Willivaldo Delgadillo*
El
contexto de violencia en la frontera norte de México ha generado gran
variedad de producciones culturales, entre ellas el cómic; por lo menos
tres libros han intentado relatar e incluso explicar lo que sucede en
Ciudad Juárez por medio de lo que podría denominarse docucómics o
novelas gráficas documentales. A diferencia de planteamientos
anteriores, que se centran en representar a los habitantes de la región
como víctimas, un docucómic de reciente publicación ha puesto
el énfasis en la respuesta social, y en particular el activismo de los
defensores de derechos humanos de primera línea. Se trata de La Lucha: the Story of Lucha Castro and Human Rights in Mexico (Verso,
2015), del artista gráfico y periodista Jon Sack. En la primera parte
del libro, el autor sigue a la abogada chihuahuense Lucha Castro en sus
actividades cotidianas, al mismo tiempo que relata algunos casos
llevados por el Centro de Derechos Humanos de las Mujeres. También hay
varias secciones dedicadas a hacer breves semblanzas biográficas de
otros defensores y defensoras de primera línea, que junto con Castro
conforman una red que lucha por los derechos humanos en Chihuahua.
En libros como Viva la vida: los sueños en Ciudad Juárez, de Baudoin y Traub’s (Sexto Piso, 2010), y Dreamland: a way out of Juarez
(University of Texas Press, 2010) de Charles Bowden y Alice Leora
Briggs, no figuran activistas y defensores de los derechos humanos como
parte de la realidad sociológica que representan. Por otra parte, Luchadoras,
de Peggy Adam (2007), muestra los exteriores de un centro de crisis
para mujeres maltratadas en Ciudad Juárez, presumiblemente Casa Amiga,
fundada por Esther Chávez Cano. La trama se centra en los esfuerzos de
una mujer por salir de la grave situación de violencia doméstica en que
se encuentra y pone en peligro su vida. Más recientemente, Manuela e Ismael !viven!,
una tira cómica digital, documenta la lucha de dos activistas de El
Barzón en el ejido Benito Juárez de Chihuahua. Manuelita Solís e Ismael
Solorio destacaron desde la década de los 90 por su liderazgo opositor
al Tratado de Libre Comercio, y posteriormente por su lucha contra las
actividades de exploración de mineras trasnacionales en tierras
ejidales. En octubre de 2012 fueron asesinados y el crimen permanece
impune. La tira es un homenaje a su lucha por el territorio y los
recursos naturales.
Por lo anterior resulta novedoso que un libro completo sea dedicado
a documentar una parte importante del movimiento de derechos humanos en
Chihuahua, uno de los estados con alto número de muertes violentas y
desapariciones forzadas, donde el asesinato de defensores de derecho
humanos es también un problema grave. El objetivo del libro es levantar
el perfil de los defensores de primera línea como una estrategia para
arroparlos, y lo cumple al presentar una serie de viñetas biográficas
de Alma y Gabino Gómez, Norma Ledesma y Emilia González, valientes e
históricos pioneros en la defensa de los derechos humanos en ese
estado. También aparece el padre Óscar Enríquez, del Centro de Derechos
Humanos Paso del Norte en Ciudad Juárez, cuyo equipo de trabajo es un
baluarte de la sociedad civil fronteriza. Este centro fue saqueado por
la Policía Federal en la víspera de la llegada de la Caravana con
Justicia y Dignidad en 2011; el episodio queda debidamente documentado
en este trabajo editado por Adam Shapiro.
Sin
embargo, la parte más interesante del libro es el relato de dos casos
en los que se refleja de manera emblemática el estado de cosas en la
frontera durante los años de la guerra de Felipe Calderón: el de
Marisela Escobedo y el de la familia Reyes Salazar.
Marisela Escobedo inició una lucha en Ciudad Juárez para exigir
justicia para su hija Rubí Marisol Frayre Escobedo, víctima de
feminicidio, y fue asesinada a las puertas del palacio de gobierno en
la capital del estado en diciembre de 2010. Por otra parte, la familia
Reyes Salazar, cuyos integrantes han sido defensores históricos del
territorio y de los derechos humanos en el Valle de Juárez durante
décadas, fueron presa de hostigamiento sistemático del Ejército. Poco
tiempo después, cuatro miembros de la familia fueron asesinados y 33
terminaron exiliados en Estados Unidos. Mediante el testimonio de Juan
Manuel Frayre Escobedo y Saúl Reyes Salazar, el libro muestra también
lo que ahora se conoce como el mexilio y la solidaridad y trabajo de activistas como el abogado Carlos Spector Calderón de El Paso, Texas.
Este proyecto, promovido por el organismo irlandés The Front Line
Defenders, es un importante aporte para dar a conocer la situación de
riesgo en que trabajan los defensores de los derechos humanos en
México. Cumple además con el objetivo más específico de visibilizar las
actividades del Centro de Derechos Humanos de las Mujeres. Sin embargo,
tiene una limitación. No explica cabalmente la conexión orgánica entre
este importante centro, ubicado en la capital del estado, y Ciudad
Juárez, lugar donde surgen los casos de Marisela Escobedo, quien se
encontraba prácticamente sola cuando fue abatida frente al palacio de
gobierno, o con la lucha y ulterior exilio de la familia Reyes Salazar
del Valle de Juárez. Quizá eso y el complejo mapa del activismo y la
defensoría de los derechos humanos en Chihuahua sea el tema de un
trabajo de otra índole. Por lo pronto, el libro de Jon Sack contiene un
importante conjunto de pinceladas en esa dirección.
*Premio Chihuahua de Literatura 1995. Su novela más reciente se titula Garabato.
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