7/27/2009


Tunda a los conservadores panistas

MIGUEL ÁNGEL GRANADOS CHAPA

Los gobernadores panistas caracterizados por su conservadurismo cerril, su ubicación a la derecha del militante promedio de Acción Nacional, sufrieron reveses electorales muy significativos, que probablemente muestran el hartazgo ciudadano por su forma de ejercer el Poder Ejecutivo.

Se trata de Juan Manuel Oliva, de Guanajuato; Emilio González Márquez, de Jalisco, y Marco Antonio Adame, de Morelos.
Si bien Acción Nacional conservó el 5 de julio el ayuntamiento de León, la ciudad que gobierna desde la década de los ochenta, y ganó la mayoría en la legislatura local y casi todos los distritos federales, el resultado general en Guanajuato le fue adverso, al punto de que esa fue la nota que los diarios locales subrayaron el 6 de julio: "Pierde PAN votos", fue la cabeza principal del diario más profesional del estado. Otro fue más directamente burlón: "¿Guanajuato…qué? El PAN noqueado". A la hora en que los lectores de ese periódico se imponían de su contenido, el autor de la frase aludida en ese titular dejaba de ser jefe nacional del partido.

Germán Martínez anunció que renunciaría al liderazgo panista y, por consecuencia, a su intento de "guanajuatizar a México". Y es que la votación panista disminuyó en más de 300 mil sufragios en tres años. Si bien las elecciones que incluyen la renovación de los poderes ejecutivos federal y local, como la de 2006, además del voto por diputados federales y locales, y alcaldes, no son estrictamente comparables con las que sólo incluyen estos últimos cargos, la pérdida es muy efectiva, porque se reflejó en derrotas municipales.

En 2006 el PAN ganó 36 ayuntamientos, y se quedó esta vez en 25, incluyendo el de la capital, que se había convertido en parte del patrimonio político blanquiazul.
Para que este último resultado tuviera lugar fue necesaria la alianza (que adoptó la forma de candidatura común) del PRI y del PRD.

No debió ser fácil para las dos partes unirse, sobre todo porque el priismo guanajuatense es muy afín a los modos sociales del panismo, lo que se percibió al tener como candidato a Nicéforo Guerrero Reynoso, un miembro de la estructura de gobierno priista de tiempo atrás que no vaciló en formar parte del gabinete de Vicente Fox, como subsecretario de Energía.
Aparte el reproche al gobierno por su mal desempeño, en la disminución de votos del PAN seguramente influyó la división interna que se percibe en no pocas ciudades guanajuatenses, especialmente en León.

Allí contienden desde hace mucho tiempo panistas demócratas o tradicionales con los miembros de El Yunque. Ricardo Sheffield, el nuevo alcalde leonés, quizá no fue votado por los yunquistas, que deploraron su candidatura.
El gobernador Oliva, que si no es miembro de El Yunque merecería serlo, no fue derrotado del todo. Su hermano Javier será diputado federal.

En Jalisco ni un consuelo semejante suavizó el pesar del gobernador por la derrota de su partido, aunque está en posibilidad de atribuir a sus adversarios la causa de la fractura histórica que para el panismo significó la pérdida de Guadalajara y otras ciudades que el PAN había gobernado en los trienios recientes. E

n efecto, el aspirante a presidente municipal de la capital tapatía, Jorge Salinas, forma parte del grupo cercano a Francisco Ramírez Acuña, el exgobernador abiertamente enfrentado a quien lo sucedió en el cargo, Emilio González Márquez.
Aunque ya no se inscribe por entero en esa línea, pues se ha corrido también a la derecha, Ramírez Acuña llegó a la presidencia municipal de Guadalajara primero y a la gubernatura de Jalisco después en nombre de la tradición demócrata del panismo de ese estado, que en su hora fue representada por Efraín González Luna, a quien la extrema derecha de la entidad consideró algo así como representante personal del demonio.

Fue una decisión elocuente que su hijo Efraín González Morfín, el reputado ideólogo y dirigente panista, propulsor del solidarismo derivado de la doctrina social cristiana, aceptara ser secretario de Educación Pública en el gobierno de Ramírez Acuña.
En las oscilaciones del panismo jalisciense, las corrientes que lo forman pierden o ganan alternativamente. Gabriel Jiménez Remus, de la línea cristiana, fue derrotado en 1995 por la ultraderecha que llevó como candidato a Alberto Cárdenas.

Ramírez Acuña, discípulo cercano de Jiménez Remus, el embajador mexicano en Cuba de quien algunos esperaban que se registrara como candidato a encabezar el PAN, venció a los conservadores pero no pudo impulsar a un candidato de su misma corriente, sino que lo reemplazó González Márquez, un antiguo sinarquista, miembro del Partido Demócrata Mexicano, que ha resultado un gobernador insolente, mal gastador de los recursos públicos (los emplea para asegurarse su porvenir terrestre y celestial, pues los otorga a Televisa y a la Iglesia católica) y cabeza notoria del ultraderechismo nacional.


Títulos semejantes podría reclamar para sí Marco Antonio Adame, el gobernador de Morelos, cuya situación es peor. Su derrota electoral fue contundente. A manos del PRI su partido perdió las alcaldías de Cuernavaca, Cuautla y Jiutepec, por sólo enumerar algunas. El tricolor halló en Morelos tierra propicia para abultar su amplia victoria nacional: ganó la mitad de los ayuntamientos (16 de 33) y un número semejante de las diputaciones locales: 15 de las 30 que estaban en disputa en distritos que se ganan por mayoría.
La crisis electoral padecida por el PAN y su gobernador es síntesis de otras de mayores dimensiones que ensombrecen la vida de los morelenses.

La ingobernabilidad se cierne sobre el estado. Aquí y allá proliferan los conflictos locales, generados las más de las veces por un crecimiento urbano desordenado que en provecho de desarrolladores voraces expolia los recursos naturales en cuya defensa se afanan los pobladores comunes. No se resolvió del todo el problema del magisterio alzado en rebelión a causa de la Alianza por la Calidad de la Educación, y es de suponerse que se reencienda cuando de nuevo se abran a concurso las plazas docentes y se inicie el curso 2009-2010.
La crisis de inseguridad afecta a toda la entidad y se agrava por la complicidad de la delincuencia y las agencias gubernamentales encargadas de enfrentarla y la del gobierno federal con el local.

A diferencia del trato asestado a Michoacán y a su gobernador Leonel Godoy, las afinidades políticas e ideológicas de Adame y Calderón aseguraron al morelense que el combate a la infiltración delincuencial en las policías fuera casi subrepticio.

El procurador de Justicia de Michoacán se presentó voluntariamente ante las fuerzas federales que practicaron en la entidad una redada el 26 de mayo, y fue aprehendido. En cambio, pocos días antes el de Morelos simplemente renunció, no obstante que un comandante de la policía ministerial a sus órdenes está ahora bajo proceso. Al secretario de Seguridad Pública de Adame, Luis Ángel Cabeza de Vaca, se le dio también la ocasión de dimitir, y sólo cuando estaba fuera del gobierno se le detuvo para arraigarlo. El 16 de julio –11 días después de las elecciones– cambió su condición jurídica, pues se expidió en su contra orden de aprehensión por sus relaciones con el narcotráfico.

Lo mismo se hizo con Francisco Sánchez González, secretario de Seguridad Pública del municipio de Cuernavaca. A los dos se les señala por su cercanía con los hermanos Beltrán Leyva, cercanía en sentido estricto. Nunca se preocuparon por el hecho de que miembros de esa banda radicaran en una casa situada a no más de cien metros del palacio de gobierno.
Si bien no le concierne directamente, el gobernador no es ajeno (ni puede serlo) al conflicto entre la legislatura local y el Poder Judicial que amenazó a la impartición de justicia en el estado.

Eliminada la inamovilidad de los magistrados del Tribunal Superior por los diputados, aquellos juzgadores se defendieron para mantenerse en sus cargos, que finalmente perdieron cuando la Suprema Corte de Justicia dio la razón al Congreso en la controversia constitucional promovida por los afectados, que tuvieron que jubilarse y dar paso a la designación de sus sucesores.
Digamos en fin que en la derrota panista y de Adame algún efecto habrá tenido la disensión de miembros del PAN que siguieron a Sergio Estrada Cajigal, quien comenzó oponiéndose desde dentro a Adame y concluyó yéndose del partido que lo hizo alcalde de Cuernavaca y gobernador del estado. A

unque no fue un ejemplo de gobernante y su militancia panista fue desde siempre frágil, más convenenciera que surgida de una convicción, el exgobernador no ocultó sus diferencias con Adame, que resultaron en perjuicio de éste. Esperemos que también las padezca la corriente a que pertenece.


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