmente abandonado a su suerte y en clara desventaja para afrontar las fuerzas espurias de los golpistas. Lo que sucede en Honduras es una tragedia para los hondureños y un fracaso de la promesa llamada Obama, que resultó ser sólo una sonrisa sin contenido, la seducción engañosa de un imperio que sigue siendo el mismo que ha apoyado a tantos Pinochets que en el mundo han sido. Lo que sucede en Honduras es una tragedia para el mundo.
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Entre bandidos, como es bien sabido, siempre hay negociaciones y acuerdos, hasta tratos de caballeros, todo lo cual se garantiza con pactos de sangre, lo que puede llevar a la pérdida de la vida si no se cumple. Pero hay algo que los caracteriza y es que siempre gana el más fuerte, incluso si el más débil es el más afortunado. Eso lleva a que raramente esos acuerdos se cumplan o sólo haya un mero trámite de cortesía o, dicho de otro modo, que desde el principio se sepa cuál será el resultado de la negociación. La mafia italo-estadunidense agregó un condimento que justifica todas las atrocidades que se puedan cometer en esa relación entre bandidos: sólo se trata de negocios (it’s only business).
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Somos un país ambivalente. Nos enfrascamos en unas elecciones cuyo resultado ha sido el esperado, lo que podría ser el símbolo del pacifismo, de la construcción política del país y al mismo tiempo, pero sin dejar la política a un lado, declaramos la guerra a muerte en contra del narcotráfico, colocando al Ejército como protagonista y a la policía, a la que le correspondería la tarea, como auxiliar más que sospechoso.
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La derrota electoral del gobierno kirchnerista fue importante, pero no aplastante. Porque, de todos modos, el proyecto gubernamental obtuvo el 31 por ciento de los votos y el maltrecho y descompuesto justicialismo sigue siendo, a pesar de todo, la primera minoría. Lo realmente grave fue el impacto político de esa derrota.
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El informe del Inegi sobre los Ingresos y gastos de los hogares, y los cálculos del Coneval sobre la pobreza de ingresos revelaron fallas fundamentales de nuestra organización económica y política, y otras atribuibles a la coyuntura en que se levantó la encuesta. Se puede combinar ambos tipos de fenómenos pero hay que tratar de no confundirlos, para evitar que nos confundan.
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Las empresas de servicio público de energía eléctrica tienen dos medios utilizables para la comunicación en diversas formas. Por un lado, tienen, ya disponibles, muchos kilómetros de fibra óptica, que son necesarios para la operación de las instalaciones, pero de los que una parte está de reserva.
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Apesar de contar con medidas cautelares de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), ayer la policía nacional de Honduras capturó al dirigente campesino Rafael Alegría. De inmediato lo trasladó a la posta policial de Danlí, en el barrio El Calvario. Pasadas las 8 de la noche, después de seis horas de estar en la cárcel, fue liberado.
Me metieron a la celda con 45 compañeros detenidos (desde más temprano) por la misma causa. Habíamos irrespetado el toque de queda, pero les dije que (esa medida) era ilegal y que no podíamos aceptar eso, manifestó el dirigente.
Su detención no fue un hecho azaroso. Los golpistas buscan desarticular el movimiento social hondureño. Rafael Alegría es un dirigente clave de la resistencia popular contra el golpe de Estado. Incorruptible e inclaudicable, desempeñó un papel central en la incorporación de su país a la Alternativa Bolivariana para las Américas (Alba).
Ampliamente conocido por el movimiento popular de su país, querido y respetado en el movimiento campesino internacional, cuenta además con el aprecio y el reconocimiento de los presidentes Manuel Mel Zelaya y Hugo Chávez. En diversos momentos desempeñó el papel de diplomático ciudadano y emisario informal entre ambos. Tanto así que desde el pasado 28 de junio ambos mandatarios se comunican regularmente con Alegría. Aún antes del golpe de Estado sus detractores lo acusaban de ser el hombre más cercano al gobierno de Manuel Zelaya, a grado tal que hasta desempeña el papel de vocero del gobierno de Honduras ante el Alba.
Una de las consecuencias más significativas del colapso de la economía neoliberal, con su culto al mercado autorregulador, ha sido el resurgimiento del gran economista inglés John Maynard Keynes.
No son solamente sus escritos lo que hace a Keynes muy actual. Es, además, el espíritu que los impregna, que evoca la pérdida de fe en lo viejo y el anhelo de algo que todavía está por nacer. Aparte de su clarividencia, sus reflexiones sobre la condición de Europa después de la Primera Guerra Mundial resuenan con nuestra mezcla habitual de desilusión y esperanza:
Inmersos en nuestra actual confusión de objetivos ¿queda algo de lucidez pública para preservar la equilibrada y compleja organización gracias a la que vivimos? El comunismo está desacreditado por los acontecimientos; el socialismo, en su anticuada interpretación, ya no interesa al mundo; el capitalismo ha perdido su confianza en sí mismo. A menos que los seres humanos se unan para un objetivo común o se muevan por principios objetivos, cada mano irá por su lado, y la búsqueda no regulada de los intereses individuales puede rápidamente destruir el conjunto.
El gobierno del mercado
El gobierno debe intervenir para remediar los fallos del mercado. Ésta es naturalmente la gran lección de Keynes, derivada de su forcejeo con el problema de cómo sacar al mundo de la Gran Depresión de 1930. Keynes argumentaba que el mercado por sí solo lograría el equilibrio entre oferta y demanda muy por debajo del pleno empleo y podría permanecer allí indefinidamente. Para impulsar la economía hacia un proceso dinámico que lleve al pleno empleo, el gobierno tiene que actuar como un deus ex machina, invirtiendo masivamente para crear la demanda efectiva que reanude y sostenga la maquinaria de la acumulación de capital.
En los rumbos de Legaria, atrás del Panteón Francés, en una calle que lleva el nombre de Coacalco, en el número 15, se levanta, imponente, el templo de San Joaquín, que hoy se festeja. Su construcción y la del convento adjunto se inició en 1689. Fue fundado por la orden de los carmelitas descalzos.
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Ala edad de 30 años Sándor Márai se consagró como uno de los grandes de la literatura húngara con la publicación de Los rebeldes, historia de un grupo de jóvenes que crea un universo particular para tratar de evadirse de esa realidad que pronto los llevaría a la guerra. Los rebeldes forma parte del ciclo conocido como la dinastía de Los Garren –que continúa con Los celosos y Los ofendidos–, considerada por el autor húngaro como su obra magna. Este título es uno de los más extraños dentro de la bibliografía de Márai, al menos de la que se ha traducido al castellano, y ya se encuentra en librerías. Reproducimos aquí el inicio de la novela con autorización de la editorial Océano, distribuidora en México del sello Salamandra.
Imaginé que ponía punto final a mi carrera de escritora.
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Carlos Monsiváis
¿Para eso querían el poder?
Un grupo de líderes del Partido Acción Nacional, a punto de celebrarse, o más bien dejarse de celebrar el bicentenario de la Independencia, descubre la autonomía. También ellos pueden ser independientes, también ellos pueden llamar a filas a su disidencia que, a pesar de ellos, existe. Y en este proceso lo que se transparenta es la ausencia de ideas, de un lado y de otro del conflicto, un desfile de carencias culturales e ideológicas que prueba lo que debería ser obvio: la educación de élite ha logrado deshacerse de su capacidad de enseñanza, por lo menos en lo relativo a su formación de líderes políticos. Se han educado para concentrar el mando y no les ha ido tan mal, si se toma en cuenta que han dependido de todo menos de una formación rigurosa y de un entendimiento esencial del país y del mundo. ¡Oh dioses, oh fábulas del tiempo, oh indiscreciones de la historia! Una élite que en el momento de enojarse y sublevarse no encuentra a mano sino el habla partidaria del PRI y del PRD. De estos dos partidos, también en ruinas en lo tocante a la articulación ideológica, el PRI ya en su mayoría proviene de esta forja de élites, a precio caro y bilingüe; el PRD en su mayoría aún proviene de la educación de masas, aunque los resultados en todos los casos, excepciones debidas, difamen a la enseñanza.
* * *
El proceso viene del siglo XIX. Al aprobarse la enseñanza laica, la derecha y la Iglesia católica deciden preservar una zona de exclusividad: la educación de las élites, en la que necesariamente lo religioso ha de garantizar la unión del compromiso ideológico con las ventajas sociales. En este medio, la lealtad a los rituales, no a las convicciones, es también certificado de clase. Todos pueden ser creyentes pero sólo algunos reciben al mismo tiempo la fe y las garantías de pertenecer a la cumbre, con todo y pirámides de indulgencias.
A los liberales esto no les importa en demasía porque en la segunda mitad del siglo XIX lo urgente es el acceso a la alfabetización, de uso tan restringido hasta entonces. “Gobernar es poblar”, dice Alberdi en Argentina, y los liberales mexicanos podrían exclamar: “Educar es poblar”; porque, con expresiones distintas, están convencidos de algo esencial: el Estado tiene como punto de partida la construcción de la ética republicana. De allí la introducción a la Ley Orgánica de Instrucción Pública (2 de diciembre de 1867): “Considerando que difundir la ilustración en el pueblo es el medio más seguro y eficaz de moralizarlo y de establecer de una manera sólida la libertad y el respeto a la Constitución y a las leyes...”.
Entre 1860 (Leyes de Reforma) y 1867 (Ley Orgánica de Instrucción Pública) han pasado demasiadas cosas: guerras civiles, intervenciones extranjeras, debilitamiento y desprestigio del clero, “saltos mentales” en la población. Los liberales ya están al tanto: los pobres requieren de la instrucción primaria gratuita y obligatoria. En una investigación de primer orden, Nacionalismo y educación en México (Colmex, 1975), Josefina Vázquez señala los pasos del proceso: la incorporación de las niñas, la necesidad de estudiar las leyes fundamentales del país, la autonomía de la moral. “Era necesario —explica Josefina Vázquez— seguir el viejo consejo del doctor Mora de aprovechar la niñez para formar nuevos hombres. Había que arrancar la educación de las garras del clero y difundir ampliamente la enseñanza”.
Y Gabino Barreda, fundador de la Escuela de Estudios Preparatorios, sintetiza el proyecto: “No basta para uniformar esta conducta con que el gobierno expida leyes que lo exijan... para que la conducta práctica sea, en cuanto cabe, suficientemente armónica con las necesidades reales de la sociedad, es preciso que haya un fondo común de verdades de que todos partamos”.
Ese fondo común de verdades aprovecha la tradición (Roma no se deshizo en un día) y recurre a los nuevos conocimientos, a la sociología, a la filosofía. Se pone entre paréntesis a “las verdades reveladas” y se busca un corpus de verdades que vengan de la historia, la ciencia y la realidad (una selección de costumbres de la vida cotidiana).
* * *
A principios del siglo XX la educación laica parece confinada a la ciudad de México, y al estallar la Revolución se prodigan condenas de los insurrectos, se maldice a la Constitución de 1917 (en especial al artículo tercero), se declara a Plutarco Elías Calles el anticristo, y se prodigan mentiras, calumnias, necedades, tonterías. Y, de nuevo, las escuelas particulares son refugio del tradicionalismo.
En la sociedad, el clero busca el consenso en torno a un dogma: el que no es católico no es mexicano. Esto tiene más repercusiones de las previstas y, sin que se verbalice, acaba por creerse. La plena ciudadanía depende de la religión que públicamente se profese. La élite, todavía hasta 1967, juzga conveniente educarse en la UNAM, no confía en otros sistemas de conocimiento. Luego, el odio al radicalismo y la radicalización fortalecen los territorios a donde acuden los que, por clase y por sistema de poder, van a gobernar.
La crisis de valores tiene que ver en lo básico con el arrasamiento de los intereses colectivos en favor del individualismo más atroz. Ante eso no hay respuestas fáciles. ¿Qué lleva al estudiante de escuelas privadas o públicas a la adopción de valores “inaplicables” en la realidad? ¿Qué ofrece el ejercicio de la honradez y la honestidad en un medio regido por el capitalismo salvaje, y qué crédito darle al respeto por la naturaleza en medios guiados por la destrucción ecológica? El niño o la niña entran en conflicto al recibir educación religiosa en casa y educación laica en la escuela, entre otras cosas porque no reciben educación religiosa en casi ninguno de los hogares católicos. Según afirman varios obispos, las familias mexicanas, en su mayoría, dicen ser católicas pero en rigor profesan el “ateísmo funcional”, o de otro modo no se explica la constante solicitud de una “nueva evangelización”. Pero ese no es el tema, sino la estricta formación universitaria de las minorías, esa que ahora no se advierte en los debates de Acción Nacional, sostenidos en lo básico por el rezongo, la gana de no permitir que el maestro venda los gises y los pizarrones, y la incapacidad de expresar lo que creen porque todavía no lo han memorizado.
Escritor
Sara Sefchovich
Utilidad de los excesos
Hace algunas semanas le preguntaron a un gobernador en Estados Unidos por qué él tenía un seguro de salud que nadie más podía tener. “Sí pueden —respondió—, todo es cosa de que entren a trabajar al gobierno”.
En mi artículo de la semana pasada dije que en México todo el mundo quiere tener una chamba en el gobierno, pues es el único sitio de trabajo que garantiza que no lo corran, le paguen a tiempo y le den prebendas. Y si bien eso vale para todos los puestos de la burocracia, es particularmente cierto para los niveles altos: gobernadores y presidentes municipales, secretarios y subsecretarios y, sobre todo, para una figura pública de reciente creación que son los defensores y cuidadores de la democracia: consejeros electorales y de transparencia, magistrados y legisladores.
A todos éstos les hemos asignado una tarea que se considera tan importante y necesaria, que hasta les permitimos servirse con la cuchara grande y ser juez y parte de sí mismos.
Si uno se pregunta por qué en México hacemos las cosas de esta manera, no encuentra respuesta. No hay lógica alguna que permita justificar que se gaste de esa manera en un aparato burocrático cuando hay carencias innegables que no se atienden.
Sin embargo, la respuesta aparece cuando se mira lo que sucede en otras partes. Porque resulta que México no es el único lugar en el mundo donde las cosas son de ese modo.
La publicación inglesa The Economist relata que en Francia los parlamentarios ganan sueldos altísimos y reciben más de 70 mil euros cada uno para gastos, que son libres de impuestos y no exigen comprobación. En España el presidente de la región occidental de Galicia, que ya disponía de tres limusinas, se compró una más pero blindada que costó casi medio millón de euros. En Inglaterra un lord mandó a hacer un pabellón flotante para disfrute de sus colegas, cuyos gastos paga el Parlamento. En Italia los diputados le cobran al Parlamento sus gastos personales: desde tintorería hasta clases de tenis. El Parlamento europeo paga más de 90 mil euros de sueldo, más dinero por cada sesión a la que asisten, más contribución a un fondo de pensión, más 50 mil euros anuales para montar una oficina (la pongan o no), más generosos gastos para viajes, todo sin necesidad de comprobación. ¡Y encima acaban de votar para poder mantener secretos sus gastos!
Hay casos increíbles como uno que sucedió en la región económicamente deprimida de Valonia, en Bélgica, cuyos parlamentarios hicieron un viaje de trabajo a Estados Unidos que duró 11 días, de los cuales sólo cuatro fueron de reuniones y los demás de visitas turísticas, y de esas reuniones, una fue con expertos en agricultura de regiones áridas, lo cual más parece una broma de mal gusto en una región cuyo problema es el exceso de lluvias.
O sea que lo que hacen nuestros gobernadores-virreyes, legisladores y consejeros que usan a su gusto los dineros públicos, van y vienen en aviones y autos del gobierno para asuntos privados, se niegan a transparentar el uso de los recursos, reciben sueldos descomunales y prebendas, y se rodean de lo que un analista inglés llama “una clase parásita de consultores, abogados y demás seres afines, cuyas empresas y negocios muchas veces son propiedad de ellos mismos o de sus parientes”, no es excepcional.
Lo anterior nos lleva a la siguiente conclusión: que si el exceso, el derroche y la cuchara grande hacia los políticos están tan a la orden del día en todas partes, es porque alguna utilidad social deben tener, tan importante que la sociedad no los quiere eliminar, con todo y el daño que hacen y a pesar de las denuncias y quejas, contralorías y gabinetes fantasma, ONG y observatorios ciudadanos.
Y para sostener esta afirmación doy un ejemplo de Bélgica que bien puede aplicarse a varios países e incluso al nuestro: en ese país los grupos políticos se odian tanto entre sí que el dinero público se usa para comprar la paz. Lo cual significa, dicho en castellano, que las cosas son así porque a todos conviene que así sean.
sarasef@prodigy.net.mx
Escritora e investigadora en la UNAM

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