4/24/2012

Fox y Calderón frente al narco



JOSÉ ANTONIO CRESPO

Pese a las sandeces sin cuento de Vicente Fox, me parece que debiéramos agradecer su relativa sinceridad, un bien escaso en el ambiente político. Coincido con él, por ejemplo, en que para impedir que Enrique Peña Nieto gane la elección se requiere un acontecimiento extraordinario. Claro que no es Fox el más indicado para decirlo, y por eso el PAN lo considera ahora un traidor a su partido.

Es una idea que Fox viene sosteniendo desde hace meses, quien desde entonces se ha erigido en el mayor promotor de Peña Nieto fuera del PRI. Es el único que sostiene que el PRI se ha renovado desde el 2000, y que en estos años ha surgido una generación moderna y democrática de priístas (¿¿??).

Me parece, sin embargo, que tales declaraciones responden a su intención de quedar bien con el más probable ganador y le amplíe el manto de impunidad que extendió este sexenio Felipe Calderón a propósito de las corruptelas y tráfico de influencias de la familia Fox-Sahagún. Y, por cierto, fue también sincero Fox al reconocer que en su administración se gobernó con un Ejecutivo bipersonal --la pareja presidencial"--, violando así la Constitución (prácticamente todos los presidentes mexicanos la violan de múltiples formas, pero pocos lo reconocen tan abiertamente).

Fox igualmente fue franco al reconocer que su injerencia en el proceso presidencial de 2006 fue un desquite a la humillación que representó el fallido desafuero contra Andrés Manuel López Obrador, y que dicha intervención sí fue determinante en el resultado (contrariamente a lo sostenido por el Tribunal Federal Electoral). Dice haberse asegurado de "cargar los dados" para obtener un resultado favorable al candidato de su partido. Así pues, curiosamente la tesis del fraude en 2006 ha sido sostenida al alimón por López Obrador y por el propio Fox.

También se ha esmerado Fox en cuestionar la política prohibicionista de ciertas drogas que está vigente desde hace 100 años y promueve la despenalización de algunas de ellas. Igualmente ha cuestionado la estrategia de Calderón contra los cárteles de la droga. Incluso pagó un amplio desplegado la semana pasada con ese propósito. Muchos atribuyen dicha crítica a los desencuentros y rivalidad existente entre ambas figuras panistas, pues Calderón, pese a respetar la impunidad de Fox, lo ha descuidado. Y Fox ha visto un flanco de ataque en la principal política pública de Calderón, aquella por la que será recordado históricamente.

Por ejemplo, ha dicho Fox que conviene regresar el Ejército a sus cuarteles, pues se ha convertido en "el mayor atropellador de los derechos humanos". Y agrega: "Tal parece que el tema de la seguridad nacional es un pretexto para los abusos contra las garantías individuales de la población".

Durante su campaña en 2000, Fox había ofrecido retirar al Ejército de las tareas contra el narco, pero lo mantuvo ante la presión estadounidense. De hecho, a poco de llegar al poder declaró una "guerra sin cuartel" contra los cárteles.

Recuerda en su biografía presidencial: "Cuando fui elegido en 2000, inmediatamente atacamos a los narcotraficantes, arrestando a 20 altos jefes de cárteles, a 50 subjefes y un total de 70 mil narcotraficantes en los seis años de mi presidencia". Y fue en su gobierno donde se acuñó aquello de que "vamos ganando aunque no parezca", ante la creciente violencia que registró durante su administración, y que terminó sumando 9 mil muertes (cifra nada pequeña, aunque palidece frente a la carnicería actual).

Una vez concluido su sexenio, terminó reconociendo el fracaso de su estrategia, que en lo esencial es la misma de Calderón, si bien este último la profundizó: "Tal fue, sin duda, mi mayor decepción como presidente --escribió Fox--. Luchamos con valor, muchos buenos oficiales arriesgaron y dieron sus vidas en la batalla. A fin de cuentas, mi gobierno fue insuficiente en esta área, y no puedo echar la culpa a nadie".

Fox reconoce que la estrategia está vinculada con el incremento a la violencia, algo que Calderón niega: "La presión que aplicamos dio por resultado una terrible oleada de violencia entre los jefes de los cárteles, mientras se disputaban ferozmente los despojos… Los traficantes de drogas trataban de superarse unos a otros en espectacular violencia contra sus rivales" ("La revolución de la esperanza", 2007). Un nuevo acto de sinceridad. Quizá por ello, como otros presidentes de América Latina, propugna el cambio de paradigma para enfrentar las drogas. No se puede descartar que Calderón haga lo propio en su momento, aunque tanta sinceridad se vislumbra como sumamente improbable.

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