Ilustración: Pe Aguilar / @elesepe1
Los causantes de la dramática
pobreza de las economías emergentes, como la mexicana, se desgarraron
las vestiduras en la segunda cumbre bianual de la Unión Europea (UE) y
la Comunidad de Estados Caribeños y del Caribe (Celac), donde sólo la
voz del presidente de Ecuador, Rafael Correa, se alzó para demandar
“que se respete el derecho soberano de los países”, y no se siga
poniendo trabas al imperativo de luchar contra la pobreza extrema,
flagelo que golpea a 68 millones de latinoamericanos y caribeños,
“porque por primera vez en la historia de la humanidad, dicha pobreza
no es por falta de recursos, sino fruto de la inequidad”.
El presidente del Consejo
Europeo, Donald Tusk, luego de aplaudir la “plena normalización” de
relaciones bilaterales entre Cuba y Estados Unidos, dijo que “nuestras
regiones tienen mucho que ganar si trabajamos estrechamente unidos, y
mucho que perder si no lo hacemos”. Sin embargo, no aclaró que la
unidad en la que piensan él y los mandatarios de las súper potencias,
es en la que sean ellos quienes impongan las reglas del juego, sin
permitir a latinoamericanos y caribeños ejercer su soberanía con el fin
de enfrentar las causas estructurales del subdesarrollo, actitud de
sumisión que ejemplifica el “gobierno” de Enrique Peña Nieto.
Se cumplieron ya dos décadas
de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del
Norte (TLCAN), lapso en el que quedó claro que nada ganamos los
mexicanos (las clases mayoritarias) con la “unidad” que se buscó con
dicho acuerdo. Las pérdidas en todos los ámbitos de la vida económica y
social han sido espeluznantes, en cambio sí muy favorables para
nuestros vecinos del Norte. Lo que ha compensado la inequidad del
tratado ha sido el crecimiento de las remesas que envían los más de 12
millones de mexicanos que trabajan en Estados Unidos, reflejo de la
imparable expulsión de mano de obra.
Y para que no nos hagamos
ilusiones, como las que tanto gustan a Peña Nieto y a Luis Videgaray,
el Banco Mundial, en su último informe, bajó la tasa de “crecimiento”
de México de 3.3 a 2.6 por ciento este año, porque seguirán cayendo los
precios de las materias primas, el principal sostén de las economías
emergentes, que lo son porque las súper potencias no nos permiten salir
de la emergencia a la que nos tienen condenados. Asimismo, nos
advirtió que nos preparemos para un anticipado aumento de las tasas de
interés en Estados Unidos, situación que nos obligará a seguirnos
“ajustando los cinturones”.
Lo curioso de tal realidad es
que sólo los pueblos de los países emergentes estamos forzados a hacer
sacrificios, porque las élites plutocráticas siguen elevando sus tasas
de ganancias, como lo patentizan las cifras que dan a conocer
publicaciones especializadas, como la revista “Fortune”. En
consecuencia, no hay posibilidades concretas para trabajar
“estrechamente unidos”, sino sólo en calidad de esclavos como es
previsible que llegue a suceder si continúan las embestidas de las
principales súper potencias contra los países emergentes, y si deciden
avanzar en el calentamiento de la guerra fría, como está sucediendo con
el propósito de frenar la alianza estratégica entre Rusia y China.
En este embrollo geopolítico,
México es el que sale perdiendo sin obtener nada a cambio, sobre todo
si al frente del Estado sigue la camarilla faraónica entreguista que no
tiene ningún empacho en dejar a los mexicanos en la total indefensión,
como lo patentiza su empeño en concretar las reformas estructurales,
máscara con la que se pretende esconder la entrega del territorio
nacional a las principales súper potencias, con Estados Unidos como eje
dominante, y al pueblo de México como carne de cañón en caso de que
desaten las súper potencias una nada hipotética tercera guerra mundial.
Que el “gobierno” de México es el
convidado de piedra en las reuniones globales, por no contar para nada
en la toma de las grandes decisiones geopolíticas, quedó demostrado en
esta reunión bianual de la Unión Europea y los países latinoamericanos
y del Caribe. Esto debe preocuparnos seriamente, porque el futuro de
las nuevas generaciones de mexicanos se dejó en manos extranjeras. Urge
poner fin a tamaña traición, con una firmeza comparable a la del
Presidente Benito Juárez para enfrentar a la principal potencia de su
época.
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